LA FILOSOFÍA CONTEMPORÁNEA I. EL SIGLO XIX
El punto de partida: la filosofía kantiana y la Ilustración
La Filosofía Contemporánea, tanto en el s. XIX como en el s. XX, hay que entenderla en diálogo permanente tanto con las ideas como con el orden social y político que surgen de la Ilustración. En ella podemos diferenciar dos tendencias contrapuestas:
- La que ahonda en los principios de la Ilustración, su modelo de racionalidad y de conocimiento (esto es, la ciencia) y que cree en las posibilidades de progreso que estos modelos proporcionan.
- La que, partiendo de la crítica que ya anticipaba Rousseau, se muestra sospechosa de este modelo de conocimiento por reducir al hombre, o al menos exagerar la importancia de la razón, que no es más que una de las dimensiones humanas, reivindicando otras dimensiones menospreciadas por el pensamiento moderno (la irracionalidad, los sentimientos, la vida…).
La pluralidad de filósofos, escuelas y corrientes de pensamiento que pueblan la Filosofía de los siglos XIX y XX se alinean dialécticamente en uno de estos dos polos, herederos ambos de las ideas ilustradas.
Por otro lado, la filosofía contemporánea es heredera del pensamiento kantiano. Kant (1724-1804) es considerado una de las figuras claves en la Historia de la Filosofía, hasta el punto que se puede afirmar que existe un antes y un después de Kant en Filosofía (Hegel llegó a afirmar que después de Kant o la filosofía se reinventaba a sí misma, o los filósofos deberían dedicarse a hacer Historia de la Filosofía).
En primer lugar, porque Kant parece ofrecer una solución inapelable (o al menos la respuesta de Kant es punto de partida obligado para quien quiera plantearse estos problemas) a dos de los grandes problemas que habían sido centrales en la Filosofía desde su nacimiento:
El problema del conocimiento
: El idealismo transcendental kantiano supera la tradicional dicotomía racionalismo-empirismo a la hora de plantear la cuestión sobre el origen y los límites del conocimiento al señalar que todo conocimiento procede de la experiencia, pero es organizado a través de las condiciones a priori que impone el sujeto.La ética
: Partiendo de una posición que puede calificarse de intelectualismo moral –la racionalidad expresada en el imperativo categórico– con su concepto de voluntad supera tanto la incapacidad del intelectualismo de explicar las motivaciones para actuar como el emotivismo de Hume.
En segundo lugar, porque Kant termina con la identificación de la Filosofía con el Saber, convirtiendo a la filosofía en una actividad que deja de ser el modelo de conocimiento en favor de la ciencia, y que ahora actuará como un saber de segundo grado, cuya finalidad es organizar y sistematizar el conocimiento relacionando los diferentes conocimientos con los fines de la razón.
Por estas razones, la filosofía después de Kant debía convertirse en otra cosa, o como afirma Hegel, limitarse a ser Historia de la Filosofía, y lo hará convirtiéndose en “diálogo del hombre con su tiempo”, que como la lechuza de Minerva levantará sus alas al atardecer, es decir, se convierte en un saber de segundo orden que reflexiona sobre los conocimientos proporcionados por otras disciplinas.
Características y tendencias en la filosofía del s. XIX. Principales filósofos
Podemos mencionar como características de la filosofía del s. XIX (y en general la filosofía contemporánea) las siguientes:
Asistematicidad
. Después de Kant, prácticamente ningún filósofo buscará construir un sistema completo de Filosofía, y la filosofía se volverá asistemática, centrándose en la reflexión sobre aspectos concretos.[1]La preocupación por los asuntos sociales e históricos
. Si la filosofía es diálogo del hombre con su tiempo, el tiempo del s. XIX está marcado por las consecuencias para la vida de los hombres que se siguen de la doble revolución social (Revolución francesa) y económica (Revolución industrial) y que marcan el acontecer histórico de un largo siglo XIX comprendido entre las fechas 1789 y 1917.Contraposición entre Filosofía y Ciencia
. Alternándose los que conciben a la filosofía como una actividad (saber de segundo orden) delegando en la ciencia el papel de ser modelo de saber, y los que pretenderán recuperar el estatus científico para la filosofía, a través de la formulación de un método propio.La independencia de disciplinas
, tales como la psicología y la sociología, que alcanzarán el estatus de ciencias al aplicar el método científico a las cuestiones que los filósofos se venían planteando desde la antigüedad (el origen y funcionamiento de la sociedad, el alma, etc.).El interés por el lenguaje
como objeto de estudio filosófico, completándose la tríada parmenídea Ser-Pensar-Decir, de la que la Filosofía se había interesado tradicionalmente por el ser (metafísica) y el pensar (epistemología).
