Las Vanguardias y la Generación del 27 en España

Las Vanguardias: Definición y Rasgos Comunes

Con el término vanguardia, tomado del francés avant-garde, se han designado aquellos movimientos que se oponen —frecuentemente, con virulencia— a la estética anterior y que proponen con sendos manifiestos concepciones profundamente nuevas del arte y la literatura.

Los llamados «ismos» vanguardistas se suceden rápidamente: Futurismo, Expresionismo, Cubismo, Dadaísmo, Surrealismo, etc. Muchos de ellos afectan por igual a las artes plásticas, al cine y a la literatura. Algunos pasan como efímeras modas; otros dejan una huella imborrable.

En España, es hacia 1914 cuando se perciben unas nuevas orientaciones artísticas, que se acentuarán en los años 20. En literatura, las vanguardias tienen como pionero a Ramón Gómez de la Serna. En 1908 funda la revista Prometeo, donde publicará poco después el manifiesto futurista. En esta revista se difunden cuantas novedades se producen en el panorama literario europeo.

Por otra parte, en el ambiente literario del momento, hay que destacar las tertulias y revistas en que el Vanguardismo halla acogida. Es famosa la tertulia del café de Pombo, presidida por Ramón. Además, son muchas las revistas que ejercieron un papel relevante en la difusión de la nueva literatura, entre ellas destacan la Revista de Occidente, fundada por Ortega y Gasset, en la que se publicará el manifiesto surrealista y La Gaceta Literaria, dirigida por Giménez Caballero.

Tras un período de esplendor que ocupa fundamentalmente la segunda y tercera década del siglo XX, las vanguardias viven su ocaso en España con los graves sucesos que en la década de los 30 conducen al estallido de la Guerra Civil.

A pesar de sus diversos nombres y años de aparición y pujanza, existen entre los movimientos de vanguardia ciertos rasgos comunes que examinaremos a continuación:

Rasgos comunes de las vanguardias:

  • Carácter antisubjetivo y antisentimental, que enlaza con la tendencia antirromántica que defendía el Novecentismo. En efecto, se busca la creación de un arte impersonal, es el llamado arte «deshumanizado» del que hablaba Ortega y Gasset, que pretendía desterrar de la obra artística las emociones humanas.
  • Antimimetismo. La obra de arte no pretende imitar el mundo real, con lo que se produce una ruptura con el Realismo. Este hecho es fácilmente apreciable en las pinturas cubistas o futuristas, o en los poemas surrealistas. En consecuencia, se trata de un arte elitista y de difícil comprensión para los no iniciados.
  • Predominio de la actitud lúdica en el artista. Se rompe por completo con la idea del arte útil, que está al servicio de la sociedad. En su lugar, predomina en el arte la actitud humorística, como consecuencia del escepticismo provocado por el desastre de la Primera Guerra Mundial, y el deseo de escandalizar a esa sociedad burguesa bienpensante, que había provocado el estallido del enfrentamiento bélico.
  • Rechazo de la racionalidad. La obra de arte se considera producto casi exclusivo de la intuición y la imaginación humanas, es decir, de la dimensión irracional de la mente humana (recién descubierta por los estudios de Sigmund Freud). Por tanto, abundan en las novelas y poemas vanguardistas las imágenes y metáforas sorprendentes, los mundos oníricos y las asociaciones irracionales, que muchas veces son consecuencia de la práctica de la llamada «escritura automática», preconizada por los surrealistas. En España, este tipo de expresión alcanza una inusitada belleza en los poemas de Poeta en Nueva York de Lorca y en otros de Alberti y Aleixandre.
  • Ruptura con la tradición anterior. Es común a todos los movimientos de vanguardia una actitud iconoclasta (que con frecuencia se manifiesta de manera violenta) que pretende romper con todo el arte anterior, ya que lo consideran el medio de expresión de esa sociedad burguesa que ha provocado una cruenta Guerra Mundial. En consecuencia, se pretende crear un arte nuevo dentro de una nueva sociedad. De ahí, que algunas vanguardias como el Futurismo celebren en sus obras los avances tecnológicos de la época.

La Generación del 27: Definición, Características Generales y Evolución

Existen dos sucesos fundamentales para fijar la nómina de los poetas que integrarían la generación o grupo del 27. La celebración en el Ateneo de Sevilla en el año 1927 de un acto para conmemorar el tercer centenario de la muerte de Góngora y un ensayo de Pedro Salinas en el que recuerda a sus compañeros de generación.

