El Modernismo
El Modernismo es un movimiento artístico que se da a finales del siglo XIX y principios del XX. Es una reacción anticonformista y renovadora de una burguesía que se sabía motor de la economía y que no encontraba su reconocimiento social. Supone una renovación total de las formas. El Art Nouveau se extendió por toda Europa dando rienda suelta a la imaginación y recogiendo ideas de otros movimientos (influencia de Víctor Hugo y los románticos franceses, del simbolismo de Verlaine y Mallarmé y del parnasianismo). A este estilo pertenecen, por ejemplo, los edificios de Gaudí. A España trae esta nueva manera de escribir el nicaragüense Rubén Darío.
Para muchos autores, el Modernismo es la cara B de la Generación del 98; es decir, ante una misma situación de crisis (el Desastre del 98), los autores responden de dos maneras: evadiéndose (Modernismo) o afrontando el tema con una visión reformista (Generación del 98). El autor manifiesta una desazón romántica (presencia de ambientes otoñales, de las noches, el crepúsculo…) lo que le conduce a adoptar una actitud escapista y de evasión. Así se justifica la temática exótica del Modernismo. Los modernistas sitúan sus historias en lugares recónditos (Asia, India…) en el cosmopolitismo de las nuevas ciudades, en la mitología (se recurre a mitología americana), en otros tiempos (evasión en el espacio y en el tiempo de una realidad que no les gusta).
Estéticamente, se renueva la métrica con nuevas estrofas, se recurre a palabras nuevas y sonoras. Se buscan valores sensoriales, es decir, una literatura de los sentidos con la lectura entendida como deleite. Se describe con delicadeza colores, sonidos que dan musicalidad a los textos (frecuencia de aliteraciones para sugerir con los sonidos lo que se quiere decir con el significado), se enriquece el texto con cultismos, palabras exóticas, adjetivación ornamental (epítetos). Predominan las sinestesias (verso azul, esperanza olorosa, risa de oro…) y las imágenes evocadoras.
Los autores más destacados son: Rubén Darío con Azul, Salvador Rueda, Francisco Villaespesa y Manuel Machado. Otros autores que luego evolucionaron hacia otras sensibilidades, tuvieron sus coqueteos con el Art Nouveau, como Juan Ramón Jiménez (Alma de violeta), Valle Inclán y Antonio Machado (Soledades).
La novela de posguerra
Tras la posguerra, los intelectuales españoles o han emigrado, o muerto, o, los que permanecieron en España, sufrían los rigores de la censura o estaban conformes con el régimen franquista. La tradición anterior no vale y hay que buscar nuevas fórmulas en un ambiente hostil para la libertad creadora. Los escritores adeptos al régimen triunfan cantando las victorias militares o hablan de la burguesía.
La década de los 40 será una etapa de búsqueda que culminará con la publicación de dos novelas que marcarán el desarrollo de la narrativa posterior: La familia de Pascual Duarte de Cela (que inicia el tremendismo, que pretende mostrar los aspectos más duros de la vida) y con Nada, de Carmen Laforet (sin tremendismos, con un tono triste, habla de la vida de una mujer veinteañera en la época). Otros autores de la época son Zunzunegui, Torrente Ballester y, sobre todo, Miguel Delibes (La sombra del ciprés es alargada). En este momento, la literatura tiene un marcado carácter existencial: se habla de la soledad, la inadaptación… se revela, a título individual de los personajes, el malestar social de la época.
En los 50, surge el realismo social, con dos novelas que marcan estilo: La Colmena, de Cela (habla de la vida del Madrid de la época) y Delibes con El camino (ambientada en un pueblo castellano). Es una época en la que las novelas pretendían denunciar las injusticias, la dureza del campo, el mundo del trabajo, la burguesía insolidaria… El objetivo es llegar con este mensaje al más amplio público. Por ello, el estilo se vuelve sencillo y directo y se recurre a la narración lineal; las descripciones son concisas. El objetivismo (la no aparente intervención del autor), se lleva al extremo y hay que destacar la influencia en el compromiso del autor con su tiempo de Jean Paul Sartre. Emplean el diálogo directo. Los autores gustan del personaje colectivo (como en La colmena) y del representativo que sintetiza el sentir de una clase social determinada.
