A finales del siglo XIX
La crisis del modelo liberal burgués se reflejó en la mentalidad y expresión artística. Por esto, se cuestionó el optimismo que se apoyaba en el progreso, y que originó nuevas corrientes como el irracionalismo. Entre los intelectuales, se impuso un pesimismo que se define por el decadentismo. En este contexto nace la bohemia, obras al margen de las imposiciones sociales y que criticaban los convencionalismos burgueses.
El Modernismo y la Generación del 98
surgen del mismo contexto histórico-social, ambas corrientes comparten el rechazo a la sociedad de la época, sin embargo la primera se centra en la huida hacia lugares exóticos y la segunda se preocupaba por la regeneración del país.
El Modernismo
es introducido por Ruben Darío, que estaba influido por el parnasianismo, que defiende “el arte por el arte” (la obra se justifica por su propia belleza), su culto a la perfección formal y sensorial, y el simbolismo impulsado por los poetas malditos (Verlaine) analizaba el mundo como un conjunto de símbolos. Evolucionó en dos etapas: la primera marcada por la publicación de Azul (1888), influenciada por el parnasianismo y la segunda etapa fue más simbolista, centrada en lo íntimo y exploración del alma. El movimiento tiene como temas principales, la evasión a escenarios ideales, la sensualidad y el erotismo. En su estilo se refleja el irracionalismo con el uso de símbolos y la exaltación de lo sensorial y deseo de evasión mediante la sinestesia, un léxico elevado y la métrica de modelos clásicos. Algunos de los autores son Ruben Darío que es considerado paladín del movimiento y escritor de Prosas profanas y Cantos de vida y esperanza.
La Generación del 98
está formada por un grupo de escritores intelectuales preocupados por la regeneración de un país que consideraban enfermo. Los temas principales eran la regeneración de España (un cambio a gran escala), el existencialismo (enfrentamiento de fé y razón, destino…) e influencia del paisaje en el carácter (paisaje castellano). Su estilo era natural y sobrio, se expresaban mediante novelas y ensayos. En cuanto a la novela destacan por un personaje único, la importancia del diálogo y la ausencia de descripciones (contrario al realismo); y respecto al ensayo supuso una revitalización del género. Azorín fue responsable de la denominación de generación de 1898, de la que forman parte autores como Miguel de Unamuno cuyos temas eran la regeneración de España, el tiempo, la muerte y la vida como agonía, entre sus obras: las nivolas Niebla y San Manuel Bueno, mártir y sus ensayos como Del sentimiento trágico de la vida. Pio de Baroja que se identifica por el escepticismo y temas como el vacío vital y la situación de España, sus protagonistas eran inadaptados que padecen angustia y abulia. Sus novelas eran principalmente trilogías como La lucha por la vida ( La busca, Mala hierba y Aurora roja), y su obra de El árbol de la ciencia. Valle-Inclán en su etapa noventayochista escribió obras más críticas y en escenarios rurales, como la trilogía La guerra Carlista. Antonio Machado, influenciado por el simbolismo y con una diversidad de influencias en su poesía, trata temas como el inevitable fluir del tiempo Así pues los autores de ambas corrientes fueron contra el Realismo; escribieron grandes obras literarias que influyeron a los autores posteriores, de la Generación del 27.
Junto al Novecentismo y las Vanguardias
la Generación del 27 constituye la segunda edad de oro de nuestra cultura, este periodo se denominó Edad de Plata, la cual abarca el primer tercio del S.XX. Fueron tiempos históricos convulsos: la dictadura de Primo de Rivera, la segunda República y la Guerra Civil. Además la segunda y tercera década se caracteriza por la modernidad y progreso social: voto femenino, cine… El término Generación del 27 se emplea habitualmente para referirse a un grupo de poetas; el nombre surge del homenaje al poeta Luis de Góngora durante ese año. A estos poetas les unían varios motivos, entre ellos su amistad, la convivencia en la Residencia de Estudiantes, las colaboraciones en revistas literarias “España” y la recopilación de sus poemas en la analogía de Gerardo Diego, la cual se publicaría años más tarde con la presencia de mujeres. En cuanto a sus rasgos literarios, destacó la influencia de las vanguardias sobre todo, el surrealismo, y la influencia de la tradición literaria culta (Quevedo, Bequer), entre los que verán a Luis de Gongora como modelo creador de un lenguaje personal y único. Se diferencian tres etapas: en la primera etapa, hasta 1928, se manifestó la influencia de las vanguardias en el entusiasmo renovador. La segunda, de 1928 hasta la Guerra Civil, los poetas recuperaron los contenidos humanos, sociales y políticos. Por último, después de la Guerra Civil y el comienzo de la dictadura franquista, supuso el exilio de los poetas que siguieron rumbos poéticos distintos. Entre los autores podemos encontrar a Pedro Salinas (poeta del amor), cuya labor tuvo gran influencia en los más jóvenes del grupo. Antes de la Guerra reflejó una visión idealista del amor, como en su obra Razón de amor y tras finalizar el conflicto, su poesía giró en torno a la juventud y el exilio, Largo lamento. Sus poemas tienen un tono intelectual, pues busca la