Partiendo de ellos, se suele incluir en el grupo del 27 a los siguientes poetas: Alberti, Lorca, Jorge Guillén, Dámaso Alonso, Gerardo Diego, Vicente Aleixandre, Luis Cernuda, Manuel Altolaguirre, Emilio Prados y, obviamente, el propio Pedro Salinas.

A pesar de las discusiones que la crítica ha mantenido acerca de si estos poetas constituyen una generación literaria o bien un grupo dentro de una generación más amplia, es evidente que nos hallamos ante un grupo compacto que nace de una amistad compartida y unas experiencias comunes («Generación de la amistad» se ha llamado a veces a este conjunto de poetas). En efecto, desarrollan su actividad en torno a lugares de encuentro como la Residencia de Estudiantes, participan en actos comunes como la conmemoración de Góngora ya mencionada y publican sus poemas en las mismas revistas: Revista de Occidente, Gaceta Literaria o Litoral, entre otras.

Así, sin olvidar la amplia variedad que nos ofrecen los poetas del grupo, es común señalar ciertas afinidades estéticas que los unen: la tendencia al equilibrio entre ciertos polos opuestos: lo intelectual y lo sentimental; la concepción de la poesía como una experiencia de conocimiento y la elaboración rigurosa del poema (Lorca afirma que si era poeta «por la gracia de Dios [o del demonio]», lo era también «por la gracia de la técnica y del esfuerzo».); la síntesis entre la búsqueda de la pureza estética y la autenticidad humana y el equilibrio entre lo minoritario y la poesía dirigida a la mayoría. Por lo demás, en todos ellos se descubre el deseo de conjugar el respeto por la tradición literaria española con el seguimiento de las corrientes poéticas europeas más renovadoras.

En efecto, son numerosas las huellas que en su poesía deja el Vanguardismo, en especial movimientos como el Ultraísmo, el Creacionismo y, sobre todo, el Surrealismo. En cuanto a los autores que los precedieron, hay que señalar el doble magisterio de Juan Ramón Jiménez y de Ramón Gómez de la Serna o su admiración por Unamuno, los Machado o Rubén Darío (recuérdese que leyendo al poeta nicaragüense se despertó la vocación poética de Aleixandre, por ejemplo). Desde el siglo XIX, les llegó la influencia de Bécquer, que puede rastrearse en los comienzos de casi todos ellos. Además, su amor por los clásicos fue inmenso. El más admirado fue Góngora, reinterpretado y revalorizado por todos ellos (con la inmensa labor crítica desarrollada por Dámaso Alonso). Otros clásicos contarían con su fervor: Manrique, Garcilaso, fray Luis, Quevedo o Lope de Vega, este último por su poesía de corte popular, especialmente.

Evolución de la producción poética:

En cuanto a la evolución de su producción poética, los críticos han señalado diversas fases que pueden resumirse en tres grandes etapas:

Primera etapa: hasta 1927, aproximadamente

Dentro de esta etapa, hay que incluir los tanteos iniciales, en los que es notoria la presencia de tonos becquerianos, junto a algunas influencias modernistas. Pronto se dejará sentir en estos poetas el influjo de las vanguardias que, junto al magisterio de Juan Ramón, los orienta hacia la «poesía pura». Esta formulación expresa el anhelo de depurar el poema de la «anécdota humana», de renunciar a todo tipo de emoción que no fuera estrictamente artística. El gran instrumento de este arte puro es la metáfora, con audacias novísimas, deslumbrantes, que han aprendido de Ramón y de otros vanguardistas.

Paralelamente, el anhelo de perfección formal motiva un primer acercamiento a los clásicos. El influjo clasicista es característico de un momento de la evolución del grupo. A ello responderá el cultivo de formas estróficas tradicionales, especialmente el soneto, que se observa en libros como Versos humanos de Gerardo Diego, Égloga, elegía y oda de Cernuda o Cal y canto de Rafael Alberti.

Segunda etapa: de 1927 a la guerra civil

Se inicia en ella el conocido proceso de rehumanización de su lírica, que será más rápido en unos que en otros. Pero en todos se percibe el deseo de una comunicación más íntima y cordial con el mundo y con el lector.

