La Guerra Civil en el País Vasco y el Estatuto Vasco

La Guerra Civil del País Vasco: El 18 de julio de 1936, el País Vasco se dividió geográficamente. Fue determinante en Gipuzkoa, donde algunos militares derechistas, junto a la guarnición de los cuarteles de Loyola, se sublevaron, pero fueron sofocados por las milicias de izquierda y la Guardia Civil. En Bizkaia, el gobernador civil mantuvo la tranquilidad en la provincia. De acuerdo con la tradición, se constituyó la Junta de Defensa de Gipuzkoa, formada por todas las fuerzas del Frente Popular, el PNV y la CNT. El coronel Beorlegui emprendía una ofensiva tomando la ciudad de Irun. La conquista de esta ciudad significaba el aislamiento de Francia de la zona norte republicana. En San Sebastián, los anarquistas estaban decididos a defender la ciudad, mientras que los nacionalistas eran partidarios de abandonarla por la imposibilidad de defenderla. El 12 de agosto se había formado la Junta de Defensa de Bizkaia; el 7 de octubre, las principales competencias pasaron al recién creado gobierno vasco, constituido al ser aprobado el estatuto por las Cortes. El nacionalista José Antonio fue proclamado lehendakari de un gobierno mixto de nacionalistas y republicanos, que se comprometió a salvaguardar las características nacionales del pueblo vasco. El aislamiento del territorio permitió una independencia de facto que fue aprobada por el gobierno vasco para crear moneda propia, policía, la ikurrina como bandera autonómica y no de partido, una política internacional y formación del ejército vasco. En noviembre, el gobierno vasco emprendió una ofensiva contra Villarreal, ¡llave del dispositivo defensivo alavés!, cuya ruptura habría significado la caída de Vitoria.


El Estatuto Vasco: El nacimiento del régimen republicano daba la oportunidad de cambiar el marco político. Los nacionalistas vieron la oportunidad de reivindicar el derecho de autonomía y adquirir una entidad institucional vasca. Al término de la Primera Guerra Mundial, el fervor autonomista aumentó en el País Vasco, impulsado por el triunfo de los movimientos nacionalistas en la Europa oriental y la formulación de los catorce puntos del presidente americano. En 1918, el gobierno liberal de Romanones creó una comisión para reconocer un estatuto para el País Vasco y repartir competencias entre el Estado y la región. Los nacionalistas se habían excluido de la conspiración republicana y los carlistas eran contrarios al régimen instaurado; sin embargo, el reconocimiento de las aspiraciones autonómicas fue apoyado por la proyectada república. El movimiento autonomista vasco se puso en marcha el 14 de abril de 1931, cuando José Antonio, alcalde nacionalista de Getxo, encabezó un movimiento de ayuntamientos en pro de la autonomía que culminó en la reunión de Estella. En la izquierda primaba la consolidación de la república, relegando la reivindicación autonomista a un segundo plano. Nacionalistas y carlistas optaban por el estatuto con la esperanza anticlerical republicana. El artículo más conflictivo del estatuto era el que reservaba la facultad de negociar concordatos con la Santa Sede.


El Benio de la CEDE: Las elecciones de 1933: Con la abstención de los anarquistas y una elevada participación católica, el 9 de noviembre de 1933, por primera vez, las mujeres acudieron a las elecciones, cuando la crisis económica alcanzaba su mayor intensidad. La división de las izquierdas que concurrieron por separado a las elecciones dio un giro; la derecha obtuvo un triunfo indiscutible, compartido con el centro representado por el Partido Republicano Radical de Alejandro Lerroux. Los comicios abrieron el parlamento a algunos. La política de la derecha: Los sucesivos gobiernos revisaron las reformas de Azaña y suspendieron las cortes, que tardaron en dar un respiro a la iglesia con leyes que aseguraban su actividad docente y el cobro de dinero público. Pero más grave que la algarabía callejera fue la radicalización de los líderes y militares del PSOE y UGT. En el País Vasco, cualquier oportunidad podía desatar un enfrentamiento, y llegó con motivo del estatuto del vino. Los ayuntamientos vascos cerraron filas en torno al último resto foral con distintas manifestaciones.


La Hora de la Izquierda: El Frente Popular: En 1935, los sucesivos gobiernos radicales-cedistas acentuaban su política moderada. La extrema derecha hostigaba a la CEDE, acusándola de tibia, y José Calvo, que se había exiliado al proclamarse la república, regresó para hacerse cargo del monárquico Bloque Nacional. Europa continuaba creciendo bajo el fascismo.

Las elecciones de febrero de 1936: La teoría frente-populista pronto pudo llevarse a la práctica en España. El desprestigio del gobierno, comprometido en sobornos y escándalos financieros, provocó las elecciones del 16 de febrero de 1936. El programa del Frente Popular era fundamentalmente socialdemócrata reformista, desbordando la posición original de la izquierda republicana. La derecha consiguió formalizar una alianza, pero careció del sentimiento de unidad que le dio a la CEDE el triunfo de 1933. La izquierda, por una ley que estimulaba la formación de coaliciones, presentó a los candidatos del Frente Popular, quienes consiguieron la mayoría absoluta necesaria para gobernar.