La economía española en el siglo XIX: del ferrocarril a la reforma fiscal

La escasez de compradores y las deficiencias de los medios de transporte fueron responsables de las casas articulación de la economía española. La construcción del ferrocarril incentivó los intercambios y estimuló la industria siderúrgica y fue un impulso para el desarrollo de la minería.

El ferrocarril: motor de cambio

El ferrocarril fue una buena oportunidad para impulsar la economía a nivel nacional por la gran velocidad que alcanzaba y por la reducción de coste del transporte de mercancías y pasajeros. La construcción de una red amplia se inició con la Ley general de ferrocarriles de 1855 y se hizo en varias fases:

  • La primera gran expansión del trazado supuso una movilización de capitales muy superior a cualquier otra iniciativa económica del siglo XIX.
  • La crisis financiera del hundimiento de la bolsa en 1866 supuso la paralización de la construcción ante la evidencia de las casas rentabilidad que tenían las inversiones ferroviarias. Vieron que los ferrocarriles producían beneficios muy escasos y el valor de las acciones ferroviarias cayó estrepitosamente.
  • Una nueva etapa constructiva completó el trazado de la red. El Gobierno dio subvenciones a las compañías ferroviarias. Además hubo inversores extranjeros como los franceses.

El auge de la minería

Entre 1874 y 1914 tuvo lugar la explotación masiva de los yacimientos mineros que contaba con abundantes reservas de hierro, mercurio, cobre, plomo, zinc y carbón. La minería se desarrolló muy despacio por la ausencia de demanda por el escaso desarrollo industrial, de la falta de capitales y de tecnología para su explotación y de la excesiva intervención del estado que frenaba la inversión. La Ley de Minas permitió la liberación del sector y la entrega de concesiones de explotación a numerosas compañías. El endeudamiento de la hacienda española impulsó la concesión de la explotación de los yacimientos a compañías extranjeras. La liberalización de la producción minera permitió un aumento de la producción que estuvo vinculada al aumento de la demanda internacional y a los avances en las tecnologías de explotación.

Carbón y hierro: motores de la industrialización

A pesar de que el carbón tenía escaso poder calorífico, contribuyeron a la hegemonía asturiana la abundancia de mineral, la facilidad para ser enviados a la costa y acceder al transporte marítimo y los elevados derechos arancelarios que el gobierno imponía sobre la importación de carbón. El arancel librecambista permitió la llegada de carbón galés de mayor poder calorífico y aprecio más reducido comportando la pérdida de competitividad del carbón asturiano con costes muy superiores. Pero gracias a las ayudas del estado hicieron que la producción asturiana se multiplica por cuatro. A partir de 1871 se crearon en el país Vasco gran número de sociedades mineras. El auge de las exportaciones convirtió a España en el principal abastecedor de mineral de hierro de Europa.

Comercio interior y exterior

Los obstáculos que impedían la libertad de comercio fueron eliminados a través de la aprobación del primer código de Comercio y la abolición de los mercados de paso. La implantación del sistema métrico decimal y el establecimiento de la peseta también contribuyeron a estimular el comercio interior. El ferrocarril resultó indispensable porque era barato y rápido.

Durante el siglo XIX se produjo un incremento del comercio exterior. A principios de siglo las exportaciones más importantes eran el aceite y el vino y las importaciones, los tejidos de algodón y de lino. A finales de siglo los minerales y los tejidos de algodón también fueron importantes en las exportaciones y el algodón en rama y el carbón fueron importantes en la importación. La reducida competitividad de la agricultura y la industria española propiciaron un debate económico entre proteccionistas y librecambistas. Los primeros, asociados en el Fomento del Trabajo Nacional, eran partidarios de poner obstáculos a la competencia exterior para fomentar el desarrollo de la producción interna. Mientras que los segundos defendían que la libre entrada de productos extranjeros estimularía la competitividad y la especialización de la industria española.

Reforma fiscal y endeudamiento del Estado

Una hacienda en déficit permanente

Los problemas de la hacienda condujeron a la quiebra de un sistema fiscal con poca capacidad para grabar la riqueza y la renta y en el cual los sectores privilegiados estaban exentos del pago de impuestos. Desde finales del siglo XVIII el desequilibrio entre el incremento de los gastos y el descenso de ingresos se intentó solucionar con la emisión de deuda pública en forma de vales reales por los que se pagaba un interés. La pérdida de las colonias supuso la desaparición de mercado privilegiado y de las remesas de oro y plata. Esta pérdida de ingresos colocó a las finanzas públicas en una situación insostenible. La primera guerra carlista agravó el déficit y retrasó una reforma en profundidad al optarse por soluciones como la desamortización y los empréstitos.

La necesaria reforma fiscal

El gobierno liberal moderado impulsó en 1845 una reforma fiscal conocida como la forma Mon-Santillán. El objetivo era eliminar las exenciones fiscales de los privilegiados, aumentar la recaudación sobre la base de la igualdad ante el impuesto y uniformar la estructura impositiva en el conjunto del territorio español. Se crearon dos nuevos impuestos que eran la contribución territorial por inmuebles, cultivos y ganados y la contribución industrial. Pero esta reforma fue incapaz de generar los ingresos imprescindibles para financiar unos gastos en crecimiento.

La persistencia del endeudamiento

Entre 1850 y 1890 los gastos del estado se destinaban mayor parte a pagar los intereses de la deuda perpetuando el déficit de la Hacienda pública que tuvo que financiarse con créditos exteriores. Los capitales extranjeros, franceses e ingleses penetraron en gran parte de la estructura productiva y financiera española y crearon un modelo dependiente del exterior.

La modernización del sistema monetario y bancario

Durante el primer tercio del siglo XIX en España coexistían varios sistemas monetarios lo que dificultaba los intercambios comerciales. En 1848, la ley de reforma monetaria adoptó el real comunidad monetaria básica, en 1864 estableció el escudo y en 1868 se creó una moneda oficial que era la peseta. En 1831 se creó la Bolsa de Comercio de Madrid para financiar las nuevas empresas españolas a través del ahorro privado y durante la década moderada se crearon los primeros bancos privados como el Banco de Barcelona. Más tarde se expandió la banca española con la aparición de numerosas sociedades de crédito destinadas a gestionar inversiones en negocios y actividades productivas y el Banco Hipotecario especializado en operaciones de préstamo a largo plazo. En 1856 el antiguo Banco de San Fernando se transformó en el Banco de España