LA NARRATIVA DEL Siglo XX HASTA 1939
A principios del Siglo XX podemos distinguir dos grandes tendencias en la novela:
a) La continuidad de las tendencias narrativas de finales del S. XIX, con novelas realistas y naturalistas (Galdós, Pardo Bazán o Blasco-Ibáñez).
b) La reacción contra el Realismo y el Naturalismo, dentro del Modernismo, y que fundamentalmente en la novela se conoce como Generación del 98, donde estos autores muestran una clara voluntad de innovación en temas y forma, respecto a la novela tradicional. Posteriormente seguirá esta búsqueda de nuevas tendencias narrativas la Generación del 14.
La novela en la Generación del 98 viene marcada por dos circunstancias:
a) La situación de crisis general que se produce desde finales del S. XIX en España. Su elemento más representativo será el “Desastre del 98” (pérdida de Cuba, Puerto Rico y Filipinas). En este sentido conectan con el Regeneracionismo y las ideas de la Institución Libre de Enseñanza en lo que se refiere a la preocupación por la decadencia de España (el caciquismo, el hambre, la ignorancia…) y a la búsqueda de sus causas y soluciones. Este tema será tratado desde distintas perspectivas (reformismo y patriotismo, en Unamuno; escepticismo y pesimismo en Baroja y lirismo en Azorín);
b) Y el influjo de tendencias europeas irracionalistas y existencialistas de filósofos como Schopenhauer, Nietzsche, Kierkegaard… Que se reflejará en temas como la preocupación por el sentido de la vida, el papel de la religión, las dudas sobre la existencia o no del más allá…. Asimismo, buscan redescubrir la literatura medieval o clásica (Berceo, Manrique, Góngora…), especialmente El Quijote, reflejo de conductas de los españoles, y la obra de Mariano José de Larra. Además, estos autores comparten un ansia de renovación del lenguaje literario; de ahí el rechazo a la retórica, al prosaísmo y a la grandilocuencia de la literatura anterior. El estilo de cada autor, dentro de sus rasgos peculiares, busca lo sobrio y directo, la expresión natural y clara (oración breve, párrafo corto…); valorarán la precisión léxica, recogiendo palabras en desuso, arcaizantes; tendrán
una visión subjetiva (emotiva o intelectual) de lo narrado y descrito (asocian el paisaje al estado de ánimo, de ahí que el símbolo de la decadencia española sea la yerma meseta castellana); articularán la trama en torno a un único personaje y la acción se centrará alrededor de la mentalidad del protagonista en lugar de los sucesos externos.
El año 1902, con la publicación de La voluntad de Azorín; Camino de perfección de Pío Baroja; Amor y pedagogía de Unamuno; y Sonata de Otoño, de Valle-Inclán suponen un nuevo concepto en la forma de narrar, frente a la novela realista vigente a comienzos de siglo.
Los autores y obras más destacados de la Generación del 98 son los siguientes:
– José María del Valle-Inclán, que evoluciona desde el Modernismo de sus Sonatas (1902-1905) (llenas de melancolía y evasión espacio-temporal) hasta el expresionismo degradante de sus esperpentos, en los que deforma grotescamente la realidad con personajes fantoches, para retratar una sociedad sin las virtudes de la nobleza, valor, justicia, generosidad, solidaridad..: en su obra Tirano Banderas (1926) critica a un dictador hispanoamericano y en el ciclo incompleto de novelas El ruedo ibérico (La corte de los milagros, Baza de espadas y Viva mi dueño) satiriza la corte de Isabel II: los personajes, incluida la Reina, acaban convertidos en muñecos de guiñol. Entre medias, publica su trilogía La guerra carlista donde inserta historia y tono legendario, mitigando así el Modernismo radical de las Sonatas.
– Los protagonistas de las novelas de Azorín (José Martínez Ruiz) son idealistas y meditabundos, sumergidos en la monotonía y el hastío de una sociedad que no pueden cambiar. Sus novelas tienen mucho de ensayo, con una estructura fragmentada donde predomina lo descriptivo y con tramas argumentales mínimas en las que abundan lo autobiográfico (La voluntad (1902), Antonio Azorín (1903) y Las confesiones de un pequeño filósofo (1904)). Es el que más atención presta al paisaje (Castilla, Los pueblos), y a la reinvención de personajes conocidos (Don Juan (1922), Doña Inés (1925)). Sus temas preferidos son la nostalgia y la angustia por el paso del tiempo.
