1ª noción: Metafísica y Ciencia
La metafísica era una parte de la filosofía clásica que trataba del ser en cuanto ser y de sus propiedades más generales; en cuanto tal, quería desentrañar qué era la realidad última mediante un método racional. Este saber pretendía ser la verdad absoluta sobre las últimas condiciones de lo real.
Pero Kant entiende por metafísica un discurso que procede por meros conceptos, de un modo estrictamente especulativo. Así era desde la filosofía clásica y el racionalismo. Sin embargo, para nuestro autor, el operar mediante meros conceptos sin recurso a la experiencia es un proceder analítico y, por tanto, vacío; no constituye conocimiento. Es algo que no progresa, en el cual no hay unanimidad, y siempre debe comenzar estableciendo sus principios y métodos.
El conocimiento para él debe ser sintético, informativo. Por otro lado, si tiene que haber certeza, el conocimiento debe ser también a priori. La ciencia consiste en juicios sintéticos a priori: el predicado es distinto del sujeto – lo que hace que sean informativos -; pero no hace falta recurrir a la experiencia para establecer esta síntesis; el espacio y el tiempo, y las categorías hacen que esta síntesis se pueda dar a priori – y gracias a esto es posible la certeza, pues la experiencia sólo me da hechos, pero nunca necesidades.
La matemática es posible como ciencia gracias a las intuiciones puras del espacio y el tiempo, que son la forma pura de nuestra sensibilidad. Los juicios sintéticos a priori de la geometría y la aritmética describen la esencia del espacio y el tiempo. La física es posible como ciencia gracias a los conceptos puros o categorías. Aunque la física contenga también juicios a posteriori, los principios fundamentales de los fenómenos –el objeto conocido–, como el principio de causalidad, son sintéticos a priori.
Sin embargo, la metafísica, al no recurrir a la experiencia y la intuición, no contiene juicios sintéticos a priori. Este discurso surge de la tendencia de la razón a querer conocer lo incondicionado. Esta facultad, en su operar silogístico, quiere conocer siempre las condiciones últimas de cualquier conocimiento. Surgen así las ideas de la razón: alma, Dios y mundo. Estas ideas son meros conceptos puros a los que no corresponde ninguna intuición, como sucede con las categorías del entendimiento. Estas ideas quieren corresponder a cosas en sí, que pueden ser pensadas, pero jamás conocidas.
Kant valora el uso lógico de la razón, ya que sistematiza los conocimientos en ciencias; pero la razón, en su uso puro, comete errores al querer aplicar categorías a cosas en sí o noúmenos. Si entendemos la metafísica como un sistema de proposiciones o juicios acerca de realidades que están más allá de la experiencia, y por tanto, más allá del espacio y el tiempo y las categorías; si queremos conocer a Dios, la libertad, la eternidad del mundo, la metafísica es imposible como ciencia, porque las categorías sólo pueden usarse legítimamente si se aplican a los fenómenos en el ámbito de la experiencia.
Por eso, la razón, al querer demostrar las ideas de la metafísica, incurre en errores: paralogismos para la idea de alma; antinomias para la idea de mundo; y falsas demostraciones a priori de la existencia de Dios, como el argumento ontológico. Sin embargo, aunque la metafísica no sea una ciencia, el texto nos dice que es una tendencia irreprimible para el hombre que quiere conocerlo todo y poseer una razón absoluta.
Para Kant, nuestro conocimiento se limita a los fenómenos, es decir, a los objetos que se nos dan en la experiencia, en el marco del espacio y el tiempo, y las categorías. No podemos conocer los noúmenos o cosas en sí; lo que sería la realidad al margen del espacio y el tiempo y de nuestra forma de pensarla. La razón para Kant es una facultad finita, y no absoluta como aún pretendía ser la razón en el barroco; ya no puede ser un reflejo de la verdad divina; tan sólo podemos hablar de la verdad para nosotros los humanos. Por tanto, sólo podemos conocer independientemente de la experiencia lo que nosotros mismos ponemos en ella. Estos principios del entendimiento, en cierto modo, en cuanto que son a priori, se parecen a la metafísica. Pero ya no son las condiciones más generales del ser, sino del conocimiento. Por eso, la filosofía de Kant se puede interpretar como una teoría del conocimiento (por ejemplo, los neokantianos); pero hay autores (como Heidegger) que consideran que Kant también establece una metafísica: una ontología de ser sensible; la realidad al fin y al cabo para la modernidad.
A la metafísica le queda un papel crítico o regulativo que pretende eliminar el dogmatismo, para salvaguardar las pretensiones de la moral y de la religión, y evitar la pura especulación al señalar los límites del conocimiento científico. No es posible el conocimiento metafísico de la realidad, conocimiento puramente racional, pero sí conocer la fuente del error metafísico. Y positivamente impulsa al ser humano a seguir investigando, tratando de encontrar una mayor unificación y coherencia entre todos sus conocimientos.