Historia de la Península Ibérica: Desde la Prehistoria hasta el Descubrimiento de América

La Prehistoria y la Edad Antigua

El proceso de hominización en la Península Ibérica: nuevos hallazgos

Se entiende por hominización el proceso evolutivo por el que los antepasados de los humanos se separaron de los simios hasta dar lugar al Homo sapiens. Los restos de seres humanos más antiguos localizados en Europa se hallan en Atapuerca (Burgos), y pertenecen al Homo antecessor, con una antigüedad en torno a 1 millón de años, posible descendiente del Homo erectus asiático y que se extendió por Europa protagonizando la cultura de los cantos tallados.

En fecha posterior, hace en torno a medio millón de años, se extiende por Europa una nueva especie del género Homo, descendiente del Homo ergaster africano, el Homo heidelbergensis, cuyos restos más destacados hallados en la Península corresponden también a la Sierra de Atapuerca, en la llamada Sima de los Huesos, datados en 400.000 años. Su industria lítica corresponde a la tecnología achelense, siendo yacimientos importantes de este homínido los encontrados en las terrazas de los principales ríos.

Hace 100.000 años ya vivía en la Península el Homo neanderthalensis, que se caracterizó por el uso de pequeños instrumentos líticos realizados con técnica Lavallois (Cova Negra, Morín,…). El yacimiento neandertal más destacado en la Península es el de la Cueva de El Sidrón (Asturias), fechada en 43.000 años.

Finalmente, ya en el Paleolítico Superior (30.000-8.000 a. C.) ocupó la Península el Homo sapiens, que desarrolló importantes avances técnicos (Magdaleniense) y protagonizó las primeras grandes manifestaciones artísticas de la Prehistoria (Cuevas de Altamira, El Castillo, Parpalló,…).

Los pueblos prerromanos. Colonizaciones históricas: fenicios, griegos y cartagineses

Tras el Bronce Final y la I Edad del Hierro, con culturas destacadas como la de los campos de urnas, la de los castros, Cogotas I, la cultura talayótica o Tartessos, se desarrolla en la Península la II Edad del Hierro.

Durante el I milenio a. C. convivieron en la Península íberos y celtas, muy diferenciados entre sí. Los íberos habitaban en la cornisa mediterránea, recibiendo una gran influencia de los pueblos colonizadores (fenicios y griegos). Se caracterizaban por una economía agrícola y ganadera, destacando la minería, la industria textil y el comercio. La sociedad ibera estaba muy jerarquizada y no existía unidad política entre los diferentes pueblos. Vivían en núcleos urbanos y tenían un arte muy desarrollado.

En las cornisas cantábrica y atlántica de la Península se asentaron los pueblos celtas. Sus actividades económicas principales fueron la ganadería y la metalurgia, siendo muy destacada su orfebrería. Se asentaban en castros emplazados en lo alto de colinas o cerros para favorecer la defensa. Tenían gran relación con los pueblos indoeuropeos y su cultura.

El centro peninsular, por su parte, estaba ocupado por los celtíberos, grupos fundamentalmente de pastores nómadas, con rasgos culturales tanto de los pueblos íberos como de los celtas.

El primero de los pueblos colonizadores fueron los fenicios, que llegaron a la Península movidos por su interés comercial y económico; fundaron diversas pesquerías y centros de salazón, y comerciaron con los pueblos indígenas peninsulares. Son fundaciones fenicias Gadir (Cádiz, s. IX a. C.), Malaka (Málaga) o Sexi (Almuñécar), entre otras ciudades en la zona costera de la actual Andalucía. Su influencia cultural marcó la aparición de ciudades indígenas, la difusión de diversas técnicas metalúrgicas y el desarrollo de la escritura en la Península.

La llegada de los griegos en el siglo VII a. C. tuvo similares motivaciones, asentándose principalmente en la costa mediterránea, siendo algunas de sus fundaciones las ciudades de Emporion (Ampurias), Hemeroskopeion (Denia) o Akra Leuke (Alicante). Su influencia cultural fue enorme, sobre todo entre los pueblos íberos, destacando, por ejemplo, el inicio en la Península de la acuñación de moneda.

