Tema 11. Novela y cuento hispanoamericano en la segunda mitad del Siglo XX. Tendencias, autores y obras
La evolución de la narrativa hispanoamericana durante el Siglo XX puede describirse en cinco movimientos:
–Años iniciales del siglo: sigue fiel al Realismo decimonónico.
–A partir de 1920: se consolida un Realismo con temas americanos e interés social.
–Años 40 y 50: se suceden experiencias renovadoras, compatibles con el tema social.
–Años 60 y 70: se produce el “boom” o auge de la nueva narrativa, que sitúa a sus autores en la primera línea de la narrativa mundial.
–Los herederos del boom: consolidan el éxito comercial de la novela hispanoamericana.
Desde principios de siglo hasta la década de los 30 se desarrolla la NOVELA REALISTA en HISPANO/AMÉRICA, que se puede dividir en los siguientes tipos:
Narrativa realista
. Novelas situadas en el mundo rural, en que el hombre ha de enfrentarse son una naturaleza poderosa y exuberante como en Doña Bárbara, del venezolano Rómulo Gallegos.
Narrativa sobre la Revolución Mejicana
. Que muestra lo que significó la revolución y el fracaso dela misma… Un ejemplo es Los de abajo, de Marian Azuela.
Narrativa indigenista
. Que muestra la marginación y la injusticia en que viven los indígenas. Incorporan un vocabulario autóctono, indigenista, que a veces dificulta la lectura de la novela.
A partir de 1940 se buscarán otros temas y otras técnicas con las que tratar los motivos tradicionales.
Se aprecian varias novedades:
-Aparición de temas urbanos, junto a los rurales dominantes.
-Se abordan problemas humanos, y no sólo sociales. Podríamos decir que aborda el tema del ser humano que busca saber quién es, en esa búsqueda llega a una respuesta trágica: el ser humano se halla solo e infeliz.
Para superar esta soledad y desesperanza, en las novelas. Hispanoamericanas siempre aparecen dos elementos clave: el humor y el erotismo.
-Aparece la fantasía junto a la realidad: será el llamado «Realismo mágico» o «lo real maravilloso». Consiste en integrar lo mágico, imaginario, fantástico o maravillosos en el plano de la realidad, es decir, que lo mágico aparezca en medio de lo real sin que se produzca ninguna sorpresas, ninguna extrañeza.
-Hay una mayor preocupación por las estructuras y el estilo, gracias al influjo de los grandes novelistas europeos y norteamericanos.
Formalmente se caracterizan por:
-Desaparición del narrador omnisciente y omnipresente. -Perspectivismo. -Bruscos saltos de tiempo.
-Complicación en la estructura: historias que se entretejen, desarrollo de historias paralelas.
-Preocupación por lo lingüístico y lo propiamente literario
-Léxico con elevado número de neologismos, incluso algún autor crea un idioma con palabras inventadas por él.
Resumiendo, podemos decir que en este momento surge un panorama muy rico en el que destacamos las siguientes tendencias y autores:
TENDENClA METAFÍSICA
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Jorge Luis Borges (Argentina, 1899:1986): uno de los más asombrosos autores de cuentos de nuestra época. Sus relatos nos ponen en contacto con lo insólito y excepcional, proponiéndonos sutiles juegos mentales llenos de inteligencia. Mezcla todos los géneros y todas las tradiciones culturales, la europea, la oriental, la cristiana, la mitológica, que domina con profunda ironía, que además utiliza para superar la soledad y la desesperanza. Sus cuentos se recogen en volúMenes como Ficciones y El Aleph
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TENDENCIA EXISTENCIAL
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Ernesto Sábato (Argentina, 1911-20119. Influido por el existencialismo y el psicoanálisis conduce sus novelas hacia una indagación en las honduras del ser humano. Piensa que la novela puede ayudar a los hombres a reconciliarse con el mundo y su vida. Esta problemática está presente en El túnel
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TENDENCIA DEL Realismo MÁGlCO, REALlSMO FANTÁSTlCO O LO REAL MARAVILLOSO
Consiste en la ruptura con el Realismo tradicional, que consiste en integrar lo mágico e imaginario en el plano de la realidad, es decir, que lo mágico aparezca en medio de lo real sin que se produzca ninguna sorpresa. Sus primeros representantes fueron:
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Miguel Ángel Asturias (Guatemala, 1899-1974): aborda de forma muy nueva los viejos temas.