Si prescindimos de criterios cronológicos, podemos agrupar los filósofos y las principales corrientes de pensamiento del siglo XIX en las siguientes tendencias:
a) La reacción frente a la filosofía kantiana. Hegel y el Romanticismo.
El idealismo transcendental de Kant estableció claramente que todo conocimiento es en realidad una construcción o elaboración de la información que nos proporcionan los sentidos (siguiendo a Hume, la experiencia sensible es el horizonte límite de todo conocimiento) a través de las estructuras a priori del sujeto (espacio/tiempo + categorías). Como consecuencia inmediata de esta teoría se sigue, en primer lugar, la radical imposibilidad de conocer la realidad en sí (el noúmeno) y, en segundo lugar, el estrecho margen en el que opera la razón pura para obtener el conocimiento (la posibilidad de los juicios sintéticos a priori). Ante esta perspectiva surgen dos tendencias que ahondan en las consecuencias de esta teoría.
En primer lugar, el movimiento romántico (especialmente el romanticismo alemán, que no sólo es un movimiento literario, sino que es formulado también por filósofos, y que extrae su razón de ser precisamente de un posicionamiento filosófico que busca contraponerse a la idea de razón ilustrada y kantiana) representado por escritores y poetas como Goethe, Hölderling o Novalis, y filósofos e historiadores como Schiller. El Romanticismo busca superar los límites impuestos por Kant a la razón, reivindicando otros usos y expresiones de la misma –a través del arte sobre todo– e incluso de lo irracional –el sentimiento o la fe religiosa–. Reaccionan así contra el reduccionismo que supone considerar que lo que define al hombre es en exclusiva la racionalidad, y esta, a su vez, se reduce a racionalidad teórica.
Hegel (1770-1831) es, junto con Fitche, el máximo representante del Idealismo alemán, que extrae las últimas consecuencias del idealismo transcendental kantiano. Si todo conocimiento es una representación o construcción fenoménica de la realidad, y si por ello el noúmeno –la realidad en sí– física y objetiva es inalcanzable, entonces en realidad la realidad física no es más (o en todo caso es indistinguible) de la realidad pensada: “todo lo real es racional, y todo lo racional es real”. Es decir, la idea se impone a la materia.
Para ejemplificar esta identificación entre pensamiento y realidad, Hegel realiza un análisis de la Historia, influido por los acontecimientos históricos (la Revolución Francesa y las guerras napoleónicas) del momento. Para Hegel, la libertad reside en primer lugar en el pensamiento, y es el pensamiento el que busca transformar la realidad (tesis). La Revolución Francesa, en efecto, supone el triunfo de las ideas, que tomadas como ideales, dirigen la acción transformadora del hombre sobre la realidad. Por primera vez, los cambios sociales fueron llevados a cabo por hombres que eran muy conscientes de lo que querían conseguir y, partiendo de las ideas ilustradas, plasmaron su proyecto en la Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano. Así, para Hegel, la Historia es la manifestación objetiva (realidad) del espíritu subjetivo (idea), que actúa de acuerdo con unas leyes dialécticas en tres momentos: en primer lugar, está la unidad originaria, ante la que surge una división conflictiva pero desarrolladora y, finalmente, se produce una vuelta a la unidad, pero ahora enriquecida por el desarrollo anterior. En este avance dialéctico puede que materialmente se produzcan retrocesos (guerras, con la destrucción tanto de seres humanos como de bienes materiales), pero estos retrocesos no hacen sino contribuir al progreso general de la Historia[2].