Entre 1954 y 1962, surgirán los autores más destacados de la novela social: Aldecoa, Sánchez Ferlosio, Caballero Bonald,… Esta tendencia tiene su culminación con la novela Tiempo de Silencio, de Martín Santos (1962).
La novela hispanoamericana de la segunda mitad del siglo XX
Es complicado resumir la literatura de medio continente en unas pocas líneas. En Hispanoamérica, la narrativa evolucionó de manera más lenta que la lírica: si el Modernismo renovó la expresión poética, la narrativa, en la primera mitad del siglo XX, seguía siendo decimonónica. Hasta la década de los años 40, la narrativa fluye dentro del realismo y el costumbrismo: dramas rurales, personajes planos sin vida interior,… conflictos del hombre contra un medio hostil, novela indigenista (reivindicativa contra la explotación del indio americano),…
Con estos precedentes, a partir de los años sesenta se da el llamado boom de la novela hispanoamericana. Mario Vargas Llosa con La ciudad y los perros y Gabriel García Márquez con Cien años de soledad, son claves de este fenómeno literario. Los autores de estos años son leídos con avidez al otro lado del Atlántico. Cultivan el “realismo mágico” o la experimentación. Aunque siguen dándose narraciones ambientadas en el mundo rural, hay mayor interés por la ciudad. Prosigue la mezcla de realidad y fantasía. Se da una mayor renovación formal y experimentación. Por ejemplo, se prefiere una narración textual y discursiva que permita jugar con el lenguaje.
Entre los autores de esta época, destacan:
- Julio Cortázar, argentino renovador con Borges del cuento. Su obra más conocida es Rayuela, con capítulos intercambiables y varios niveles de lectura.
- Juan Carlos Onetti, uruguayo que crea un peculiar mundo, lleno de obsesiones y personajes asfixiados por su propia existencia, como se aprecia en sus dos obras maestras, El astillero y Juntacadáveres.
- Carlos Fuentes, mexicano muy experimentalista que gusta de jugar entrecruzando acciones en el tiempo en La muerte de Artemio Cruz o Cambio de piel.
- Mario Vargas Llosa, peruano que alterna técnicas renovadoras con narraciones más tradicionales. La ciudad y los perros, La casa verde, Conversación en la catedral, son tres obras de este autor que, a día de hoy, continúa entre los preferidos por los lectores.
- Gabriel García Márquez, periodista colombiano y premio Nobel en 1982. Cien años de soledad se ha traducido en todos los países. En esta novela, el “realismo mágico” llega a su madurez. A través de la historia de los Buendía en Macondo, construye una alegoría de la historia de Hispanoamérica. Otras novelas: El coronel no tiene quien le escriba, Crónica de una muerte anunciada y El amor en los tiempos del cólera.
La novela de los 60 y 70
A partir de 1960, el realismo social comienza a dar signos de cansancio. Los autores se habían afanado tanto en captar la realidad que habían olvidado la fantasía y la belleza del lenguaje. Era necesaria una renovación formal en la que es decisiva la influencia de la novela hispanoamericana y su realismo mágico (La ciudad y los perros de Vargas Llosa y Cien años de Soledad de García Márquez). En 1962 se publica Tiempo de Silencio, de Luis Martín Santos, que inicia la renovación.
Las características de esta nueva forma de narrar, podrían resumirse en:
- La estructura externa de la novela cambia y ya no se dividen en capítulos. Desaparecen los límites entre los géneros. Las novelas dejan de ser lineales y presentan saltos en el tiempo.
- La verosimilitud del realismo desaparece.
- Estéticamente, se busca sorprender con las técnicas narrativas, a las que se presta más atención que al argumento. Desaparecen los signos de puntuación, se renuevan palabras para enriquecer el lenguaje.
- Se emplea el punto de vista múltiple, es decir, la misma historia contada por varias voces. También se utiliza el monólogo interior (reproduce el pensamiento del personaje) y el diálogo indirecto libre (se mezcla pensamiento y narración).
Tiempo de silencio cuenta la historia de Pedro, un investigador que se ve implicado en una muerte. Aunque la policía le deja libre por ser inocente, la venganza destruye su vida. El protagonista experimenta el desarraigo y refleja la impotencia del intelectual inadaptado. Tiene importante carga de crítica social.
