La Segunda República Española: Auge, Reformas y Caída (1931-1936)

La Segunda República Española (1931-1936)

La Segunda República Española se proclamó el 14 de abril de 1931 en una coyuntura internacional muy difícil, marcada por la crisis económica de 1929 y el auge de dictaduras fascistas en Europa. En España, sin embargo, existía un profundo espíritu democrático en la sociedad, aunque no era ajena a la crisis económica mundial. La República atravesó tres etapas principales: el ordenamiento jurídico electoral anticaciquista, el Parlamento y la Constitución de 1931, y el reconocimiento de la personalidad regional de Cataluña (en 1932) y el País Vasco (en 1936).

La Reforma Electoral

Se reformó la ley electoral para las nuevas Cortes Constituyentes, eliminando las presiones de la coacción caciquil y la compra de votos. Lo más importante de la nueva ley fue el sufragio universal, que concedió el voto a las mujeres y les permitió, por primera vez, acceder a las Cortes. Además, se extendió a toda la provincia el mismo sistema electoral que se aplicaba a las ciudades, es decir, se votaban tantos diputados como se tenían asignados, en contra del voto restringido que dominaba anteriormente.

El Estado Republicano y las Autonomías

Desde el primer momento, la Constitución recogió la promesa de dar gobiernos autónomos a aquellas provincias que llegasen a acuerdos para pedir la autonomía. Los catalanes proclamaron el Estatuto de Nuria, que a la postre sería el estatuto catalán, aunque sensiblemente recortado por Azaña. Cataluña accedió a la autonomía el 9 de septiembre de 1932. El País Vasco también obtuvo su estatuto de autonomía, pero ya en plena Guerra Civil, el 1 de octubre de 1936, por lo que nunca se llevó a la práctica. En otras regiones hubo proyectos de estatutos de autonomía, como en Galicia o Andalucía, pero nunca llegaron a aprobarse.

El Parlamento y la Constitución de 1931

El Parlamento tuvo como primera tarea la elaboración de una Constitución que fuera la ley fundamental. Esta fue una novedad en el constitucionalismo español, siendo la primera vez que todas las leyes debían supeditarse a la Constitución. La cuestión religiosa creó tensiones con el primer presidente de la República, Niceto Alcalá Zamora. En la Constitución, el Ejecutivo quedó supeditado a las Cortes, que tenían voto de censura y podían provocar la destitución de un ministro por mayoría absoluta.

Los Agentes Políticos

En la República se dieron cita multitud de partidos, aunque fueron pocos los que tuvieron posibilidades de gobernar tras la proclamación del nuevo régimen. En el fondo, solo los radicales y los socialistas tuvieron aspiraciones serias de dirigir el país. También hubo muchos anarquistas, aunque estos no entraron en el proceso electoral.

El Gobierno Constituyente

La República no se proclamó tras unas elecciones generales, sino tras unas elecciones municipales en las que ganaron, mayoritariamente, los partidos republicanos de izquierda, sobre todo en las principales capitales de España. Tras la crisis producida por esta victoria, Alfonso XIII se exilió y se proclamó la República, con Alcalá Zamora como primer presidente provisional y Miguel Maura como primer ministro de la Gobernación. Esta fue una República de la intelectualidad, las clases medias y el proletariado, en la que la oligarquía tradicional, que venía dominando el país, quedó fuera del poder político e incluso del económico. Nada más proclamarse la República, se produjeron dos crisis: una en octubre, cuando dimitieron Zamora y Maura debido al explícito laicismo constitucional; y una segunda crisis que tuvo como protagonistas a los radicales de Alejandro Lerroux y a los socialistas de Largo Caballero, que se enfrentaron por el poder. Esta fue la época social-azañista, en la que los socialistas entraron en el poder. Pero no todo fueron cambios en la República; la continuidad persistió en muchos ámbitos, como en el Ejército, la Administración periférica, la Iglesia, etc. A pesar de las medidas contra ellos, no se cumplió la expulsión de los jesuitas que se decretó en 1932.

El Bienio Radical-Cedista o “Bienio Negro” (1933-1935)

Tras la euforia izquierdista de los primeros momentos, la República se derechizó y se paralizaron todas las reformas que se habían puesto en marcha. La CEDA, coalición de partidos republicanos de derecha al frente de la cual estaba José María Gil Robles, ganó las elecciones en 1933. Alcalá Zamora encargó a Alejandro Lerroux, líder del Partido Radical, uno de los partidos que integraban la CEDA, formar gobierno. Alcalá Zamora consideró que Lerroux estaba más comprometido con la República que Gil Robles. Pero no fue por la derecha por donde la República se sintió más amenazada, sino por la izquierda. Es en esta época cuando se produjo la Revolución de octubre de 1934 en Asturias y Cataluña, y los sucesos de Casas Viejas. En este período, Victoria Kent ocupó un cargo importante: directora de cárceles.

El Triunfo del Frente Popular (1936)

El gobierno de derechas no fue estable y convocó nuevas elecciones en 1936 para consolidarse. Pero las elecciones fueron ganadas por una coalición de izquierda: el Frente Popular. El nuevo gobierno puso en marcha rápidamente las reformas que habían quedado en suspenso y las que eran demandadas por la sociedad. Una de las primeras medidas que tomó fue la liberación de los presos políticos. Pero sus formas no fueron tan rápidas como el pueblo quería, al menos los anarquistas. El pueblo se lanzó a realizar las reformas por su cuenta, ocupando tierras, y el gobierno se limitó a legalizar situaciones de hecho. La oligarquía tradicionalista se sintió más amenazada que nunca. Además, desde hacía tiempo venía conspirando en secreto contra la República.

El Cambio Social

La derecha trató de consolidar la revolución liberal con un régimen parlamentario democrático, lejos de la monarquía constitucional, y a la manera del resto del mundo. La izquierda trató de fomentar las transformaciones sociales hasta conseguir las condiciones propicias para una revolución social, siguiendo el ejemplo de la URSS. Los momentos cumbres fueron la Revolución de Asturias en 1934 y los sucesos de Casas Viejas. Además, y a la sombra de la crisis económica, se desarrollaron los fascismos, tanto en España como en el resto de Europa.

La Constitución de 1931

En junio de 1931, tuvieron lugar las elecciones a Cortes Constituyentes en un ambiente de relativa tranquilidad. Las urnas dieron una clara mayoría a la coalición republicano-socialista. La nueva Constitución, aprobada en diciembre de 1931, reflejó las ideas de esta mayoría. Estos son sus principales rasgos:

  • Soberanía popular: Se declaraba al nuevo estado español como una “República democrática de trabajadores de todas clases”.
  • Sufragio universal masculino y femenino: Tras un largo y complejo debate en las Cortes, las mujeres españolas obtuvieron el derecho de voto.
  • Extensa declaración de derechos y libertades.
  • Derechos civiles: divorcio, equiparación de hijos legítimos e ilegítimos.
  • Derecho a la educación.
  • Poderes del Estado:
    • Poder legislativo: en manos de unas Cortes unicamerales.
    • Poder ejecutivo: Presidente de la República con escasos poderes; Jefe de Gobierno, nombrado por el Presidente pero que debía contar con la aprobación de las Cortes.
    • Poder judicial: en manos de los tribunales de justicia.
  • Por primera vez en nuestra historia, se establece el derecho de las regiones a establecer Estatutos de Autonomía.
  • En lo relativo a la “cuestión religiosa”, se establece un estado laico:
    • Separación de la Iglesia y el Estado.
    • Desaparición del presupuesto de culto y clero.
    • Prohibición de ejercer la educación.
    • Libertad de conciencia y cultos.