La filosofía de Hegel resultó muy influyente tanto en la filosofía marxista como para la formación de ideologías totalitaristas (influencia en los movimientos nacionalistas de mediados del s. XIX), que vieron en el Estado la manifestación objetiva del espíritu subjetivo hegeliano y entendieron que su avance estaba por encima de los individuos concretos.
b) La crítica de los valores ilustrados: idea de cultura e idea de progreso. Marx y Nietzsche.
Paul Ricoeur denominó a Marx, Nietzsche y Freud como filósofos de la sospecha por entender que sus filosofías buscan desenmascarar lo que se esconde bajo los valores ilustrados de racionalidad y verdad (Nietzsche), de la ideología liberal (Marx) y de la supuesta racionalidad de las acciones humanas (Freud).
La filosofía de Marx (1818-1883) arranca y se contrapone al pensamiento de Hegel. El punto de partida es el análisis del cambio histórico que, como en Hegel, tiene una estructura dialéctica. Pero, al contrario que Hegel, Marx no es idealista, sino materialista, entendiendo que la idea no se impone sobre la materia, sino que son las condiciones materiales las que determinan las ideas (ideología). Las ideas, lejos de ser el programa que transforma la realidad, son la justificación a posteriori de las transformaciones que se producen en la sociedad y que es utilizada por la clase dominante para justificar el estado de cosas existente. La filosofía marxista, denominada por ello Materialismo Dialéctico, buscará clarificar, en primer lugar, cuáles son las condiciones materiales en las que se desarrolla la vida de las personas (la organización del trabajo y de la propiedad de los medios de producción) para después explicar el cambio social como resultado de la lucha por el control sobre dichas condiciones materiales que hacen posible la existencia humana. En el contexto de la Revolución Industrial, el pensamiento filosófico y económico de Marx sirvió de programa político para una nueva clase social emergente, el proletariado, que se fijó como meta política la revolución frente a su clase dialécticamente antagónica –la clase burguesa– por el control de estos medios de producción y que, eventualmente, terminaría realizándose en la Revolución Rusa de 1917.
La filosofía de Nietzsche (1844-1900) es una reacción contra el idealismo imperante durante gran parte del s. XIX y contra el excesivo cientificismo que resulta de la Ilustración y que alcanza en el positivismo su momento culmen. Nietzsche arranca de la reivindicación de los románticos de que el hombre es más que la razón, hasta llegar a afirmar que precisamente la razón es lo que menos caracteriza al hombre. Nietzsche realiza una crítica radical (filosofía del martillo) contra la cultura y la filosofía occidentales que han identificado cultura y educación con razón, reduciendo al hombre exclusivamente a la dimensión racional y olvidando o menospreciando la principal característica del ser humano: el instinto (la idea prima sobre la materia). En esta tarea reduccionista, la religión judeo-cristiana ha jugado un papel importantísimo en opinión de Nietzsche, al menospreciar la vida y el instinto, considerando su negación como la condición imprescindible para alcanzar la verdadera vida que no se alcanza en la Tierra, sino en el Cielo. Para negar esta vida transcendente y que el hombre se centre en la vida terrenal, que es la única que existe, Nietzsche afirmará la muerte de Dios y anunciará un hombre nuevo: el superhombre.
Así, la filosofía de Nietzsche se denomina vitalismo, en contraposición a racionalismo, ya que descansa en el irracionalismo y en la afirmación de la vida como realidad radical del ser humano. Para el irracionalismo, la Razón y su poder discursivo son inadecuados para captar la realidad, la verdadera realidad. La razón no es la facultad exclusiva del hombre para ver la realidad, también están la inspiración poética, la intuición, el instinto, la visión profética, el inconsciente, etc. Además de Nietzsche, otros representantes de esta corriente son Schopenhauer, Bergson, Unamuno y, en el plano del historicismo o raciovitalismo, Ortega y Gasset y Dilthey.
c) La problemática entre filosofía y ciencia.
El gran avance en el conocimiento científico que se produce en la modernidad a partir de la adopción del método hipotético-deductivo desplazó a la filosofía como ideal y modelo de conocimiento de la realidad. Si todavía en el s. XVII Descartes entendía que la Filosofía era el árbol que representaba el conjunto del saber, siendo las distintas ciencias sus ramas, y en 1687 Newton todavía publica su libro principal de física bajo el título de “Principios matemáticos de filosofía natural”, tras la obra kantiana la filosofía se convierte en un saber de segundo orden, que reflexionará sobre los avances que proporciona la ciencia, vigilando que esta no supere los límites de la razón pura e integrando en las respuestas últimas las respuestas parciales que la ciencia proporciona. El enorme desarrollo de las ciencias en el s. XIX ensanchará aún más, si cabe, la brecha entre ciencia y filosofía.