El último de los pueblos colonizadores fue el cartaginés, que reactivó las antiguas colonias fenicias y fundó otras, como Ebussus (Ibiza, 654 a. C.) o Cartago Nova (Cartagena, 226 a. C.). El final de su influencia en la Península se enmarca en las luchas que mantuvieron con Roma durante la II Guerra Púnica.

Conquista y romanización: la pervivencia del legado cultural romano en la cultura hispánica

Prácticamente de forma paralela a la conquista romana de la Península (218-19 a. C.), se desarrolla la difusión de la cultura y del modo de vida latinos.

El motor fundamental de este proceso de integración de los pueblos aborígenes en la cultura y forma de vida romanas, conocido como romanización, fue la lengua latina, que muy pronto fue hablada por todos los habitantes de Hispania, y de la cual derivan las lenguas actuales de la Península, excepto el euskera. Toda Hispania sufrió una fuerte romanización, excepto las zonas montañosas del norte donde fue más débil.

También es muy importante el derecho romano, base del desarrollo del derecho del mundo occidental, y la integración de Hispania en los modelos social y administrativo municipal romanos. Igualmente, la religión romana, principalmente el culto al emperador, fue un factor destacado de identificación cultural. Asimismo, Roma extiende por Hispania cultos de origen oriental y, principalmente, el cristianismo, que será de vital importancia en el proceso romanizador en época imperial.

Un destacado factor que favoreció este proceso romanizador fue la gran labor constructora romana, que creó un complejo sistema de comunicaciones (calzadas, puentes,…) que unía todo el territorio. Esta romanización se debió, primeramente, a la actuación del ejército romano, que tendrá un papel fundamental en la expansión de la cultura romana, como fue el caso de la Legio VII Gemina, considerada como el primer foco difusor del cristianismo en la Península.

Las invasiones bárbaras. La monarquía visigoda: instituciones y cultura

A lo largo del siglo IV, Roma fue recibiendo emigrantes bárbaros, pero al comienzo del siglo V fueron pueblos enteros los que penetraron en el Imperio. Venían huyendo, empujados por pueblos de las estepas del Asia Central (los hunos). A Hispania llegaron los suevos que, tras pasar los Pirineos en el año 409, se establecieron en el noroeste de la Península; los alanos, que se dispersaron por la Península; y los vándalos (vándalos silingos y vándalos asdingos), los más brutales de los tres, entraron por los Pirineos y salieron por Gibraltar. En el año 415, llegaron los visigodos, pueblo federado de Roma, con el objetivo de proteger el territorio de Hispania y expulsar a los bárbaros asentados en él. Ante la debilidad de Roma y empujados por los francos de la Galia, penetraron definitivamente en la Península, estableciendo su reino con capital en Toledo.

La monarquía visigoda se caracteriza por ser muy débil, debido a su carácter electivo, motivo por el cual había muchas disputas internas. Los reyes se apoyaron en las familias nobles para gobernar, el llamado officium palatinum, las tareas propias de la administración del reino. La capital del reino hispanovisigodo fue Toledo, ciudad en la que se celebraban los concilios. Éstos y el Aula Regia eran las principales instituciones visigodas. El Aula Regia estaba compuesta por los nobles, el rey y sus colaboradores; su función era meramente consultiva. En cuanto a los Concilios, tenían un carácter eclesiástico, aunque era el rey quien los presidía y en los que, no obstante, se tomaban un gran número de decisiones políticas de gran importancia. Por ejemplo, en el III Concilio de Toledo, se produce la abjuración del arrianismo del rey Recaredo, seguido por la élite visigoda, y su conversión al catolicismo, lo que no sólo tiene implicaciones religiosas o ideológicas, sino también políticas ya que significó la unificación social de la población en Hispania.

Por último, la cultura visigoda presenta dos rasgos característicos: supone la continuidad de la cultura hispanorromana (adoptaron el latín como lengua propia) y es una cultura básica religiosa, dominada y controlada por la Iglesia. El autor más representativo fue San Isidoro de Sevilla (c. 560-636); su obra más conocida es Las Etimologías, monumental enciclopedia que refleja la evolución del conocimiento desde la antigüedad pagana y cristiana hasta el siglo VII y en la que se recogen y sistematizan todos los ámbitos del saber de la época. Destaca también la figura de San Leandro creador de una escuela en Sevilla para la enseñanza del trivium (gramática, retórica y dialéctica) y el quadrivium (aritmética, geometría, música y astronomía).