En esta época sobreviven y se renuevan autores ya conocidos como Cela (San Camilo), Delibes (con Cinco horas con Mario, un monólogo interior donde la protagonista se desahoga con su difunto esposo, y con Los santos inocentes) o Torrente Ballester (que, en 1973, construye una novela experimental que es una parodia de este tipo de obra: La saga/fuga de J.B). Juan Goytisolo entra, a partir de 1966, en su etapa más innovadora con obras como Señas de identidad o Reivindicación del conde don Julián.
Por otro lado, surgen autores nuevos como Juan Benet, con Volverás a Región, Juan Marsé…
El teatro posterior a 1939
Al finalizar la Guerra Civil Española, el teatro pasa por dificultades: la crisis económica hace que sólo las clases adineradas puedan ir al teatro y los empresarios sólo apuestan por un teatro muy comercial; la censura es férrea e impide contenidos políticos críticos al régimen; no hay continuidad literaria ya que los autores de preguerra han muerto (Valle Inclán y García Lorca) o están exiliados (Max Aub, Alejandro Casona, Rafael Alberti), con lo que los empresarios recurren a adaptaciones de autores extranjeros; por último, el cine le hace sombra al teatro. Se habla de las siguientes etapas del teatro posterior al 39:
El teatro de posguerra (1939-1955)
- Se da un teatro de continuidad con comedias de salón de Benavente, con temas que defienden valores tradicionales (Dios, patria y familia), con una escenografía realista y que seguían la regla de las tres unidades.
- Aparece también teatro de humor renovado con unos personajes, unos argumentos y un lenguaje casi absurdos. Lo comenzó Jardiel Poncela y ahora lo continúan Edgar Neville y Miguel Mihura (Tres sombreros de copa, Maribel y la extraña familia,…)
- Hay también una serie de obras que se pueden clasificar como teatro existencialista. Algunos autores burlaron la censura como Antonio Buero Vallejo (Historia de una escalera), pero otros se enfrentaron directamente como Alfonso Sastre (Escuadra hacia la muerte).
El teatro de protesta y denuncia (1955-1965)
Aparece el teatro social por la aparición de un público joven y universitario y comprometido -al igual que los nuevos autores- y la relajación de la censura. Este teatro hablará de la injusticia y la desigualdad social. Estas obras son realistas, presentan un lenguaje sencillo, pero, en algunos casos, recurren al simbolismo y al esperpento para deformar la realidad.
Teatro renovador (1965-1975)
De aquellos intentos menos pegados al realismo saldrá el teatro de esta época, más cercano a las vanguardias europeas y americanas. Influye mucho la figura de Bertold Brecht. Las obras se hacen más visuales y gestuales, y el texto pierde importancia. Destacan Fernando Arrabal (El cementerio de automóviles), y grupos de teatro independientes como Els Joglars de Albert Boadella.
Últimas tendencias teatrales (desde 1975)
Ya casi no hay autores teatrales. Los empresarios no arriesgan con autores jóvenes y los teatros públicos optan por representar a clásicos. En estos años conviven grupos con un teatro visual y experimental como Els Joglars, Els Comediants, La fura dels Baus, La Cubana, etc.
La poesía de la Generación del 27
La Generación del 27 fue un grupo de autores que se dio a conocer en el homenaje que se dio a Góngora en 1927. Casi todos coincidieron en la Residencia de Estudiantes y estaban a favor de las reformas de la Segunda República. Se caracterizan por:
- Mezclan la tradición y vanguardismo. No rompen con las tradiciones. Les influye Góngora, los clásicos y el Romancero de igual manera que vanguardias como el surrealismo.
- Intentan encontrar la belleza a través de la imagen. Buscan la poesía pura.
- Hablan sobre el amor, la muerte, el destino, además de temas populares.
- Buscan un lenguaje cargado de lirismo.
- Utilizan estrofas tradicionales (romance, copla…) y clásicas (soneto, terceto…). También, el verso libre. Utilizan figuras de repetición como la anáfora, el paralelismo,…
Los dos nombres más relevantes en la poesía de la época son Federico García Lorca y Rafael Alberti.
Lorca aúna lo culto y lo popular, lo tradicional y la vanguardia. Emplea símbolos complejos y le obsesionan la soledad, el destino, los marginados (mujeres, gitanos, homosexuales,…). Su obra se divide en dos etapas: una neopopularista (Poema del cante jondo, Romancero gitano) y otra en que se acerca al Surrealismo (Poeta en Nueva York).