Y es entonces cuando se produce la irrupción del Surrealismo, que señalaba una dirección diametralmente opuesta a la «poesía pura». A partir de este momento, pasarán a primer término los eternos sentimientos del hombre: el amor, el ansia de plenitud, las frustraciones, la inquietud ante los problemas existenciales, etc. Ya a propósito de su gran libro surrealista –Poeta en Nueva York– Lorca había dicho: «Un acento social se incorpora a mi obra». Más aún, Alberti, Cernuda o Prados adoptarán una concreta militancia revolucionaria y casi todos los poetas del grupo se mostrarán partidarios de la República al estallar la guerra.

Tercera etapa: después de la guerra

Pasa la guerra civil. Lorca ha muerto en 1936. Los demás, salvo Aleixandre, Dámaso Alonso y Gerardo Diego, parten para un largo exilio. El grupo poético del 27 se ha dispersado, pero ninguno abandonará ya los caminos de una poesía humana, cada vez más humana.

En el exilio, el mismo Jorge Guillén, –tenido en otra época como modelo de poeta puro– iniciará hacia 1950, con Clamor, un nuevo ciclo poético, marcado por el dolor del hombre ante las sucesivas guerras; la nota dominante en otros exiliados como Alberti, Cernuda o Salinas será la nostalgia de una patria perdida, el desarraigo.

En España, la poesía del 27 deriva hacia un humanismo angustiado, de tonos existenciales, cuya manifestación más intensa es Hijos de la ira (1944) de Dámaso Alonso. Poco después, Vicente Aleixandre comienza a escribir Historia del corazón, que constituye un giro notable en su toma de conciencia ante la realidad social.

La Generación del 98: Definición y Características

En 1895, estalla la guerra colonial: Cuba, Puerto Rico y Filipinas, nuestras últimas colonias de ultramar, luchan por su independencia. Será decisiva la intervención de los Estados Unidos en su favor: la escuadra española quedará destrozada en Cuba, y España se verá obligada a firmar el tratado de París (1898), por el cual abandona lo que le quedaba de su antiguo Imperio. Las pérdidas humanas y económicas han sido muy cuantiosas. Es el «Desastre del 98».

Desde años atrás, algunos intelectuales eminentes clamaban por una enérgica reconstrucción del país, por una nueva política de reformas agrarias, educativas e inversiones en infraestructuras. En fin, por la necesidad de regeneración del país. Entre estos «regeneracionistas», hay que destacar el nombre de Joaquín Costa. De él se han hecho célebres algunas frases, como la que pedía para nuestro país «despensa y escuela», es decir, una nueva política económica y educativa.

Estas ideas del regeneracionismo serán recogidas por los jóvenes que más tarde integrarán la que Azorín en 1913 llamó generación del 98. El germen de esta generación se encuentra en el llamado «grupo de los Tres». Lo constituyeron Azorín, Pío Baroja y Ramiro de Maeztu a raíz del Desastre. En 1901, difunden un manifiesto conjunto en el que denuncian la situación actual del país. Los miembros de este grupo entran en contacto con Miguel de Unamuno, el insigne rector salmantino, que apoyó su manifiesto. A cambio, los autores del mismo lo consideran un maestro. Más tarde, se incorporará a esta generación Antonio Machado, a raíz de la publicación de su libro de poemas Campos de Castilla (1912). Parecido es el caso de Valle-Inclán, que hacia 1920 con la aparición de sus «esperpentos» y sus nuevas novelas expondrá de manera despiadada su actitud crítica hacia la sociedad española del momento. A todos ellos les acompañará Menéndez Pidal, que apoyará desde la ciencia histórica y filológica muchas de las tesis de la generación del 98.

Características de la Generación del 98:

En política:

durante su juventud los noventayochistas profesaron ideas muy avanzadas. Unamuno perteneció durante varios años al partido socialista, y Azorín y Baroja adoptaron posiciones vecinas al anarquismo.

Frente al problema de España:

tema central de esta generación, denuncian las circunstancias políticas del presente como germen de la desastrosa situación de España.

La Historia:

de nuestro país es otro campo de interés de los noventayochistas. Sin embargo, por debajo de la historia externa (reyes, héroes), sienten un interés especial por lo que Unamuno llamaría la «intrahistoria»; es decir, la vida callada de las gentes sencillas. Paralela a la exaltación de las gentes, es la del paisaje castellano, que representa los valores de España entera.

