La Novela y el Teatro Español del Siglo XX: Evolución y Representantes (1900-1939)

La novela desde principios del siglo XX hasta 1939: tendencias, autores y obras más representativas

Los primeros años del siglo XX están marcados por una oposición contra las tendencias narrativas del siglo XIX, el realismo y naturalismo. Los narradores de la generación del 98 quieren romper con los temas y las formas de la novela anterior, por ello introducen cambios en la perspectiva de la narración y la aplicación de las técnicas impresionistas. En el novecentismo, los autores rechazan tanto la literatura romántica como la realista y se inclinan por un arte “puro”, una novela intelectual, con un lenguaje cuidado y equilibrado. En los años 20 y 30, la narrativa española se divide entre la novela deshumanizada del novecentismo, influida por las vanguardias, y la novela social, centrada en la situación de España y el mundo.

1. Predecesores: la novela realista y naturalista
A finales del siglo XIX, la literatura española estuvo influida por el realismo, tendencia narrativa triunfante en Europa, cuya obra más representativa era *Madame Bovary* de Gustave Flaubert.
El realismo busca reflejar la realidad de manera precisa y objetiva, basándose en la observación y la crítica. Esto supone un giro frente al subjetivismo del romanticismo, motivado por el desarrollo urbano, el auge de la burguesía, el nacimiento del proletariado y los avances científicos, que marcaron la visión de los escritores, especialmente en la novela.
El realismo cuenta con autores como Juan Valera (*Pepita Jiménez*) y José María Pereda (*Peñas arriba*), pero el máximo exponente es Benito Pérez Galdós, conocido por sus *Episodios nacionales* sobre la historia del siglo XIX y su retrato pesimista de la vida en Madrid, además de crear personajes icónicos en novelas como *Doña Perfecta*, *Marianela*, *Fortunata y Jacinta* y *Tormento*.

A finales de siglo, el determinismo influye en la novela naturalista, que sostiene que el individuo está determinado por la herencia genética y el entorno. Aunque en España el naturalismo choca con la religiosidad de los autores, se observan cambios en la narrativa, enfocada en las clases desfavorecidas y la crítica social. Destacan autores como Vicente Blasco Ibáñez (*Cañas y barro*, *La barraca*), Emilia Pardo Bazán (*Los pazos de Ulloa*) y Leopoldo Alas, Clarín, con su gran novela *La Regenta*.

Características de la novela realista:

  • Se busca la objetividad con descripciones minuciosas, fruto de la observación.
  • Pretende despertar una actitud reflexiva y moral en el lector.
  • Personajes con profundidad psicológica, con incorporación de elementos del subconsciente.
  • Se centra en la colectividad, con individuos cuyas vidas se cruzan, especialmente los de la burguesía comprometida con el progreso.
  • Emplea un lenguaje cotidiano, de gran expresividad. Uso frecuente del diálogo.
  • Presencia de distintos narradores, en busca del perspectivismo que refleje mejor la realidad.
  • Preferencia por el ambiente urbano, sobre todo Madrid, pero también refleja el entorno rural.

Características de la novela naturalista:

  • Se reproduce la realidad con objetividad, resultado de una documentación previa rigurosa.
  • Quiere mostrar un “trozo de vida” (novelas abiertas, sin desenlace).
  • Personajes controlados por sus instintos, sus pasiones y su entorno social y económico.
  • Se centra en los grupos sociales más que en un único personaje, especialmente en las clases bajas, la pequeña burguesía y el proletariado.
  • Emplea jergas y el habla regional o popular, propias de la clase social de los personajes.
  • Predomina el narrador impersonal, objetivo, que se distancia de la realidad que presenta.
  • Preferencia por los ambientes más sórdidos de la realidad, incluso los más desagradables.

