La crisis final del régimen autoritario
El asesinato de Luís Carrero Blanco en 1973, hombre de confianza del dictador, conmovíó los cimientos del Régimen nacido de la Guerra Civil. La victima, como presidente del Gobierno, era el garante de la continuidad política y dirigía el endurecimiento de la represión, no sólo contra «el engranaje de la subversión», como denominaba al tándem constituido por el PCE y CCOO, sino contra la universidad. Del repliegue represivo que representaba dejó constancia, entre 1970 y 1972, con los ocho trabajadores en huelga tiroteados por la policía en Granada, Ferrol y Vigo, o con los centenares de estudiantes que, al tiempo, fueron encarcelados, mientras que decenas de profesores no numerarios fueron expulsados de universidades publicas.
Tras la desaparición de Carrero Blanco, Franco, en una sorprendente decisión, nombró como sucesor en la presidencia del Gobierno a Carlos Arias Navarro, el ministro de Gobernación del gobierno anterior, precisamente el máximo responsable de la policía cuando tuvo lugar el atentado de ETA. Identificado también personalmente con el dictador desde los tiempos de la Guerra Civil, la pretensión del elegido no fue otra que afianzar un régimen casi moribundo. Para atraerse a los partidarios de introducir reformas sin desairar a los inmovilistas, insinuó que promovería una tímida apertura política autorizando la constitución de asociaciones políticas, no de partidos.
En la reforma, no tendrían cabida los comunistas ni los nacionalistas, ya fueran catalanes o vascos. Los primeros quedaban excluidos por subversivos y los segundos por separatistas. La condena del obispo de Bilbao, Antonio Añoveros, por haber pronunciado una homilía pidiendo respeto para la lengua y cultura vasca, mostró la permanencia del continuismo de los tiempos de Carrero. Máxime cuando el 25 de Abril del mismo año tuvo lugar en Portugal la llamada «Revolución de los Claveles», que acabó con la dictadura del «país hermano». Las alarmas se dispararon cuando en el mes de Julio siguiente se conocíó la primera enfermedad de Franco.
Ante esta situación, y bajo el telón de fondo de la crisis económica que desde finales de 1973 afectaba a España sin que el gobierno atajara sus efectos, se elevó la tensión política. Simultáneamente, el Partido Comunista promovíó un frente unido de la oposición que ofreciera una alternativa a la dictadura agonizante. A tal efecto, en Julio de 1974 constituyó en París la Junta Democrática, en la que se integraron Comisiones Obreras, el Partido Socialista del Interior (PSl) dirigido por el profesor Enrique Tierno Galván y otros grupos de menor entidad. El llamamiento de los comunistas no fue atendido por el PSOE, que celebraba una convencíón en la que se realizo el relevo en la dirección del partido a favor del grupo sevillano encabezado por Felipe González. La nueva dirección rechazó la Junta Democrática y en su lugar promovíó, la Plataforma de Convergencia Democrática. En ella se integraron UGT, los democristianos, nacionalistas vascos y otros grupos menores, algunos de ellos de extrema izquierda. En cualquier caso, la última movilización contra el régimen adquiríó enorme amplitud, extendíéndose desde las fábricas y las universidades hasta el vecindario urbano de los barrios populares, pasando por grupos profesionales de las clases medias, médicos y abogados principalmente.
Sin embargo la dictadura no se echó atrás ante la protesta. No sólo recurríó a las detenciones consabidas sino que, desoyendo las peticiones internacionales de indulto, concluyó su viaje como había empezado: condenando a muerte y ejecutando, a finales de Septiembre de 1975, a cinco presuntos terroristas, tres de ellos pertenecientes a ETA, acusados de asesinar a guardias civiles y policías. Unas semanas después, Franco ingresó por segunda vez en un hospital madrileño, en el que permanecíó hasta su muerte, el 20 de Noviembre de 1975. Dos días más tarde, el príncipe Juan Carlos fue proclamado rey, cumplíéndose así las previsiones sucesorias establecidas en 1969.
Formalmente, tras su muerte todo quedaba «atado y bien atado», como a Franco le gustaba repetir. Sin embargo, nuevas expectativas no exentas de incertidumbre se abrían para la inmensa mayoría de la población cuando fue sepultado en la cripta del monasterio del valle de los Caídos, mausoleo que él había mandado construir y en la que trabajaron forzosamente centenares de presos políticos.
Desde la muerte de Franco hasta las primeras elecciones democráticas, celebradas en Junio de 1977. Los hechos más relevantes fueron, los cambios de régimen, aunque la transición española no se explica sin tener cuenta otros dos factores que perturbaron gravemente el proceso de cambio: la crisis económica iniciada en 1973 y seguida por la llamada «segunda crisis del petróleo», y el terrorismo de triple procedencia: franquista, ultraizquierdista e independentista.