Guerra Civil Española: Dinámicas Políticas y Relaciones Internacionales (1936-1939)

La evolución política en el bando republicano (1936-1939)

Tras el golpe de Estado del 17-18 de julio de 1936, el presidente del Gobierno, Casares Quiroga, dimitió. Martínez Barrio asumió el cargo brevemente e intentó negociar con Mola para frenar el golpe, pero fracasó. José Giral fue nombrado presidente y decidió entregar armas a sindicatos y partidos para frenar la insurrección.

El poder real quedó en manos de milicias armadas y comités locales, lo que llevó a una revolución social en varias zonas republicanas. En ciudades y pueblos, los comités obreros asumieron el control, colectivizando tierras e industrias, especialmente en Cataluña, Aragón y Andalucía. La falta de control del Gobierno permitió una intensa represión, conocida como el «terror rojo», con asesinatos y violencia política. Se dieron episodios como el asalto a la Cárcel Modelo en Madrid o las «sacas» y «paseos», siendo Paracuellos del Jarama el caso más conocido. Las «checas» (centros de detención y tortura) aumentaron la imagen negativa de la República en el exterior.

El 4 de septiembre de 1936, tras la dimisión de Giral, se formó un gobierno de concentración presidido por Largo Caballero, con comunistas, socialistas y anarquistas. Su prioridad fue crear el Ejército Popular de la República para unificar las milicias. Además, controló la retaguardia para frenar la violencia incontrolada. Sin embargo, en mayo de 1937, los enfrentamientos entre anarquistas y comunistas en Barcelona provocaron la caída de Largo Caballero, siendo sustituido por Juan Negrín.

Negrín impulsó una política de resistencia a ultranza, apoyado por el PCE. Centralizó el poder militar y frenó la revolución social. Sin embargo, su posición generó tensiones con Azaña y otros republicanos moderados, que buscaban negociar la paz. En marzo de 1939, un golpe de Estado en Madrid, dirigido por el coronel Casado, derrocó a Negrín y aceleró la rendición republicana.

La evolución política en el bando sublevado (1936-1939)

Desde el inicio del golpe, los militares sublevados no tenían un proyecto político definido. Sanjurjo, líder simbólico del alzamiento, murió en un accidente aéreo, dejando el mando repartido entre distintos generales. Se estableció la bandera rojigualda y el estado de guerra.

La represión en la retaguardia rebelde fue brutal y sistemática, con ejecuciones masivas para eliminar cualquier oposición. Esta estrategia, conocida como «terror fascista», fue aplicada desde el inicio por los militares sublevados. Además, Mola promovió la idea de la «Quinta Columna», infiltrados en zonas republicanas para socavar su resistencia.

Franco, gracias a su liderazgo en el ejército de África y a su éxito en la toma de ciudades clave, se convirtió en la figura principal del bando sublevado. El 1 de octubre de 1936 fue nombrado «Generalísimo de los Ejércitos» y «Jefe del Gobierno del Estado Español», consolidando su liderazgo. En abril de 1937, decretó la unificación de Falange Española y los tradicionalistas carlistas en un partido único: Falange Española Tradicionalista y de las JONS, bajo su control absoluto.

A medida que avanzaba la guerra, Franco creó un Estado totalitario inspirado en los regímenes fascistas de la época. Se derogaron todas las reformas de la República, la Iglesia recuperó sus privilegios y en marzo de 1938 se promulgó el Fuero del Trabajo, inspirándose en la Carta del Lavoro de la Italia fascista.

Las relaciones internacionales (1936-1939)

El conflicto español se desarrolló en un contexto internacional tenso, con la inminente Segunda Guerra Mundial. Para evitar una escalada del conflicto, en agosto de 1936 se creó el Comité de No Intervención, promovido por Reino Unido y Francia, al que se sumaron 27 países. Sin embargo, este acuerdo no fue respetado.

El bando franquista recibió apoyo constante de la Alemania nazi y la Italia fascista, que enviaron tropas, armas y aviones. Hitler aportó la Legión Cóndor, clave en bombardeos como el de Guernica, mientras que Mussolini envió el Corpo Truppe Volontarie. Además, Portugal apoyó a Franco con los llamados “Viriatos”, y grandes empresas extranjeras, como Shell, suministraron petróleo y recursos.

Por su parte, la República recibió ayuda limitada. La URSS envió armas y asesores militares, pero a cambio del oro del Banco de España, conocido como el “Oro de Moscú“. México y Francia apoyaron en menor medida. Además, miles de voluntarios extranjeros se unieron a las Brigadas Internacionales para luchar por la República, aunque su impacto militar fue limitado.

A nivel internacional, la falta de apoyo a la República y el respaldo firme al bando franquista fueron decisivos para la victoria de Franco en abril de 1939.