En la sociedad visigoda tenía gran importancia la artesanía, siendo grandes fabricantes de broches, hebillas y objetos de adorno. La arquitectura visigoda fue una de las más avanzadas de su tiempo. Se utilizaba la piedra como principal material de construcción, y en sus edificios se empleaban los arcos de herradura como principal elemento.

La Península Ibérica en la Edad Media: Al-Ándalus

Evolución política de Al-Ándalus: conquista, emirato y califato de Córdoba

La debilidad de la monarquía visigoda favoreció la conquista musulmana de la Península. Los musulmanes llegaron procedentes del norte de África llamados por los sectores hostiles a Rodrigo para expulsarlo del trono visigodo, pero tras la victoria musulmana en la batalla de Guadalete (711), los musulmanes conquistan rápidamente la Península, a excepción de las regiones montañosas cantábricas, donde fueron frenados por Pelayo en la batalla de Covadonga (722).

Los invasores eran de origen bereber y, pese a no ser muy numerosos, acabaron rápidamente con la débil resistencia visigoda. También formaban parte de las fuerzas invasoras población árabe, que ocupaban los puestos dirigentes. Los cristianos conversos al Islam fueron llamados muladíes, mientras que aquellos que mantuvieron su religión en el territorio de Al-Ándalus, recibieron el nombre de mozárabes.

Al principio, el territorio musulmán, denominado al-Ándalus, estaba dirigido por un emir, pero tras la caída de los Omeyas en Damasco, Abd-al-Rahmán I, miembro de la familia destronada, llegó a la Península (siglo VIII) y se autoproclamó emir independiente de Bagdad, la nueva capital de la dinastía abasí. Fue un período convulso por las luchas internas entre árabes y bereberes, y las revueltas de muladíes y mozárabes. En el año 929, el emir Abd-al-Rahmán III se autoproclamó califa, rompiendo definitivamente todo lazo de dependencia de Bagdad, iniciándose el Califato de Córdoba, período de máximo apogeo de al-Ándalus. Le siguió su hijo Al-Hakán II, a finales del siglo X. Fue un período de paz y desarrollo cultural, pero a la muerte de Al-Mansur (Almanzor, 1002), que lanzó una dura ofensiva contra los reinos cristianos del norte, el Califato entró en crisis, hasta que finalmente, en 1031, se dividió en los llamados reinos de Taifas.

Al-Ándalus: la crisis del siglo XI. Reinos de Taifas e imperios norteafricanos

A finales del siglo X se inicia una crisis política en el Califato cordobés, principalmente motivada por el gobierno autoritario y centralista de Al-Mansur que reprimió cualquier levantamiento de los territorios contra Córdoba. A su muerte en 1002, se inició un período de disgregación ante la debilidad de Califato, que culmina en 1031 con una rebelión en Córdoba que depuso al último califa Hisham III. La unidad de Al-Ándalus se fragmentó en múltiples reinos como resultado de las profundas divergencias en la clase dirigente, formándose los llamados reinos taifas.

El territorio de Al-Ándalus quedó distribuido entre las distintas etnias, es decir, eslavos, árabes-andalusíes y bereberes. Los primeros en formarse fueron las taifas de Valencia, Denia y Baleares, en el levante peninsular. En el otro extremo de la península se formó el taifa de Badajoz, y en el valle del Ebro, en la ciudad de Zaragoza; a éstos les siguieron los taifas en Tortosa, Málaga y Sevilla, el más grande y poderoso de los que se crearon. Por último, y tras la rebelión cordobesa de 1031, el califato desapareció dando lugar a nuevos reinos taifas. A partir de aquí hay que añadir las taifas de Toledo, Ronda, Carmona, Morón, Huelva, Niebla, Murcia y Albarracín.

Las características de esta etapa fueron: las frecuentes disputas entre las taifas, el elevado número inicial se redujo debido a las anexiones de unas taifas a otras, el pago de parias a los reinos cristianos para asegurar la supervivencia de los reinos de taifas ante la superioridad militar de aquellos, y, una gran debilidad política pero que no se tradujo ni en crisis económica ni cultural.

