La Poesía y Narrativa Española desde 1970

La Poesía Española desde 1970

Los Novisimos

En 1970, el crítico José María Castellet publica Nueve novísimos poetas españoles, donde presenta a los nuevos autores como integrantes de un movimiento vanguardista. Sin embargo, es con Arde el mar de Pere Gimferrer cuando se inaugura la nueva generación poética. Estos poetas, que no creen que la poesía pueda cambiar la realidad, se despreocupan de las fórmulas tradicionales y de las normas preceptivas, reclamando una total libertad formal. Además, practican la escritura automática, introducen elementos exóticos e incluyen entre sus contenidos temas de otras épocas y de origen cultural (el cine, la música moderna, el cómic). A estos “novísimos” también se les ha llamado “culturalistas”.

La libertad formal está presente en la experimentación de la poesía visual (estructuras espaciales, Mallarmé o métrica culta modernista), aunque recogen aspectos del surrealismo (Vicente Aleixandre, los postistas) y alternan el lenguaje exuberante con el tono coloquial. Algunos representantes de esta generación son: Pere Gimferrer, Guillermo Carnero, Antonio Colinas, Luis Alberto de Cuenca, Manuel Vázquez Montalbán y Leopoldo María Panero.

La Poesía a partir de los 80

A partir de los 80, la poesía última, más realista, no rompe con la anterior, sino que se muestra indiferente ante ella. Los poetas se dejan llevar por su personalismo extremo y se adscriben a distintas tendencias, es decir, se vuelve a la tradición o se afirma la individualidad, por estilo o deseo de diferenciarse.

Entre las tendencias continuistas se encuentran la surrealista (Blanca Andreu) y la culturalista (Luis Antonio de Villena). Entre las tendencias recuperadas destacan la poesía de la experiencia (Luis García Montero, Luis Alberto de Cuenca), la poesía épica (César Antonio Molina), el neobarroquismo y el neorrealismo.

La Narrativa Española Posterior a la Guerra Civil

La Inmediata Posguerra (Años 40)

La Guerra Civil truncó las expectativas de renovación de la novela. La novela anterior se caracterizaba por la búsqueda de novedad en la deshumanización del arte. En el exilio, los más grandes se humanizaron (Pío Baroja, Ramón J. Sender). En los primeros años de la posguerra, la censura fue rigurosa, se desconfiaba de la novela extranjera (que se importaba de Hispanoamérica), se recuperó la actividad crítica y los editores buscaron, con la creación de premios (como el Nadal), nuevos novelistas.

Esta época, que abarca desde la publicación de La familia de Pascual Duarte hasta La colmena de Camilo José Cela, se caracteriza porque casi todas las circunstancias están en contra de la creación novelística. La influencia vendrá de la tradición: la novela picaresca (Cela) y el realismo del siglo XIX. La temática y el tratamiento existencialista parecen la mejor opción y es la cultivada por Cela y Miguel Delibes. Aparece ya el tema de la guerra (José María Gironella), que no desaparecerá y que era temática obligada en el exilio.

La Década de los 50: Renovación

La década de los 50 es de renovación y se extiende desde La colmena a Tiempo de silencio, de Luis Martín Santos. Superado el aislamiento cultural, se liberaliza la autarquía y la censura se flexibiliza (salvo en cuestiones políticas y sexuales). Hay un gran despliegue editorial, profusión de premios y una mejora de la crítica. Surge una nueva generación que se bifurca en dos tendencias:

  • Neorrealista: De mayor elaboración lingüística y coherencia artística (González Santos, Carmen Martín Gaite).
  • Realismo social: Más preocupados por la denuncia que por lo formal (Jesús López Pacheco, José López Salinas).

La Década de los 60: Experimentación

La década de los 60 es la de la experimentación y sus límites van desde Tiempo de silencio a La saga/fuga de J.B. de Gonzalo Torrente Ballester. Es la época del desarrollo económico, en la que se rompe con el aislamiento cultural y existe libertad de expresión (Ley Fraga). Pero el realismo social sufre un cansancio que lo agota; ya se puede leer a los exiliados, a los hispanoamericanos de antes y durante el llamado “boom” y a los grandes novelistas de otras lenguas. Todos o casi todos los novelistas de décadas anteriores se incorporan a la renovación formal y técnica: Cinco horas con Mario (Delibes), Señas de identidad (Juan Goytisolo), Volverás a Región (Juan Benet), etc.

La Novela Española desde 1975

Desde esta fecha hasta hoy, la novela vive un periodo feliz. Aparecen más autores y se publican muchos más títulos. Los novelistas vuelven a la tradición, recuperan muchos de sus procedimientos y escriben historias transparentes que devuelven la confianza al lector.

Las causas que hacen posible esta situación son: la simplificación de las estructuras narrativas, la recuperación del argumento, la trama y los personajes, el propósito de contar historias cerradas y continuas, la utilización de las personas narrativas tradicionales, la presencia de los diálogos y el abandono de las intenciones ideológicas o políticas.

Los novelistas se proponen relatar bien a través de la fantasía o la imaginación, desde el humor, a través de un realismo diferente al de sus antecesores por la presencia de elementos oníricos, subjetivos, imaginarios o fantásticos, que forman parte de la realidad.

Aunque perduran las novelas herederas del experimentalismo (Antagonía de Luis Goytisolo o la obra de Esther Tusquets), los narradores se inclinan por un realismo de muy variados matices:

  • Neorrealistas: Son las últimas obras de Delibes, Torrente Ballester, Juan Marsé, Jesús Fernández Santos y Carmen Martín Gaite, pero también las de los autores que empiezan.
  • Neorrealismo psicológico: Presente en la obra de Álvaro Pombo, Juan José Millás y Javier García Sánchez.
  • Neorrealismo social: Encontramos en Lourdes Ortiz, Miguel Sánchez-Ostiz y Rafael Chirbes.
  • Neorrealismo fantástico, mítico y esperpéntico: Aparece en Luis Mateo Díez, Juan Pedro Aparicio y Luis Landero.

Relacionadas con el neorrealismo están las novelas históricas de Eduardo Mendoza, Paloma Díaz-Mas y la renovación del género que hace Raúl Ruiz; y las novelas de intriga de Eduardo Mendoza y Antonio Muñoz Molina.

Por último, merece un comentario especial el género del cuento que, después de los logros de la Generación del 50 (Aldecoa, Fraile), ha resurgido en los últimos años con gran fortuna (Juan Eduardo Zúñiga, Cristina Fernández Cubas, Agustín Cerezales, etc.).