Idealismo Trascendental y Ética del Deber en la Filosofía de Kant

Idealismo Trascendental de Kant

En la “analítica trascendental”, Kant explica cómo fuera de nosotros se encuentra un caos de materia y sensaciones que sería imposible de intuir si no fuera porque, por un lado, proyectamos las intuiciones puras del espacio y el tiempo que ordenan mínimamente esas percepciones y, por otro, los conceptos puros o categorías, que completan el proceso permitiéndonos conocer las cosas que tenemos delante. No solo tenemos la intuición pura del espacio y el tiempo, sino que sobre estas hacemos más operaciones intelectuales ordenando la realidad. Vemos cubos, esferas, rectas, pares, impares, etc. Todas estas percepciones del espacio no son simples intuiciones de la sensibilidad, sino que son objetos de entendimiento: conceptos.

El concepto para Kant es ante todo una unidad sintética. El conocimiento es síntesis: juntar dos cosas, X es Y y definirlo. La síntesis también se expresa en forma de juicio como hemos visto. La lógica es la base de la ciencia física y estudia las formas de unión entre los juicios, la manera de enlazar sujeto y predicado: juicios universales, particulares, afirmativos, negativos… Así, a partir del análisis de estos juicios que, aplicados a la realidad, constituyen los conceptos, Kant realiza la deducción trascendental de los conceptos puros del entendimiento o categorías. Las categorías son las condiciones formales del conocimiento, porque sin las categorías no habría conocimiento, ya que son como conceptos generales dentro de donde caben los demás conceptos, gracias a que se refieren a la estructura de los conceptos (a su forma general, por eso son “condiciones formales”) y sin aplicarlos a ningún objeto de la ciencia o del mundo concreto (por eso son puros, es decir, a priori de la experiencia).

Fenómeno y Noúmeno

En resumen, según el idealismo trascendental, percibimos y conocemos las cosas en el espacio y el tiempo por medio de las categorías. Así, el espacio, el tiempo y las categorías, estructuras racionales, nos sirven como filtro para interpretar el caos de materia que sería el mundo al margen de nuestra racionalidad (no podemos saberlo claro). Lo que percibimos mediante el espacio, el tiempo y las categorías, Kant lo denomina fenómeno, la cosa para mí o en general, ya que no hay objeto sin conocimiento. En contraste al fenómeno tenemos la cosa en sí misma, un caos de materia y sensaciones que no podemos conocer; a esto Kant lo llama noúmeno.

Para comprender mejor estos términos explicaremos su etimología: fenómeno viene del griego “lo que aparece, lo que se manifiesta, lo que está ahí”, y noúmeno viene de nous “pensamiento o intelección” mezclado con –meno de fenómeno para darle una oposición de “algo exclusivamente mental, no aparece y es imposible conocer o definir objetivamente”.

Límites de la Razón Pura

Tras haber explicado el conocimiento en general y el conocimiento científico en particular, Kant explica que esto no le basta al ser humano, queremos saber más y nos preguntamos por las cuestiones metafísicas, que resumimos en: el alma o el yo, el mundo y Dios. En el alma se recogen todas nuestras experiencias internas, nuestros pensamientos, intuiciones y emociones. En el mundo, nuestras experiencias externas, las cosas y objetos que intuimos y conocemos. Y en Dios se unen estas dos ideas anteriores, pues en él se reúnen la conexión de las cosas y su relación con nosotros, sus orígenes, destinos y porqués.

El problema, y de lo que habla Kant en la “dialéctica trascendental” al estudiar la razón pura en sí misma como facultad de plantearse sus propios límites y condiciones, es que estas tres ideas son transgresiones de la razón. No tenemos experiencia de estas, no están ni en el espacio ni en el tiempo, no podemos conceptualizarlos de forma certera. Son noúmenos y no fenómenos y quedan fuera de los límites del conocimiento. Constituyen lo que son las antinomias, contradicciones de la razón pura. Ideas de las que no podemos decir ni argumentar una cosa y su contraria (el alma es inmortal y que no lo es, el universo es finito e infinito, que Dios existe o no…). Kant llega a la conclusión de que la metafísica no es una ciencia, pues se ocupa de las antinomias y no formula juicios sintéticos a priori. Esta tendencia del ser humano por conocer y especular sobre estas ideas convierte la metafísica en el ideal regulativo del conocimiento.

Es decir, son un ideal del conocimiento que dirige nuestra vida como un motor que pone en marcha el uso de la razón y el cuestionarnos por nuestras ideas y acciones. Esta no es una ciencia ni ofrecen conocimiento, pero es una actividad irrenunciable que conectan nuestro conocimiento con nuestras acciones y que nos hace lo que somos: seres humanos libres, preocupados por nuestras acciones y relaciones con un deseo infinito de conocimiento.

La Ética del Deber de Kant

En la Crítica de la razón pura (Krv), Kant trata de responder a la segunda pregunta metafísica “¿Qué debo hacer?”. No debemos confundirnos y pensar que las críticas de Kant se oponen; al contrario, forman parte de la misma: una razón (pura) teórica y otra una razón (pura) práctica dirigida a las acciones morales. Esta razón práctica ya no se dedica a examinar y valorar los límites y condiciones del conocimiento humano, sino los límites y condiciones de nuestras acciones libres.

