La Crisis de 1917 en España
En 1917 se produjeron conflictos sociales y políticos en gran parte de Europa. Se produjo la Revolución Bolchevique en Rusia y, en España, coincidió las graves dificultades del sistema político de la Restauración con el descontento militar y la conflictividad social, lo que provocó una protesta generalizada de carácter antigubernamental en la que se vieron implicados los partidos al margen del turno dinástico, los militares y las organizaciones obreras.
El Descontento Militar
El ejército, como consecuencia de las guerras coloniales, presentaba un número excesivo de oficiales. El hecho de que los ascensos se obtuvieran mayoritariamente por méritos de guerra beneficiaba a los militares africanistas, lo que agravaba la situación. Además, la inflación había hecho disminuir el valor real de los ya bajos salarios militares.
El fuerte descontento desembocó en la formación de Juntas de Defensa que reclamaban un aumento salarial y se oponían a los ascensos por méritos de guerra, reivindicando la antigüedad como criterio. Ante la situación, el gobierno cedió a la demanda y toleró la actividad de las Juntas.
Crisis Política y Asambleas Parlamentarias
El gobierno de Dato había sido sustituido en 1916 por un gabinete electoral que continuó con las viejas prácticas de corrupción política y decidió cerrar las Cortes. En 1917, Dato volvió a gobernar y una representación de diputados de la oposición reclamaron la reapertura de las Cortes. El gobierno se negó y declaró el estado de excepción y aumentó la censura de prensa.
Como reacción, y aprovechando la situación de crisis creada por la protesta militar, a iniciativa de la Lliga Regionalista se organizó una asamblea de parlamentarios catalanes que exigió la formación de un gobierno provisional que convocase Cortes Constituyentes para reformar el sistema político y descentralizar el Estado.
El movimiento parlamentario no tuvo continuidad y desapareció sin haber conseguido la reforma constitucional. Las fuerzas monárquicas no lo apoyaron, y las Juntas de Defensa se mostraron contrarias a la iniciativa parlamentaria. Además, el movimiento huelguístico desatado en agosto aumentó el temor de un estallido revolucionario de mayores dimensiones que la reforma constitucional planteada.
Huelga General de 1917
En 1916 ya se había producido un importante movimiento huelguístico y, en 1917, las centrales sindicales CNT y UGT acordaron firmar un manifiesto conjunto en el que se obligaba al gobierno a intervenir para contener los precios bajo la amenaza de convocar una huelga general. La tensión estalló en 1917 cuando la UGT y el PSOE decidieron llamar a la huelga general.
La protesta adquirió un carácter político y revolucionario porque las fuerzas obreras convocantes reclamaban el fin de la monarquía, la formación de un gobierno provisional que convocara las Cortes Constituyentes y el paso a un sistema republicano.
La huelga tuvo una incidencia muy desigual. La reacción del gobierno fue básicamente represiva: se declaró la ley marcial y se envió al ejército a aplacar el movimiento. La huelga fracasó, pero tuvo enormes consecuencias: debilitó aún más al régimen, que demostró su brutalidad, y radicalizó a la oposición.
Maura y el Regeneracionismo Conservador
En 1899, la reina regente María Cristina otorgó el gobierno al líder conservador Francisco Silvela, que convocó elecciones. El nuevo gabinete mostró una cierta voluntad de renovación. Se inició así una política reformista con proyectos de descentralización administrativa, pero también se impulsó una política que aumentaba los tributos sobre los productos primarios y creaba nuevos impuestos para hacer frente a las deudas de la guerra de Cuba.
Las nuevas cargas fiscales impulsaron un boicot de los contribuyentes a la recaudación de los tributos (cierre de cajas). Los ministros más renovadores acabaron dimitiendo y, aunque el gobierno resistió en el poder, en 1901 la regente otorgó el gobierno a los liberales.
En 1902 subió al trono el monarca Alfonso XIII. En 1903 murió Sagasta y ahora el jefe del gobierno conservador era Antonio Maura, mientras que en el partido liberal se afianzaba José Canalejas. Esta nueva generación de políticos, influida por el regeneracionismo, impulsó los más importantes proyectos de reforma desde el interior del sistema, aunque el miedo a aceptar los riesgos de una verdadera participación democrática mantuvo el turno dinástico y el falseamiento electoral.
Antonio Maura y la Revolución desde Arriba
En 1904, el conservador Antonio Maura se convirtió en jefe del gobierno. Su proyecto político se recogió en la consigna de revolución desde arriba, que defendía la necesidad de que el régimen debía transformarse desde el gobierno para impedir que lo transformase una revolución popular. Por ello, intentó la regeneración del sistema a partir de la formación de una nueva base social, las llamadas masas neutras, con cuya ayuda pretendía configurar un Estado fuerte y capaz de gobernar eficazmente.
En esa dirección se llevó a cabo una reforma electoral (Ley Electoral de 1907) que no consiguió ni acabar con la corrupción ni democratizar el sistema político, pero hizo más difícil el fraude electoral.
Maura procuró atraer hacia el régimen el nacionalismo moderado no republicano. Hizo un intento de llegar a acuerdos con el catalanismo concediendo más autonomía a los ayuntamientos y diputaciones y reconociendo las regiones (proyecto de reforma de la administración).
El gobierno de Maura también adoptó medidas económicas para reactivar la industria y promulgó la Ley de Colonización Interior para estimular la agricultura. En el terreno social, aprobó algunas leyes (Ley del Descanso Dominical) y creó el Instituto Nacional de Previsión en 1908, dedicado a los seguros obreros.
Pero la defensa del equilibrio social conllevó una actitud muy intransigente en el mantenimiento del orden público, especialmente en los sucesos de la Semana Trágica (1909) de Barcelona. La brutal represión que siguió a la revuelta fue la causa principal de la caída del gobierno conservador.