La Primera Guerra Mundial: Causas, Desarrollo y Consecuencias

Las Causas de la Primera Guerra Mundial

A principios del siglo XX, Europa se vio sometida a una serie de tensiones y crisis. Francia y Reino Unido recelaban del creciente poder alemán y del giro expansionista que el káiser Guillermo II dio a su política exterior. Estas tensiones dieron lugar a un rearme masivo por parte de los diferentes países y a un clima de enfrentamiento que en cualquier momento podía estallar.

A esta situación se sumaban otros factores de inestabilidad internacional. Continuaron las tensiones coloniales y territoriales que tuvieron Marruecos y la zona de los Balcanes como principales escenarios. Además, las aspiraciones nacionales de diversos pueblos de esa zona y de Centroeuropa agravaban la situación.

Las Rivalidades entre las Grandes Potencias Europeas

Las relaciones entre Francia y Alemania en el último tercio del siglo XIX fueron muy tensas por las reivindicaciones territoriales francesas sobre los territorios de Alsacia y Lorena que había perdido en 1870, a raíz de la guerra franco-prusiana. Esta enemistad se reavivó a comienzos del siglo XX a causa de las rivalidades coloniales.

A la tensión franco-alemana se agregó la disputa entre los Imperios austrohúngaro y ruso por el control político y económico de la zona de los Balcanes.

También las rivalidades económicas generaron un clima de enfrentamiento. El notable impulso de las relaciones comerciales y financieras, especialmente de Reino Unido y Alemania, los dos estados con mayor desarrollo industrial y con más actividad comercial, provocó en ocasiones rivalidades en la «batalla económica» por conseguir nuevos mercados.

Alemania consideraba que para mantener y aumentar su rápido desarrollo industrial necesitaba extenderse por nuevos mercados y conseguir un imperio colonial en el que situar sus manufacturas. Por su parte, Reino Unido veía en el expansionismo alemán una amenaza a su imperio colonial y su hegemonía comercial. Un punto importante en la desconfianza de Reino Unido radicaba en la política naval alemana, que perseguía crear una poderosa marina de guerra equiparable a la británica. Por todas estas razones, Reino Unido abandonó su tradicional aislamiento y buscó una alianza con Francia.

La Formación de los Bloques y la Carrera de Armamentos

A partir de 1907, las principales potencias europeas estaban divididas en dos bloques opuestos: la Triple Alianza y la Triple Entente.

La Triple Alianza estaba formada por Alemania, Austria-Hungría e Italia. Había sido creada por el canciller alemán Bismarck en 1882 y tenía un carácter defensivo. Sus objetivos fueron lograr un equilibrio en Europa favorable a Alemania; aislar diplomáticamente a Francia y evitar así cualquier intento francés de revancha tras la humillante derrota de 1871; asegurar a los austríacos la protección de su frontera sur en el caso de conflicto con Rusia en los Balcanes, mientras Italia recibía garantías frente a un ataque francés.

Los dos bloques buscaron a lo largo de la guerra nuevos aliados, lo que significó la mundialización del conflicto. En la guerra participaron catorce países europeos con sus respectivas colonias, que se extendían por los cinco continentes, más Japón y Estados Unidos. Fue la primera vez que una guerra afectó a un territorio tan amplio y ello influyó decisivamente en la prolongación del conflicto.

Características de la Guerra

La contienda de 1914-1918 fue un nuevo tipo de conflicto. Fue la primera «guerra total» de la historia contemporánea, en la que se utilizaron todos los recursos humanos, económicos y técnicos de los países contendientes.

Se movilizaron casi setenta millones de soldados. Los avances técnicos e industriales del último tercio del siglo XIX permitieron la fabricación de un armamento moderno y mortífero (artillería, ametralladoras, navíos acorazados, submarinos, gases tóxicos, carros de combate e, incluso, la aviación).

En todos los países participantes se impuso una economía de guerra dirigida por los Estados. Se creó una «industria de guerra» para proveer de armas y municiones al ejército; mientras que la población civil sufrió el racionamiento y la penuria. Por otra parte, la elevada movilización de soldados para la guerra obligó a recurrir a las mujeres para el trabajo en las industrias y otros sectores tradicionalmente masculinos.

Ningún Estado pensó que el conflicto pudiese durar tanto, ni que fuera una guerra total y de desgaste. Para obtener recursos con los que sufragar los elevados gastos militares, los gobiernos recurrieron a la emisión de deuda pública y a los préstamos del exterior, que, en el caso de los aliados, provinieron sobre todo de Estados Unidos.

Otro rasgo característico fue el uso que se hizo de la propaganda en el interior de los países para inflamar el patriotismo y el espíritu de resistencia de la población civil y de los soldados, y, en el exterior, para minar la moral del enemigo y debilitar su capacidad de resistencia.

