La Construcción del Estado Liberal en España (1833-1886)

Introducción

Entre 1833 y 1886, España experimentó un proceso de modernización irreversible que afectó a todos los ámbitos de la vida. Se configuró una monarquía constitucional inspirada en los principios liberales, se sentaron las bases de una economía capitalista y, como consecuencia, se estructuró una sociedad de clases.

El Reinado de Isabel II y la Consolidación del Estado Liberal

Con la muerte de Fernando VII en 1833, se inicia en España el proceso de la revolución liberal y burguesa. Durante el reinado de Isabel II, se constituyó y consolidó el Estado Liberal.

La Regencia de María Cristina (1833-1840)

En la primera década del reinado de Isabel II, predominó el proyecto progresista. La minoría de edad de Isabel II llevó a la regencia de María Cristina (1833-1840). En un ambiente de guerra, el absolutismo moderado y reformista entiende que solo apoyándose en los liberales se puede asegurar el trono de Isabel II. En este momento, se inicia una transición hacia el liberalismo basada en el compromiso entre la vieja nobleza y la nueva burguesía.

El partido moderado se basa en el liberalismo doctrinario, que combina elementos del antiguo régimen con los del liberalismo: soberanía compartida entre el rey y las Cortes, derecho de veto del rey, oficialidad de la religión católica y derechos y libertades limitadas.

El partido progresista, por su parte, se basa en la soberanía nacional, la ampliación de derechos y libertades individuales, la tolerancia religiosa, poderes limitados del rey y unas Cortes elegidas por sufragio censitario.

La tónica general será la falta de entendimiento entre estos dos partidos, que se alternan en el poder imponiendo su modelo político. El partido en la oposición, incapaz de alcanzar el gobierno a través de las urnas, recurrirá al pronunciamiento militar o al levantamiento popular.

En un primer momento, María Cristina confirma en el gobierno a Cea Bermúdez. Tras su fracaso, es sustituido por Martínez de la Rosa, un liberal moderado que intenta dar al país una nueva organización política plasmada en el Estatuto Real de 1834. En 1835, se ve obligada a llamar a un gobierno progresista, con Juan Álvarez Mendizábal a la cabeza. Su llegada al gobierno supuso la puesta en marcha de la desamortización eclesiástica. Finalmente, en 1836, el pronunciamiento de La Granja («la sargentada») obliga a la regente a jurar la Constitución de 1812.

El partido progresista, que controla el gobierno, prosigue su camino reformador aboliendo mayorazgos y señoríos jurisdiccionales. Sin embargo, se elabora una nueva constitución, promulgada en 1837, que recoge principios progresistas, pero con concesiones a los moderados, que aprueban una ley municipal centralizadora, lo que provoca nuevos levantamientos populares. María Cristina se ve obligada a renunciar y, desde ese momento, asume la regencia el general Espartero.

La Regencia de Espartero (1840-1843)

El general Espartero, líder del partido progresista, asume la regencia. Su mandato se caracterizó por la implantación de una política represiva y autoritaria. En 1843, un pronunciamiento encabezado por el general Narváez forzó la renuncia de Espartero. Las Cortes declararon la mayoría de edad de Isabel II, que contaba con 13 años (le faltaba uno según el artículo 56 de la Constitución).

La Década Moderada (1843-1854)

La mayoría de edad de Isabel II significó la consolidación del Estado liberal en España bajo los patrones del liberalismo doctrinario. La consolidación de un sistema político parlamentario verdaderamente representativo no fue fácil. Los moderados ejercieron el poder de forma excluyente hacia los progresistas, y estos no encontraron otro camino para acceder al poder que el de la conspiración. Se crea un nuevo orden político conservador que se plasma en la Constitución de 1845. Las actuaciones de esta etapa moderada se completan con una ley electoral muy restrictiva, con la creación de la Guardia Civil y con la firma del Concordato con la Santa Sede. En este periodo, se produce una segunda guerra carlista, fácilmente sofocada, y el establecimiento del ferrocarril en España.

El Bienio Progresista (1854-1856)

Los progresistas derrocan a los moderados mediante un golpe militar dirigido por el general O’Donnell y la movilización de los políticos progresistas a través del Manifiesto de Manzanares. Las elecciones de 1854 dieron la mayoría a los progresistas en las Cortes, y Espartero fue nombrado de nuevo presidente del gobierno. En este periodo, se aprobará la Ley General de Ferrocarriles y Pascual Madoz emprenderá una nueva desamortización.

El Carlismo

La oposición frontal al Estado y a la economía liberal la encarnó el movimiento carlista, que fue el gran derrotado política y militarmente de la España del siglo XIX. El conflicto dinástico, tras la muerte de Fernando VII en 1833, generó una situación de incertidumbre política motivada por la cuestión sucesoria. Se trataba de un conflicto no solo dinástico, sino también ideológico, opuesto al liberalismo. Un grave conflicto civil, camuflado bajo un pretexto dinástico.