Rafael Alberti, muy comprometido políticamente (se afilió al partido comunista y tuvo que exiliarse a Argentina), también juega con lo popular y lo culto. Marinero en tierra y Sobre los ángeles dan fe de esta dualidad.
También destacan:
- Pedro Salinas, muy influido por Juan Ramón Jiménez, intenta desvelar la esencia de las cosas con una poesía intelectualizada pero aparentemente sencilla. Su obra se divide en tres etapas:
- Mezcla la poesía pura y temas futuristas en Seguro azar.
- Presta atención al amor como experiencia gozosa en La voz a ti debida o Razón de amor.
- Desde América, habla de la angustia que le provoca la tecnología contemporánea y los horrores de la Guerra Civil y la 2ª Guerra Mundial, y Confianza, que cierra su obra poética.
- Jorge Guillén escribió desde el exilio y, tras la muerte de Franco, fue galardonado con el premio Cervantes. Cultivó la poesía pura alejada de dramatismos, con una visión optimista del mundo. Toda su obra se agrupa en Aire Nuestro, compuesto por cinco libros.
- Vicente Aleixandre es el polo opuesto, por su pesimismo global. Su obra más destacada es La destrucción o el amor. En 1977 obtiene el premio Nobel.
- Gerardo Diego cultivó dos vertientes poéticas: la tradicional y la vanguardista (Imagen y Manual de Espumas).
- Dámaso Alonso se quedó en la posguerra española dentro del grupo de Poesía desarraigada. Su obra más importante es Hijos de la ira, muy influida por el existencialismo.
- Luis Cernuda (alumno de Salinas) reunió su obra poética en La realidad y el deseo, donde se ve que huye de la rima y otros elementos formales.
La Generación del 27
La Generación del 27 es un grupo de escritores cuya obra comenzó antes de la Guerra Civil, vinculados a la Institución Libre de Enseñanza. Toman su nombre de que la mayoría de ellos asistieron al homenaje a Luis de Góngora en el año 1927 en Sevilla. Todos sienten la necesidad de encontrar un lenguaje poético que exprese mejor los temas que tratan. Como principales características de su estilo, destacan:
- Mezclan tradición y vanguardismo: conocen y admiran a los clásicos, el Romancero,… Se ven influidos por las vanguardias, sobre todo el surrealismo y su exploración del inconsciente.
- Todos intentan encontrar la belleza a través de la imagen, alcanzar la poesía pura. En ellos influye decisivamente Juan Ramón Jiménez. Se preocupan de la expresión y buscan el lirismo.
- Sienten especial interés por temas humanos (el amor, la muerte, el destino…) y de raíces populares.
- Utilizan estrofas tradicionales (romance, copla…) y clásicas (soneto, terceto…) a la vez que el verso libre. Frecuentan repeticiones de palabras, de esquemas sintácticos, paralelismos,…
Los principales representantes del grupo son:
- Gerardo Diego: con Imagen, Manual de espumas. Flirtea con el creacionismo.
- Pedro Salinas: durante la guerra civil se exilió y enseñó en varias universidades norteamericanas. Su obra más importante, La voz a ti debida, es un extenso poema de amor en el que el poeta busca a la amada más allá del mundo real.
- Rafael Alberti: gaditano universal, convencido afiliado del partido comunista, activo participante durante la contienda civil, se exilió a Argentina e Italia. Tras la muerte de Franco, regresó a España, llegando a ser diputado del Congreso por Cádiz. Marinero en tierra es su obra más conocida, donde refleja la nostalgia de su tierra natal. En Sobre los ángeles, el lenguaje poético tradicional se mezcla con el surrealismo.
- Federico García Lorca: hombre decisivo en las letras españolas. En su obra predomina lo trágico y la muerte. Crea imágenes muy originales y expresivas. Salvo en Poeta en Nueva York (ciudad a la que viajó y que le desencantó), en sus obras son frecuentes elementos del folclore andaluz. En poesía destacan Poema del cante jondo y Romancero gitano. También cultivó el teatro. Fundó el grupo universitario La Barraca, con el que recorrió el país dando funciones clásicas por los pueblos. Su producción teatral tiene un profundo lirismo y unas protagonistas femeninas apasionadísimas, como en Bodas de sangre, La casa de Bernarda Alba y Doña Rosita la soltera. Su genio quedó interrumpido al comienzo de la guerra, cuando fue fusilado.