Las Fases de la Guerra

La Guerra de Movimientos: Fracaso del Plan Schlieffen (agosto-diciembre de 1914)

El plan alemán (Plan Schlieffen, de 1905) pretendía un triunfo rápido en el frente occidental derrotando al ejército francés en las primeras semanas de la guerra, y luego centrar todo su esfuerzo en el frente ruso.

Los alemanes, dirigidos por Moltke, penetraron en territorio francés en los primeros momentos, pero los aliados lograron detener el avance alemán mediante una contraofensiva dirigida por Joffre (batalla del Marne, septiembre de 1914). Esta batalla fue un triunfo limitado del ejército francés y supuso el fracaso del plan alemán de un avance rápido y una guerra corta. Se produjo de esta forma la estabilización del frente occidental y la prolongación de la guerra.

A finales de agosto de 1914, en el frente oriental, las tropas rusas invadieron la Prusia Oriental y sorprendieron a los ejércitos alemanes, obligándoles a retirar cuatro divisiones. La contraofensiva alemana logró una importante victoria sobre los rusos en Tannenberg, y frenaron su avance. Pero, a pesar de los éxitos parciales austroalemanes, también este frente se estabilizó.

La Guerra de Posiciones o de Desgaste (1915-1916)

A partir de 1915 la guerra de movimientos dejó paso a la guerra de posiciones o de trincheras. Los frentes se estabilizaron y los ejércitos contendientes fijaron sus posiciones. Desde este momento se evidenció que la guerra iba a ser larga y de desgaste.

Los ejércitos levantaron una barrera de alambradas para impedir el avance del enemigo, y se protegían en zanjas excavadas, las trincheras, en las que los soldados vivían apiñados entre las ratas, el frío intenso, la humedad y el fango.

En esta etapa entraron en la guerra el Imperio turco (fines 1914) y Bulgaria (1915) a favor de los imperios centrales, e Italia (1915), Rumania (1916) y Grecia (1917) del lado de los aliados. Con ello se abrieron nuevos frentes secundarios: la frontera austro-italiana, y el Próximo Oriente.

La estabilización de los frentes y la renuncia a la guerra de movimiento crearon la necesidad de recurrir a dos nuevas tácticas: intentar abrir brechas o debilitar la fuerza del adversario. Sin embargo, no obtuvieron resultados positivos.

Las oleadas de soldados que intentaban asaltar las líneas de alambre espinoso eran barridas por un intenso fuego de artillería y de ametralladoras del enemigo, y para atacar a los soldados en las trincheras se lanzaban granadas de mano y se utilizaban armas prohibidas, como los gases tóxicos y los lanzallamas. Los tanques se inventaron para pasar sobre las alambradas. Pero los intentos de abrir brechas no tuvieron éxito.

A lo largo de 1915, en el frente occidental, esos intentos de romper el equilibrio entre los contendientes costaron al ejército francés casi un millón de bajas. Hacia el frente oriental, sin embargo, los alemanes hicieron retroceder a los soldados rusos más de 100 km, y ocuparon Polonia y Galitzia causando un elevado número de bajas (830.000 muertos o heridos y 900.000 prisioneros).

La guerra de desgaste caracterizó el año 1916 y tuvo su principal escenario en el frente occidental. La batalla de Verdún, planteada por el Estado Mayor alemán, reflejó la nueva táctica, que trataba de debilitar al ánimo al enemigo para obligarle a firmar la paz. Verdún fue uno de los hechos bélicos más lamentables de la guerra. Supuso un fracaso para el ejército alemán (igual número de pérdidas por ambas partes, más de 500.000 muertos) y un ejemplo de violencia y de crueldad sin precedentes. Después los aliados lanzaron un ataque similar en el Somme, que terminó con un número de bajas aún mayor y sin que nadie lograra la victoria.

En el frente oriental se aceleró la descomposición del ejército ruso y del régimen zarista. En el mar, las flotas británica y alemana lucharon en la batalla de Jutlandia, que se saldó con la victoria británica. Por eso, Alemania intensificó la guerra submarina: sus sumergibles hundían los barcos aliados o de quienes comerciaban con ellos.

De la Crisis de 1917 al Final de la Guerra

En 1917, dos hechos contribuyeron a cambiar el rumbo de la guerra: la intervención de Estados Unidos y la revolución en Rusia, que supuso la toma del poder por los bolcheviques.

La guerra submarina indiscriminada de Alemania comenzó a perjudicar a los exportadores estadounidenses y al propio prestigio nacional. En abril de 1917 el presidente de Estados Unidos, Wilson, anunció la entrada de su país en la guerra del lado de los aliados. La llegada de tropas y material de guerra estadounidenses fue decisiva para la victoria aliada.