Acabada la Guerra Civil Española, el régimen franquista llevó a cabo una férrea represión: fueron suprimidos los derechos de reunión y el de asociación, se promulgó la Ley de Prensa, que estableció la censura previa, y la Ley de Responsabilidades Políticas, la cual permitió represaliar a los que habían apoyado la República, entre otras. El país se vio sumido en la pobreza y aislado internacionalmente, al tiempo que la mayoría de sus intelectuales y artistas se vieron abocados al exilio o al silencio. Fue a partir de los años 60, época del desarrollismo, del turismo y de incremento de la inmigración, que permitieron mejorar la condiciones de vida y una apertura al exterior, cuando España se fue abriendo a las tendencias literarias extranjeras y la censura se fue debilitando.
En la inmediata posguerra, con muchos teatros destruidos y numerosos autores, actores y directores en el exilio, se trunca la renovación que habían llevado a las tablas Lorca y Valle-Inclán. Únicamente se mantiene vivo en el exilio; así, Rafael Alberti estrena El adefesio en Buenos Aires y, posteriormente, Noche de guerra en el Museo del Prado. Por su parte, Max Aub escribiría Morir por cerrar los ojos.
Sin embargo, en España triunfó durante los años 40 un teatro conservador y convencional, de evasión, fiel a las técnicas tradicionales de Benavente. Se pueden distinguir dos tendencias: la comedia burguesa y el teatro de humor. En la primera, se escenifican los dilemas morales y cotidianos de la burguesía, con diálogos ingeniosos y finales felices y poco arriesgados; destacan autores como José María Pemán (De la virgen capitana) o Joaquín Calvo Sotelo con Una muchachita de Valladolid y La muralla. El teatro del humor, de Jardiel Poncela con Eloisa está debajo de un almendro, Miguel mIhura con Tres sombreros de copa o Edgar Neville, El baile, tratan de romper las formas tradicionales del humor al innovar con un teatro basado en el absurdo. Por su parte, Alejandro Casona escribe un teatro más simbólico, con La dama del alba.
Durante la década de los 50, surge un teatro social y comprometido que debe sortear los problemas de la censura, en el que sobresale la figura de A. Buero Vallejo y su Historia de una escalera. Mediante un lenguaje escénico simbólico y personajes frustrados, sin futuro, trata los problemas de la clase media. En su obra hay referencias al pacto de silencio de la sociedad y se utilizan las llamadas “técnicas de inmersión”, además del teatro histórico para analizar la contemporaneidad. Por su parte, Alfonso Sastre defendió la crítica social directa y explícita en Escuadra hacia la muerte o La mordaza. En sus obras se mezcla lo épico y lo grotesco, creando tanto héroes irrisorios como valiéndose del protagonista colectivo. Otros autores del realismo social serían Rodríguez Méndez, con Flor de otoño, Antonio Gala con Los verdes campos del Edén , o el exitoso Alfonso Paso.
Durante los 60 y primeros 70 sigue pervive el teatro comercial burgués, destacando Usted puede ser un asesino, de Alfonso Paso. También se continuará con la línea de protesta de corte experimental y realista. José Martín Recuerda estrena Los salvajes en el Puente de San Gil y Laura Olmo, obtiene gran éxito con La Camisa, entre otros. En el teatro de nueva vanguardia destacan el “teatro furioso” (Nosferatu) y el teatro de farsa y calamidad (El baile de los ardientes) de Francisco Nieva; así como el teatro “pánico” de Fernando Arrabal, que combina situaciones absurdas, de herencia kafkiana, personajes irracionales y humor negro: Pic-Nic, El cementerio de automóviles u Oye, patria, mi aflicción.
Surge, durante los años 70, el teatro independiente de grupos teatrales como Tábano, Els Comediants, El Joglars, con Ubú president, o La Cuadra de Sevilla, con Quejío, por citar unos pocos. Con la llegada de la democracia, desaparece la censura y se produce el apoyo de las instituciones públicas a los espectáculos teatrales, además del nacimiento de festivales. A partir de los 80, aparecen autores como F. Fernán Gómez, con el estreno de Las bicicletas son para el verano o Adolfo Marsillach y Yo me bajo en la próxima, ¿y usted?. Conviven el teatro social con lo metateatral y lo existencial; destacan así La estanquera de Vallecas y Bajarse al moro, de José Luis Alonso de Santos, como claros exponentes de la comedia de la movida. José Luis Sanchis Sinisterra, por su parte, tiene gran éxito con ¡Ay, Carmela!, en la que se reflexiona sobre aspectos del propio teatro.