Sin embargo, no todos los filósofos aceptaron esta “bajada de categoría” de la filosofía, y en el s. XIX surgen varias corrientes que buscan devolver a la filosofía su estatus de ciencia, dotándola de aquello que ha hecho avanzar tan notablemente a la ciencia: el método.
El francés Augusto Comte y el inglés Herbert Marcuse buscan aplicar el método científico a la filosofía, que entienden que debe ceñirse al límite marcado por Kant –la experiencia– y abandonar definitivamente las cuestiones metafísicas. El nombre de la corriente que inauguran, el positivismo, hace referencia precisamente a esta pretensión de tratar lo que es tangible, objetivo, experimentable, despreciando las cuestiones metafísicas sobre las que no se puede avanzar en el conocimiento al no poderse realizar experimentos que demuestren la verdad o falsedad de sus enunciados. Para el positivismo, el único conocimiento auténtico es el conocimiento científico y, por ello, si la filosofía aspira al conocimiento debe convertirse en ciencia y dejar de preguntarse el porqué y el para qué de las cosas, sino solamente el cómo de los hechos, lo efectivo, lo positivo, lo verificable.
De la aplicación del método científico a las cuestiones filosóficas, el positivismo logró la escisión de dos disciplinas que pasaron a convertirse en ciencias de pleno derecho: la sociología y la psicología.
El positivismo influye notablemente en una de las primeras corrientes del s. XX, el neopositivismo o positivismo lógico, que buscará aplicar los criterios positivistas al lenguaje de la filosofía, convirtiendo el análisis del lenguaje en la principal tarea de la filosofía.
La Fenomenología, iniciada por E. Husserl, constituye el otro intento de encontrar un método que devuelva el estatus de ciencia a la filosofía, si bien no intentará aplicar el método científico al entender que la filosofía tiene unas características y un objeto de estudio propios. La filosofía, lejos de convertirse en una ciencia positiva más, debe aspirar a ser la ciencia que dé razón última a todas las ciencias, al establecer las condiciones de posibilidad de las mismas (en línea con el idealismo transcendental kantiano). La función de la filosofía consiste en legalizar un modelo teórico universal (sentar las bases de posibilidad del conocimiento), que luego, en un segundo momento, aplicarán las ciencias particulares. La utilidad de la filosofía consiste, por lo tanto, en servir de método, no en ser un conocimiento particular.
Así, partiendo del idealismo transcendental kantiano y de la diferencia entre fenómeno y noúmeno, la fenomenología busca establecer la relación que hay entre los hechos (fenómenos) y el ámbito en que se hace presente esta realidad (psiquismo, la conciencia). Pero como esta relación ya está mediada por las condiciones a priori del sujeto, si queremos conocer la realidad objetiva, Husserl propondrá el método de la epojé, o suspensión del juicio. Reconociendo que todo conocimiento que ya poseemos es una construcción y estudiando los mecanismos por los que se realiza dicha construcción, estaremos en situación de poder diferenciar estrictamente los fenómenos tal y como son antes de ser aprehendidos por las estructuras a priori de la razón, de los fenómenos una vez aprehendidos, y por lo tanto construidos, por dichas estructuras.
La fenomenología de Husserl influyó notablemente en corrientes posteriores del s. XX, tales como el ontologismo de Heiddeger o el raciovitalismo de Ortega y Gasset (ambos fueron discípulos de Husserl) o el existencialismo de Sartre. Todas estas corrientes pretenden, siguiendo a la fenomenología, establecer cuáles serían las condiciones de la vida humana originarias antes que actúe el pensamiento y le aplique sus categorías. Así, por ejemplo, el existencialismo criticará las definiciones esencialistas del hombre (ser racional, hijo de Dios, etc.) y afirmará que el hombre es esencialmente su existencia libre.