2. Generación del 98
El surgimiento de los autores del 98 está marcado por la crisis de finales del siglo XIX y el agotamiento del realismo y naturalismo. Rechazan tanto las costumbres de la sociedad española como el objetivismo de estas corrientes, que se enfocan más en lo superficial que en lo esencial de la realidad. Un año clave para este grupo es 1902, cuando se publican cuatro títulos que presentan una nueva concepción de la novela: *La voluntad*, de Azorín; *Camino de perfección*, de Pío Baroja; *Sonata de Otoño*, de Valle-Inclán; y *Amor y pedagogía*, de Unamuno. A pesar de las diferencias personales en la narrativa, los autores del 98 comparten dos rasgos comunes:

  • Temas similares:
    • Redescubren España a través del paisaje, especialmente el de Castilla, y la “intrahistoria” de sus habitantes, valorando a autores clásicos como Cervantes.
    • También reflexionan sobre el sentido de la vida, el tiempo y la relación del hombre con Dios.

Estilo sencillo y claro: Utilizan un lenguaje preciso y expresivo, con una sintaxis natural y subjetiva, evitando la retórica.
Características de la generación del 98:

  • Denuncia de los males de España: el caciquismo, el hambre y la ignorancia…
  • Pesimismo ante la situación histórica (el desastre colonial de 1898) y ante el desmoronamiento de los valores sociales y espirituales.
  • Influencia de la filosofía: los planteamientos existencialistas de Kierkegaard y Schopenhauer (el escepticismo, la vida como algo absurdo y carente de sentido)
  • El dolor de España y Castilla como profundo símbolo de patriotismo casticista
  • Renovación estética o del estilo mediante:
    • A) El subjetivismo o antirrealismo: no se persigue, como en la estética realista, la reproducción exacta de la realidad, sino la expresión de la realidad interior
    • B) Concepción totalizadora: la novela es un género multiforme, en el que tienen cabida también la reflexión filosófica, el ensayo, el lirismo… (Azorín habla de ‘novela permeable’).

2.1. José Martínez Ruiz
José Martínez Ruiz, conocido como Azorín, dedicó su vida al periodismo y destacó como ensayista, aunque su estilo lento y lírico en la novela también dejó huella. Sus obras se caracterizan por una detallada y precisa descripción miniaturista, así como un enfoque impresionista. Su visión de España y la reflexión sobre el paso del tiempo se encuentran en novelas como *La voluntad*, *Antonio Azorín* y *Las confesiones de un pequeño filósofo*.

2.2. Ramón María del Valle-Inclán
Ramón María del Valle-Inclán fue un escritor innovador, conocido por crear el género teatral del esperpento. Como narrador, comenzó en el modernismo con *Las Sonatas*, cuatro novelas líricas y sensoriales protagonizadas por el Marqués de Bradomín, que exploran el proceso amoroso. Más tarde, aplicó la teoría del esperpento a la novela en obras como *Tirano Banderas*, que dio origen al subgénero del dictador en la narrativa hispanoamericana, y *El ruedo ibérico*, una trilogía histórica incompleta.
2.3. Miguel de Unamuno
Miguel de Unamuno abarcó todos los géneros literarios, reflejando sus inquietudes filosóficas sobre España, Dios, la eternidad y la angustia existencial. Su obra narrativa culmina en lo que él denominó *nivolas*, siendo *Niebla* su máxima expresión, donde el protagonista, Augusto Pérez, se enfrenta al autor que decide su muerte. Otras importantes nivolas son *La tía Tula* (sobre la maternidad), *Abel Sánchez* (sobre el cainismo) y *San Manuel Bueno, mártir* (sobre un sacerdote que pierde la fe pero se sacrifica por sus feligreses).
2.4. Pío Baroja
Pío Baroja, gran novelista de su generación, concebía la novela como un género abierto que incluía reflexión filosófica y aventuras. No priorizaba la composición ni la unidad de acción, sino la continuidad de episodios con numerosos personajes, destacando los protagonistas, inadaptados que enfrentan el mundo mediante la observación pasiva o la acción. Ambas posturas suelen culminar en fracaso, lo que confiere a sus novelas un tono pesimista.

