La monarquía hispánica de Felipe II: La unidad ibérica
Felipe II y el centralismo castellano
Felipe II intentó implantar una monarquía centralista al estilo castellano, basada en la defensa del catolicismo. Identificó la castellanización y el catolicismo con el concepto de hispanidad. Fijó su residencia y la de su corte en Madrid (1561), el centro geográfico de Castilla. Desde allí gobernó sus dominios con una administración centralizada y un ejército fuerte.
Dominó la rebelión de los moriscos en las Alpujarras, obligándoles a asistir a escuelas católicas de habla castellana y dispersándolos por Castilla, Aragón y Valencia para evitar alianzas con los turcos. Suprimió la figura del Justicia Mayor de Aragón tras una rebelión provocada por su intento de nombrar un virrey castellano.
La anexión de Portugal
A la muerte del rey de Portugal sin heredero, Felipe II, como nieto, se proclamó rey en las Cortes de Almeirim. Los portugueses, rechazando el centralismo castellano, optaron por el prior de Crato. Felipe II envió tropas al mando del duque de Alba, conquistando Portugal en tres semanas. En las Cortes de Tomar (1581), Felipe II fue coronado rey de Portugal, comprometiéndose a respetar su autonomía (lengua, costumbres, leyes) y a no nombrar funcionarios castellanos. Con esta unión ibérica, España anexionó las colonias portuguesas.
Crisis de 1640
1640 fue un año crítico para España, marcado por la quiebra económica y rebeliones separatistas en Cataluña, Portugal, Andalucía y territorios italianos. Estas rebeliones fueron provocadas por los decretos de Olivares: “el gran memorial” (unificación de leyes e impuestos) y “la unión de armas” (reclutamiento de soldados en todas las regiones).
En Cataluña, el enfrentamiento popular y militar durante el Corpus Christi culminó con el asesinato del virrey Santa Coloma y la proclamación de la República Catalana, apoyada por Francia (Luis XIII fue proclamado conde de Barcelona). Felipe IV, sin embargo, la reconquistó debido al centralismo francés.
Los portugueses, por motivos similares, proclamaron rey al duque de Braganza, quien, con apoyo inglés, derrotó a los españoles en Montijo, logrando la independencia de Portugal en 1668. Los intentos rebeldes en Andalucía, Sicilia y Nápoles fueron reprimidos.
La España del s. XVIII: La Guerra de Sucesión y el sistema de Utrecht
La muerte sin descendencia de Carlos II (1700), último Habsburgo, provocó la Guerra de Sucesión. Los candidatos fueron el archiduque Carlos de Austria y Felipe de Anjou (sobrino-nieto de Luis XIV), quien fue nombrado heredero, provocando una guerra contra Inglaterra, Austria, Portugal, Holanda y Saboya (La Gran Alianza). Castilla apoyó a Felipe, mientras Aragón apoyó a Austria.
En 1711, Carlos se convirtió en emperador de Alemania, cambiando el rumbo de la guerra. Inglaterra temía el poderío Habsburgo. Felipe ocupó Aragón, Barcelona, Mallorca e Ibiza. La paz se firmó con los tratados de Utrecht (1713) y Rastatt (1714): Felipe V se mantuvo como rey de España, renunciando a la unión con Francia; Austria recibió Flandes, Nápoles y Sicilia; e Inglaterra obtuvo beneficios mercantiles y navíos en América, y Holanda, estados renanos.
La España del s. XVIII: Cambio dinástico. Los primeros Borbones
Felipe V (nieto de Luis XIV) inició la dinastía Borbón. Su reinado estuvo influenciado por sus esposas: María Luisa de Saboya (introdujo el estilo de Versalles) e Isabel de Farnesio (consiguió los ducados de Parma, Toscana y Plasencia). Felipe V intentó romper los acuerdos de Utrecht, intentando recuperar territorios italianos para sus hijos, lo que le llevó a enfrentamientos con Gran Bretaña, Holanda, Austria y Francia sin éxito. Su hijo Luis I le sucedió brevemente, tras cuya muerte Felipe V volvió al trono. Fernando VI, su hijo, mantuvo una política neutral tras conseguir el trono de las Dos Sicilias para su hermanastro Carlos. Fernando VI impulsó la industria, las artes, el comercio y las comunicaciones. Le sucedió su hermanastro, Carlos III.
La España del s. XVIII: Reformas en la organización del Estado
La monarquía centralista
Los primeros Borbones llevaron a cabo una reorganización político-administrativa. Felipe V unificó jurídica e institucionalmente el reino mediante los Decretos de Nueva Planta, anulando los privilegios de Aragón, Valencia y Cataluña, suprimiendo sus Cortes y estableciendo unas únicas (castellanas). Impuso un impuesto global, el derecho del rey a presentar obispos al Papa, la lengua castellana, organizó el territorio en provincias gobernadas por capitanes generales, impuso el mercantilismo, suprimió los tercios y potenció la Armada.
La práctica del despotismo ilustrado: Carlos III (1759-1788)
El despotismo ilustrado, basado en el poder absoluto de la monarquía, buscaba el progreso y la felicidad del pueblo. Carlos III se rodeó de reformistas (Aranda, Floridablanca, Campomanes) para modernizar la sociedad. Realizó reformas en el alumbrado y alcantarillado, la política económica, la administración de justicia, el ejército (más profesional y al servicio del Estado) y fiscal (impuestos indirectos y un catastro para impuestos directos que no llegó a completarse).
La España del s. XVIII: Evolución de la política exterior en Europa
La Paz de Utrecht (1713) estableció un nuevo equilibrio internacional con la rivalidad entre Francia, Austria e Inglaterra. España quedó relegada a una potencia de segundo rango, aliada de Francia. Felipe V intentó recuperar posesiones italianas (influenciado por Isabel de Farnesio), mediante pactos de familia con Francia, recuperando Nápoles, Sicilia y Parma para sus hijos. La neutralidad de Fernando VI (1746-1759) permitió restaurar la potencia naval española. Carlos III participó en la Guerra de los Siete Años y la Guerra de Independencia Americana, recuperando Menorca y Florida.
La España del s. XVIII: La política borbónica en América
Los Borbones, especialmente Carlos III, realizaron reformas en América: creación de nuevos virreinatos (Nueva España, Nueva Granada, Perú y Río de la Plata) y capitanías (Chile y Venezuela); establecimiento de intendentes para la recaudación de impuestos; fomento de la inmigración española; expulsión de los jesuitas; creación de un ejército permanente; aumento de impuestos para España; apertura de más puertos españoles; y castellanización del imperio.