La Europa de la Restauración y los Orígenes del Movimiento Obrero

La Europa de la Restauración

Tras la derrota de Napoleón, las grandes potencias europeas intentaron una vuelta a la situación anterior. Para ello, sus representantes se reunieron en Viena en el llamado Congreso de Viena, donde se aprobaron dos tipos de resoluciones: un nuevo mapa de Europa y, sobre todo, un sistema político-ideológico, la Santa Alianza, base de los nuevos regímenes políticos.

Hacia una Restauración Moderada

Los objetivos principales eran asentar un orden estable, inspirado en el Antiguo Régimen y evitar la vuelta de la revolución. La liberación de las cargas feudales a los campesinos y la igualdad jurídica de los ciudadanos se mantuvieron en los países en los que se habían establecido con más fuerza.

El nuevo monarca francés Luis XVIII de Borbón, otorgó una constitución con muchos postulados de carácter liberal moderado, respeto a la nueva nobleza, creada por el imperio, mantuvo el Código Civil napoleónico y ni siquiera se atrevió a devolver los bienes de la Iglesia y de la antigua nobleza, que ya estaban en otras manos.

La Europa que surgió del Congreso de Viena fue una Europa muy diferente de la anterior a 1789.

El Congreso de Viena

En Viena los representantes de las principales monarquías europeas sentaron las bases territoriales y políticas de la restauración europea. Austria, Prusia, Gran Bretaña y Rusia, y también asistieron: España, Portugal y Suecia.

El Imperio austriaco se aseguró una fuerte influencia en la península italiana. Se decidió el retorno de la familia de los Borbones al Reino de las Dos Sicilias y se confirmó la existencia de los Estados Pontificios. Rusia se expandió hacia el oeste, Prusia aumentó su territorio, Holanda, Bélgica y Luxemburgo formaron el Reino de los Países Bajos, Suecia se incorporó a Noruega y parte de la actual Finlandia y Dinamarca se anexionó los ducados de Holstein y Lauenburgo.

En Alemania se estableció la Confederación Germánica que estaba compuesta por 41 estados diferentes. Austria y Prusia eran los poderes dominantes junto con Prusia, y con una Gran Bretaña que aseguró el dominio de los mares, fueron las naciones más beneficiadas por el Congreso de Viena.

El Nuevo Orden Europeo: La Santa Alianza

El Congreso de Viena estableció también mecanismos para garantizar el nuevo orden político europeo. Las cuatro grandes potencias que derrotaron a Napoleón, más la Francia de los Borbones restaurados, acordaron reunirse periódicamente para tratar los asuntos internacionales.

Por su parte, Rusia, Austria y Prusia llegaron a un acuerdo bautizado como Santa Alianza, en el que se comprometían a guiarse en su conducta política por principios que ellos consideraban propios de la religión cristiana y tenían como objetivo establecer el derecho de sus miembros a intervenir en cualquier país en el que brotaran amenazas revolucionarias.

En Francia, los movimientos sociales y políticos comenzaron a socavar el orden establecido por la restauración. La constitución establecía un sistema bicameral: la Cámara de los Pares era nombrada por el monarca, la Cámara de los Diputados departamentales era elegida por sufragio censitario entre contribuyentes varones mayores de 40 años. A pesar de estas limitaciones, su composición era cada vez más liberal.

Gran Bretaña funcionaba con un sistema político parlamentario en torno a dos partidos, por lo que el poder del monarca estaba sometido al parlamento. Austria, Prusia o Rusia procuraron reprimir los intentos de promover un sistema que siguiera el modelo británico.

En Prusia se llevó a cabo una serie de reformas “desde arriba”.

Los Movimientos Revolucionarios de 1820

En aquellos países en los que la restauración pretendió ser total y absolutista, como fue el caso de España gobernada por Fernando VII, la situación era más inestable y condujo rápidamente a estallidos revolucionarios.

La primera oleada revolucionaria tuvo lugar en el Mediterráneo: España, Nápoles y Grecia. El absolutismo de Fernando VII resultaba inviable en España: el país se encontraba arruinado, los caudales se iban reduciendo y el retorno al Antiguo Régimen y sus privilegios fiscales dificultaba la obtención de nuevos recursos para el Estado.

Fernando VII se vio obligado a ceder y tuvo que jurar la Constitución liberal de marzo de 1812.