El estilo de Pío Baroja, considerado tosco por algunos, refleja el antirretoricismo de su generación. Sus novelas destacan por párrafos breves, frases cortas, un léxico sencillo con coloquialismos, diálogos naturales y descripciones impresionistas. La obra de Pío Baroja, extensa y organizada en trilogías, incluye 98 volúmenes. Destacan *Zalacaín el aventurero* y *Las inquietudes de Shanti Andía* (hombres de acción), *La busca* (el pícaro Manuel), y *El árbol de la ciencia* (el introspectivo Andrés Hurtado). Además, su serie *Memorias de un hombre de acción* consta de 22 novelas históricas.

3. La narrativa novecentista
El novecentismo o generación de 1914 surgió como reacción contra el realismo, buscando un arte propio del siglo XX. Este movimiento, puente entre la generación del 98 y las vanguardias, tiene como principal figura a José Ortega y Gasset, autor de *La deshumanización del arte*, donde defiende el antirrealismo y el antisentimentalismo como bases del nuevo arte.

  • Entre las características compartidas por los novecentistas, cabe destacar las siguientes:
  • Liberalismo político.
  • Sólida formación académica: son universitarios.
  • Europeísmo: se oponen al casticismo del 98.
  • Elitismo: la minoría mejor preparada debe guiar a la sociedad, también en el arte.
  • Arte puro: huida del sentimentalismo y el ímpetu románticos.
  • Cosmopolitismo y preferencia por la vida en la ciudad.
  • Preocupación por el lenguaje y por la forma: se busca crear una “obra bien hecha”.

3.1. Ramón Pérez de Ayala
Ramón Pérez de Ayala, creador de las “novelas intelectuales”, aplicó los principios del nuevo arte al género, destacando por su experimentación formal y un lenguaje cuidado y rico. Entre las obras de Ramón Pérez de Ayala destacan *A.M.D.G.*, una sátira sobre la vida en un colegio jesuita; *Belarmino y Apolonio*, sobre la armonía entre opuestos representados por dos zapateros; y *Tigre Juan* y *El curandero de su honra*, que abordan el honor ultrajado con una estructura similar a la de una composición musical.

3.2. Gabriel Miró
Gabriel Miró, con una novela sensual y lírica cercana al modernismo, destaca por su ritmo lento y descripciones detalladas. En *Nuestro Padre San Daniel* y *El obispo leproso*, trata el tema del poder represivo de los clérigos, que impiden a una familia vivir con normalidad y frustran su felicidad.

4. La novela en torno a 1927
Los vanguardistas no cultivaron mucho la novela, pero Ramón Gómez de la Serna, cercano al novecentismo, destacó con novelas de carácter irracional y lúdico, alejadas de los moldes tradicionales, como *El doctor inverosímil* y *La viuda blanca y negra*. En el grupo del 27, aunque predominan los poetas, hay novelistas que siguen dos orientaciones: la novela deshumanizada (Rosa Chacel, Francisco Ayala) y la novela social y políticamente comprometida (Luisa Carnés, Ramón J. Sender). Su obra se completa en el exilio.

El teatro desde principios del siglo XX hasta 1939

A inicios del siglo XX, el teatro español permanece ajeno a la renovación europea, dominado por un teatro comercial dirigido a la burguesía, con crítica superficial, humor y sentimentalismo. Las obras de autores renovadores rara vez se estrenaron.