Europeización:

Este amor a España no es contrario a un fuerte deseo de europeización. Los escritores del 98 verán en la incorporación de nuestro país a la civilización europea la única forma de superar nuestro atraso cultural y económico.

En lo intelectual:

comparten estos autores la influencia y la admiración por ciertos escritores y filósofos. Entre los extranjeros, Tolstoi, Poe, Nietzsche, Schopenhauer…

En la lengua literaria:

la generación del 98, al igual que el Modernismo, aporta notables novedades. A pesar de que cada autor presenta un estilo diferenciado y una acusada personalidad, se pueden señalar algunos rasgos comunes en su estilo: una decidida voluntad antirretórica y un estilo muy cuidado.

El Modernismo: Definición y Características

1.1. El Concepto

Con el término «modernismo» se designaba en el campo de las artes a una serie de tendencias europeas y americanas aparecidas en los últimos veinte años del siglo XIX. Tenían en común un marcado inconformismo y un esfuerzo de renovación estética que se oponía a las tendencias entonces vigentes (Realismo y Naturalismo).

No obstante, el concepto de Modernismo está lejos de una definición unánime. Las distintas interpretaciones del término pueden agruparse en dos líneas:

  1. La concepción más estricta considera el Modernismo como un movimiento literario bien definido, que se desarrolla aproximadamente entre 1885 y 1915 y cuya cima es Rubén Darío.
  2. A lo anterior se oponen quienes piensan que el Modernismo no sería un simple movimiento literario, sino una época y una actitud. Esta interpretación fue defendida por Juan Ramón Jiménez. Según esta interpretación, el Modernismo sería un movimiento universal que inicia hacia 1885 la disolución del siglo XIX y que se manifiesta en todas las artes y en todos los ámbitos de la vida.

Intentando conciliar ambas interpretaciones, cabría definir el Modernismo en Literatura como un movimiento de ruptura con la estética vigente, que se inicia en torno a 1880 y cuyo desarrollo fundamental alcanza hasta la primera guerra mundial. Tal ruptura se enlaza con la amplia crisis espiritual del mundo a fines del siglo XIX.

1.2. Características:

Los signos de una renovación en la lírica castellana van siendo cada vez más visibles a partir de 1880, tanto en España como en Hispanoamérica. Pero es indudable la primacía de América latina en la creación de un movimiento literario como tal. En aquellos países, es fundamental la voluntad de alejarse de la tradición poética española (con la excepción de Bécquer). Este rechazo lleva a volver los ojos hacia otras literaturas, especialmente la francesa. Las influencias fundamentales proceden de dos corrientes poéticas de la literatura de este país que se desarrollaron en la segunda mitad del siglo XIX: el Parnasianismo y el Simbolismo.

El primero tiene como maestro a Gautier, que había lanzado su famoso lema: «El Arte por el Arte», que instaura el culto a la perfección formal y el ideal de una poesía serena y equilibrada. En la poesía de este movimiento aparecen ciertos temas que luego tomarán los modernistas: los mitos griegos, los ambientes exóticos y orientales, el mundo medieval…

El Simbolismo es una corriente poética que arranca de Baudelaire y alcanza pleno desarrollo con Verlaine, Rimbaud y Mallarmé. Para los simbolistas, el mundo sensible es solo reflejo (o símbolo) de realidades escondidas, y la misión del poeta es descubrirlas. De ahí que sus versos se pueblen de misterio, de sueños, de símbolos… Es una poesía que se propone sugerir todo cuanto está oculto en el fondo de las cosas.

Así pues, el Modernismo hispánico es una síntesis de estas dos corrientes. De los parnasianos se toma la concepción de la poesía como bloque marmóreo y los temas exóticos. Y de los simbolistas, el arte de sugerir y la búsqueda de efectos rítmicos y musicales en el poema.

Temas:

  • El escapismo por el cual el modernista intenta evadirse de un mundo que le disgusta.
  • Cosmopolitismo: se relaciona con el deseo de evasión, el cosmopolitismo de los modernistas desemboca en la devoción por París, sus cafés y su ambiente bohemio.
  • El amor y erotismo, donde se advierte un contraste reiterado entre un amor delicado y un intenso erotismo.

