1. Identificación
Esta obra pictórica, titulada La Anunciación, fue creada por Fra Angélico (1395-1455) entre 1430 y 1432. Pertenece al estilo del Renacimiento (Quattrocento). Está realizada sobre tabla, con unas dimensiones de 194 x 194 cm (conjunto) y 154 x 154 cm (escena principal). Su ubicación original fue la Iglesia de Santo Domingo, en Fiesole (Florencia), pero actualmente se encuentra en el Museo del Prado, Madrid. El tema central es el anuncio del arcángel Gabriel a María de que será la madre de Cristo.
2. Análisis
El material empleado en esta obra es el temple. En la pintura al temple, el disolvente es el agua y el aglutinante es algún tipo de grasa animal u otras materias orgánicas. Históricamente, la pintura al temple es característica de la Edad Media europea. Fra Angélico dotó de gran riqueza cromática a La Anunciación. Una luminosidad clara invade la escena principal. El artista muestra interés por conferir volumen a las figuras y por respetar las proporciones. Aunque todavía aparecen dorados, el típico fondo dorado gótico ha dejado paso a una construcción de estilo renacentista y a una atenta observación de la naturaleza en los árboles y plantas que enmarcan la escena del paraíso.
La gracia en las actitudes, el lujo de los atuendos y la técnica preciosista en el tratamiento de los detalles contribuyen a la valoración del conjunto.
La composición de la Anunciación se presenta como un magnífico retablo, en cuyo banco aparecen diversas escenas de la vida de la Virgen: nacimiento y desposorios, Visitación, Epifanía, presentación en el templo y tránsito. En la tabla central, la escena de la Anunciación transcurre en un pabellón de estilo renacentista abierto por dos de sus lados.
Las dos figuras principales están situadas bajo un arco cada una. El arcángel Gabriel ocupa la parte central de la composición y la Virgen se sitúa a la derecha. El ángel se inclina levemente e inicia la genuflexión, mientras María, con los brazos cruzados sobre el pecho y un libro abierto sobre la pierna derecha, baja la mirada. Un rayo de luz ilumina a la Virgen, y una paloma, símbolo del Espíritu Santo, es impelida a través del rayo hacia María.
Al fondo, a la izquierda, aparece la escena de la expulsión de Adán y Eva del paraíso terrenal, en la que los primeros padres de la Humanidad aparecen vestidos. Tres medallones decoran el pabellón sostenido por columnas corintias: en el del centro, el busto de Dios Padre –única representación de la divinidad en toda la tabla– y en los otros dos, rosetones arquitectónicos. El vano sin puerta que da a la habitación de María permite observar la parquedad del mobiliario florentino temprano, fruto de la intención del artista de huir de la pintura con subdivisiones.
El tema de la Anunciación tenía un fuerte arraigo en la tradición pictórica florentina. La escena principal incide en el pensamiento teológico según el cual María, a través de la Anunciación, se convirtió en una segunda Eva, que expió el pecado cometido por la primera mujer. La referencia a la expulsión del Paraíso refuerza esta interpretación.
Fra Angélico entendió el arte como un medio de comunicarse con el Creador, por lo que trató de transmitir la belleza ideal, la belleza del Ser Supremo que se refleja en los seres humanos y en las cosas, la belleza que no se marchita en lo temporal sino que perdura en lo trascendente.
Otra famosa tabla basada en el tema de la Anunciación es la del Museo Diocesano de Cortona. Ambas comparten motivos de la escena principal y las secundarias, pero a diferencia de la del Museo del Prado, en esta no se muestra el rayo divino y la referencia a la expulsión de Adán y Eva del Paraíso ocupa un espacio mucho menor; aquí aparece, como gran novedad, el diálogo recogido por San Lucas entre el arcángel y la Virgen, escrito con delicadas letras doradas a la altura de sus cabezas.
3. Contexto Histórico y Artístico
Fra Angélico se formó con el pintor gótico Lorenzo Mónaco. En sus inicios fue ilustrador de libros; se dedicó posteriormente a la pintura sobre tabla y mural. La obra del artista se desarrolla dentro de los cauces marcados por su pertenencia a la orden de los dominicos observantes, cuyos miembros se habían impuesto el retorno a las reglas primitivas de pobreza, castidad y obediencia, fomentando de manera especial la contemplación mística como medio de acercamiento íntimo del creyente a la pasión de Cristo.
La pintura de Fra Angélico se encuadra dentro del Renacimiento temprano florentino, aunque su concepción formal todavía recuerda a la del gótico internacional. El modelo de sus figuras evidencia la influencia de Masaccio y del escultor Ghiberti, mientras que los espacios arquitectónicos de sus obras se inspiran en los hallazgos de Brunelleschi.
Unos diez años después de su muerte, fue definido como un pintor angelical –tanto por su vida devota como por no representar otros temas que los sagrados–, lo que con el tiempo le supuso el apodo de “Angélico”, que prevaleció sobre su nombre de pila y el de su ingreso en la orden de los dominicos.
Fra Angélico es uno de los grandes maestros italianos de inicios del Renacimiento. La fuerte impregnación de sus obras de la fe cristiana le valió el apodo de “Angélico”, pero su arte es también una bella muestra de los hallazgos de los pintores del Quattrocento: aplicación de la perspectiva, fondos arquitectónicos, mayor realismo de las figuras humanas…
Vasari, en su libro sobre los artistas italianos, escribió sobre Guido de Piero, más conocido como Fra Angélico: “Los santos que él pintó tienen más aire y apariencia de santos que los pintados por otros artistas. Tenía costumbre de no repasar ni retocar nunca sus cuadros por creer, según él decía, que esa era la voluntad de Dios. Se dice que nunca tomó los pinceles sin haberse puesto antes de oración”.