Finalmente, se incorporan en el siglo XXI autores como Juan Mayorga (El chico de la última fila) o Angélica Liddell (La casa de la fuerza). Además, surgen nuevos modos escénicos, como el teatro en la calle, las salas alternativas, el microteatro o el musical al estilo de Broadway.
Acabada la Guerra Civil, el régimen suprimió el derecho de asociación y de reunión, se promulgó la ley de Prensa junto con la censura previa y la Ley de Responsabilidad política, que castigaba a todo aquel que apoyara a la República. España quedó sumida en la pobreza y aislada del resto de países (“quinquenio negro”), periodo que coincidió con la II Guerra Mundial, la cual desembocó en la Guerra Fría. Más tarde el hecho de que España se abriera a corrientes literarias foráneas debilitó al régimen. Con este conflicto bélico, el grupo del 27 se disuelve, ya con Lorca muerto, Miguel Hernández en la cárcel, y el resto de artistas exiliados o al silencio. Finalmente, la muerte de Franco en 1975 supuso el inicio de una progresiva democratización que culminó con la constitución de 1978 y la posterior integración del país en la OTAN y la UE.
En los años 40, destacó la obra de Miguel Hernández, compuesta de la unión de la poesía pura, la vanguardia, la tradición popular y el clasicismo, aunque pronto encuentra su propio estilo literario. Podemos destacar obras como: El rayo que no cesa, mayormente por sonetos amorosos influenciados por los clásicos; El hombre acecha, obra llena de amargura, el autor presiente la derrota de los valores políticos y sociales que él mismo apoya; y El cancionero y romancero de ausencias que muestra el dolor del poeta por la derrota, a la que se suma la pobreza de su familia, la muerte de su primer hijo y la cárcel.
Durante los años 50 y 60, poetas de ideología falangista escriben poesía arraigada, pues solían recurrir a la métrica clásica. Publican en revistas como Garcilaso o Escorial. Su poesía aborda temas como la religión, el amor o la patria. Podemos mencionar entre sus destacados autores a Luis Rosales con La casa encendida, y a mediados de los 40 a Pablo García con Cántico, que intenta retomar la poesía pura y la del 27. Además Gloria Fuertes fue una de las mujeres más representativas dentro del postismo. Por otro lado encontramos la poesía desarraigada y atormentada, que aparecía en la revista Espadaña. Destacamos a Dámaso Alonso con Hijos de la ira, obra en la que la poesía se utiliza como medio para expresar el sufrimiento con su léxico coloquial y metáforas surrealistas, transmitiendo toda la angustia de la vida y la maldad del hombre.
Blas Otero también es una de las voces de la poesía desarraigada. En la obra Angel fieramente humano el poeta busca consuelo en un Dios lejano y oscuro que responde con silencio. Por otro lado, en Pido La Paz y la palabra, los problemas existenciales son sustituidos por la denuncia de libertad ausente y la injusticia, la esperanza en el ser humano y en su capacidad de resolver problemas sin la necesidad de recurrir a Dios. El léxico de Gabriel Celaya es agresivo y violento. Aplica a los problemas existenciales y sociales la fuerza del surrealismo en Tranquilamente hablando. José Hierro es un poeta original y muy difícil de clasificar, inventa dos subgéneros poéticos: el reportaje, realista; y la alucinación, irracional. Una de sus obras es Cuanto se de mi.
Forman el grupo de los 50, creadores nacidos tras 1925. Así, Angel González en Tratado de urbanismo mantiene el compromiso social, pero se inclina por la ironía. Adora los juegos de palabras pero sin renunciar por ello a la belleza o al humor.
Los Novísimos, o Generación del 70, toman su nombre de una antología de José María Castellet: Nueve novísimos poetas españoles. Estos buscaban una poesía creativo/original y a menudo usaban la poesía para hablar de poesía (metopoesia). Se vieron influenciados por el pop, rock, cine… Destacan Ana María Moix y José María Álvarez entre otros.
Entre los años 80 y 90 surgen innumerables líneas poéticas, en las que es imposible clasificar a los distintos autores. Se sigue cultivando la poesía vanguardista y aparece una tendencia surrealista.
