La Generación del 98: Contexto y Autores Clave

El último tercio del siglo XIX fue muy negativo para la sociedad española a causa de una serie de problemas que concluyeron con el Desastre del 98. Políticamente, la alternancia entre los conservadores y los liberales en el poder no satisfacía a una población descontenta que sufría dificultades económicas, así como el
atraso económico del país. Además de la sublevación de las colonias americanas, los problemas regionalistas constituyeron otra dificultad más para la maltrecha sociedad española. El ambiente era de descontento, de
dejadez en todos los sentidos, en un país donde la mayoría de la población vivía atrasada y miserable, cuando no hostigada por los caciques.
Cuba, Puerto Rico y Filipinas eran las últimas colonias de ultramar que España poseía hasta ese momento. Las guerras coloniales que se habían iniciado en 1895 fueron minando poco a poco la moral y la economía de un país ya de por sí desmoralizado ante el hundimiento que se presentaba. La pérdida de Cuba, Filipinas y Puerto Rico supuso el final de un sueño de grandeza, y obligó a replantearse el camino que el país llevaba. En este contexto, un grupo de intelectuales se pusieron manos a la obra: había que analizar las
causas de la decadencia y, por supuesto, buscar soluciones.

La Generación del 98

La Generación del 98 es una reacción contra el Realismo y el Naturalismo que se junta con una voluntad de innovación tanto en los temas como en las formas narrativas. Surge como consecuencia de la crisis moral, política y económica en España a finales del siglo XIX, del agotamiento de las formas narrativas y
de la influencia de escritores extranjeros en el pensamiento de los poetas del 98, lo que les llevó a la búsqueda de la esencia de España y a la reflexión sobre el hombre y su destino.
En este contexto, los novelistas del 98 dejan sentir su pesimismo. Los rasgos más destacados de la narrativa del 98 son los siguientes:
  • La pérdida de relieve de la historia y el argumento, que llegan a no importar, ya que la novela se centra en el mundo interior del protagonista y en las ideas que ese mundo interior transmite. Los conflictos internos del personaje sirven para que el lector reflexione.
  • Los escritores de esta generación ven en la novela el cauce adecuado para sus propósitos. Se centraron en el tema de España, que lo abordan desde perspectivas muy diferentes. El paisaje de Castilla se convierte en un símbolo de toda España. No se interesan por la Historia con mayúscula, es decir, la de los grandes hombres y las grandes batallas, sino por la historia del pueblo, de las personas que trabajan día a día, la de los hechos cotidianos, la del trabajo, la de las costumbres, la de “los millones de hombres sin historia”, calificada por Unamuno como intrahistoria.
  • La narración prescinde de la clásica división en capítulos: suele fragmentarse en estampas, producto de las percepciones del protagonista. La fragmentación, la elipsis, los saltos temporales, contribuyen a la indeterminación de los hechos narrados.
  • El narrador tiende también a diluirse, aunque cuando aparece (sobre todo en el caso de Baroja) es un narrador subjetivo que no se ahorra juicios de valor sobre personajes y situaciones.
  • Cobra mucha importancia el diálogo en el que los personajes mantienen una dialéctica que sirve como batalla de ideas, especialmente en las novelas de Unamuno.
  • Se rechaza el estilo de la generación literaria anterior (la retórica y la grandilocuencia), a favor de la sobriedad y la claridad. Al mismo tiempo, es una generación que contribuye a enriquecer el castellano buscando en las raíces populares.

Autores Clave

Miguel de Unamuno (1864-1936)

Miguel de Unamuno aporta a la narrativa un tipo de relato diametralmente opuesto al que estaban acostumbrados los lectores de la época. Defiende la novela como cauce para plantear problemas existenciales, de ahí que ni el argumento ni los caracteres de los personajes importen. Sí cobra una importancia fundamental el diálogo, que utiliza para tratar de resolver contradicciones y reflexionar sobre los asuntos que le preocupan: la existencia de Dios, la inmortalidad, el destino… La crítica no aceptó bien la estructura de sus primeras novelas, y el propio Unamuno las rebautizó como “nivolas”. Entre ellas, destacamos Amor y pedagogía, que mezcla lo trágico y lo cómico para demostrar que la ciencia no puede salvar al hombre de sus angustias; La tía Tula, donde la protagonista presenta un anhelo obsesivo de maternidad, tema ya esbozado en otros relatos de Unamuno; y San Manuel Bueno, mártir, la historia de Don Manuel, cura de aldea, que se debate entre propagar la mentira consoladora (la fe) o la verdad amarga (la soledad del hombre).

José Martínez Ruiz, “Azorín” (1873-1967)

José Martínez Ruiz, “Azorín”, cultivó el ensayo y la novela, y prácticamente borró las fronteras entre ambos géneros. Azorín resulta inconfundible por su peculiar estilo: el impresionismo descriptivo, el uso de una frase corta y de sintaxis simple, la frecuencia de un léxico castizo… Sus novelas de esta época son de dos tipos:
  • Aquellas en las que predominan los elementos autobiográficos y de impresiones suscitadas por el paisaje. El protagonista es Antonio Azorín (del cual tomará su seudónimo), personaje de ficción que se convierte en la conciencia de su creador. Estas novelas son un pretexto para desarrollar las experiencias vitales y culturales del autor. A ella pertenecen La voluntad (1902), Antonio Azorín (1903) y Las confesiones de un pequeño filósofo (1904).
  • En otras, Azorín abandona los elementos autobiográficos, si bien continúa reflejando sus propias inquietudes a través de personajes míticos: la fatalidad, la obsesión por el tiempo, el destino, etc. Una muestra de ello es Doña Inés (1925). A esta misma etapa pertenece Don Juan (1922), basada en la conversión cristiana del mito.

Pío Baroja (1872-1956)

Pío Baroja cultiva de forma casi exclusiva la narrativa (novela y cuento). Defiende una novela abierta, ya que considera ésta como un fluir en sucesión (“La novela en general es como la corriente de la historia: no tiene principio ni fin; empieza y acaba donde se quiera”), compone sus obras a través de una serie de episodios dispersos, unidos, muchas veces, por la presencia de un personaje central. La mayor parte de los personajes barojianos son seres inadaptados, que se oponen al ambiente y a la sociedad en la que viven, aunque impotentes, incapaces de demostrar energía suficiente para llevar lejos su lucha, acaban frustrados, vencidos y destruidos, en ocasiones físicamente, en muchas otras moralmente, y, en consecuencia, condenados a someterse al sistema que han rechazado. El escepticismo barojiano, su idea de un mundo que carece de sentido, su falta de fe en el ser humano le llevan a rechazar cualquier posible solución vital, ya sea religiosa, política o filosófica y, por otro lado, le conducen a un marcado individualismo pesimista. Baroja fue un “enfermo de la literatura” y de ahí su extensísima producción de novelas que agrupó en nueve trilogías y una tetralogía. Entre ellas destacamos las siguientes:
  • Tierra vasca: agrupa La casa de Aitzgorri (1900), El mayorazgo de Labraz (1903) y Zalacaín el aventurero (1909).
  • La lucha por la vida integra La busca (1904), Mala hierba (1904) y Aurora Roja (1904).
  • La raza está formada por El árbol de la ciencia (1911), La dama errante (1908) y La ciudad de la niebla (1909).
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