A finales del s. XI, ante el avance militar de los reinos cristianos, los reinos de taifas decidieron unirse para pedir ayuda exterior. La caída de Toledo en 1085 supuso una conmoción terrible en el islam hispano, lo que explica que hicieran acto de presencia en las tierras hispanas los almorávides, agrupación de tribus bereberes que poco antes habían creado un imperio en el norte de África. Éstos unificaron nuevamente el poder político en al-Ándalus con centro en Sevilla, y lograron contener el avance de los cristianos hacia el sur tras la batalla de Sagrajas (1086). Pero el imperio almorávide creó malestar entre las comunidades islámicas y a mediados del siglo XII su poder decayó.

Tras ellos, fueron los almohades, dinastía musulmana de origen bereber que sustituyó a los almorávides en el dominio del Magreb, quienes frenaron nuevamente el avance cristiano (batalla de Alarcos, 1195), pero tampoco consolidaron la posesión de las nuevas tierras y su imperio cayó finalmente tras la derrota ante Alfonso VIII de Castilla en las Navas de Tolosa (1212). Después, solo subsistieron las taifas de Sevilla, Arjona, Niebla, Valencia y Murcia, y únicamente el reino nazarí de Granada perduró hasta 1492.

La Península Ibérica en la Edad Media: Los Reinos Cristianos

Los reinos cristianos en la Edad Media: los primeros núcleos de resistencia

En el marco geográfico de la cornisa cantábrica y Pirineos, poblado por sociedades arcaicas (astures y vascones), van a surgir los primeros núcleos de resistencia cristiana al Islam. Tres serán estos primeros núcleos: el asturiano, el navarro y el de los Pirineos orientales.

Los sucesos de Covadonga (Pelayo, 722) son el inicio de la formación del reino astur en torno a Oviedo, que con Alfonso II enlaza con la tradición visigoda al aplicar en el reino el Liber Iudicum. A lo largo del siglo IX el reino astur se extiende hacia el sur por el valle del Duero, poblando los territorios con colonos por el sistema de presura. A principios del siglo X, Alfonso III trasladó la capital del reino a León, motivo del cambio de denominación del reino por Reino de León. Asociados al desarrollo territorial del reino de León surgen el reino de Galicia y los condados de Portugal y de Castilla.

En el Pirineo occidental, tras la victoria de los vascones sobre el ejército carolingio en Roncesvalles (778), surge el reino de Pamplona, que bajo la dinastía Jimena durante la primera mitad del siglo X se extenderá hasta el Ebro englobando el condado de Aragón, formado en los Pirineos centrales por influencia carolingia.

Por último, la intervención carolingia en los Pirineos orientales hace surgir, a partir del inicio del siglo IX, la Marca Hispánica, conjunto de condados bajo el control de la monarquía franca que se crearon como freno al posible avance musulmán hacia el norte. A finales del siglo IX, el conde de Barcelona Borrel II, aprovechando la debilidad de la dinastía carolingia, rompe la dependencia con los reyes francos, iniciándose a partir de este momento el control del territorio por parte del condado de Barcelona.

Los reinos cristianos en la Edad Media: principales etapas de la Reconquista

El concepto de Reconquista (ocupación violenta de territorios ocupados y cultivados por musulmanes), hace referencia a un fenómeno exclusivamente peninsular, que se produce a lo largo de la Edad Media (siglos XI al XV) y que implica la ocupación violenta de los territorios de al-Ándalus por parte de los reinos cristianos peninsulares.

Como antecedente al proceso de reconquista puede citarse la ocupación de Nájera y Viguera llevada a cabo por Sancho Garcés I de Pamplona en 920. Las etapas de la reconquista son las siguientes:

