La voluntad de poder en Nietzsche: Una nueva perspectiva de la vida

La voluntad de poder: La propuesta de Nietzsche

Para Nietzsche, la realidad tiene un carácter móvil, incesantemente cambiante: la realidad es perspectiva, punto de vista individual. Rescata la postura del presocrático Heráclito y contempla la realidad como una continua lucha de contrarios.

La propuesta ontológica de Nietzsche podría resumirse así: frente a la ontología sedentaria tradicional (el ser es algo fijo, permanente) se impone la ontología nómada. La realidad son múltiples perspectivas. La filosofía tradicional ha fijado únicamente una perspectiva, la de Sócrates-Platón, y ha menospreciado todas las demás.

El ser siempre se está haciendo en un proceso eterno de creación y destrucción. La ontología dinámica de Nietzsche combate la ontología estática que ve en el devenir meras apariencias. El ser es plural y se manifiesta en múltiples perspectivas.

La nueva idea de verdad

El problema de la verdad adquiere ahora un sentido distinto. La cuestión no es si un juicio es verdadero o falso, sino si favorece a la vida, si la hace más grande y plena. La verdad deja de tener un sentido moral y pasa a tener un sentido pragmático: “la verdad es lo que dice sí a la vida”. La verdad de la filosofía tradicional, como algo estable, no es más que la consolación de una perspectiva a través de la costumbre. “La verdad es una clase de error sin la cual no podría vivir una determinada especie de seres vivos”. La verdad no puede ser absoluta ni estable, ya que es lo que reafirma y engrandece la vida de cada uno.

La nueva idea del lenguaje

Si las categorías y los conceptos no sirven para nombrar a la realidad en devenir múltiple y cambiante, ¿qué otro medio tenemos para hablar del ser? Contra el uso de conceptos que momifican, paralizan la realidad, Nietzsche propone el poder de la imaginación metafórica. La metáfora es una verdadera perspectiva.

El filósofo dogmático ha confundido la máscara con el rostro, confunde el concepto con el ser; frente a esta postura, se impone la de Nietzsche, que tiene consciencia de que su propia teoría es arbitraria y efímera. El primero basa su metafísica en el concepto, necesita certezas; el segundo, Nietzsche, se basa en metáforas, no necesita seguridad, le gusta andar por la cuerda floja de todas las posibilidades.

El nihilismo y sus formas

El nihilismo (nihil: nada) no es una doctrina filosófica, sino el destino de Occidente, que ha venido negando la realidad sensible, ya sea al modo platónico o cristiano.

El nihilismo tiene dos caras: una negativa, consecuencia de la tradición platónico-cristiana, y otra positiva: el reconocimiento de las condiciones que han llevado a Occidente a ser nihilista; este es el primer paso para superarlo.

Según Nietzsche, existen tres grandes momentos a la hora de reflexionar sobre el nihilismo:

  1. Nihilismo como consecuencia inmediata de la destrucción de los valores vigentes hasta el momento: es una situación de duda, toma sentido la cita de Nietzsche: “Dios ha muerto”.
  2. Nihilismo como afirmación del propio proceso nihilista: es el momento de reflexión y distanciamiento de la tradición platónico-cristiana.
  3. Nihilismo como punto de inflexión hacia una nueva perspectiva del ser y del hombre: es el momento de la nueva valoración de la vida.

Nietzsche y el vitalismo

En su juventud, Nietzsche lee la obra de Schopenhauer, El mundo como voluntad y representación, donde este autor presenta una visión sobre la vida muy pesimista. La vida, para Schopenhauer, es dolor, lucha, destrucción, crueldad, es la irracionalidad misma: “la vida es un paso en falso, un error, un castigo…”. Este autor recoge unas palabras del Fausto de Goethe, donde Mefistófeles dice: “soy el espíritu que siempre niega. Y ello con razón, pues todo lo que nace no vale más que para perecer. Por eso sería mejor que nada surgiera”. Ante esta visión de la vida, lo único que queda, según Schopenhauer, es la renuncia, el ascetismo, intentar anular la voluntad, es decir, no querer para no sufrir.