Dos figuras destacan en el teatro español del siglo XX: Ramón María del Valle-Inclán, creador del esperpento con *Luces de bohemia* (1924), y Federico García Lorca, con su trilogía rural de los años treinta, protagonizada por mujeres.
1.1 El teatro comercial y de éxito
A finales del siglo XIX, el teatro melodramático, representado por José de Echegaray (Nobel 1904), seguía vigente. Galdós intentó un teatro naturalista, pero Jacinto Benavente (Nobel 1922) triunfó con obras de crítica leve, conflictos moderados y diálogos ingeniosos, como *Señora ama*, *La malquerida*, y especialmente *Los intereses creados*, protagonizada por personajes de la *commedia dell’arte*. La comedia costumbrista, influida por la zarzuela y el género chico, combina personajes típicos, lenguaje vulgar, humor y conservadurismo. Destacan Carlos Arniches, con sainetes madrileños como *La señorita de Trevélez*; los hermanos Álvarez Quintero, con obras andaluzas como *Malvaloca*; y Pedro Muñoz Seca, creador del astracán, ejemplificado en *La venganza de don Mendo*. El teatro poético, en verso, de tema histórico y conservador, destacó con autores como Eduardo Marquina, Francisco Villaespesa, los hermanos Machado y José Ma Pemán.
1.2 El teatro renovador y marginado
Junto al teatro popular, existió un teatro de renovación escénica que abordaba problemas más profundos, más allá de la risa o el entretenimiento. Estas obras, a menudo, no fueron estrenadas y quedaron como mera intención, por lo que se consideran teatro marginado. En la generación del 98, Unamuno utiliza el “druma” para abordar temas que le obsesionaban, como en *Fedra* y *El otro*. Azorín, más crítico teatral que dramaturgo, crea obras dramáticas estáticas, empleando la técnica del montaje cinematográfico en piezas como *Old Spain* y la trilogía *Lo invisible*. Los autores del grupo del 27 introducen formas vanguardistas en el teatro y buscan acercarlo al pueblo. Además de Federico García Lorca, destacan Pedro Salinas, especialmente en el exilio, y Rafael Alberti, quien estrena obras surrealistas como *El hombre deshabitado* antes de la guerra, pero desarrolla su obra más relevante en el exilio, con *El adefesio* y *Noche de guerra en el Museo del Prado*. Alejandro Casona y Max Aub, autores de la generación del 27 que maduran en el exilio, destacan por su aporte teatral. Casona mezcla humor y lirismo en obras como *La sirena varada* y *La dama del alba*, donde la muerte es personificada. Aub, pionero en la renovación escénica, crea un teatro magistral con piezas breves como *Los trasterrados* y grandes dramas sobre el nazismo y la guerra, como *San Juan*, *Morir por cerrar los ojos* y *No*.
1.3 Ramón María del Valle-Inclán
El teatro de Valle-Inclán, innovador y único, fue considerado en su tiempo más adecuado para ser leído que representado. Su obra no se encasilla en ninguna escuela, pese a ser contemporáneo de la Generación del 98, ya que su ideología y crítica son más radicales. Su trayectoria artística abarca desde el modernismo hasta la creación de su propio género: el esperpento. Su evolución teatral se divide en tres etapas: modernista, ciclo mítico y esperpento. El primer teatro de Valle-Inclán se enmarca en el modernismo, al igual que su novela. Sin embargo, su afán por innovar lo conduce al ciclo mítico, con obras ambientadas en una Galicia rural y mítica, donde los personajes se guían por instintos primitivos. En esta etapa destacan *Comedias bárbaras* y *Divinas palabras*. En 1920, Valle-Inclán publica *Farsa italiana de la enamorada del rey*, *Farsa y licencia de la reina castiza*, *Divinas palabras* y *Luces de bohemia*. Las farsas ofrecen una visión satírica y caricaturesca de la España de Isabel II. *Luces de bohemia* es la primera obra que Valle-Inclán define como esperpento, un género que critica de forma ácida la situación del país mediante la deformación de la realidad.