  1. Ocupación de los valles de los ríos Ebro y Tajo. Comenzó con la toma de Calahorra (1045) por el rey de Pamplona García de Nájera, y terminó con la ocupación de Tortosa (1148) y Lérida (1149) por el conde de Barcelona Ramón Berenguer IV. En el occidente se inicia con la ocupación de Coria (1079) por Alfonso VI de León y terminó con la liberación de Santarem y Lisboa (1147) por Alfonso I Enríquez de Portugal.
  2. Ocupación definitiva de la cuenca del Guadiana medio, iniciada con la creación de la Orden de Calatrava (1158) y que termina con la ocupación de Badajoz (1230) por Alfonso IX de León. En Aragón se conquistaba la cuenca alta del Turia, Albarracín y Teruel (1170) y parte del Maestrazgo.
  3. Ocupación de los valles del bajo Guadiana, Guadalquivir, bajo Turia, Júcar y Segura, entre 1232 y 1263. Son hitos destacadas de este período las tomas de las ciudades de Córdoba (1236), Sevilla (1248), islas Baleares (Palma, 1229), Valencia (1238) y Murcia (1243).
  4. Ocupación del reino nazarí de Granada, empresa lenta e intermitente, que comienza con la toma de Tarifa (1292) y culmina con la de Granada en 1492 a manos de los Reyes Católicos.

Los reinos cristianos en la Edad Media: las formas de ocupación del territorio y su influencia en la estructura de la propiedad. Modelos de repoblación y de organización social

Una de las particularidades diferenciadoras de la Edad Media peninsular con respecto al resto de Europa es el proceso de reconquista-repoblación que en la Península se produce. Entendemos por repoblación el asentamiento pacífico en territorios no ocupados o cultivados. Según esto hay que señalar que procesos de repoblación se han efectuado en numerosas etapas de la historia peninsular desde la antigüedad. A lo largo de la Edad Media se produce uno de estos fenómenos repobladores, asociado al proceso de reconquista del territorio por parte de los reinos cristianos del norte. Las etapas de la repoblación medieval fueron:

  1. De tipo monacal (siglos VIII a XI): monjes y hombres libres ocupan las tierras yermas del valle del Duero y del Pirineo, generalmente por iniciativa propia aunque también bajo la dirección de reyes o condes.
  2. Concejil (2ª mitad del siglo XI y 1ª del XII): surgen los grandes concejos, principalmente entre los ríos Duero y Tajo (concejos de Salamanca, Ávila, Segovia, Cuéllar, etc.), y en el valle del Ebro (concejos de Zaragoza, Daroca, Calatayud, etc.).
  3. De las Órdenes Militares (desde mediados del siglo XII a principios del XIII): actuaron en la cuenca del Guadiana medio y en la de los ríos Guadalope y Turia.
  4. Nobiliaria (siglo XIII): en la que también participan concejos y Órdenes Militares. Se repuebla Andalucía, Extremadura, Murcia y parte de Valencia. Es el momento en el que surgen las grandes posesiones nobiliarias que marcarán los sistemas de propiedad de la tierra.

Hay que señalar que dentro de estas etapas, los Estados occidentales repoblaron tierras que estaban vacías, mientras que los orientales repoblaron zonas que tenían una fuerte población musulmana. En Castilla y León se utilizó el sistema de presura y, posteriormente, la creación de concejos dotados de fueros, el de capitulaciones y el de encomiendas de las Órdenes Militares. En los territorios de la Corona de Aragón se usó el sistema de capitulaciones, cartas puebla y, a partir del siglo XII también el de encomiendas, terminando la ocupación del territorio levantino por medio de la repartición de tierras.

Los Reinos Cristianos en la Baja Edad Media

Los reinos cristianos en la Baja Edad Media: organización política e instituciones en el reino de Castilla y en la Corona de Aragón

Castilla fue el principal núcleo de la España cristiana. Estaba formada, principalmente, por los reinos de Castilla y de León, que se fusionaron definitivamente en 1230 con Fernando III el Santo. Había diferentes reinos y territorios con personalidades muy distintas, como eran Galicia o las Vascongadas, a la vez que se iban sumando los territorios conquistados a al-Ándalus durante el proceso de Reconquista.

Alfonso XI reforzó la autoridad real tras la publicación en 1348 del Ordenamiento de Alcalá. Posteriormente hubo una guerra civil que entronizó una nueva dinastía, los Trastámara, con Enrique II; con sus sucesores hubo duras luchas por el poder que debilitaron la monarquía a favor de la nobleza más influyente.

Las principales instituciones fueron el Consejo Real, la Audiencia y la Hacienda; además, desde finales del siglo XII funcionaban en Castilla las Cortes, las más antiguas de Europa, que representaban a los tres estamentos: la nobleza, el clero y el pueblo (ciudades y villas). Desde las Cortes se podían presentar quejas al rey, pero no tenían facultades legislativas. En cuanto al gobierno de los núcleos locales aparecieron los Concejos.

