La Guerra Civil Española: De la caída del Norte a la victoria de Franco

La caída del Norte

El primer gran revés republicano fue la conquista por Franco de toda la cornisa cantábrica: Vizcaya, Santander y Asturias. Tras la muerte de Mola en un accidente de aviación, la República emprendió ofensivas en otros frentes (Brunete, Aragón y Belchite), mientras Franco preparaba una nueva ofensiva sobre Madrid. Los republicanos retomaron Teruel, obligando a Franco a desviar sus tropas. Poco después, Franco reconquistó Teruel.

El plan de Franco era penetrar por el valle del Ebro y dividir en dos el territorio republicano, aislando Cataluña. Con este objetivo, orientó su ofensiva hacia Valencia y ocupó Castellón. La República respondió con una gran ofensiva: la batalla del Ebro.

La Batalla del Ebro y el fin de la guerra

La última gran batalla de la guerra, la del río Ebro, no logró detener el avance franquista. El ejército republicano, desgastado y sin el apoyo de las Brigadas Internacionales, fue perdiendo terreno. La descomposición política interna de la República culminó con el golpe de Estado del coronel Casado contra el gobierno de Negrín. Franco inició su ofensiva final en Cataluña. Tarragona y Barcelona cayeron sin luchar, seguidas de Gerona. Azaña y Negrín cruzaron la frontera, aunque Negrín regresó para liderar la resistencia republicana bajo el lema “¡Resistir es vencer!”.

Febrero fue un mes dramático. Mientras algunos, incluyendo a Negrín, querían continuar la guerra, otros buscaban pactar la paz con Franco. Este, sin embargo, solo aceptaba la rendición incondicional. En la región Centro, ya no se combatió. Casado creó un “Consejo de Defensa” contra el gobierno de Negrín, acusándolo de servir a los comunistas. Viendo la situación, Negrín y su gobierno abandonaron España. El intento de Casado de negociar con Franco fracasó. El 28 de marzo, Franco entró en Madrid, y el 1 de abril de 1939 comunicó el fin de la guerra.

Evolución política de la España republicana

La sublevación provocó la dimisión del gobierno de Casares Quiroga. Azaña encargó a Martínez Barrio formar un nuevo gobierno, pero este dimitió al no llegar a un acuerdo con Mola. José Giral formó un nuevo gobierno y entregó armas al pueblo.

El 5 de septiembre de 1936, Azaña nombró presidente a Largo Caballero, líder del PSOE, quien formó una amplia coalición con nacionalistas vascos y catalanes, republicanos, PSOE y Partido Comunista. El 4 de noviembre, remodeló el gobierno, coincidiendo con el ataque a Madrid. El gobierno se trasladó a Valencia.

Largo Caballero implementó reformas políticas (continuación de la reforma agraria, nacionalización de industrias) y militares (creación del Ejército Popular). Sin embargo, tuvo problemas con comunistas y anarquistas, divididos entre la revolución proletaria y la necesidad de fortalecer el Estado para ganar la guerra.

En mayo de 1937, se produjeron combates en Barcelona entre republicanos. Largo Caballero dimitió, y Juan Negrín formó un nuevo gobierno. Negrín, partidario de la unidad republicana, trasladó el gobierno a Barcelona. Intentó pactar la paz con Franco con “Los Trece Puntos de Negrín”, pero Franco los rechazó. Este acto llevó a Casado a enfrentarse a Negrín, buscando una rendición ante Franco.

Franco tomó el poder de Falange Española tras la muerte de su líder, José Antonio Primo de Rivera, y creó el partido de Falange Española Tradicionalista y de las JONS. El episcopado español apoyó al bando sublevado, publicando una carta colectiva en la que justificaba la guerra como una cruzada contra el comunismo.

Consecuencias de la guerra

La Guerra Civil tuvo devastadoras consecuencias: pérdidas humanas, exilio político, prisioneros de guerra, depuración política, y un grave impacto en la economía española.