Kant: Ética del Deber, Libertad y Razón Práctica

Ética Kantiana: Fundamentos, Imperativos y Postulados

Las dos grandes obras éticas de Kant son Fundamentación de la metafísica de las costumbres (1785) y Crítica de la razón práctica. Para Kant, la conducta moral tiene que ver con la Razón porque está sometida a principios y vinculada con lo universal, y sólo la Razón es capaz de permitir este vínculo. Partiendo de esta idea, por razón práctica hay que entender razón moral, y por tanto la Razón Práctica se ocupa de cómo debe ser la conducta humana; no le interesa el ser sino el deber ser. Kant en su ética va a formular reglas o principios morales, es decir, analizará cómo han de ser los principios que rigen la conducta moral.

Crítica a las Éticas Materiales

Kant empezará su labor criticando todas las éticas anteriores por considerarlas materiales, y no formales, es decir, las critica porque fundamentan la moral en algún tipo de conocimiento (por ejemplo, Santo Tomás la ley moral la fundamenta en la ley natural) que hace que los doctos sean privilegiados frente a los ignorantes. Por ello Kant postula que la razón humana es en sí misma práctica moral, es decir, no necesita ningún conocimiento previo: el deber moral ha de ser independiente de todo conocimiento.

El Hombre como Ser Racional y Sensible

Kant añade a su crítica la idea de que el hombre no es un ente puramente racional, sino que también es sensible (ama, odia…), es decir, concibe al hombre como “un ser racional y finito, que no sólo es razón sino también sensibilidad y que necesita de unos principios a priori para determinar su conducta”. Si el hombre fuera exclusivamente racional no habría desacuerdo entre razón y voluntad; sería perfectamente bueno, un santo, un Dios. La sensibilidad influye en el hombre y esto hace que la voluntad no coincida siempre con la razón, por eso es necesario que el ser humano tenga unos principios o imperativos que hagan posible la obligación moral.

Deber y Ley Moral

Kant distingue entre acciones realizadas de acuerdo con el deber (acciones legales) y acciones que además están realizadas por respeto a la ley (acciones morales). Para Kant la única norma de moralidad es el deber, que es actuar conforme a la ley moral, y por respeto a la ley misma, que de un modo autónomo y racional cada uno se impone. El fin que persigue la moralidad es la consecución de una voluntad absolutamente buena, es decir, que siempre obre por respeto al deber.

Principios Prácticos: Máximas e Imperativos

En la conducta o acción humana interviene la voluntad (el querer hacer), y la conducta está regida por un principio práctico que puede ser de dos tipos:

  1. Las Máximas: son normas o principios subjetivos, es decir, pautas de acción que se eligen y que no necesariamente han de ser compartidas, ya que puede encontrar su justificación en motivos personales, intereses, sentimientos… Es un principio de acción que sirve “para mí”. Por lo tanto las máximas no pueden ser la forma que haya de tener la Ley Moral.
  2. Los Imperativos: son principios prácticos que pretenden ser válidos para la voluntad de todo ser racional. Los imperativos pueden ser hipotéticos o categóricos.
    • Hipotéticos: son aquellos imperativos que están supeditados a un fin, que es considerado un “bien” que merece la pena alcanzar (por ejemplo: si quieres tener dinero -sería el fin a alcanzar-, debes ahorrar –medio para conseguir el fin-) La validez moral de los imperativos hipotéticos depende de la aceptación de ese fin como un bien deseable. En este tipo de imperativo hay una conexión objetiva entre el medio y el fin, pero tampoco tiene una forma universal porque no todo el mundo tiene el mismo fin.
    • Categóricos: son aquellos imperativos que imponen una acción a la voluntad porque es necesaria en sí misma, formulados de una forma completamente autónoma por la razón, sin depender de ningún bien externo o de ninguna interpretación del mismo. En el imperativo categórico la voluntad no se refiere a otra cosa sino a sí misma y vale para todo ser racional en tanto que racional, independientemente de sus apetitos, deseos, afectos, etc. Por ejemplo, un imperativo categórico sería que no se deben hacer falsas promesas. Por lo tanto, los imperativos categóricos son la forma que ha de tener la Ley Moral.

El Imperativo Categórico y sus Fórmulas

Con el concepto de imperativo categórico Kant defiende que no importa el contenido ético de la acción (su “materia”) sino la forma de la misma, es decir, cómo hacemos las cosas y el procedimiento que hemos seguido para llegar a determinar que esa acción o decisión es la mejor. Kant no da un listado de imperativos categóricos, pero sí tres fórmulas para reconocerlos:

  1. Fórmula de la Ley Universal que dice que “debo obrar siempre de tal modo que pueda querer que mi máxima se convierta en ley universal”.
  2. Fórmula del Fin en sí Mismo, que dice “obra de tal modo que trates siempre a la humanidad, tanto en tu persona como en la persona de cualquier otro, siempre como un fin al mismo tiempo y nunca solamente como un medio”. Esto significa que las personas en cuanto seres racionales son fines en sí mismo, tienen un valor absoluto (a diferencia de las cosas que son meros útiles y tienen un valor relativo). Por lo tanto no debemos reducir a las personas a una mera función.
  3. Fórmula de la Autonomía: que dice “obra de tal modo que la voluntad por su máxima puede considerarse así misma como legisladora universal”; esto significa que la razón ha de ser la única autora de la Ley Moral, independiente de cualquier pasión y de cualquier motivo empírico; es decir, la voluntad debe ser autónoma y no heterónoma.

El Supremo Bien y los Postulados de la Razón Práctica

La ética del deber que propone Kant ha de completarse con el concepto de supremo bien, en el que la virtud (actuar siempre por deber) y la felicidad se unen. No obstante, como nuestra razón es una razón finita y limitada, se hace necesario postular algunas condiciones que nos permitan lograr la consecución del supremo bien (la virtud y felicidad se unen). Estas condiciones o postulados son: la libertad, la inmortalidad del alma, y la existencia de Dios.

  1. La libertad individual: si el ser humano no es libre, sería absurdo hablar de moralidad. El ser humano es moral porque puede elegir. Por lo tanto se presupone que existe la libertad.
  2. La inmortalidad del alma: si el alma no fuera inmortal la vida moral sería absurda, pues desaparecería por completo con la muerte. Si la moral implica ir perfeccionando el obrar, hay que tener alguna garantía de que este progreso puede alargarse indefinidamente en el tiempo.
  3. La existencia de Dios: sería una garantía de la posibilidad de unión de virtud y felicidad. Dios sería el único responsable de que el hombre virtuoso fuera feliz, ya que la felicidad en este mundo es sólo una cuestión de azar, de fortuna.