Nietzsche está de acuerdo con esta visión de la vida, pero en lugar de la renuncia, propone la aceptación de la vida tal cual es, la exaltación entusiasta de la vida con sus componentes positivos y negativos; según nuestro autor, debemos amar el lado trágico de la vida (amor fati).

Para este autor, la vida es una lucha de contrarios representada por dos figuras de la mitología griega: Apolo y Dionisos. Apolo representa la luz, el día, el orden, la sobriedad, la razón, mientras que Dionisos es la noche, la locura, la embriaguez, el caos, lo que no tiene medida; pues bien, la vida es el choque constante de ambos elementos. La vida es dolor y el arte es la medicina, el hombre dionisiaco ama el lado trágico de la vida: “el artista dice sí a la vida, a todo lo terrible y problemático, el artista es dionisiaco”.

La filosofía del Zaratustra

En esta obra, Nietzsche sustituye la figura de Dionisos por la de Zaratustra para “mandar al diablo todo consuelo metafísico”. Zaratustra es el creador de sus propios valores morales, está “más allá del bien y del mal”. A través de esta obra, exponemos algunas claves del pensamiento de Nietzsche que son una constante en el conjunto de su obra.

La muerte de Dios

“Si el concepto ‘Dios’ ha sido hasta ahora el gran obstáculo contra el disfrute de la vida, nosotros matamos a Dios y, al hacerlo, salvamos al mundo”. Según Nietzsche, Dios ha muerto cuando los hombres han dejado de creer en él, pues se han dado cuenta de que Dios es una máscara tras la cual no se esconde nadie. Se ofrecen muchas versiones de la muerte de Dios, por ejemplo: “Los dioses murieron de risa al oír decir a uno de ellos que él era el único”.

Con la muerte de Dios, cae todo el sistema de valores que lo sustentaba (valores cristianos). Zaratustra afirma que, frente al “tú debes” de la religión cristiana, se impone el “yo quiero” del hombre liberado.

La transmutación de los valores

La inversión de los valores es una crítica a la moral cristiana, que, según Nietzsche, empobrece la vida, mortifica al cuerpo, ya que no permite su disfrute, menosprecia al hombre, que siempre se sitúa por debajo de Dios. La moral cristiana está basada en el resentimiento del hombre débil; el cristianismo va contra la vida, contra todos los instintos vitales. La historia de la moral y la religión cristiana no es más que el triunfo de la debilidad, es decir, la historia de la decadencia.

Frente a los valores cristianos, Nietzsche defiende todo lo terrenal, corporal, antiespiritual e irracional; esto constituye una nueva tabla de valores basada en la aceptación infinita de la vida. El hombre ha nacido para vivir en la tierra y no hay otro mundo para él.

El eterno retorno

Nietzsche toma la concepción del tiempo del mundo griego clásico: un tiempo cíclico, es decir, no existe una finalidad en nuestras acciones, sino que cada instante tiene sentido en sí mismo. El mundo no obedece a ninguna finalidad, no se dirige a ninguna meta o Apocalipsis final; el azar lo domina todo.

El superhombre

La doctrina del superhombre aparece como término final de la filosofía de Nietzsche. La primera característica del superhombre es su libertad: está por encima de las convenciones, de las costumbres y de las leyes, ya que tiene las suyas propias. Se ríe de todos los valores cristianos o sobrenaturales, ya que sabe que él se los inventó. No necesita de Dios ni de ningún consuelo, ya que no se siente desamparado; todo lo contrario, disfruta de la tierra y ama la vida.

El superhombre no necesita certezas ni seguridad y está acostumbrado a andar por la cuerda floja de todas las posibilidades.

Nietzsche representa al superhombre como el fruto de tres transformaciones: el espíritu se transforma en camello, el camello en león y el león en niño. El camello se arrodilla para cargar con lo que le lanza el gran Dragón multicolor (Dios); el camello se rige por el “tú debes”. El camello se transforma en león, que mata a Dios, pero solo tiene capacidad destructiva. El león se transforma en niño, que está más allá del bien y del mal y se rige por el “yo quiero”; el superhombre es la inocencia del niño que todos llevamos dentro, posee la capacidad de crear sus propios valores, pero no de una manera intelectual o filosófica, sino lúdica.