Literatura Española del Siglo XVIII: Corrientes, Autores y Obras Clave

La Literatura Española del Siglo XVIII

El siglo XVIII fue una época de grandes cambios en España, tanto en el ámbito político como en el cultural. La literatura de este periodo refleja estas transformaciones, con la coexistencia de diferentes corrientes estéticas que, a su vez, se vieron influenciadas por el movimiento de la Ilustración.

Corrientes Literarias del Siglo XVIII

1. El Posbarroquismo

Ocupa gran parte de la primera mitad del siglo. Aunque sigue los supuestos estéticos del Barroco, se queda corto en cuanto a la estética y lo formal, careciendo de la fuerza creadora de los escritores del siglo XVII. En la lucha contra esta estética, convertida en formalismo y retórica vacía, destacan escritores como Ignacio Luzán y Benito Feijoo.

2. El Neoclasicismo

Coincide con el movimiento de la Ilustración y entra en España, sobre todo, a partir de la llegada al trono de los Borbones. Abarca la mayor parte del siglo y es la corriente más característica de este periodo.

Este estilo busca la elegancia y antepone la razón a la imaginación. Sus principios se someten a los preceptos clásicos, sujetos a las reglas aristotélicas. Es una literatura regida por normas que renuncia a la expresión de los sentimientos íntimos, por lo que no es de extrañar que tenga un nivel literario más bajo en comparación con épocas anteriores.

Destacó la crítica y el ensayo. La literatura de creación, especialmente la lírica, se consideraba una actividad menor, en un momento en que la razón humana debía aplicarse a cosas más necesarias para el progreso.

Características del movimiento neoclásico:

  • En el teatro: Se adopta la regla de las tres unidades (acción, lugar y tiempo), se elimina todo lo imaginativo, fantástico y misterioso, se separan lo trágico y lo cómico, y se busca una finalidad didáctica que enseñe deleitando.
  • En la poesía: Se adoptan temas pastoriles, anacreónticos, filosóficos o didácticos, evitando la expresión de la intimidad. El racionalismo de los ilustrados hace que la poesía no sea considerada un género principal, ya que no es el momento para la expresión de sentimientos.
  • En la prosa: La crítica se convierte en una de las grandes armas de los reformistas ilustrados. Se aplicó a todos los órdenes de la vida social y a la literatura. Se cultiva, sobre todo, el ensayo de carácter didáctico, impulsado por el racionalismo imperante, la actitud crítica ante la realidad, el interés por el saber y el propósito educativo y moralizador.

3. El Prerromanticismo

Se produce en la última década del siglo XVIII. Aunque no abandona las ideas reformistas de la Ilustración, supone una reacción contra la estética neoclásica, con la que convivió muchos años. Se opone al Neoclasicismo en estos rasgos:

  • Afirma el predominio del sentimiento frente a la razón. Los escritores expresan su intimidad, remarcando sus tristezas, sus dolores y sus melancolías.
  • Se muestra receloso ante las “reglas”, aunque muchos las aceptan.
  • Frente a la naturaleza “arreglada” y tranquila de los neoclásicos, prefiere espectáculos chocantes y hasta horrendos (tormentas, escenas nocturnas y sepulcrales, apariciones fantasmagóricas).

El Prerromanticismo se manifiesta ya en algunas obras de JovellanosEl delincuente honrado – o de CadalsoNoches lúgubres –, pero donde se muestra de manera más evidente es en la poesía de autores como Nicasio Álvarez Cienfuegos, José María Blanco White y Alberto Lista.

La Prosa en el Siglo XVIII

La principal manifestación de la prosa en el siglo XVIII es el ensayo, el género que mejor se ajustaba a los intereses didácticos y utilitarios de los ilustrados. La prosa ensayística trae consigo un nuevo estilo caracterizado por ser llano, directo, natural y preciso. No busca despertar la emoción del lector, sino su reflexión. Destacan Fray Benito Feijoo, Gaspar Melchor de Jovellanos y José Cadalso.

  • Padre Feijoo: Su obra se caracteriza por el rigor intelectual en el tratamiento de los temas y la claridad expositiva. Se centra en la difusión de la cultura y de la ciencia, así como en acabar con la ignorancia y la superstición del pueblo. Obras destacadas: Teatro crítico universal y Cartas eruditas y curiosas.
  • Jovellanos: Es el escritor más prolijo y emblemático del siglo. Pretende la reforma de las costumbres y de las instituciones con escritos dirigidos a las autoridades. Obras destacadas: Informe sobre el expediente de la ley agraria y Memoria para el arreglo de la policía de espectáculos y diversiones públicas.
  • Cadalso: En su obra más conocida, Cartas Marruecas (1789), critica con pesimismo las costumbres nacionales y analiza las causas de la decadencia de España, lo que le convierte en precedente del espíritu crítico y reformista de escritores como Larra y los integrantes de la Generación del 98. Son 91 cartas que se entrecruzan tres personajes: el español Nuño y los marroquíes Gazel y Ben-Beley, su anciano maestro. También escribió Noches lúgubres, elegía en prosa en la que se perciben elementos prerrománticos: el ambiente sepulcral –el cementerio, los cipreses, la noche borrascosa–, la expresión exaltada de los sentimientos y el tema que trata. Su protagonista dialoga con el sepulturero del cementerio donde está enterrada su amada. Durante tres noches intenta desenterrar el cuerpo de ésta para llevárselo a su casa y, una vez allí, suicidarse, quemándose junto al cadáver.

El Teatro en el Siglo XVIII

Tuvo un desarrollo notable y fue uno de los espectáculos que mayor interés despertó entre la población. Durante la primera mitad del siglo, triunfa un teatro que continúa las fórmulas del teatro de Calderón, con autores que repetían los temas y argumentos, pero complicando la intriga y el montaje. En la segunda mitad, se produce una fuerte oposición de los ilustrados contra este teatro, tanto por razones estéticas como sociales.

El nuevo teatro se caracteriza por el respeto escrupuloso a la regla de las tres unidades (espacio, tiempo y acción), por su verosimilitud y por su intención didáctica. Los ilustrados conciben el teatro como medio fundamental para la educación y la propaganda política. Los géneros cultivados fueron la tragedia y la comedia. El más característico, y el que ha dejado muestras más relevantes, es la comedia neoclásica, que mostraba una realidad idealizada con personajes comunes (burgueses y sus criados). Dado su carácter didáctico, trata de mostrar la vía de la razón y el buen sentido.

El principal autor fue Leandro Fernández de Moratín, considerado como el creador de la comedia moderna española. Sus obras recogen la vida social de su tiempo y las preocupaciones de los ciudadanos.

Invitaba a la burguesía a ser ella misma (El barón), recomendaba una educación basada en la sinceridad que acabara con las bodas de conveniencia (El viejo y la niña, El sí de las niñas) y criticaba los excesos del teatro popular (La comedia nueva o El café).

A finales de siglo, se percibe una orientación hacia lo sentimental con obras que se consideran precedentes del teatro romántico. Jovellanos escribió una comedia que se ajusta a las reglas neoclásicas, El delincuente honrado. En ella, a pesar de la construcción neoclásica, se perciben ya claros indicios prerrománticos, como la expresión exaltada de los sentimientos.