esencia de la realidad material. Por otro lado tenemos a Gerardo Diego, que mezcla la tradición y las vanguardias, lo cual da lugar a dos tendencias en su obra: la poesía vanguardista, expresa su libertad creadora, Imagen y manual de espumas y la poesía relativa, las cuales son más tradicionales. Jorge Guillén, fue el miembro de la generación que más se acercó a la idea juanramoniana de poesía desnuda, bajo el titulo de Aire Nuestro se recoge su obra completa compuesta de poemarios como Cántico, caracterizados por el vitalismo que dan cuenta de su admiración y su sorpresa por la vida. Vicente Aleixandre, cultivó las técnicas del surrealismo y el versolibrismo, su obra más representativa fue Espadas como labios. Rafael Alberti, expresaba su profunda nostalgia del mar gaditano y la niñez, destacando su empleo de formas tradicionales y técnicas surrealistas, que uso en las obras de Marinero en tierra y Cal y canto, y Luis Cernuda, publicó bajo el título La realidad y el deseo su obra poética completa, cuyo tema es la imposibilidad de alcanzar sus sueños y el amor; además su estilo destaca por la originalidad de símbolos y metáforas y por su profunda sensibilidad. El último fue Federico García Lorca, su obra se caracteriza por una fusión de lo culto y lo popular, así como la creación de símbolos de gran hondura expresiva; se distinguen dos etapas en su obra: en la primera aparecen los temas principales del misterio y el amor frustrado, que alcanzó su máximo esplendor con el Romancero gitano. En su segunda etapa, escribió el Poeta en Nueva York donde da expresión a la deshumanización, la injusticia y el materialismo de las sociedades capitalistas; estilísticamente las obras de este periodo son más surrealistas, también destaco su Soneto del amor oscuro cuyo tema es el amor imposible vinculado a la muerte.
Tras un período de Guerra Civil
en España se instaura una dictadura, la cual impone una férrea censura en todas las publicaciones, y que por tanto condiciona la literatura de esta época. Con el tiempo, las restricciones de la censura se centraron en la prensa dando cierta libertad a la literatura y marcando una diferencia entre las novelas de diferentes décadas. En la década de los 40, las novelas se caracterizan por un realismo existencial que refleja la miseria moral y material, y la frustración de la posguerra en unos personajes que se muestran desarraigados y desilusionados, y que sufren una existencia sin valores a los que aferrarse. Algunas de las novelas más destacadas son: La familia de Pascual Duarte de Camilo José Cela, la cual se caracteriza por emplear la técnica del tremendismo, es decir, un realismo centrado en los aspectos más truculentos y aberrantes; Nada la novela de aprendizaje de Carmen Laforet, en la cual la protagonista ve sus ilusiones iniciales truncadas, y la obra La sombra del ciprés es alargada de Miguel Delibes. Además, resaltó la novela de El bosque animado de Wenceslao Fernández, la cual ofrece una visión dulce, suave y fantástica, que contrasta con la temática de la década. Durante la Guerra Civil, otros escritores tomaron la decisión de partir al exilio para evitar las represalias del régimen contra los detractores de la dictadura. Este fue el caso de Francisco de Ayala, Max Aub, Rosa Chacel y Ramón J. Sender que escribió Réquiem por un campesino español, recuperando la temática de España de la década de los 40.
La década de los 50
inicia con la publicación de El camino de Delibes que se narra a través
de la mirada infantil y se desarrolla en un ámbito rural y La colmena de Camilo José Cela,
que se centra en los motivos primarios que mueven a los protagonistas como la
supervivencia material y el sexo; ambas obras marcaron el paso a un tipo de novela de
contenido social y enfoque realista, cuyos relatos se llenaron de testimonios de personajes
de clases trabajadoras que padecen la injusticia y la explotación. Las características de
estas novelas son las influencias literarias del neorrealismo italiano y el realismo
norteamericano (Hemingway) , los personajes colectivos y el narrador objetivo que se
limita a dar testimonio de la conducta y palabras de los personajes. Las novelas más
representativas de esta narrativa son Los Bravos, de Jesús Fernandez Santos, Entre visillos
de Carmen Martín Gaite, Los soldados lloran de noche de Ana Ma Matute y El Jarama de
Rafael Fernández Ferlosio, la cual tiene un ambiente realista si bien el relato está
impregnado de cierto fatalismo desde el inicio. Entroncado a la novela fantástica de la
década anterior, Rafael Fernandez Ferlosio publicó Industrias y andanzas de Alfanhuí, que
resaltó entre las novelas críticas de la época.Por último, la década de los 60 supuso la vuelta de la necesidad de experimentación, pues
las fórmulas del realismo social se perciben agotadas.
Esta nueva actitud creadora estaba
influida por la renovación de la literatura del boom hispánico, así como por la narrativa de
escritores europeos y estadounidenses (Kafka,Joyce,Proust). Los temas tratados en estas
obras experimentales suelen ser el tiempo y la identidad, y emplean técnicas narrativas
nuevas como la cronología desordenada donde desaparece el orden lineal y el punto de
vista múltiple en el que los personajes secundarios ofrecen una interpretación subjetiva.