– Miguel de Unamuno trata temas como la intrahistoria y el concepto de España, la conciencia trágica de la existencia y la sed de eternidad. Estos temas se plasman en sus nivolas, caracterizadas por la desnudez narrativa, una máxima presencia del diálogo y el monólogo, ausencia de descripciones y sin apenas referencias espaciales ni temporales. Entre sus obras destacan Amor y pedagogía; Niebla (1914), donde el protagonista se niega a aceptar la muerte que el novelista le tiene preparada (representa el conflicto del hombre contra Dios) y San Manuel Bueno, mártir (1933), que refleja las inquietudes religiosas de Unamuno mediante un cura que, aun sin tener fe, sigue ejerciendo como tal para que sus feligreses crean y vivan felices.
– Pío Baroja es el gran novelista de la Generación del 98. Sus novelas son fragmentarias: en ellas se mezcla la acción y la reflexión, las digresiones e historias secundarias y los fragmentos líricos, en una estructura abierta, formada por una suma de impresiones, a veces deshilvanadas y caóticas, como la vida misma. Están protagonizadas por personajes inquietos, curiosos, muchas veces inadaptados, movidos por su condición de hombres de acción y por una angustia vital que les hace huir de su vida anodina y del pesimismo que les invade. En todos estos personajes priva un individualismo pesimista que les lleva a la incomprensión y al fracaso. Suele agrupar sus novelas en trilogías (La lucha por la vida, donde retrata el Madrid de la miseria y la marginación para componer un retrato muy crudo de la España de comienzos de siglo; La raza, en la que destaca El árbol de la ciencia (1911), cuyo protagonista es un ser reflexivo, lo que le conduce a la angustia y a la toma de conciencia del sinsentido de la vida; La tierra vasca…); y otras veces en muchos volúMenes, como los de Memorias de un hombre de acción, historia novelada del Siglo XIX a través de la vida de un antepasado suyo, Eugenio de Aviraneta. También destacan: Zalacaín el aventurero y Las inquietudes de Shanti Andía.
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La Generación del 14 también mostrará interés por el problema de España pero con una actitud más intelectual, racionalista, cosmopolita y europeizante, y una mayor preocupación por la forma (la reducción del argumento y de los elementos sentimentales, novedades en la estructura, abundancia de metáforas y juegos literarios, perspectivismo…) porque pretenden configurar un arte selectivo y minoritario. Se decantan por una novela deshumanizada, alejada del sentimiento; pretenden reflexionar sobre la inteligencia creadora del hombre.
Los autores y tendencias más importantes en esta narrativa son:
a) En la novela intelectual destaca Ramón Pérez de Ayala, que se caracteriza por su intelectualismo, lirismo, reflexión crítica y estilo retórico y academicista. Este autor evoluciona desde obras cercanas en su estilo y temas a las del 98, como Troteras y danzaderas, hasta sus obras más carácterísticas y novedosas: Belarmino y Apolonio, donde trata el problema de la incomunicación de los seres humanos aun estando próximos o Tigre Juan, el del honor del hombre vinculado a la fidelidad o no de la mujer.
b) En la novela lírica destaca Gabriel Miró por la sensibilidad y sensorialidad hacia la luz, color, aromas, sonidos, olores…; y por la musicalidad y el lirismo: Nuestro Padre San Daniel y El obispo leproso.
c) En la novela de humor sobresalen Ramón Gómez de la Serna, que escribíó varias obras en las que destaca su carácter humorístico, la reducción de lo narrativo y la acumulación de reflexiones de todo tipo para romper los moldes tradicionales de la novela (El torero Caracho; y Wenceslao Fernández Flores, que irá evolucionando hacia un tono cada vez más agrio y escéptico, desde Volvoreta hasta El malvado Carabel. A su última etapa corresponde su obra más conocida, El bosque animado.
Otras tendencias, estrechamente relacionadas con la novela novecentista pero quizá más aún con la Generación del 27 son las que encarnan Benjamín Jarnés y sus novelas deshumanizadas. Son novelas suponen una renovación en aspectos ya citados en novelistas anteriores: reducción del argumento, de lo narrativo a favor de la reflexión y la forma. (Locura y muerte dnadie)
Y, por otra parte, en los años 30, en un proceso similar al vivido por la lírica del 27, (influida por la I Guerra Mundial, la Guerra de Marruecos o el ambiente prebélico de la II República), la novela gira hacia posturas más humanas y comprometidas con los asuntos sociales y la realidad. En esta línea de novela social o rehumanizada se incluyen las primeras obras de autores como Ramón J. Sender (Imán, Mr. Witt en el cantón), Arconada o Arderíus.