La Guerra Civil Española: Orígenes, desarrollo y dimensión internacional

La Guerra Civil: la sublevación militar y el estallido de la guerra. La dimensión internacional.

La Guerra Civil Española es el hecho más relevante y trágico ocurrido en España en el siglo XX. La oposición de los sectores conservadores de la sociedad a la democratización política y al reformismo social de la Segunda República, unido al violento enfrentamiento entre ideologías opuestas y a los conflictos que el nacionalismo y los temas religiosos provocaban, se tradujo en una sublevación militar que se inició el 17 de julio de 1936.

El contexto previo al levantamiento

Desde el triunfo del Frente Popular en febrero de 1936, la situación político-social fue empeorando rápidamente. El deterioro del orden público, unido al temor que en los sectores más conservadores despertaba el programa de izquierdas, propició que algunos mandos militares, muchos de ellos “africanistas”, conspirasen contra la República. Ante las sospechas, el gobierno había cambiado de destino a los militares más antirrepublicanos.

La planificación y el inicio de la sublevación

El levantamiento militar fue organizado por el general Mola desde Navarra y contaba con el apoyo de los grupos monárquicos, carlistas y falangistas, así como de algunos miembros de la burguesía financiera y terrateniente (March, Urquijo). La idea era iniciar una sublevación simultánea en diferentes ciudades que debía ejecutarse de forma rápida, para derribar al gobierno republicano, decretar el Estado de guerra y sofocar cualquier tipo de oposición. El régimen republicano sería sustituido por una dictadura militar provisional dirigida por el general Sanjurjo.

El asesinato del diputado monárquico derechista Calvo Sotelo, por un grupo de guardias de asalto como venganza por el asesinato del Teniente Castillo por los falangistas, fue el pretexto para el levantamiento militar, que los sublevados denominaron “alzamiento” contra el desorden, el comunismo y en defensa de la patria.

La sublevación la inició el coronel Yagüe en Melilla el 17 de julio. Al día siguiente, Franco, después de sublevarse en Canarias, se dirige a Marruecos para ponerse al frente del ejército de África. El 18 y 19 de julio la sublevación se extendió por la Península.

El fracaso del golpe y el inicio de la guerra

La sublevación triunfó en amplias zonas de la España rural, gran parte de Andalucía y de Extremadura y en ciudades como Sevilla, Zaragoza o Pamplona. Sin embargo, fracasó en grandes ciudades como Madrid y Barcelona debido a la acción conjunta de militares leales a la República y a la reacción de gran parte de la población y las organizaciones obreras. El golpe militar fracasado se convirtió en una Guerra Civil, porque los sublevados no se rindieron y la República no fue capaz de controlar la situación.

Desde ese momento, España queda dividida en dos zonas:

  • La zona republicana: que contaba con las zonas industriales y mineras, además de disponer de los recursos del Banco de España para la compra de armas. Aunque la mayor parte de la flota y la aviación permanecieron leales, el gobierno desconfiaba de los oficiales de tierra y optó por disolver el ejército y armar a los voluntarios de partidos y sindicatos (milicianos) al mando de militares leales. El territorio republicano quedó separado en dos zonas, una al norte y otra en el centro y este.
  • La zona sublevada: que controlaba las principales zonas agrícolas y que contaba con las experimentadas tropas africanas (la Legión y los Regulares), la mayoría de los oficiales y la Guardia Civil, así como numerosos voluntarios de las milicias organizadas por los partidos carlista y falangista. En cada zona, las clases altas y el campesinado medio apoyaron el levantamiento, mientras que obreros, pequeña burguesía y campesinos sin tierras, en su mayoría influidos por organizaciones de izquierda, fueron el soporte y defensa de la República.

La represión en ambos bandos

Más tarde, en las zonas controladas por los nacionales, la represión tuvo un carácter sistemático y planificado, dirigida a vencer la resistencia de la población mediante el terror: se procedió a la detención y ejecución de las autoridades fieles al gobierno y de todas las personas relacionadas con partidos de izquierda y sindicatos o sospechosos de tener ideas anticlericales o revolucionarias (García Lorca). En la zona republicana la represión fue espontánea y desigual, aparecieron numerosos grupos armados, algunos incontrolados y otros dirigidos por partidos y sindicatos de izquierda que procedieron a la detención y ejecución de religiosos. En noviembre fue ejecutado José Antonio Primo de Rivera en Alicante.

