Comprensión de «El hombre fue creado a imagen de Dios»
Dios inmutable es el creador de todo lo existente y la creación es un acto libre de la voluntad divina a partir de la nada y de acuerdo con las ideas eternas de la mente divina. El mundo es, pues, un todo ordenado que va del mero existir al vivir y al entender, como grados cada vez más perfectos. De ahí la posición del ser humano sobre el resto de las criaturas: hecho a imagen y semejanza de Dios, la presencia de Dios es constante en el interior del hombre. En su alma el hombre puede descubrir la verdad. En el alma encontramos «verdades o razones eternas» producto de la «iluminación divina». De este modo, la búsqueda en el interior culmina con un movimiento hacia lo superior: trascendimiento del alma hacia Dios. Se trata de Dios «absconditus», escondido en el interior del ser humano. En nuestra alma se refleja Dios como en un espejo, por tanto, cuando miramos en lo más profundo de nuestro interior descubrimos algo más íntimo que nosotros mismos, descubrimos a Dios, aquel del que somos imagen.
En conclusión, para alcanzar la verdad es necesario conocer, sólo por medio del conocimiento llegaremos a «lo que es», y esta tarea, siguiendo a Platón, es una función del alma. El alma es fuente de la memoria, de la inteligencia y de la voluntad. Agustín destaca el papel de la memoria en la vida interior, gracias a ella el hombre consigue hacerse presente su propia intimidad y construir, a través del tiempo, su identidad personal. El conocimiento racional es, pues, exclusivo del hombre y le permite actuar pero tampoco calma nuestra ansia de verdadero conocimiento. El conocimiento contemplativo permite descubrir la verdad y alcanzar la tranquilidad, es decir, cesa la búsqueda que el deseo de saber le impone al hombre.
La fe busca el entendimiento en Agustín
El texto que se procede a comentar se trata del Sermón 43.4. “La fe busca el entendimiento” escrito por el filósofo Aurelio Agustín. Agustín afirmará que no puede establecerse una distinción neta entre razón y fe, que no hay fronteras entre la razón y la fe, que entre la filosofía y la religión se da una mutua colaboración. La fe ya no es irracional, sino que es el camino para superar los límites del hombre y alcanzar conocimientos que no son accesibles a la razón. La mutua colaboración entre razón y fe se recoge en la frase de Agustín: «intellige ut credas, crede ut intelligas», es decir, «entiende para creer, cree para entender».
Contra la teoría de la doble verdad
El texto argumenta por qué la verdad de la razón no es contraria a la verdad de la fe. Hay verdades de razón y verdades de fe, son verdades distintas pero no pueden ser contradictorias. La clara distinción entre razón y fe supone que hay un campo que es específico de la razón: las verdades del mundo natural, así como un método específico de la razón: la abstracción. El campo específico de la fe son los artículos de fe que fueron revelados por Dios. Las verdades de fe exceden la capacidad de la razón, pero la revelación ni anula ni inutiliza la razón. La razón debe explicar las verdades de fe y exponerlas de forma científica. La razón puede rebatir las objeciones contra la fe, demostrando que son falsas o que no tienen fuerza demostrativa. La razón debe defender la verdad revelada.
Suma Teológica de Tomás de Aquino
El texto pertenece a la Suma Teológica, obra cumbre de Tomás de Aquino, a la que éste dedicó la mayor parte de su vida. En esta obra realiza la segunda gran síntesis medieval, cuyo objetivo no es otro que compatibilizar los principios esenciales de la filosofía aristotélica con el cristianismo. Es en esta obra en la que aparecen las famosas cinco vías, que son las propuestas tomistas para llegar racionalmente a la existencia de Dios. La existencia de Dios es evidente en sí misma, es decir, la existencia como predicado no añade nada al sujeto Dios.