La República Contenida
Para atajar la sublevación, el gobierno republicano de José Giral tuvo que organizar apresuradamente una fuerza militar capaz de oponerse a los sublevados. Para ello, entregó armas a las milicias de los partidos y sindicatos, y decretó la creación de batallones de voluntarios, en los que debían integrarse las milicias. En consecuencia, sindicatos y partidos de izquierda constituían la única fuerza armada capaz de defender la legalidad republicana.
En el verano y otoño de 1936, el poder del Estado sufrió un desplome casi total y fue sustituido por consejos, comités y juntas que se ocupaban del gobierno.
En los primeros meses de la guerra, se desencadenó en la zona republicana una respuesta popular espontánea contra todo lo que pudiera tener relación con los llamados “facciosos” (sublevados). La Iglesia, la burguesía, los propietarios y las clases acomodadas fueron objeto de una persecución que se escapó del control del poder republicano. Tuvieron lugar asesinatos, los llamados “paseos”, detenciones ilegales en las checas (cárceles clandestinas), saqueos e incendios de iglesias y conventos, y requisas de bienes y propiedades particulares.
Las fuerzas republicanas eran conscientes de la necesidad de aunar esfuerzos para ganar la guerra. En septiembre de 1936, Francisco Largo Caballero constituyó un nuevo gobierno formado por republicanos, socialistas, comunistas y anarquistas. El proyecto de Largo Caballero era recomponer el poder del Estado, militarizando las milicias y creando el Ejército Popular.
A partir de marzo de 1938, la vida era ya sumamente difícil en el territorio republicano. Una parte de las fuerzas políticas empezó a pensar en la imposibilidad de la victoria. Además, en septiembre de 1938, se firmó el pacto de Múnich, por el que Francia y Gran Bretaña reconocieron la ocupación de Chequia por Hitler o por los alemanes. Negrín, con la esperanza de que el inicio del previsible conflicto en Europa aligerara la guerra, acuñó el lema: “¡Resistir es vencer!”.
A finales de febrero, Gran Bretaña y Francia reconocieron el gobierno de Franco y, a primeros de marzo, Manuel Azaña presentó su dimisión como presidente de la República. A pesar de los esfuerzos de Negrín, la República tenía los días contados.
La Zona Sublevada y los Efectos de la Guerra
Los grupos políticos y sociales que habían dado su apoyo al alzamiento militar no tenían un proyecto común. El ejército fue el encargado de organizar el nuevo estado.
La muerte accidental, el 20 de julio de 1936, del general Sanjurjo, y el hecho de que la insurrección no triunfase, plantearon el problema del liderazgo. El 24 de julio se creó en Burgos la Junta de Defensa Nacional, integrada por militares. La misión de la junta era gobernar el territorio ocupado y sus primeras medidas fueron prohibir la actividad de todos los partidos políticos, suspender la Constitución y decretar la paralización de la reforma agraria.
Francisco Franco se impuso, sobre todo, después de conseguir que Hitler y Mussolini lo reconocieran como único interlocutor válido para negociar su apoyo a la sublevación. Los militares lo eligieron jefe del alzamiento, fue reconocido Jefe del Gobierno del Estado y Generalísimo de los Ejércitos.
Los sublevados habían prohibido, en el territorio que controlaban, todos los partidos políticos y todos los sindicatos. Solo actuaban como grupos políticos la Falange Española y de las JONS.
Inspirándose en el modelo de estado fascista italiano, en abril de 1937, Franco dio a conocer el Decreto de Unificación por el que se creaba un partido único: Falange Española y de las JONS. Franco sería jefe nacional de este partido único que adoptó el uniforme con la camisa azul de Falange y la boina roja de los carlistas, y el saludo fascista con el brazo en alto. Las resistencias fueron acalladas con el destierro o la prisión.
El proceso de institucionalización del nuevo estado franquista culminó en enero de 1938 con la formación del primer gobierno de Franco. A partir de entonces, pasó a ser llamado Caudillo de España. El nuevo estado se inspiraba en el fascismo.
Se suprimieron las libertades religiosa, política, sindical y de prensa, así como los estatutos de autonomía, y se restableció la pena de muerte. En marzo de 1938 se aprobó el Fuero del Trabajo, con un único sindicato que agrupaba a empresarios y a trabajadores, y se prohibieron las huelgas y las reivindicaciones obreras.
La construcción del estado franquista fue acompañada de una violencia extrema que comportó la aniquilación de los vencidos en los territorios que ocupaban. En ocasiones, personas relevantes fueron asesinadas, más que por su acción política, por lo que significaban como símbolos de la República. Fue el caso del poeta Federico García Lorca, asesinado en Granada a principios de la guerra.