La dimensión internacional del conflicto

Desde el primer momento, la Guerra Civil tuvo una gran repercusión entre la opinión pública, intelectuales, medios de comunicación y gobiernos del mundo entero, porque anticipaba el enfrentamiento entre fascismo y democracia que estaba a punto de iniciarse en Europa. Tras el golpe militar, la República pidió ayuda a Francia, donde había también un gobierno de izquierdas, pero la inicial ayuda francesa quedó cortada por la presión británica que defendía la no intervención para evitar una internacionalización del conflicto que se convirtiera en el inicio de una guerra mundial.

Ambos países promovieron la formación del Comité de No Intervención, al que se sumaron 27 países (Italia, Alemania y la URSS incluidas) que decretó la neutralidad y prohibió el suministro de armas a los contendientes. La no intervención fue una farsa que impidió a la República -un régimen democrático y legítimo- conseguir armas para defenderse de una rebelión, mientras que las potencias fascistas ayudaron a los sublevados.

La ayuda exterior a ambos bandos

Ambos bandos recibieron ayuda exterior, sin la cual, seguramente, la guerra civil hubiera sido mucho más corta debido a la escasez de material militar y de repuestos en los dos bandos.

La República, se vio obligada a comprar armamento al único país dispuesto a venderlo, la URSS. Se utilizaron las reservas de oro del Banco de España para pagar las compras de material militar, y los primeros carros y aviones comenzaron a llegar para la defensa de la capital, en noviembre de 1936. Pero el armamento ruso tuvo serias dificultades para alcanzar la zona republicana y obligó a dedicar la flota a labores de escolta, perdiéndose así una importante baza militar, además su calidad y cantidad fue inferior al que recibieron los sublevados.

La otra ayuda que recibió la República fue la de las Brigadas Internacionales. Los brigadistas eran voluntarios procedentes de una gran variedad de países, reclutados por el Komintern, que ante la política de no intervención de sus gobiernos, decidieron venir a luchar a favor de la República y contra el fascismo. Se calcula que llegaron a España a lo largo de dos años unos 60.000 brigadistas y su ayuda fue importante, sobre todo en la defensa de Madrid y en las batallas de 1937 hasta la caída de Teruel, luego pasaron a desempeñar un papel secundario. Las Brigadas Internacionales constituyeron un ejemplo único de participación masiva de voluntarios en un conflicto bélico de otro país. Se retiraron de España a finales de 1938.

El gobierno mejicano de Lázaro Cárdenas prestó una entusiasta, aunque poco efectiva, ayuda al gobierno republicano.

El bando nacional recibió ayuda económica y militar de las potencias fascistas Italia y Alemania desde el primer momento, de forma constante y masiva. Las ayudas al bando nacional fueron, pues, tanto cualitativa como cuantitativamente superiores a las que recibió la República. Además de que la ayuda fuera casi inmediata, fue generosa, ya que no exigieron el pago inmediato, como hizo la Unión Soviética con la República.

Mussolini envió cerca de 70.000 soldados a lo largo de la guerra, además de abundante munición y material de guerra.

La Alemania nazi ofreció la ayuda más determinante en el ámbito militar, aunque no envió tropas, facilitó el traslado del ejército de África a la Península, vendió armas y envió a España a la Legión Cóndor, unidad de elite de la aviación alemana (que bombardeó Guernica), además de numerosos técnicos y asesores militares. La guerra española permitió a Hitler probar armas y estrategias de cara a la Segunda Guerra Mundial que estaba a punto de empezar.

La colaboración de Portugal (bajo la dictadura de Salazar) fue el control de la frontera, permitiendo la entrada de material de guerra para los sublevados, especialmente importante al inicio de la guerra cuando todavía no contaban con puertos propios. Irlanda envió también un batallón de voluntarios.

Estados Unidos se declaró “neutral”, y alentó la no intervención y la prohibición de venta de armas pero empresas como la petrolera Texaco, General Motors o Ford proporcionaron combustible y otros abastecimientos básicos.