La Ilustración según Kant: Un Llamado a la Madurez Intelectual
Immanuel Kant, figura clave de la Ilustración alemana, define este movimiento como la salida del hombre de su autoculpable minoría de edad. Un menor de edad es aquel que no puede conducirse ni responsabilizarse por sí mismo; sin embargo, Kant califica esta minoría de edad como “autoculpable” porque no radica en la incapacidad, sino en la actitud personal. La pereza y el miedo son los principales obstáculos para superar esta situación. Es más cómodo delegar el pensamiento a otros, pero Kant nos exhorta a vencer estas barreras para alcanzar la madurez intelectual y la autonomía.
La Ilustración, entonces, consiste en liberarse de ese estado. No obstante, Kant advierte que la sociedad aún se encuentra en proceso de lograrlo, enfrentando diversos obstáculos. Uno de ellos es la dependencia de tutores que, a cambio de poder, guían a los individuos, convenciéndolos de que permanecer en ese estado es más seguro y cómodo. La Ilustración, por el contrario, implica liberarse y pensar por uno mismo. Kant resume esta idea con el lema “Sapere Aude” (Atrévete a pensar), una proclama de Horacio que adopta como símbolo de la Ilustración.
El Uso Público y Privado de la Razón
Kant destaca la importancia de emplear la razón de manera independiente para mantener el orden social. Distingue dos formas de usar la razón: públicamente y en privado. El uso público se ejerce como expertos ante una audiencia amplia, como en debates, discursos o artículos. En estos casos, la razón debe emplearse de forma libre y sin restricciones, incluso si la audiencia es limitada. El uso privado de la razón, por otro lado, se aplica en las actividades cotidianas y debe seguir las reglas del ámbito laboral o social al que se pertenece.
En consonancia con la Ilustración, se defiende la idea de que es tiempo de que las personas tomen las riendas de sus vidas y tomen decisiones por sí mismas. Para ello, se requiere una ética autónoma, fundamentada en la propia razón y que respete la dignidad humana, tratando al ser humano como un fin en sí mismo y no como un medio.
La Ética Formal Kantiana: Autonomía y Deber
Crítica a las Éticas Materiales
Kant propone una ética formal, diferenciándola de las éticas materiales, que considera inapropiadas para adultos. Las éticas materiales definen el bien y establecen acciones concretas para alcanzarlo. Son éticas hipotéticas, donde las acciones se realizan solo si conducen a un bien deseado, siguiendo reglas del tipo “Si quieres B, haz A”. La razón para hacer A no reside en la razón misma, sino en el deseo de obtener B. Estas éticas se basan en experiencias personales, carecen de universalidad y tratan a las personas como medios para fines egoístas. Son, por tanto, éticas heterónomas, donde la voluntad de actuar está determinada por motivos externos a la razón. Kant las rechaza por considerarlas inadecuadas para una persona madura.
La Buena Voluntad y el Deber
Kant propone una ética sin contenido definido, la ética formal, basada en la premisa de que nada es bueno sin excepciones, excepto una buena voluntad. Una buena voluntad es aquella que actúa por respeto al deber, no por intereses personales. En la Metafísica de las costumbres, Kant distingue tres tipos de acciones:
- Acción contraria al deber: Se conoce el deber, pero se actúa en contra de él.
- Acción conforme al deber: Se actúa en concordancia con el deber, pero por motivos distintos al deber mismo.
- Acción por deber: Se actúa únicamente por respeto al deber, siendo esta la única acción con valor moral.
En conclusión, la ética kantiana es una ética autónoma, donde las personas actúan siguiendo su propia razón y no por miedo, pasión o autoridad. Este es el ideal de un hombre emancipado e ilustrado.