Quevedo
Fue en su época poeta conocidísimo desde muy joven. Sin embargo, no llegó a ver publicadas sus obras poéticas en vida, aunque muchas de ellas circularon de forma manuscrita. En 1648, su amigo González de Salas publicó buena parte de ellas en
El Parnaso español
. Un sobrino del escritor publicó en 1670 otra parte de sus textos poéticos, pero también con alteraciones diversas. Todo ello hace que la poesía de
Quevedo haya llegado hasta hoy con numerosos problemas textuales. La abundantísima
obra poética de Quevedo (unas mil composiciones) suele agruparse atendiendo a sus temas: poemas filosóficos, morales, religiosos, amorosos, satírico-burlescos y de circunstancias.
Poemas de tema grave (filosóficos, morales, religiosos):
Abordan temas típicamente barrocos como la muerte, la brevedad de la vida, la fugacidad del tiempo, la censura de vicios diversos o el desengaño, habitualmente desde una perspectiva en la que se funden el cristianismo y el neoestoicismo senequista.
Poemas amorosos:
Están impregnados de petrarquismo y neoplatonismo, aunque muchas veces el ideal amoroso se ve enturbiado por la presencia destructora de la muerte. Al lado de esta poesía amorosa sublime, cuya voz lírica suele ser la del propio poeta, son frecuentes también las composiciones en las que aborda
el amor en clave satírica, irónica, paródica, cómica o abiertamente erótica. Muy frecuentemente, el sujeto enamorado no es entonces el propio poeta.
Poemas satírico-burlescos
Predomina el verso octosílabo. Son los que más claramente ponen de manifiesto la capacidad para la agudeza y el ingenio lingüístico de Quevedo. Los objetos de su sátira son muy variados: mujeres, maridos burlados, judíos, médicos, boticarios, abogados, jueces, escritores (Góngora en particular), las modas, el poder del dinero, etcétera.
Temas
La clasificación de su poesía da una idea resumida de los temas carácterísticos de la obra poética de Quevedo. Gran parte de estos temas son tópicos literarios, pero Quevedo imprime siempre en ellos su sello personal.
El amor:
Sus
poemas amorosos de tono serio son claramente deudores de la tradición cortesana. En el Siglo XVII el petrarquismo estaba agotado. Su lenguaje, lastrado de tópicos, resultaba incapaz de expresar la ideología y las emociones que originalmente lo habían inspirado. Sin embargo, como poesía de análisis del pensamiento y del sentimiento, y como repertorio de vocabulario e imágenes aptas para plasmar la experiencia amorosa, el petrarquismo y la lírica cortesana se convirtieron en manos de Quevedo en excelente vehículo para la expresión de las preocupaciones metafísicas y el desengaño Barroco.Cuando Quevedo expresa en la lírica amorosa sus preocupaciones metafísicas, la mujer desaparece. En cambio, pasa a primer plano una resistencia angustiada a la mortalidad final del cuerpo. En el centro mismo de su poesía amorosa y de sus meditaciones líricas sobre la muerte se encuentra la angustia de la soledad.
La muerte, la vida, el tiempo
La muerte es una preocupación permanente en la poesía de Quevedo, que manifiesta siempre su horror al no-ser. Su poesía es un constante meditar sobre la brevedad de la vida, sobre la fugacidad del tiempo, que nadie es capaz de detener. La vida es una loca carrera hacia la muerte. El tiempo destructor todo lo puede, pero es a la vez inaprensible, no para un momento y, entre tanto, angustiosamente, la vida se escapa de modo irremediable.
La realidad como apariencia: el pesimismo Barroco
Como todo está en constante movimiento, la realidad es, en consecuencia, cambiante y contradictoria. Lo que se ve no es más que apariencia engañosa, empezando por el amor mismo. Y de ahí el desengaño típicamente Barroco y la actitud desconfiada propia de quien no advierte seguridad alguna.
La decadencia española: el desengaño
Este hondo pesimismo quevedesco, esta visión desolada del hombre y del mundo es indisociable de su percepción de la decadencia española. Todos los valores que defiende (amor, honor, etc.) son los viejos ideales nobiliarios que a su alrededor se desmoronan. Ello explica sus sátiras crueles de todo tipo de novedades, ya sean literarias (Góngora, el culteranismo), ya científicas, de costumbres, modas, etc. Y explica su añoranza de la sociedad estamental donde todo hombre tenía un lugar predeterminado en el mundo, en la que el dinero no trastocaba valores ni condiciones sociales. Este desengaño quevedesco trasciende las circunstancias específicas de su persona y su entorno histórico-social para alcanzar, gracias a su ingenio de escritor, inigualables honduras meditativas sobre la condición humana.
Estilo
Los rasgos del conceptismo son aplicables a la poesía de Quevedo: son constantes en ella juegos de palabras, equívocos, dilogías, polisemias, paronomasias, hipérboles, antítesis, paradojas, deformaciones grotescas, etcétera.Quevedo domina la lengua en sus más variados registros (culto, coloquial, vulgar), al tiempo que conoce a la perfección los recursos retóricos propios de la lírica renacentista, incluidos los de carácter métrico. Por ello, se advierte en sus poemas un consumado dominio de las formas que utiliza, lo que es particularmente significativo en sus más de quinientos sonetos. Consigue en ellos unas creaciones geniales tanto por su uso magistral de la lengua como por su perfección formal, al obligarse a condensar al máximo la expresión. Llega con ello a la culminación del principio conceptista de decir mucho con pocas palabras, obligado como viene por la limitación de sílabas, versos, rimas o acentos. El soneto es, sin duda, el ejemplo máximo de esta perfección poética.Conviene indicar, en fin, una carácterística muy peculiar de la lengua poética de Quevedo: su intensidad afectiva. El apasionamiento del poeta se vierte en sus textos mediante la abundancia de oraciones interrogativas, exclamativas y apelativas, mediante llamadas directas al lector (apóstrofes, vocativos, imperativos, pronombres y verbos en segunda persona, etc.) o mediante el frecuente uso de diminutivos y aumentativos de carácter afectivo. El temperamento de Quevedo, inquieto, violento y atormentado, brota esporádica y abruptamente en su poesía, quebrando la armónía y equilibrio renacentistas consustanciales a los motivos y formas tradicionales de los que parte el escritor. Por eso, su poesía es profundamente original, porque, como en Lope de Vega, pero de otro modo, la vivencia personal del poeta inunda sus poemas.