En Señor Presidente (1946) trata la dictadura con técnica expresionista y alucinante. Obtuvo el premio Nobel en 1967.
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Alejo Carpentier (Cuba, 1904-1980): En El siglo de las luces (1962) desarrolla los sucesos históricos que sacuden las islas del Caribe a finales del siglo XVlll. No dejó de avanzar en la renovación narrativa.
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Juan Rulfo (México, 1918-1986): aporta una colección excepcional de cuentos con El llano en llamas (1953). También es autor de una novela magistral, Pedro Páramo (1955), donde se mezclan la vida y la muerte, lo real y lo sobrenatural, lo personal y lo social, que influirá decisivamente sobre los autores más jóvenes. Se centra en el tema de la revolución Mejicana pero lo enriquece con nuevas inquietudes.
La novela a partir de los años 60. El “boom” de la novela hispanoamericana
En los años 60, los lectores europeos quedan fascinados por autores como Cortázar, Vargas Llosa, García Márquez, Sábato, Fuentes…, sumados a los que hemos citado con anterioridad, situando en el primer nivel mundial a la narrativa hispanoamericana. Estos novelistas continuaban las innovaciones emprendidas por sus predecesores, llevándolas más lejos y aportando nuevos recursos, ampliando el universo temático, ahondando en el «Realismo mágico», experimentando con las estructuras, el lenguaje y el estilo, derrochando creatividad. Nos centraremos en la obra de tres autores, aunque la nómina de narradores valiosos debe incluir a otros (Mujica Láinez, Onetti, Lezama Lima, Uslar Pietri, Roa Bastos, Arreola, Donoso, Sarduy, Cabrera Infante, etc.):
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Gabriel García Márquez (Colombia, 1928): en sus novelas y cuentos destaca un pueblo imaginario llamado Macondo, trasunto de su Aracataca natal. En él ambienta El coronel no tiene quien le escriba y Cien años de soledad (1967), obra que causó un gran impacto en el mundo entero. En esta última se narra la historia de la familia Buendía a través de varias generaciones, mezclando realidad y fantasía de modo singular; se desarrolla en Macondo, que es un lugar imaginario que representa las distintas etapas por las que ha pasado la historia de Hispanoamérica desde sus inicios rurales hasta su ingreso en el mundo capitalista, aunque Macondo también simboliza un lugar mítico, la tierra donde lo popular, lo misterioso y lo fantástico se unen. Además hay que aludir a la soledad del título, que es la soledad del ser humano de la que solo se puede escapar por medio del amor y el sexo. Para el autor la novela es una transcripción poética de la realidad, una especie de adivinanza del mundo. La imaginación creadora y la facilidad para contar son las principales virtudes de García Márquez. Otras obras destacables son Crónica de una muerte anunciada (1981) y El amor en los tiempos del cólera (i986). Recibíó el premio Nobel en 1982.
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Julio Cortázar (Argentina, 1914-1984): destaca como un estupendo autor de cuentos Historias de cronopios y de famas y como un novelista en el que lo fantástico surge dentro de lo cotidiano mostrando la complejidad de lo real. Su novela Rayuela (1963) muestra su preocupación por la lengua y la creación literaria y es un alarde de maestría estilística y estructural como se puede comprobar en que admita varios itinerarios de lectura.