Algunos autores de la poesía de la experiencia son Luis Alberto de Cuenca, Ana Rosseti o Jorge Riechmann. Estos buscan la esencia poética en la vida cotidiana, en la anécdota personal y en la experiencia íntima. Emplean un lenguaje sencillo, pero con toque culto, buscando crear humor, y los temas son urbanos y próximos como: los bares, las relaciones con los amigos… Consideran el mundo actual inhabitable y consideran la poesía el arma para cambiarlo, hay una constante preocupación por el dolor ajeno, por la ecología y por la enajenación del hombre moderno.
En conclusión, la Guerra Civil y Dictadura franquista acaban con una de nuestras generaciones poéticas más importantes, y condenan a España al aislamiento. La poesía está dominada por el existencialismo y por el interés social.
Gdel 27, un grupo poético y cultural que floreció en España durante las primeras décadas del siglo XX, se distingue por su diversidad y su profunda influencia en la literatura y el arte español. Este grupo, también conocido como el grupo poético del 27, reunió una amplia gama de talentos, desde poetas hasta dramaturgos, y estuvo compuesto principalmente por miembros de la clase media liberal y culta.
Nacidos entre 1891 y 1905, estos escritores vivieron en un período de agitación política y social en España. Experimentaron la Dictadura de Primo de Rivera y la crisis mundial de 1929, que provocó un aumento en la oposición al régimen dictatorial y una creciente conciencia política entre las clases medias. La proclamación de l a Segunda República en 1931 marcó un período de agitación cultural y política para el grupo, con la introducción de reformas sociales significativas, como el sufragio femenino y el matrimonio civil.
Sin embargo, el estallido de la Guerra Civil Española en 1936 sumó al país en un conflicto devastador que dividió al grupo y llevó a muchos de sus miembros al exilio. Durante este tiempo turbulento, figuras prominentes como Federico García Lorca fueron perseguidas y asesinadas, mientras que otros, como Miguel Hernández, sufrieron prisión y represión política. A pesar de estas adversidades, la Generación del 27 logró establecer un legado literario perdurable que fusionó la tradición con la vanguardia, lo español con lo universal. Inspirados por figuras como Ortega y Gasset y Juan Ramón Jiménez, estos escritores exploraron una amplia gama de estilos y corrientes literarias.
Desde la poesía pura, influenciada por Juan Ramón Jiménez, hasta el surrealismo, que rehumanizó la poesía, y finalmente la etapa del exilio, cada fase reflejaba la evolución artística y política del grupo. Como principal herramienta de expresión poética se hace uso de la metáfora. Entre los poetas más destacados de la Generación del 27 se encuentran Pedro Salinas, cuya poesía reflexiva sobre el amor lo distingue; Jorge Guillén, representante de la poesía pura, caracterizada por su brevedad y tono exclamativo; Gerardo Diego, que sintetizó la tradición y la vanguardia en su obra; y Vicente Aleixandre, cuyo surrealismo exploró los rincones más oscuros del inconsciente humano. Rafael Alberti exploró el neopopularismo en “Marinero en tierra” y luego se sumergió en el surrealismo en “Sobre los ángeles”. Más tarde, abordó temas sociales y políticos. Por otro lado, la poesía de Luis Cernuda, agrupada en “La realidad y el deseo”, destila erotismo y sensualidad, evocando a veces a Bécquer.
Federico García Lorca, además de su destacada poesía, desafió las normas sociales y políticas en su teatro, con obras como “Bodas de sangre” y “La casa de Bernarda Alba”. Las figuras femeninas también dejaron una marca indeleble en este movimiento, con poetas como Ernestina de Champourcin y Concha Méndez, que aportaron una voz única y moderna a la literatura española.
Miguel Hernández, considerado un epígono del grupo, se destacó por su compromiso social y su poesía apasionada y comprometida, que reflejaba las luchas y esperanzas de su tiempo. Desde su poesía gongorina hasta sus obras sociales y de ausencia, Hernández dejó un legado perdurable que sigue resonando en la conciencia española.
En resumen, la Generación del 27 dejó un legado literario diverso y rico, que abarcó una amplia gama de estilos y temáticas, y que sigue siendo una parte integral de la literatura española moderna. A través de su innovación artística y su compromiso político y social, este grupo de escritores logró capturar la esencia de su tiempo y trascender las fronteras culturales y temporales.