El Cambio de Paradigma en los Años 80
En la década de los 80, con la desaparición de la censura, la narrativa española experimentó una transformación significativa. El enfoque social y político dio paso a una exploración del individuo y su compleja relación con la sociedad. Se recuperó el placer de narrar historias, dejando atrás el experimentalismo y retomando modelos más clásicos. Obras como La verdad sobre el caso Savolta, de Eduardo Mendoza, inauguraron esta nueva etapa, caracterizada por la importancia del argumento, el desarrollo lineal de la historia y la voz única del narrador.
La Novela de la Democracia
En este periodo, surgió una novela identificada con la estética y los valores de la Movida Madrileña, reflejando la crisis de los valores de la modernidad. Esta nueva narrativa, a veces denominada “novela light“, se caracterizó por el escepticismo, tramas interesantes, lenguaje sugerente y personajes cercanos a los lectores. Predominaron los espacios urbanos y la conexión entre lo vital y lo literario, influenciada por la oralidad, la cultura popular, el cine y los medios de comunicación. Bélver Yin, de Jesús Ferrero, se convirtió en un paradigma de esta tendencia. Posteriormente, surgió el boom de narradores jóvenes, con autores como Ignacio Sánchez Pisón y Pedro Zarraluki.
Diversidad de Géneros Novelescos
La narrativa de la transición y la democracia se caracterizó por una gran variedad de corrientes. A pesar de las diferencias, se pueden observar rasgos comunes como la brevedad, las historias cerradas y la profusión de diálogos. Algunos de los géneros más destacados son:
La Corriente Experimental
Obras como El cuarto de atrás, de Carmen Martín Gaite, exploraron el propio proceso de creación literaria.
El Género Histórico
Ambientadas en diferentes épocas, obras como Las aventuras del capitán Alatriste, de Arturo Pérez-Reverte, encontraron un público amplio. La Guerra Civil y el franquismo también fueron temas recurrentes, abordados con un estilo cuidado en novelas como La voz dormida, de Dulce Chacón. Los objetivos de este género variaron desde el escapismo hasta el estudio de la naturaleza humana.
El Género Policíaco
Considerado un género “impuro”, el policiaco se nutrió de elementos del horror, la novela folletinesca, la erótica y la histórica. Con un realismo a menudo crítico, denunció la situación del país. Autores como Lorenzo Silva, con sus personajes Bevilacqua y Chamorro, alcanzaron gran popularidad. En los años 80, el auge del género se vio impulsado por los medios de comunicación, el libro de bolsillo y eventos como la Semana Negra de Gijón.
La Novela Erótica
Con la creación del premio La Sonrisa Vertical por parte de Tusquets, la novela erótica ganó visibilidad. Las edades de Lulú, de Almudena Grandes, es una de las obras más representativas de esta época.
La Ciencia Ficción
La novela de ciencia ficción planteó argumentos verosímiles y futuristas, basados en elementos divulgativos y fantásticos. Su popularidad, especialmente entre los lectores jóvenes, se atribuye a factores como las consecuencias psicológicas del fin del milenio, la falta de creencias religiosas y la divulgación científica. Editoriales como Minotauro y Nova Fantasía contribuyeron a su difusión.
El Testimonialismo
Obras como Tranvía a la Malvarrosa, de Manuel Vicent, exploraron la intimidad y la reflexión personal sobre el entorno. La línea entre memoria y ficción se difuminó en ocasiones, con obras que participaron de las crónicas de costumbres y el relato de viajes. El testimonio y la reivindicación se unieron en obras como El corazón de tártara, de Rosa Montero.
La Novela Lírica e Introspección Narrativa
La novela lírica, un género híbrido marcado por la emotividad y el intimismo, rozó a menudo los límites del género testimonial. Impulsada por la subjetividad, esta corriente tuvo exponentes como Francisco Umbral. Entre las mujeres escritoras de los 80, destaca Clara Janés. Otros autores relevantes son Javier Marías y Álvaro Pombo.
El Realismo Sucio
También conocido como “realismo duro”, “sórdido” o “estética nirvana“, este género abordó los problemas de la juventud urbana (sexo, drogas y rock and roll) con una estética cercana a la contracultura. De fácil lectura y provocadoras, estas novelas utilizaron el diálogo para reflejar la agresividad y la violencia de una sociedad alienada. Historia del Kronen, de José Ángel Mañas, es un ejemplo destacado de esta corriente.