La Buena Voluntad y el Deber

En la Fundamentación de la metafísica de las costumbres, Kant se pregunta qué es el bien supremo. Kant llega a la conclusión de que lo único bueno en sí mismo es la buena voluntad. Lo importante para juzgar una acción no es la acción en sí misma, sino la voluntad con la que se hace. Y ¿qué es la buena voluntad? Según Kant, la que quiere lo que quiere por respeto al deber. Esto lleva a Kant a formular una ética diferente a todas las anteriores: formal, categórica y autónoma.

  • Formal y no material, ya que se plantea como una receta general aplicable a cualquier situación, no te dice cómo obrar para alcanzar un fin u otro, sino cómo pensar por ti mismo si lo que haces está bien o mal de forma categórica.
  • Categórica y no hipotética, es decir, absoluta y universal, válida en cualquier situación y al margen de tus intereses personales, porque no es negociable ni está sujeta a condiciones de hipótesis previas.
  • Autónoma (auto: uno mismo; nomía: norma, ley) y no heterónoma (hetero: diferente, diverso) porque se regula a sí misma, nace de la propia voluntad.

Tipos de Actos Morales

Kant, al hablar de la buena voluntad y el respeto al deber, distingue tres tipos de actos:

  1. Acto contrario al deber
  2. Acto conforme al deber
  3. Acto por el deber

Los actos contrarios al deber son los actos inmorales, hechos con mala voluntad, como por ejemplo (ejemplo de Kant) que un carnicero engañe a un niño con las vueltas para quedarse con más dinero. Los actos conformes al deber coinciden con lo que debemos hacer, pero por razones equivocadas: el carnicero no engaña al niño porque sus padres compran ahí todos los días y no le cuesta perder clientes, o por miedo a que lo denuncien. Para Kant, los terceros, los actos por el deber, son los buenos de verdad, actos buenos de verdad que expresan la buena voluntad y el respeto que nosotros mismos nos damos, por ejemplo, “no engañar nunca a un niño” o mejor “no engañar nunca a nadie”. A Kant no le importa lo que queramos o deseemos hacer, o cómo nos sintamos tras la acción, lo importante según Kant es obrar por la razón correcta: por deber, por respeto a la ley que yo mismo me impongo. Esta ley tiene que permitirte decidir por ti mismo cómo debes obrar para obrar bien y servirte para obrar ante cualquier situación (categórica), pero sin decirte qué es lo que debes hacer en función de un fin concreto (formal o autónoma).

El Imperativo Categórico

Para saber cuál es esa ley, Kant formula el imperativo categórico. Mientras que la razón teórica formula juicios de A es B, la razón práctica formula imperativos: “no matarás”, “no mentirás”, “honrarás a tu padre y a tu madre”…. Son deberes. Y esto es lo que propone Kant, hacer una ética del deber (deontología) pero que sea formal, categórica y autónoma. Buscando el imperativo que sea igualmente categórico, es decir, absoluto, que exprese un deber absoluto, no un deber hipotético o relativo como “debes portarte bien para que Papá Noel te traiga regalos”. El imperativo categórico expresa la ley moral que debemos seguir para actuar siempre por deber y no contra el deber o simplemente conforme a él. Una receta general, infalible y válida para cualquier situación. Kant ofrece cuatro formulaciones del imperativo categórico que son en realidad variaciones de las dos primeras:

  1. “Obra de modo que puedas desear que la máxima de tu acción sea ley universal”.
  2. “Obra de tal modo que uses a la humanidad, tanto en tu persona como en la persona de cualquier otro, siempre como un fin en sí mismo y nunca meramente como un medio”.

Postulados de la Razón Práctica


Un postulado es un juicio cuya verdad se admite sin pruebas para servir de base a los nuevos razonamientos, o en este caso, para que tenga sentido la moral. Lo que Kant hace es recuperar aquello que en la razón teórica perdió ya que no tienen sentido porque son cosas que no podemos saber teóricamente, pero que mediante la razón práctica son necesarias y tienen mucho sentido cuando pensamos en nuestras vidas y acciones. Kant parte de un hecho que le parece insoportable, que es que uno puede ser buena persona y tremendamente infeliz, seguir a rajatabla el imperativo categórico y ser un desgraciado. Esto es inadmisible para Kant. Por eso Kant propone tres postulados: la inmortalidad del alma, la existencia de dios y el hecho de que somos libres, es decir, la libertad que tiene que ver con la antonimia del mundo ya que actuamos libremente en él y no en el vacío. En efecto, sin libertad no hay moralidad ya que no podríamos elegir entre el bien y el mal o entre la razón y nuestros deseos. Sí nuestra alma no es inmortal, no tenemos garantía de poder alcanzar la virtud o la perfección, pues esta vida es muy corta. Y para eso hace falta Dios y que por un lado ejerza