La Corona de Aragón tiene su origen en el matrimonio de Doña Petronila, heredera del reino de Aragón, y Ramón Berenguer IV, conde de Barcelona, en 1137. Posteriormente se suman los reinos de Valencia y Mallorca. La Corona de Aragón funcionaba como una confederación, teniendo cada territorio sus propias instituciones. En el siglo XIII nacieron las Cortes, que eran independientes en Aragón, Cataluña y Valencia, aunque en alguna ocasión se reunieron con carácter general. En 1359 surgió la Generalitat de Cataluña. Instituciones similares fueron las Diputaciones de Valencia y de Aragón; también se creó el Justicia Mayor de Aragón, institución unipersonal.

Los reinos cristianos en la Baja Edad Media: las rutas atlánticas (castellanos y portugueses). Las islas Canarias

Durante la Baja Edad Media, tanto castellanos como portugueses buscan en el Atlántico rutas comerciales alternativas al saturado comercio por el Mediterráneo, controlado por los estados ribereños. Por otra parte, los progresos en la navegación y en la construcción naval favorecieron la expansión atlántica, por la que castellanos y portugueses buscaban en la costa africana y sus islas, azúcar, pesquerías, oro y esclavos. Esta proyección ultramarina provocó diversos conflictos y enfrentamientos entre Castilla y Portugal, que no obtuvieron solución hasta finales del siglo XV, con la firma del Tratado de Tordesillas (1494) por el que se establecía una línea divisoria a 370 leguas al oeste de las islas de Cabo Verde entre los dominios de ambos reinos.

La navegación por el Atlántico perseguía asimismo otro objetivo, la búsqueda de una nueva ruta hacia las Indias. Portugal, potencia marítima en la primera mitad del siglo XV, proyectó durante el reinado de Enrique el Navegante, alcanzar las Indias rodeando África.

Ante el dominio portugués en el Océano, Castilla proyectó la conquista y ocupación de las Islas Canarias, que fue un proceso lento e intermitente. Enrique III (1379-1406) encargó al explorador francés Jean de Bethencourt el inicio del proyecto, que culmina con la ocupación de Lanzarote (1404), Fuerteventura y Hierro. Entre 1418 y 1477 los derechos de conquista de las islas estuvieron bajo el control de diversos nobles y casas castellanas, iniciándose la ocupación de la isla de La Palma. Por último, a partir de 1477, son los Reyes Católicos los que culminan el proceso con la conquista y ocupación de Gran Canaria (1478-1483), La Palma (1492-1493) y Tenerife (1494-1496), donde encontrarán gran resistencia de la población aborigen. Finalmente, las Islas Canarias quedan bajo el control de la Corona de Castilla.

Los Reyes Católicos y la Construcción del Estado Moderno

Los RR. CC. y la unión dinástica: integración de las Coronas de Castilla y de Aragón

La unión dinástica se inició en 1469 con el matrimonio, casi clandestino, de Isabel de Castilla y el infante Fernando de Aragón, que provocó que Enrique IV desheredara a Isabel, lo que llevará, a la muerte de Enrique IV (1474), a una guerra civil por el trono entre Isabel y su sobrina, Juana la Beltraneja. Sectores de la nobleza castellana, Francia y Portugal, que no veían con buenos ojos la unión de Castilla y Aragón, apoyaron a Juana, mientras que Isabel recibió el apoyo de otros sectores de la nobleza, Inglaterra, Aragón, Borgoña y Sicilia. En 1479 finalizó la guerra a favor de Isabel, que fue reconocida como reina de Castilla. Al poco, ese mismo año, Fernando sube al trono de la Corona de Aragón a la muerte de su padre, Juan II.

La unión de Castilla y Aragón era de carácter dinástico, establecida en la persona de los reyes. Tanto Castilla como Aragón mantuvieron sus instituciones propias y sus Cortes, sin embargo Castilla tuvo un mayor peso específico debido a su mayor territorio y a un mayor dinamismo, tanto político como económico, que Aragón, más aferrado al pactismo de origen medieval.