- Vicente Aleixandre: obtuvo el Premio Nobel de Literatura en 1977. Habla del hombre, ser pesimista y angustiado. Sus libros de poemas más famosos son: La destrucción o el amor, Sombra del Paraíso, Historia del corazón.
El teatro anterior a 1939
Por un lado, está el teatro comercial. Dentro de este grupo, encontramos:
- La comedia burguesa de Benavente y seguidores. Jacinto Benavente propuso un teatro sin excesos, con juegos escénicos y diálogos fluidos. Su obra es una crítica amable de los ideales burgueses. Algunas de sus obras más conocidas son: Rosas de Otoño, Los intereses creados o el drama rural de La Malquerida. En 1922 se le concedió el Premio Nobel.
- El teatro en verso, neorromántico y modernista, que renovaba las formas aunque con temática tradicionalista, exaltando los ideales nobiliarios, gestas medievales,… Destacan Francisco Villaespesa con Doña María de Padilla y La leona de Castilla; Eduardo Marquina con Las hijas del Cid, En Flandes se ha puesto el sol,…; Manuel y Antonio Machado en obras escritas en colaboración como Julianillo Valcárcel o La Lola se va a los puertos.
- Un teatro cómico, en el que predomina el costumbrismo, los tipos y ambientes castizos. Los hermanos Álvarez Quintero (con La reina mora, Las de Caín,…) hablan de una Andalucía llena de tópicos y eludiendo, por ejemplo, los problemas de la tierra; Carlos Arniches (El santo de la Isidra, El puñao de rosas, La señorita de Trévelez, Los caciques,…), que combina ambientes madrileños con lo que él llama comedia grotesca.
Además de este teatro comercial, se da uno más experimental en el que encontramos:
- El teatro de la Generación del 98. Aunque no fue su género fuerte, caben destacar algunas experiencias como las de Unamuno (Fedra, El otro), con personajes atormentados como los de sus novelas, y las de Azorín (Angelita, Lo invisible).
- Dentro de este teatro se incluye la figura de Valle Inclán, verdadero innovador del teatro contemporáneo español. Su estilo es cercano al Modernismo (por ejemplo, las acotaciones de Luces de Bohemia son tan bellas que, en numerosas ocasiones, se han representado también), aunque la crítica que hace, basada en una feroz distorsión de la realidad (el esperpento), le sitúan en la onda de los noventayochistas. Sus primeras publicaciones teatrales son las Comedias Bárbaras (Águila de Blasón, Romance de lobos y Cara de Plata), situadas en un ambiente rural gallego, con toda su miseria y decadencia. En Luces de Bohemia acuña el término “esperpento”, en el que el autor mezcla lo trágico y lo burlesco con una estética catárquica. Lo define Max Estrella, protagonista de Luces de Bohemia: el esperpento es poner a los héroes clásicos frente a espejos cóncavos y convexos para mostrar su imagen grotesca.
- El teatro de las vanguardias y el 27: buscan un “teatro poético”, incorporan formas vanguardistas e intentan acercar el teatro a las clases bajas y al mundo rural (como ejemplo, el grupo La Barraca de García Lorca). Son interesantes las obras escritas por Salinas (El dictador), Rafael Alberti (El adefesio), Miguel Hernández (El labrador de más aire) y Alejandro Casona (La dama del alba).
- Caso aparte, la obra de Federico García Lorca. Lorca habla del conflicto entre la realidad y el deseo, y sus personajes, casi siempre mujeres, son seres frustrados por los prejuicios sociales, de sexo, de cultura. Entre sus obras, destacan: Bodas de sangre, Yerma, La casa de Bernarda Alba,…
El Realismo
El Realismo es un movimiento literario que se da en la segunda mitad del siglo XIX (tras el Romanticismo). Es una época de tensión política (revolución contra Isabel II, I República, Restauración,…) y social (la burguesía es la clase dominante y el movimiento obrero comienza a tener fuerza). Los realistas están influidos por las ideas del Positivismo (que sólo considera verdadero lo que se puede observar y experimentar), las teorías sobre la herencia biológica y el darwinismo.