En esta época destaca la obra de San Camilo 36 de Camilo José Cela y Cinco horas con
Marío de Delibes, en el que la protagonista realiza un extenso monólogo, haciendo
numerosos reproches al cadáver de su marido,el cual está velando.
Durante este periodo
Luis Martin Santos publicó la novela Tiempo de silencio, una obra paradigmática que se
erige como una crítica de la realidad española del momento y del ambiente de miseria
moral.
Se considera que fue en 1975, con la publicación de La verdad sobre el caso Savolta, de
Eduardo Mendoza, cuando ya se percibió una vuelta a la narratividad y a las historias con
un principio, nudo y desenlace, pese a que incorporaba elementos formales que aún la
entroncaban con la novela experimental.
El fin de la dictadura en España supone el inicio de la transición y la instauración de la
democracia, las cuales afectan al ámbito de la creación literaria. Con respecto a la narrativa,
se escribe con más libertad y se recupera la narrativa de los exiliados. Los grupos editoriales
se expanden, así como los premios literarios, lo que propicia la promoción de autores y
obras. En los últimos años 70 y en los 80 coexisten distintas generaciones de escritores. Por un lado,
en este periodo están todavía activos los novelistas surgidos en los años 40, como Camilo
José Cela, con obras como Mazurca para dos muertos, Miguel Delibes, con el título Los
santos inocentes destaca por una técnica experimental, y Gonzalo Torrente Ballester. Por otro
lado, los autores de la generación del medio siglo siguen publicando, es el caso de Carmen
Martín Gaite (Nubosidad variable), Jesús Fernández Santos (Extramuros), Juan Marsé (El
embrujo de Shangay) y Ana María Matute. Finalmente, están los autores de la Generación
del 68, los cuales empiezan a escribir en pleno auge experimental, y con el tiempo se van a
decantar por una narrativa más tradicional. Entre los autores se encuentran Manuel Vázquez
Montalban (Los mares del sur), Félix de Azúa (Diario de un hombre humillado) o José María
Guelbenzu. A estas generaciones se van a unir, ya desde los años 70, nuevos nombres, que
estudiaremos más adelante. Se puede decir que, ya en la misma década de los 70 y a lo largo de los 80 se produce un abandono progresivo de la tendencia experimental, y una recuperación de la “narratividad”,
es decir, el gusto de narrar, por los personajes coherentes, por la obra bien construida. La
novela que inaugura esta etapa es La verdad sobre el caso Savolta, de Eduardo Mendoza,
publicada en 1975; se trata de una novela policíaca e histórica que aprovecha las técnicas
experimentales.
Por otro lado, se revaloriza la novela de género, con un auge en la novela negra y la novela
histórica. Aunque la Guerra Civil, la Posguerra o el mundo rural siguen siendo temas
frecuentados, el arco de argumentos se amplía. Por otra parte, en esta época resulta
complicado identificar corrientes, pero sí se puede hablar de tendencias temáticas o
subgéneros: novela policíaca y de intriga, novela intimista, novela histórica, novela erótica,
novela culturalista, novela de reflexión intimista…
Hay un grupo de autores que comienzan a publicar sus primeros libros importantes tras la
muerte del dictador, y que actualmente se encuentran en plena madurez literaria. Por ello,
nos vamos a detener de forma individual en algunos de ellos:
Eduardo Mendoza es el mayor responsable de la vuelta a la narratividad; además de la citada
La verdad sobre el caso Savolta, otras obras destacadas suyas son relatos paródicos y de
aventuras, como El misterio de la cripta embrujada o El laberinto de las aceitunas. En 1968
escribe su obra mejor valorada, La ciudad de los prodigios.
Javier Marías es un autor consagrado internacionalmente con obras como Corazón tan
blanco o Mañana en la batalla piensa en mí, de prosa densa y parsimonia narrativa, con
abundantes digresiones.
En las obras de Antonio Muñoz Molina es frecuente la introspección y el monólogo interior,
aunque en sus primeras obras tendía a la intriga policíaca, como en El invierno en Lisboa y
Beltenebros.
Otros autores importantes son Juan José Millás (El desorden de tu nombre), Manuel Rivas (La
lengua de las mariposas) y otros, como Rosa Montero, Rafael Chirbes, Almudena Grandes
-recientemente fallecida- (Malena es nombre de tango), Julio Llamazares, Luis Landero, Dulce
Chacón o Luis Mateo Díez.
En los últimos años, se han afianzado autores como Ignacio Martínez de Pisón, cuya obra es
buena muestra de la diversidad narrativa del siglo XXI, Marta Sanz (Daniela Astor y la caja
negra) o Jesús Carrasco, que irrumpió en 2012 con una novela de enorme interés,
Intemperie, en cierto modo surrealista, y ambientada en zonas rurales.
En resumen, este es un período de enorme vitalidad literaria en el que la novela es sin duda
el género hegemónico. Existe una amplia nómina de autores de distintas generaciones que
conviven y contribuyen a enriquecer el panorama narrativo español, de la que aquí solo
hemos podido dar una pequeña muestra.