Los miembros de la Santa Alianza se alarmaron, cuando parecía que el contagio se extendía a otros países. El sistema de los congresos funcionó. El Congreso de Verona decretó la intervención en España, que se encargó a un cuerpo del ejército francés. Los Cien Mil Hijos de San Luis entraron por la frontera francesa y acabaron restableciendo a Fernando VII en el poder absoluto.

Uno de los mayores problemas para la estabilidad europea era la llamada cuestión de oriente, provocada por la debilidad que mostraba el Imperio turco ante el despertar de los pueblos de los Balcanes. Los griegos se levantaron en armas contra los turcos y su lucha despertó las simpatías y el apoyo de la opinión pública europea. Las potencias occidentales impusieron al sultán la completa independencia de Grecia.

Las Revoluciones de 1830

La ola revolucionaria de 1830 se expandió por Francia, Bélgica, Polonia, Italia y Alemania.

En Francia, el rey francés Carlos X, dio un giro reaccionario a su política con medidas como la supresión de la libertad de prensa y la disolución de la Cámara de Diputados. El pueblo de París consiguió derrotar al ejército real.

El monarca Carlos X tuvo que exiliarse. Los diputados nombraron rey a Luis Felipe de Orleans. Francia se dotó de una constitución más liberal.

En Polonia hubo alzamientos liberales y nacionalistas que fueron reprimidos por las tropas rusas.

En España la muerte de Fernando VII abrió un periodo de transformaciones liberales y de guerra civil entre carlistas y liberales moderados.

El mapa de Europa diseñado por el Congreso de Viena se vio alterado por la independencia de Bélgica. El liberalismo avanzaba lentamente en Europa occidental, mientras que el inmovilismo y la represión seguían negando la libertad en la Europa oriental.

Al otro lado del océano, se independizaban la mayor parte de las colonias de España y Portugal.

El Movimiento Obrero

Los Orígenes del Movimiento Obrero

Con la industrialización, las formas de organización y de acción de las clases explotadas iba a variar.

Con la abolición del Antiguo Régimen, campesinos y artesanos quedaron libres de cargas feudales y ataduras gremiales. Estos trabajadores comenzaron a acudir en número creciente a las fábricas. La mano de obra era abundante, por lo que las condiciones de la contratación y el nivel de salarios eran desfavorables. Surgieron así constantes motivos de conflicto social.

La conflictividad social se orientó hacia la mejora de las condiciones laborales, la reducción del horario y el aumento del salario.

Las Primeras Asociaciones de Trabajadores

Las asociaciones de trabajadores se formaron en los primeros tiempos de la industrialización: algunas procedían de la anterior organización gremial.

El derecho de asociación y reunión fue una de las primeras reivindicaciones que plantearon los trabajadores. Pronto el motor principal de asociacionismo obrero fue la defensa colectiva de las condiciones salariales y laborales de un oficio, así como la reivindicación de la mejora de estas. La huelga solía ser el principal instrumento de presión.

El término sindicato designa desde finales del siglo XIX la asociación de trabajadores fundada para la defensa de sus intereses.

Las Primeras Acciones Obreras: El Ludismo

Las primeras aplicaciones de las máquinas textiles provocaron un visible empeoramiento de las condiciones de trabajo. No es extraño que artesanos y trabajadores expresaran su protesta destruyéndolas imitando a Ned Ludd. De este personaje se derivó el nombre de ludismo, referido a las acciones organizadas por los trabajadores británicos que destruían las máquinas que les quitaban sus puestos de trabajo.

La introducción de nueva y moderna maquinaria en una actividad productiva suponía despedir a algunos trabajadores, disminuir los salarios y hacer innecesaria la tradicional cualificación artesanal. Por ello, una de las reacciones más características de los trabajadores fue la destrucción de las nuevas máquinas.

La Lucha Política: El Cartismo

El cartismo fue un importante movimiento de masas, cuyo auge se produjo entre 1838 y 1848, y que se propuso conseguir derechos políticos para los trabajadores.

En 1838, la Asociación de Trabajadores de Londres, dirigida por el ebanista William Lovett, elaboró la Carta del Pueblo, que se presentó respaldada por más de un millón de firmas. El parlamento británico rechazó tres veces las peticiones de la Carta y el gobierno reprimió las huelgas y los intentos de insurrección de los sectores más radicales del cartismo.

Pero su existencia obligó al Estado británico a emprender la regulación de las relaciones laborales. No obstante el cartismo anticipó las acciones de reforma social que iban a promover los partidos obreros desde los parlamentos o desde su participación en los gobiernos.