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Mario Vargas Llosa (Perú, 1936): A diferencia ‘ con otros narradores hispanoamericanos no incorpora en sus novelas elementos fantásticos sino que se mantiene en el plano de la realidad asombró con La ciudad y los perros (1962), novela ambientada en un colegio militar. Aunque quizá su obra cumbre sea Conversación en la catedral (1969), extensa novela en la que dos personas hablan de sus vidas fracasadas, logrando evocar todo un mundo. Tras una primera etapa dominada por un intenso experimentalismo, a partir de los años ochenta regresa a los caminos de la narratividad, la presencia de elementos autobiográficos y el humor.
ÚLTIMOS NOVELISTAS
Tras la internacionalización de la narrativa hispanoamericana, sus mejores autores siguen publicando, al mismo tiempo que se abren paso las nuevas generaciones. Los nuevos narradores acceden a un mercado mucho más atento a las novedades procedentes de Hispanoamérica, pero deben luchar por estar a la altura, cuando no a la sombra, de sus predecesores. Entre los novelistas destacan:
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Manuel Puig (Argentina, 1932) con obras modernas y culturalistas como El beso de la mujer araña (1976).
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Alfredo Bryce Echenique (Perú, 1939): sorprende por su sentido del humor y su capacidad para caricaturizar personajes y situaciones. Algunas de sus obras más representativas son Un mundo para Julius (1970).
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Isabel Allende (Chile, 1942): su obra es una muestra clara del influjo de García Márquez en la narrativa posterior. En ella se aprecian vetas mágicas, compromiso social y la voluntad de contar con sencillez. Su novela La casa de los espíritus (1982) supuso un éxito de ventas mundial. Otras narraciones suyas son Eva luna (1987), Paula (1994) e Hija de la fortuna (1999).
Como cuentistas, además de los ya señalados, debe destacarse la importancia del guatemalteco Augusto Monterroso y de los uruguayos Mario Benedetti y Eduardo Galeano, reconocidos en Europa fundamentalmente a partir de los años 80.
TEMA 12. TENDENCIAS NARRATIVAS A PARTIR DE LOS 70
Los años sesenta significan en la narrativa española los años de la experimentación. Llegados los años setenta, hemos de referirnos a un nuevo grupo de escritores conocidos como la Generación del 68 y cuyas primeras novelas empiezan a publicarse entre finales de los sesenta y principios de los setenta. Las carácterísticas más importantes son: se inician en la narrativa experimental, pero pronto evolucionan hacia formas tradicionales del relato; la anécdota vuelve a cobrar gran importancia; irrupción en la trama novelesca de otros géneros considerados menores (novela policíaca, novela de aventuras, folletín, etc.); la novela se desvincula del compromiso social y político; los problemas del hombre aparecen tratados desde su individualidad; y el tratamiento temático presenta una sensación de desencanto, aunque el tono empleado es jovial y lleno de notas humorísticas.
Aunque en sus comienzos el experimentalismo excede por su hermetismo, sin embargo, progresivamente, se vuelve a recuperar la narratividad de la intriga y los elementos clásicos del relato a lo largo de esta década con las obras de Luis Mateo Díaz, Eduardo Mendoza, Juan José Millás, Fernando Quiñones y Manuel Salado.
Son años de gran influencia de la novela policíaca norteamericana -Hamrnet o Chandler- y en España comienzan a surgir imitadores:
Mendoza o Vázquez Montalbán (y ya en los 80 Juan Madrid o Muñoz Molina)
. Es el primero con La verdad sobre el caso Savolta (1975) el que puede servir de referente, como punto de transición, en el sentido de que en esta novela “se utilizan moderadamente varios de los hallazgos técnicos de la novela experimental, pero en ella la trama novelesca vuelve a cobrar importancia”. Según algunos críticos con esta novela se cerró el experimentalismo y se abríó la nueva novela en España.
En 1975 se publica La verdad sobre el caso Savolta, de Eduardo Mendoza (1943), una novela clave en su momento, ya que tuvo un gran éxito debido a un argumento claro y a unos personajes definidos. Sin embargo, se introducen abundantes recursos técnicos como la mezcla de materiales narrativos diversos, el desorden cronológico, la parodia de otros géneros y la variedad de registros estilísticos.