El Realismo persigue la representación objetiva de la realidad. Sus características más destacables pueden resumirse en los siguientes puntos:
- El escritor retrata la realidad a través de la documentación y la observación. Hablan de temas próximos: la política, el mundo del trabajo, la vida en barrios marginales,…
- Se enfrentan a los temas desde la objetividad, siendo críticos con situaciones que consideran injustas.
- La novela es el género más cultivado por los realistas (en España contaba con antecedentes como la picaresca y el costumbrismo).
- Predomina el narrador omnisciente en tercera persona.
- Abundan las descripciones minuciosas de ambientes, costumbres, lugares, personajes,…
- Cuando reproducen diálogos, adaptan el lenguaje a la manera de hablar del personaje.
Los escritores más destacados del realismo español son: Fernán Caballero (seudónimo de Cecilia Bölh de Faber), Pedro Antonio de Alarcón y, por supuesto, Benito Pérez Galdós y Leopoldo Alas, Clarín.
Galdós nació en Canarias, pero estudió en Madrid. Se dedicó a la literatura y a la política. Su prolífica obra puede dividirse en dos grandes grupos:
- Episodios nacionales: la historia novelada del siglo XIX. Consta de cinco series de 10 novelas cada una, excepto la última serie, que está inacabada. Galdós mezcla acontecimientos públicos y privados (novelescos).
- Novelas largas: sus primeras novelas reflexionan sobre España para criticar el enfrentamiento entre españoles. A esta época pertenecen: Doña Perfecta (sobre la intransigencia del catolicismo español) y Marianela. Después, el autor gira al realismo: Miau y Fortunata y Jacinta. En las últimas novelas, Galdós denuncia la falta de caridad, la injusticia, el egoísmo… como en Misericordia.
Leopoldo Alas, Clarín, nació en Zamora, aunque pasó toda su vida en Oviedo. Como prosista escribió más de 60 cuentos (como Doña Berta, Pipá y ¡Adiós, Cordera!) y varias novelas, como Su único hijo y La Regenta, obra cumbre de la narrativa española. La Regenta transcurre en Vetusta (ciudad inventada que se identifica con Oviedo) y cuenta la historia de Ana Ozores, una mujer abrumada por la sociedad cerrada en la que vive. En ella predomina la descripción de ambientes y personajes, conformando un fiel retrato de la hipocresía y la corrupción de la sociedad del momento.
La novela de la Generación del 98
Este acontecimiento provocó en España indignación, pesimismo y aires de reforma. Este talante queda recogido en la literatura de la llamada Generación del 98, ya que hablan frecuentemente de la lamentable imagen de España e intentan proponer soluciones.
La novela es el género más importante cultivado por los miembros de este grupo. Los temas que prefieren son España, las causas de la decadencia, la historia, los pueblos y la reflexión sobre el hombre y su destino (influencia del existencialismo europeo).
Aunque todos son nacidos en provincias lejanas al centro de España, todos cantan a Castilla y su pasado glorioso. En la historia buscan la esencia de España, los valores de la patria y la raíz de los problemas. Además, hablan de lo que Unamuno llamaba intrahistoria, es decir, la historia de las gentes, la vida callada de miles de hombres sin historia.
Admiran a los clásicos castellanos (Gonzalo de Berceo, Jorge Manrique, Cervantes y Quevedo) y a Larra y a los ilustrados.
En cuanto al estilo, los novelistas del 98 tienen en común la simplicidad y la claridad. Rompen con la retórica recargada de la época. Para ellos es más importante el contenido que la forma. Predominio de la oración simple, concisa y breve, evitando los párrafos largos y la subordinación. Intentan atinar con la palabra concreta que defina a la perfección lo que nombran. Les gustan, como decía Azorín, palabras terruñeras, tradicionales.
Son importantísimas las descripciones que hacen del paisaje, reflejo de un estado de ánimo. El austero paisaje castellano es el reflejo del alma y la esencia que buscan.
Entre los miembros de la Generación del 98, los principales novelistas son: Pío Baroja, Ramón del Valle-Inclán, Miguel de Unamuno y José Martínez Ruiz, Azorín.
