El 13 de noviembre, Fernando entra en Madrid, dando comienzo a diez años de absolutismo conocidos por los liberales como la “Década Ominosa”. Este período se caracterizó por un clima de represión y terror contra ellos.
Represión Antiliberal
Desde la entrada de los franceses, se desató una terrible represión contra los liberales, cuya dureza fue criticada incluso por Angulema. Se crearon Juntas de Purificación en cada provincia, “depurando” a unas 80.000 personas. El clero colaboró organizando Juntas de Fe, que denunciaban las ideas liberales y heréticas. Comisiones Militares se encargaron de depurar el ejército.
La mayoría del ejército era liberal, lo que llevó a su disolución, especialmente en la oficialidad. Ante la falta de recursos para crear uno nuevo, se acordó con Francia que 45.000 soldados franceses permanecieran en España, en 18 ciudades, con funciones de policía y bajo mando francés. El sostenimiento económico corrió a cargo de España. Este convenio se renovó anualmente hasta 1828, cuando los franceses regresaron a su país.
Se persiguió a todos los que habían colaborado con los liberales, condenando a muerte y a prisión a miles de personas. Se restableció una rígida censura de prensa para evitar la difusión de opiniones liberales.
Se creó un Voluntariado Realista, formado por los absolutistas más radicales, que sustituyó a la Milicia Nacional.
Cambios y Tensiones Internas
La vuelta al absolutismo no fue idéntica a la de 1814, debido a los cambios en el contexto europeo. Surgió un sector “ultra” que se resistía a cualquier cambio, apoyándose en el infante Carlos, hermano del rey.
Para los propios partidarios de Fernando, era evidente la necesidad de introducir cambios para mantener el sistema. Fernando se apoyó en hombres de tradición ilustrada e incluso en afrancesados, partidarios de reformas administrativas.
- Se adoptó el Consejo de Ministros (noviembre de 1823).
- Se recortaron los gastos y se introdujo un presupuesto formal para controlar la Hacienda.
- Se celebró la primera exposición industrial.
- Se mantuvo la abolición de la Inquisición.
Desde 1826, se dio una compleja situación política:
- Los “ultras” realistas (carlistas) apoyaban al infante Carlos, defensor del absolutismo extremo.
- La oposición clandestina liberal solo pensaba en la insurrección organizada para acabar con el absolutismo.
- En medio, el Rey y los reformistas (“moderados”, “fernandistas”) reprimían cualquier oposición, especialmente la liberal.
Problemas del Absolutismo Fernandino
Desde 1826, el absolutismo de Fernando tuvo que enfrentar varios problemas:
Crisis Portuguesa
Tras la muerte de Juan VI de Portugal, se desató una lucha por el trono entre María de la Gloria, apoyada por los liberales, y su hermano Miguel, apoyado por los absolutistas y por Fernando VII. La victoria de María convirtió a Portugal en una monarquía constitucional, refugio para muchos liberales españoles.
Sublevaciones Realistas
Desde 1827, los realistas, viendo a Fernando rodeado de reformistas, recurrieron a la revuelta armada para imponer un absolutismo “ultra”. Hubo sublevaciones realistas en Tortosa, Gerona y otras zonas del Pirineo catalán.
El rey combatió personalmente la sublevación. Desde Tarragona, publicó un Manifiesto instando a la rendición, que finalmente logró. El Conde de España reprimió duramente a los rebeldes ultras, ejecutando a varios de ellos, y aprovechó para reprimir también a los liberales.
El fracaso de los agraviados les hizo sentirse defraudados por el rey y empezaron a considerar al infante Carlos como alternativa.
Insurrecciones Liberales
Las tentativas liberales continuaron, aunque con dificultades financieras. Ninguna triunfó, pero mantuvieron en jaque a la monarquía fernandina. El establecimiento de la monarquía constitucional de Luis Felipe en Francia (julio de 1830) mejoró las condiciones de actuación de los liberales desde el país vecino. Tras esta última intentona de insurrección, se pensó en otras estrategias.