La Guerra Civil y sus Consecuencias Literarias
La Guerra Civil supuso un corte profundo en la evolución natural de la literatura española. A esto contribuyó la muerte de autores destacados (Antonio Machado, fusilamiento de Lorca) y el exilio de muchos poetas de la Generación del 27. En este panorama destacó la figura de Miguel Hernández (1910-1942).
Miguel Hernández (1910-1942)
Miguel Hernández fue un genial epígono de la Generación del 27. Domina la técnica poética y presenta un estilo vigoroso y angustiado. Su trayectoria se puede dividir en tres etapas:
Antes de la Guerra Civil:
Escribió Perito en lunas, obra de corte gongorino y vanguardista. Pasa después a una poesía humanizada de corte clásico en El rayo que no cesa, donde expresa el sufrimiento del amor no correspondido a través de imágenes surrealistas y símbolos.
Durante la Guerra Civil:
Escribe una poesía comprometida, antecedente de la poesía social. Viento del pueblo (pueblo oprimido y poeta como viento de salvación) y El hombre acecha (pesimismo y horror por la guerra).
Después de la Guerra:
En la cárcel compone Cancionero y romancero de ausencias, en el que evoluciona hacia la intimidad, expresa la ausencia de los suyos, el amor a su mujer, el recuerdo de la guerra, pero con un atisbo de esperanza.
La Poesía en la Década de 1940
Según Dámaso Alonso, la literatura en esta época se divide en dos tipos:
Poesía Arraigada:
No muestra crítica y aprueba la nueva situación política. Fue cultivada por los autores llamados de la Generación del 36, complacientes con el régimen de Franco. Se alejan de la innovación formal y poseen una visión épica de la realidad, con optimismo. Paralelamente, crean una poesía intimista que canta al paisaje, al amor, a la belleza y al sentimiento religioso. Escriben en revistas como Escorial, Juventud o Garcilaso.
Autores: Luis Rosales (Abril, La casa encendida); Leopoldo Panero (La estancia vacía); Dionisio Ridruejo (Poesía en armas, Sonetos a la piedra); José García Nieto (Víspera hacia ti); Luis Felipe Vivanco (Tiempo de dolor, El descampado).
Poesía Desarraigada o Existencialista:
Refleja la vivencia individual del ser humano en tiempos de angustia y dolor. Los autores muestran falta de fe en el futuro.
Temas: preocupaciones existenciales: muerte, tristeza, soledad, desesperación; búsqueda de la fe o del amor.
Presentan gusto por el soneto, imágenes tremendistas, tono apasionado y desgarrador. Destacó Dámaso Alonso con Hijos de la ira (1944), obra en la que presenta un mundo dominado por el odio y la injusticia en el que Dios está ausente. Otros autores son Victoriano Crémer, Eugenio de Nora, José Hierro, Ángela Figuera, José Luis Hidalgo, Carlos Bousoño, Gabriel Celaya y Blas de Otero.
La Poesía Social (Década de 1950)
La literatura existencialista desemboca en el realismo social.
Los poetas salen de su angustia interior e intentan presentar con objetividad la vida colectiva española y sus conflictos, y alcanzan poco a poco un tono de testimonio, protesta o denuncia. Exigen un cambio en la sociedad y creen que la literatura puede ser el motor de esa transformación. La poesía es comunicación (a la inmensa mayoría), testimonio (refleja la realidad) y herramienta de transformación (para construir una sociedad más justa).
Sienten predilección por el verso libre, rupturas rítmicas y construcciones sintácticas simples.
Autores destacados: José Hierro, Gabriel Celaya, Blas de Otero.
Blas de Otero (1916-1979)
Es el gran poeta de la época y su obra resume la evolución de la poesía española desde 1939 hasta su muerte. Su obra se divide en tres etapas:
Existencialista de tono desgarrado:
Búsqueda angustiosa de Dios, del amor y del sentido de la existencia humana. Son de esta etapa Ángel fieramente humano (1949) y Redoble de conciencia (1951), publicados más tarde con el título global de Ancia.
Poesía social de compromiso y solidaridad con los problemas de España:
Destacan los libros Pido la paz y la palabra (1955) y Que trata de España (1964). Muestra voluntad de llegar a la inmensa mayoría, con un lenguaje claro y tono coloquial.
Etapa cercana al experimentalismo:
Historias fingidas y verdaderas, Mientras y Hojas de Madrid (1968-1979), con mayor presencia de la intimidad y formas métricas más libres.
La Poesía en la Década de 1960: La Generación del 50
Los poetas de esta época reciben el nombre de Generación del 50 o del medio siglo. Proponen una renovación con respecto a la época anterior.
Temas: poseen una actitud humanista y preocupación por los problemas del ser humano. La poesía ha de estar relacionada con los problemas sociales, pero debe tratarlos de un modo menos explícito, más evocador. Por otra parte, vuelven a los motivos de la intimidad, el paso del tiempo, la niñez, la familia, el amor, la soledad, la muerte…
Estilo: Tienen voluntad de estilo y muestran un mayor cuidado del lenguaje que la generación anterior. Utilizan ironía y humor distanciador; además, siembran sus poemas de juegos de palabras cercanos al vanguardismo.
En cuanto a la métrica, predomina el verso libre, aunque también emplean estrofas clásicas.
Autores de esta generación: Ángel González, José Ángel Valente, Jaime Gil de Biedma, Claudio Rodríguez, Francisco Brines, José Agustín Goytisolo y Antonio Gamoneda.
Jaime Gil de Biedma (1929-1990)
Es un poeta muy influyente en las generaciones actuales, sobre todo en los poetas de la experiencia. En su poesía se aprecia el tono confesional (en primera persona) e irónico, sincero, con un lenguaje sencillo, narrativo y coloquial. Se refiere con frecuencia a una segunda persona y construye diálogos.
Recoge sus recuerdos de infancia y juventud; pretende desenmascarar las contradicciones de la burguesía a la que él mismo pertenecía y relata sus experiencias amorosas. Entre sus obras sobresalen: Compañeros de viaje, Moralidades y Poemas póstumos.
Gloria Fuertes (1917-1998)
Su nombre está ligado a dos movimientos literarios: la Generación del 50 y el Postismo (grupo literario de la posguerra).
Empezó su carrera en los años 50 con Isla Ignorada, Aconsejo beber hilo y Todo asusta. En los años 40 y 50 colaboró en revistas infantiles como Pelayos, Chicos, Chicas y Chiquitito. En la década de los sesenta, los elementos intimistas pasan al primer plano en obras como Ni tiro, ni veneno, ni navaja o Poeta de Guardia.
Su poesía para adultos, marcada por la Guerra Civil, trata sobre asuntos sociales, vida, amor o dolor; todo ello con una gran imaginación y tono melancólico.
Al lado de esta poesía, cultivó literatura infantil, sobre todo en su última etapa, y llegó a recibir el Premio Andersen por su trabajo en 1968.