- Miguel de Unamuno emplea la novela para expresar la sed de inmortalidad, el sentido trágico de la vida y la lucha entre la razón y la fe. Para Unamuno, la situación sólo es el pretexto para que se muestre la personalidad de los personajes. Destacan: La tía Tula (sobre la maternidad y la angustia que provoca la falta de fe y el deseo de tenerla), San Manuel Bueno, mártir (la historia de un sacerdote sin fe), Niebla (una novela existencial, una nivola, no novela, en palabras del autor, preguntándose incluso por la esencia del género).
- Valle-Inclán pasa del modernismo de las cuatro Sonatas al esperpento (estilo creado por él mismo) de Tirano Banderas (una caricatura de una dictadura americana). Entre medias, escribe sobre la guerra carlista en Los cruzados de la causa, El resplandor de la hoguera, Gerifaltes de antaño. En las novelas de El Ruedo Ibérico, muestra una España infrarreal.
- Azorín utiliza la novela para innovar y experimentar. Su estilo es muy personal, destacando su arte descriptivo, fijándose en los detalles y con una técnica impresionista muy cercana a la utilizada por la pintura. Su prosa es elegante y sencilla. La sintaxis es simple y su léxico tiene gran riqueza y precisión. Sus novelas más nombradas son La voluntad, Antonio Azorín y Las confesiones de un pequeño filósofo.
- Pío Baroja fue un hombre solitario y su visión de la realidad española, amarga y pesimista.
El Novecentismo
El Novecentismo, junto a las Vanguardias, forma parte de un movimiento artístico de entreguerras que tiene como finalidad la reacción contra la literatura anterior.
La inestabilidad política (fuertes conflictos sociales, fin del turnismo, Dictadura de Primo de Rivera y Segunda República) contrasta con la aparición (a partir de 1910) de una serie de intelectuales que buscan la modernidad del país. Las principales características del Novecentismo son:
- Son intelectuales, no al estilo de los bohemios modernistas, sino hombres pulcros, con una sólida preparación universitaria.
- Emplean la razón y huyen del sentimentalismo. Son personalidades que influyen en la política del país. Son reformistas.
- Se preocupan por la europeización del país frente al tradicionalismo español. Ortega define a los españoles como una raza que se muere por instinto de conservación. Huyen de los tópicos, aunque continúan con la percepción castellanocéntrica de España iniciada por los noventayochistas.
- Están influidos por el ambiente de deshumanización tras la Primera Guerra Mundial, que afectará a toda Europa (incluida España, aunque fuera neutral).
- Buscan, influidos por las vanguardias europeas, un arte puro, cuya única finalidad es el goce estético. Les preocupa la forma y su ideal de belleza está en la serenidad de los modelos griegos. Huyen del sentimentalismo (Eugenio D’Ors habla de refrenar lo dionisiaco (lo romántico, la exaltación pasional) y a orientarse hacia lo apolíneo (lo clásico, lo sereno). Pulcritud y equilibrio serán sus máximas. Se crea una literatura para minorías cultas.
En cuanto al estilo, es fundamental la preocupación por el lenguaje. La prosa recurre a la función poética del lenguaje (metáforas en Ortega, densidad lírica de Miró…), aparecen poemas en prosa como Platero y yo, de Juan Ramón Jiménez,…
Los principales autores son ensayistas como Eugenio d’Ors (acuñó el término novecentismo), Manuel Azaña, Gregorio Marañón, Ortega y Gasset (con influyentes obras como La deshumanización del arte y La rebelión de las masas, en la que desarrolla su teoría elitista), Salvador de Madariaga o Claudio Sánchez-Albornoz, y novelistas como Gabriel Miró (con descripciones minuciosas y falta de acción, como en El obispo leproso) o Ramón Pérez de Ayala.
En poesía destaca la figura de Juan Ramón Jiménez, con su concepción de la poesía pura se acercó a este intelectualismo renovador. Su obra se divide en tres etapas:
- Etapa sensitiva (1898-1915): marcada por la influencia de Bécquer, el simbolismo y el modernismo. Con Arias tristes y La soledad sonora.
- Etapa intelectual (1916-1936): descubre el mar, que simboliza para él el eterno presente, e inicia una evolución espiritual en busca de la trascendencia. Destacan Diario de un poeta recién casado.
- Etapa última (1937-1958): en su exilio americano escribe Dios deseado y deseante.