Juan Ramón Jiménez

Juan, el «andaluz universal», nació en Huelva en 1881. Renunció a seguir los estudios de Derecho que había iniciado para marchar a Madrid en 1900, adonde lo llaman Villaespesa y Rubén para luchar por el Modernismo. La muerte de su padre le produjo una intensa crisis y tuvo que ser internado en un sanatorio mental. Su depresión no mejora, y en 1905 se vuelve a Moguer. Allí permanece retirado durante 6 años. Presionado por sus amigos vuelve a Madrid y se queda en una residencia de estudiantes. Más tarde se casa con Zenobia Camprubí y al comenzar la guerra se van de España y se quedan en varios países americanos. En 1951 se quedan definitivamente en Puerto Rico donde él empezará a dar clases en la Universidad. En 1956 le dan el premio Nobel y en 1958 muere. Juan vivía su mundo «en soledad», debido a su enfermedad, la hiperestesia y por ello, es el tipo de poeta que se queda “encastillado” en su «torre de marfil», y que se entrega completamente a su Obra. Su poesía está dada por una triple sed: sed de belleza, de conocimiento y de eternidad.

Su trayectoria poética se puede distinguir en 3 etapas: Época sensitiva, Época intelectual y Época «suficiente» o «verdadera». Este empezó a escribir muy pronto. En 1903 publicó su primer libro, Arias tristes en el que dominan la soledad, melancolía, la muerte… Más tarde compone poemas que recogerá en libros como La soledad sonora, con carácter Modernista. Su Modernismo está orientado hacia la confesión sentimental. Más tarde publica Platero y yo. En 1916, con la ruptura del Modernismo, se va de viaje a casarse a Nueva York donde escribe El diario de un poeta recién casado, el cual consideraba que era su mejor libro. Siguen otros libros como: Eternidades, La estación total… Durante su exilio en América, este prosigue su indagación poética. A estos años corresponden, sobre todo, 2 grandes libros: En el otro costado y Dios deseado y deseante.

Antonio Machado

Antonio nació en Sevilla en 1875. Pronto se va a Madrid con su familia, donde estudia en la Institución Libre de Enseñanza. En 1899, se traslada a París, allí trabaja de traductor y entra en contacto con la vida literaria parisiense, y también conocerá a Rubén Darío con el que mantendrá fuertes lazos de admiración mutua. De vuelta a España, obtiene la cátedra de Francés en Soria donde más tarde se casará con Leonor Izquierdo, que morirá al poco tiempo. Este, triste, decide marcharse y en Segovia conoce a Guiomar, que la podemos encontrar en sus últimos poemas amorosos. Estando en Madrid, le pilla la guerra civil y al ser partidario de la República, decide marcharse con su madre. Ambos estaban enfermos y los acogieron en un hotel en Francia donde este morirá en 1939.

Machado tenía esta definición para referirse a toda su obra poética: “La poesía es la palabra esencial en el tiempo”. Con esto quería sintetizar su doble objetivo: “captar lo esencial de las cosas, a la vez que su fluir temporal”. Su lengua poética se formó en el Modernismo y en el Simbolismo francés.

En los años que triunfa el Modernismo, aparece primero Soledades. Este en sus obras se ven esas características del Modernismo intimista con matices románticos que recuerdan a Bécquer y a Rosalía de Castro. También se daban estos 3 temas: el tiempo, la muerte y Dios.

Motivos temáticos tan característicos de Machado como la tarde, el agua, la noria… constituyen símbolos de realidades profundas, de obsesiones íntimas (el agua, por ejemplo, es símbolo de la vida cuando brota, símbolo de la fugacidad cuando corre… También abundan los alejandrinos y dodecasílabos.

El encuentro de Machado con Castilla es un episodio central de su vida por lo que escribe el libro: Campos de Castilla. Lo que aporta este libro son los cuadros de paisajes y de gentes de Castilla y las las meditaciones sobre la realidad española. La preocupación por España le hace escribir poemas sobre el pasado, el presente y el futuro del país, con una actitud crítica que será superada por una visión esperanzada.

Destacaremos «La tierra de Alvargonzález», en el que el poeta consigue revitalizar la vieja versificación del Romancero medieval. Más tarde, en 1914 publicó su siguiente libro: Nuevas canciones donde se incluyen centenares de nuevos «Proverbios y cantares». En ellos, lo lírico ha cedido el puesto definitivamente a lo conceptual.