Los Reyes Católicos. La conquista del reino nazarí y la incorporación del reino de Navarra

Tras la batalla de Toro y la paz de Alcáçovas (1479) que ponen fin a la guerra civil por el trono castellano, los Reyes Católicos, en el marco del ideal de unidad peninsular que condiciona toda su política, reanudan la guerra contra el último territorio musulmán, el Reino Nazarí de Granada. La guerra fue larga (1482-1492), destacando en ella la conquista de Málaga (1487) y la de Baza (1489). La ocupación de la capital del reino supuso la construcción de la fortaleza de Santa Fe, como base para las operaciones militares. A la vez se establecieron conversaciones con Boabdil el Chico, el rey granadino. Tras varios años de asedio, Granada fue definitivamente ocupada a comienzos del año 1492, tras las capitulaciones que Boabdil había firmado a finales de 1491. La rendición del reino de Granada puso fin al proceso histórico conocido como Reconquista.

Durante la mayor parte de la Baja Edad Media el Reino de Navarra estuvo vinculado a la dinastía francesa; una vez finalizada la conquista de Granada los Reyes Católicos deciden incorporar el reino de Navarra a Castilla. Tras la muerte de la reina Isabel (1504), y siendo Fernando regente de Castilla, las tropas castellanas al mando del Duque de Alba culminan la conquista del reino de Navarra (1512) con la ocupación de Pamplona. Sin embargo a pesar de su anexión a la corona de Castilla, declarada finalmente en 1515, conservó sus propios fueros, es decir, su propio ordenamiento jurídico, sus instituciones y su autonomía.

Los Reyes Católicos: la integración de las Canarias y la aproximación a Portugal

Durante la Baja Edad Media, tanto castellanos como portugueses buscan en el Atlántico rutas comerciales alternativas al saturado comercio por el Mediterráneo, controlado por los estados ribereños. Por otra parte, los progresos en la navegación y en la construcción naval favorecieron la expansión atlántica, por la que castellanos y portugueses buscaban en la costa africana y sus islas, azúcar, pesquerías, oro y esclavos. Esta proyección ultramarina provocó diversos conflictos y enfrentamientos entre Castilla y Portugal, que no obtuvieron solución hasta finales del siglo XV, con la firma del Tratado de Tordesillas (1494) por el que se establecía una línea divisoria a 370 leguas al oeste de las islas de Cabo Verde entre los dominios de ambos reinos.

La navegación por el Atlántico perseguía asimismo otro objetivo, la búsqueda de una nueva ruta hacia las Indias. Portugal, potencia marítima en la primera mitad del siglo XV, proyectó durante el reinado de Enrique el Navegante, alcanzar las Indias rodeando África.

Ante el dominio portugués en el Océano, Castilla proyectó la conquista y ocupación de las Islas Canarias, que fue un proceso lento e intermitente. Enrique III (1379-1406) encargó al explorador francés Jean de Bethencourt el inicio del proyecto, que culmina con la ocupación de Lanzarote (1404), Fuerteventura y Hierro. Entre 1418 y 1477 los derechos de conquista de las islas estuvieron bajo el control de diversos nobles y casas castellanas, iniciándose la ocupación de la isla de La Palma. Por último, a partir de 1477, son los Reyes Católicos los que culminan el proceso con la conquista y ocupación de Gran Canaria (1478-1483), La Palma (1492-1493) y Tenerife (1494-1496), donde encontrarán gran resistencia de la población aborigen. Finalmente, las Islas Canarias quedan bajo el control de la Corona de Castilla.

Los Reyes Católicos y la organización del Estado: instituciones de gobierno

Bajo el reinado de los Reyes Católicos, tanto la Corona de Castilla como la de Aragón siguieron convocando sus propias Cortes y mantuvieron sus instituciones propias: la unión dinástica no supuso ni unidad política ni administrativa. En Aragón, dado el carácter confederal de la Corona, cada región mantenía sus propias instituciones, a la cabeza de las cuales se encontraban las Cortes del Reino de Aragón, las Cortes del Reino de Valencia, la Generalitat de Cataluña, respectivamente, siendo también destacadas la institución unipersonal aragonesa del Justicia Mayor de Aragón y las Cortes del Principado de Cataluña.

