La Crisis del Siglo XVII en España: Declive y Conflictos

La Crisis en Castilla y la Rebelión Catalana

Castilla experimentaba una profunda crisis económica y un declive demográfico. El reinado de Felipe IV estuvo marcado por guerras constantes que dejaron al país en la ruina. El Duque de Olivares, valido del rey, intentó implementar una serie de reformas para aumentar los recursos, como la Unión de Armas, un ejército financiado por los diferentes reinos de la monarquía. Sin embargo, esta medida provocó rechazo y enfrentamientos.

En este contexto, se produjo el Corpus de Sangre en Barcelona, un levantamiento popular en el que el virrey fue asesinado y los funcionarios, perseguidos. Cataluña, buscando protección, se puso bajo la protección de Francia y se declaró república. No obstante, la presión francesa y la crisis interna la obligaron a rendirse.

Aprovechando la situación, las cortes portuguesas coronaron rey al Duque de Braganza. España, debilitada, no pudo evitar la secesión de Portugal. Con el apoyo de Gran Bretaña y Francia, Portugal logró que España reconociera su independencia durante el reinado de Carlos II.

La Guerra de los Treinta Años y la Pérdida de Hegemonía

Durante el reinado de Felipe III, España e Inglaterra firmaron la paz tras la muerte de Isabel I. Además, se acordó la Tregua de los Doce Años con Holanda. En ese momento, los Habsburgo españoles y austriacos, junto con otras potencias, buscaban mantener su hegemonía en Europa.

Sin embargo, al finalizar la tregua, las hostilidades entre Holanda y España se reanudaron en el marco de la Guerra de los Treinta Años. Esta guerra finalizó con la Paz de Westfalia, que dejó a España sola, sin Holanda, enfrentándose a Francia.

España, como consecuencia de la guerra, perdió su hegemonía en Europa. El Tratado de los Pirineos la obligó a ceder a Francia el Rosellón y la Cerdeña. Durante el reinado de Carlos II, Portugal consolidó su independencia, y España quedó relegada a un segundo plano mientras Francia emergía como potencia europea. España se vio obligada a entregar Lille, el Franco Condado y plazas flamencas.

Al final del reinado de Carlos II, la falta de herederos directos provocó que las grandes potencias europeas se disputaran la sucesión española.