*Luces de bohemia* narra, en quince escenas, la última noche de Max Estrella, un poeta ciego y pobre, acompañado por don Latino por un Madrid inhóspito y grotesco, lleno de personajes deformes. La obra es una parábola trágica sobre la imposibilidad de vivir en una España injusta y absurda. Otras obras esperpénticas de Valle-Inclán son *Los cuernos de don Friolera* (1921), *Las galas del difunto* (1926) y *La hija del capitán* (1927), reunidas bajo el título *Martes de carnaval*. El esperpento, creado por Ramón María del Valle-Inclán, es una corriente literaria española caracterizada por su innovación y crítica profunda. Su máxima expresión se encuentra en *Luces de bohemia* (1920-1924). El esperpento se caracteriza por la deformación de la realidad y la degradación de los personajes (animalización y cosificación), el uso de contrastes, humor, lenguaje rico y variado, diálogos ágiles, acotaciones literarias y cambios constantes de espacio y tiempo, con técnicas cercanas al cine.

1.4 Federico García Lorca
El teatro de Lorca, especialmente absorbente en sus últimos años, es profundamente poético, tanto por su lenguaje lírico como por sus argumentos. Según Lorca, el teatro es “poesía que se hace humana”, mostrando emociones intensas como el llanto y la desesperación. Sus temas principales, al igual que en su poesía, son el deseo imposible y la frustración. Lorca presenta en sus obras destinos trágicos, especialmente de mujeres, que encarnan la frustración y la vida estéril, marcadas por la muerte o las convenciones sociales. Lorca abarca diversos géneros teatrales, fusionando verso y prosa, poesía y realidad, lo popular y lo lírico. Su evolución teatral se divide en tres etapas: los experimentos de los años 20, la vanguardia de principios de los 30 y la plenitud de sus últimos años. Sus primeras obras, abordan ya el tema del amor imposible. Su primer éxito fue *Mariana Pineda*, un drama de amor trágico en verso, seguido de *La zapatera prodigiosa* y *Amor de don Perlimplín con Belisa en su jardín*, dos piezas que abordan la insatisfacción y el amor desigual.

Tras el éxito de *Romancero gitano* y su estancia en Nueva York, Lorca atraviesa una crisis que lo lleva a crear un nuevo lenguaje en sus “comedias imposibles”. En *El público*, defiende la libertad de amor y critica la sociedad que lo limita, mientras que en *Así que pasen cinco años*, aborda la frustración de un joven que busca la paternidad imposible. Su audacia e innovación hicieron que estas obras tardaran mucho en ser representadas. Lorca alcanza su plenitud al combinar rigor estético y mayor accesibilidad, lo que también logra con La Barraca, que lleva a los clásicos por los pueblos de España. En esta etapa, destaca una trilogía rural (*Bodas de sangre*, *Yerma* y *La casa de Bernarda Alba*), donde las mujeres, junto a otros personajes marginados, ocupan un papel central. Estas obras son las más logradas de su producción. *Bodas de sangre* se basa en un hecho real, pero se convierte en una tragedia que explora la pasión, la muerte y las barreras sociales y morales, con un enfoque universal de Andalucía. *Yerma* aborda el drama de una mujer infértil, atrapada entre su deseo de ser madre y su fidelidad a un marido que no le da hijos, lo que da lugar a una tragedia. *La casa de Bernarda Alba* es la obra culminante de Lorca, un “drama trágico” lleno de simbolismo que enfrenta la autoridad de Bernarda Alba y el deseo de libertad de su hija menor, Adela. La obra se inicia con el luto tras la muerte del segundo marido de Bernarda, lo que limita a las hijas a permanecer en casa. La aparición de Pepe el Romano, quien está comprometido con la hija mayor pero se ve a escondidas con la menor, desencadena el enfrentamiento entre las hermanas y culmina en tragedia. Estas obras comparten rasgos comunes como mujeres protagonistas con problemas sexuales, finales trágicos, ambientación en el campo andaluz, un clima dramático, y la mezcla de prosa y verso, realismo y poesía. Otras obras de la etapa incluyen *Doña Rosita la soltera*, sobre la espera inútil del amor, y el borrador del primer acto de una comedia sin título.