Continuó su labor narrativa por el camino de la parodia de la novela policíaca con El misterio de la cripta embrujada (1979) y El laberinto de las aceitunas (1982). En 1986 vuelve a publicar una novela de “mayor entidad, La ciudad de los prodigios, en la que refleja los acontecimientos sociales y políticos de la vida barcelonesa desde 1988 hasta 1929. Títulos posteriores son La isla inaudita (1989), Sin noticias de Gurb (1991) y El año del diluvio (1992).
Otros autores representativos de esta generación son:
José María Guelbenzu (1944), cuya primera novela, El Mercurio (1968), participa de la corriente experimental y evoluciona en sus siguientes novelas hacia formas más tradicionales (El amor verdadero);
Manuel Vázquez Montalbán (1939), cultivador del género policíaco en Los mares del sur (1979) o La rosa de Alejandría (1984), Luis Mateo Díez (1942), Félix de Azúa (1944), Juan José Millás (1946), etc.
A partir de la muerte de Franco, se pensó que iba a aflorar la gran literatura, pero los primeros años de la transición fueron de desencanto generalizado e insatisfacción. Se pone de moda la narración política.
Sin embargo, ya avanzada la década, existirá una proliferación de tendencias: novela lírica (Umbral), histórica, fantástica, policíaca, crónica novelada, aventuras, metafísica, que demuestran, entre otras cosas, un evidente desconcierto narrativo. Podríamos citar básicamente dos tendencias en los 70, siguiendo a Vázquez Montalbán: novelas que recuperan la memoria (por ejemplo, Juan Marsé) y novelas que muestran la conducta social o individual, pero a través de un filtro de ironía (por ejemplo, Eduardo Mendoza).
Las tendencias narrativas de estos autores siguen vigentes en la novela actual y vienen a ser reafirmadas por los escritores de la generación de los ochenta entre los que destacan Javier Marías (1951), Rosa Montero (1951), Jesús Ferrero (1952), Julio Llamazares (1955) y Antonio Muñoz Molina (1956).
Las novelas se caracterizan por: el uso de formas narrativas tradicionales, la importancia que se confiere al relato, la ausencia de grandes pretensiones, el condicionamiento del aspecto comercial y, sobre todo, la amplitud y variedad temática.
La carácterística básica de la narrativa de los ochenta es la recuperación de la novela como ficción, unas veces con evidente finalidad evasiva o de simple divertimento otras. Novelas eróticas, psicológicas, costumbristas, sociales, políticas, policíacas a través de formas como el reportaje, la crónica, la parodia o la novela-ensayo- Existen múltiples tendencias:
La metanovela (El desorden de tu nombre, de Juan José Millás), novelas líricas o poemáticas (Makbara de Juan Goytisolo, Todas las almas de Javier Marías), novelas memoriales (La fuente de la edad de Luis Mateo Diez), novelas históricas (La ciudad de los prodigios de “Eduardo Mendoza), novelas policíacas o negras (Vázquez Montalbán), novelas de introspección psicológica (Historia de un idiota contada por él mismo de Félix de Azúa), novelas eróticas (Las edades de Lulú de Almudena Grandes)
La narrativa de los noventa se caracteriza por la diversidad, aunque es verdad que el novelista está mediatizado por las formas de mayor aceptación: ficción histórica, invenciones culturalistas, relatos metaliterarios con abundantes citas intertextuales, la novela negra… Además, se impone un tipo de narrativa comercializada y efímera. Se puede decir que la novela está gobernada por el mercado y que, además, se han creado grandes imperios editoriales, que se extienden también a los medios de comunicación.
Esta década si tiene algo de particular es por ser la década de los periodistas narradores:
Maruja Torres, Rosa Montero, Pérez-Reverté, También es la década de las mujeres-narradoras (Almudena Grandes, Soledad Puértolas, Lourdes Ortiz, Adelaida García Morales)