En la Corona de Castilla el autoritarismo regio supuso un mayor sometimiento de la nobleza y un control más directo de las instituciones de gobierno por los Reyes Católicos. A la cabeza de estas instituciones se encontraba el Consejo de Castilla, máximo órgano político y administrativo. Destacan también las Cortes del Reino de Castilla, las Audiencias y el Tribunal de la Inquisición, en el que los reyes se basaron para mantener la fe católica y la unidad social, y única institución común en ambas coronas. El orden público estaba en manos del Tribunal de la Santa Hermandad. La administración local estuvo a cargo de los concejos o ayuntamientos, los Corregidores y diversos cargos menores.

El Descubrimiento de América y la Expansión Atlántica

El descubrimiento de América

.
A lo largo del siglo XV, Portugal y Castilla buscaron en el Atlántico las rutas para alcanzar
oriente, Catay y Cipango, lo que llamaban las Indias. En este contexto, el geógrafo y navegante
Cristóbal Colón propuso llegar a la Indias por occidente.
Portugal no se interesó por la propuesta, en cambio, los Reyes Católicos, y concretamente la
reina Isabel, vio en la propuesta del navegante la posibilidades de dar salida a Castilla hacia el
Atlántico y la del comercio directo con oriente sin la mediación de las rutas islámicas.
Tras firmar un acuerdo con los Reyes (Capitulaciones de Santa Fe, abril de 1492) en el que
se establecían las condiciones y compromisos de ambas partes en la expedición, Colón partió del
puerto de Palos de la Frontera con tres naves (Pinta, Niña y Santa María) el día 3 de agosto. El 12
de octubre de 1492 la expedición llegó a la isla de Guanahaní, a la que llamaron San Salvador. Más
tarde descubrieron Cuba y Santo Domingo.
En todo momento Colón pensó haber llegado a las Indias, pese a que realizó tres viajes más.
En 1498 alcanzó por primera vez el continente, que recibió el nombre de América en honor del geógrafo
Américo Vespuccio que fue el que difundió la idea de que Colón no había llegado a las Indias
sino a un nuevo continente.

7.2. Conquista y colonización.
Tras el descubrimiento, a lo largo del siglo XVI se produjo una gran expansión territorial en
el Caribe y en América a través de la firma de
capitulaciones, donde se establecían las condiciones
de la conquista entre la Corona y los conquistadores. Distinguimos tres fases:
Primera Fase: hasta 1515 se ocupan las islas del Caribe desde La Española: Puerto Rico (Ponce
de León) desde donde se alcanza La Florida, Cuba, Jamaica.
Segunda Fase: por medio de diversas expediciones se conquistaron inmensos territorios para
la Corona, destacando la de Hernán Cortés (Imperio azteca) y la de Francisco Pizarro (Imperio
inca). Tras la fundación de la primera ciudad del continente por Núñez de Balboa y tras descubrir
el Pacífico en 1513, el objetivo era descubrir un paso marítimo hacia las Islas de las Especias,
que realizó Magallanes cuando llegó al estrecho del mar del Sur.
Por otro lado, a Hernán Cortés se le encargó la exploración y conquista del Imperio azteca
(1519-1520). Este territorio será el núcleo del futuro virreinato de Nueva España que rá América Central y parte de América del Norte. Cortés entró en Tenochtitlán, y obligó a
Moctezuma a reconocer a Carlos I; Cortés fue nombrado gobernador de Nueva España.
Poco después Pizarro intenta la conquista del Imperio inca, donde ejecuta a Atahualpa. Estos
éxitos ayudaron a que se doblasen las expediciones, que permitieron controlar la mayor
parte del territorio en apenas 50 años desde el descubrimiento.
Tercera Fase: se produjeron numerosas exploraciones y conquistas: Orellana recorrió el Amazonas,
Mendoza fundó Buenos Aires y se avanzó hacia Río de la Plata y el Sur.
En el Pacífico, tras la primera vuelta al mundo de Magallanes-Elcano (1519-1520), se
conquistaron las islas Carolinas y las islas Filipinas. Hacia finales de siglo cesan las expediciones
de conquista pero no las de exploración. Las zonas más frecuentadas fueron al norte de
Nueva España (Nuevo México, California, etc.) y al este de Bolivia, donde los jesuitas fundaron
reducciones5.