La pintura: Las raíces del Quattrocento hay que buscarlas en Giotto, aunque el verdadero renovador fue Masaccio, quien adopta una actitud opuesta a la del gótico. Su obra La Trinidad recoge la perspectiva matemática. En general, los pintores aprenden a representar el cuerpo humano, los rostros y hay un gran interés por la naturaleza y el paisaje, aunque carece del detallismo de la escuela flamenca. Se interesan por los volúmenes y ropajes; todo esto pertenece a un contexto clásico y, por ello, empiezan a ser armónicas y geométricas. Temáticamente, se abordan más temas paganos y se da importancia al dibujo. Las técnicas utilizadas son el fresco, el temple y, a finales, el óleo.
Pintura Florentina: Los artistas Gentile da Fabriano, Paolo Ucello y Andrea del Castagno no aportaron nuevos conocimientos y técnicas, y se plantean problemas de representación visual, como el de la perspectiva, que fue una preocupación dominante entre los pintores de la época. Sin embargo, el arranque de toda la pintura moderna es la obra de Masaccio, pintor que en su fugaz existencia dejó ver las posibilidades de su talento en unos frescos que pintó en la capilla Brancacci de la Iglesia del Carmen, en Florencia. Muchas son las cualidades que hacen de esta pintura un hito: el estudio directo de la naturaleza, la fuerza de la pincelada, el impresionismo de efectos, la ilusión de luz, la expresión humana de los gestos. Por primera vez en la pintura, el aire envuelve a los cuerpos y se siente una atmósfera real. Masaccio observa la degradación de los colores por la distancia y se nota la influencia que la calidad de la tela tiene en la estructura de los pliegues. Interesado en hacer una pintura sólida, Masaccio rechaza los colores brillantes y emplea blancos y negros para modelar los cuerpos. De Masaccio parte la línea realista que, accidentalmente, seguirá la pintura italiana al alejarse del idealismo. Los últimos grandes artistas del siglo se resienten en la sensualidad del ambiente y buscan inspiración en los temas mitológicos paganos que caracterizan el Renacimiento. Los mismos temas piadosos pasan a ser un pretexto para mostrar el fausto de la alta burguesía florentina. Sus paisajes son muy a menudo las amenazadas campiñas toscanas, los de brillante corte de los Médicis, y sus escenarios urbanos, los palacios de la época. Sandro Botticelli, también protegido de los Médicis, pintó alegorías de refinada sensualidad en las que reflejaba el gusto paralizante de sus mecenas. Botticelli mantiene un estilo cortado, ceñido, que se basa naturalmente en un dibujo firme, que aísla la figura con todo rigor. Los cuerpos, deformados por una estilización que busca más que nada el ritmo plástico, tienen, sin embargo, una gracia particular que encuentra su razón de ser en la apariencia de ingravidez. Las figuras de Botticelli carecen de peso y dan la impresión de moverse flotando sin tocar el suelo. Realizó también unos frescos en la capilla Sixtina y una serie de ochenta dibujos para ilustrar la Divina Comedia.
Escuela del Norte: Venecia, Padua, Mantua, influenciadas por Rogier van der Weyden y la recuperación de las ruinas del lenguaje de Roma. Antonello da Messina, introductor de la pintura al óleo, y a finales del siglo, la Roma papal se convirtió en centro de arte donde trabajó Perugino.
El Cinquecento: Se consolidaron algunas técnicas como el óleo y soportes como la tela. El claroscuro hizo que los pintores se cuestionaran el uso de la perspectiva lineal y Leonardo da Vinci introdujo el sfumato y la perspectiva aérea. Otros genios fueron Miguel Ángel y Rafael. Paralelamente, apareció la disputa entre el dibujo y el color. Roma sustituyó a Florencia con artistas manieristas. Paralelamente, en Venecia, apareció Tintoretto y Veronés con características como:
- Pérdida de contornos del dibujo en favor de una mayor unidad cromática.
- Las pinturas se enmarcan en ambientes palaciegos de gran riqueza.
- Valoración del paisaje y utilización de la arquitectura clasicista como marco.
- Distorsión de las figuras.
- Ruptura de la simetría renacentista y utilización de perspectivas con el punto de fuga.
El Renacimiento Nórdico: Escuelas alemana y flamenca. La primera se introduce plenamente con la figura de Durero y están presentes la expresividad y dramatismo, y Hans Holbein, uno de los mejores retratistas del siglo XVI. Flandes inicia un tipo de pintura de género no exenta de contenidos morales.
La pintura renacentista en España: Se inicia en España a partir del siglo XVI tomando como modelo la manera flamenca e italiana. La pintura flamenca, más cercana a la pintura gótica, se introdujo en la Península con la llegada de artistas (Pedro de Campaña) y los modelos italianos llegaron a través de artistas foráneos. El centro más importante fue Valencia con Fernando Llanos, Fernando Yáñez y Juan de Juanes, quienes hicieron suyo el estilo de Rafael y Leonardo. En Castilla destacan Juan de Borgoña y Berruguete con su hijo. El manierismo tuvo en las pinturas que decoran el Monasterio del Escorial, realizadas por artistas italianos.
El Greco: Nació en Creta en 1541. Sus inicios se relacionan con la pintura de íconos dentro de la tradición bizantina. Después de su paso por Venecia, marchó a Roma donde conoció y asimiló la obra de Miguel Ángel. Estas influencias se observan en sus obras, deudoras de la manera manierista de Tintoretto y del clasicismo expresivo de Miguel Ángel.
En 1577 se instaló en Toledo después de no haber conseguido formar parte del grupo de pintores de Felipe II, aunque sí realizó obras para el rey, entre las que destacan El Martirio de San Mauricio y La Legión Tebana. Esta última no le agradó al rey, entonces pasó a Toledo a encargarle obras religiosas como el retablo de Santo Domingo y El Entierro del Señor de Orgaz para la iglesia de Santo Tomé.
Su obra pictórica está caracterizada por unas figuras alargadas, helicoidales, parecidas a una llama y con tendencia a colores fríos, que aunan estructuras manieristas con la religiosidad contrarreformista de la España del siglo XVII.
Las temáticas son diversas: retratos, paisajes de Toledo a medio camino entre sueño y realidad, obras mitológicas (como Laoconte) son raros ejemplos en una España centrada en la temática religiosa, ejemplos como El Cardenal Niño, El Expolio y El Entierro del Señor de Orgaz.