La economía en el periodo entre guerras
Entre las dos guerras mundiales, la economía tuvo un papel protagonista. La Gran Guerra había acelerado el desarrollo tecnológico en la industria, la agricultura y las comunicaciones. Sin embargo, tras el crack del 29 en Nueva York, se produjo un efecto en cadena que condujo a las economías capitalistas a una grave depresión. Los modelos económicos tuvieron que cambiar para lograr la recuperación, pero cuando ésta empezaba a producirse, sobrevino la Segunda Guerra Mundial.
El crack del 29 y sus consecuencias
Aunque la caída de la bolsa de Nueva York el Jueves Negro (24 de octubre de 1929) marcó el inicio de la crisis financiera, sus causas eran muy profundas y estaban relacionadas con los restos obsoletos de los sectores productivos clásicos y con el mal reparto de la riqueza que hacía parecer superproducción lo que no era sino subconsumo en la mayoría de la población.
La retirada de las inversiones bursátiles provocó un efecto inmediato en los bancos, que no pudieron hacer frente a todas las peticiones de dinero de sus clientes. El desempleo contrajo el comercio y el consumo: los precios, especialmente los agrícolas, cayeron tan bruscamente que hubo que destruir cosechas enteras para intentar mantenerlos. Muchos campesinos se arruinaron, un efecto que retroalimentaba la crisis y la hacía más duradera.
La Gran Depresión
Los gobiernos terminaron reaccionando con medidas que confirmaban la crisis del modelo económico liberal e intentaron dar soluciones a la crisis que, como el proteccionismo del Estado o como el New Deal en los Estados Unidos, provocaron cambios sociales y modelos culturales e ideológicos dispares y enfrentados, lo que condujo a una nueva guerra mundial.
Los autores marxistas contaban con el ejemplo de la Unión Soviética, un país ya industrializado que no sufrió la crisis, para criticar el sistema capitalista occidental y considerar la depresión de los años veinte como la crisis final del capitalismo.
Los totalitarismos anticomunistas
Al término de la Primera Guerra Mundial, Europa vivió una situación especialmente difícil. Tenía que recuperarse de los daños ocasionados por la guerra y se percibía el peligro de una revolución obrera. Desde principios de los años 30, llegaron los efectos de la depresión económica del 29, cuando los Estados Unidos retiraron los capitales invertidos para dar prioridad a sus problemas internos.
El sistema liberal entró en una profunda crisis. Gran Bretaña y Francia pudieron hacerle frente, aunque con dificultades. En otros casos, se desarrollaron con fuerza movimientos nacionalistas, totalitarios y anticomunistas: los fascismos.
Se iniciaron en un clima de inseguridad vivido por las clases medias desde el fin de la guerra. Al principio, utilizaron un discurso extremista que les permitió atraerse a una parte del proletariado y ser movimientos de masas. Pero solo alcanzaron el poder cuando consiguieron ganarse el apoyo de los grandes capitalistas, temerosos de una revolución como la que había triunfado en Rusia. Los ejemplos más significativos que tomaron el poder fueron el Fascismo italiano en 1922 y el nazismo alemán en 1933.