Las formas de ocupación del territorio y su influencia en la estructura de la propiedad. Modelos de repoblación y organización social.


Tema 4 La peninsula iberica

4.3 Modelos de Repoblacion

Entendemos por Repatriación el proceso de ocupación demográfica y explotación económica de los territorios arrebatados al dominio musulmán, iniciado desde los originarios núcleos de resistencia cristianos, situados en el norte peninsular, entre los siglos VIH y XHI.
Tras la ocupación militar de los territorios musulmanes era necesario repoblarlos para afianzar las conquistas. Debido a que los efectivos demográficos no fueron en todos los momentos iguales, a que la población musulmana no tenía la misma densidad en todas las zonas y a otros factores determinaron que se aplicaran diferentes sistemas de repoblación en el curso de los siglos Vffl al XIII.
El resultado final fue una estructura de propiedad de la tierra que se ha mantenido basta nuestros días con pocas modificaciones, con el río Tajo como línea de división entre una España latifundista al sur y una de medianas y pequeñas propiedades al norte.

Tradicionalmente se identifican cuatro modelos predominantes de repoblación:


• Presura: La encontramos entre los siglos VIÍ1 y X en territorios reconquistados al norte del Duero y piedemonte pirenaica. Este modelo consiste en la simple ocupación de una tierra deshabitada, ya que, según el derecho romano, quien cultivaba un terreno despoblado se convertía en su propietario. El resultado es la aparición de un importante número de hombres libres que trabajaban pequeñas y medianas parcelas de su propiedad. El alto grado de libertad concedida por reyes y nobles a estos repobladores se entiende por su doble función de agricultores y guerreros en un territorio fronterizo donde los peligros eran constantes. Esta abundancia de hombres libres diferencia el sistema feudal español del de otros puntos de Europa donde la servidumbre estaba mucho más extendida y la jerarquización social era más fuerte.
• Modelo concejil: Predomina en la meseta norte (entre el Duero y el sistema Central), la cuenca del Tajo y el valle del Ebro, entre los siglos XI y XII. El sistema llamado Concejil o de frontera se caracteriza por la creación concejos que tenían por cabeza una ciudad o villa y administraban una importante demarcación territorial (alfoz). Las repoblaciones de este periodo contaron con el problema de la escasez de colonos, lo que obligaba a favorecer la permanencia de población musulmana o la concesión de libertades y ventajas económicas a aquellos que se desplazasen a los nuevos y peligrosos territorios fronterizos. Los privilegios de estos asentamientos estaban recogidos en unos documentos llamados cartas pueblas o fueros. En estos lugares predominó la pequeña y mediana propiedad e importante espacios de propiedades comunales. t&ejcc^ cid ¡yedo va
• Modelo nobiliario y órdenes militares: La distribución de las nuevas tierras en la mitad sur de la península (Valles del Guadiana y Guadalquivir) y en el interior de la corona de Aragón (provincia de Teruel) y litoral mediterráneo, tendió a hacerse en grandes latifundios, que eran concedidos por la corona a la nobleza y a las órdenes militares como recompensa a su participación bélica. En la base de esta distribución está la escasa población cristiana y la rapidez de la conquista; a la población musulmana se les permitía permanecer como colonos.
UNA SOCIEDAD COMPLEJA

Durante estos siglos se va a consolidar un modelo de sociedad jerarquizada dividida en tres ordenes o estamentos que va a perdurar hasta los principios del siglo XIX
Cada orden tenía su propia función claramente diferenciada, basada en una justificación teórica elaborada por la Iglesia. La nobleza era la encargada de la defensa de los otros dos órdenes. El clero, las personas que vivían dentro de la iglesia, tanto el secular como el regular, tenían la misión de interceder por la salvación espiritual del resto de la población; eran los intermediarios entre Dios y los hombres. El tercer orden, los campesinos y burgueses, eran los encargados de alimentar a los dos anteriores mediante el pago de impuestos (el diezmo a la iglesia, rentas y tributos).
La nobleza y el clero eran los dos órdenes privilegiados, puesto que no tenían que pagar impuestos, vivían del fruto del trabajo de los campesinos y además se regían por leyes propias y distintas a las del resto de la población. Económicamente eran los dueños de la mayor parte de las tierras de labranza.
Los campesinos era la inmensa mayoría de la población. Dentro de una vida en general mísera podemos ver muchos tipos de campesinos en función de su grado de libertad, desde el campesino libre hasta el siervo, que era jurídicamente dependiente de un señor sin cuya autorización no podía abandonar sus tierras.
Paulatinamente fueron apareciendo en las ciudades peepieños grupos de barga eses dedicados a la artesanía o al comercio.
Como en el resto de Europa en estos momentos se inicia un renacimiento urbano, que va acompañado de las actividades económicas propias de la ciudad: la artesanía y el comercio. En este fenómeno tendrá, un importante papel la ruta de peregrinación hacia Santiago de Compostela, reavivada cuando el peligro musulmán se alejaba de la España septentrional.
Síntomas inequívocos de una economía que se reavivaba son la aparición de los gremios en las ciudades; la expansión no sólo de los sistemas monetarios sino incluso la aparición de letras de cambio y de los primeros “’banqueros”, generalmente judíos, que aceptan depósitos y conceden créditos; o la organización de un sistema comercial con mercados y ferias en días y lugares fijos.
El complejos mosaico social se completaba con minorías pertenecientes a otras religiones: judíos y mudéjares. Las relaciones con los cristianos fueron relativamente buenas hasta el siglo xra, empeorando en los últimos siglos del medioevo.
Los mudejares, que era el nombre que recibían los musulmanes que vivían en territorio cristiano, ocupaban los peldaños más bajos de la pirámide social, trabajando en tareas agrícolas o en modestos oficios artesanales, razón por la cual no suscitaron envidias entre los cristianos, aunque sí un generalizado desprecio. Aunque la población mudéjar se extendió por todos los reinos, incluido el de Navarra, sí que podemos de una mayor proporción en el reino de Aragón, particularmente en la zona de Valencia.
Los judíos, en cambio, llegaron a atesorar importantes riquezas gracias a sus actividades comerciales y de prestamistas, e incluso ocuparon puestos relevantes al servicio de los reyes. Todo esto atraía sobre ellos la envidia de buena parte de la comunidad cristiana, que les acusaban de todas las calamidades que ocurrían en el reino, desembocando en persecuciones y asaltos a las juderías (barrios donde vivían los judíos dentro de las ciudades) en épocas de crisis económicas. Muchos optaron por convertirse al cristianismo, iniciándose la división entre cristianos viejos y nuevos o “conversos”.