Gobiernos de la República Española: Giral, Largo Caballero y Negrín

El gobierno de Giral

El gobierno de Giral tomó las primeras medidas militares. Pronto vio que el problema fundamental era la carencia de un ejército. El gobierno entregó armas y disolvió el ejército, pensando que así mermaría fuerza a los rebeldes. En agosto decretó la creación de batallones de voluntarios, encabezados por la antigua oficialidad del ejército y se propuso crear un nuevo ejército de voluntarios.

En el verano y otoño de 1936, el poder del Estado sufrió un desplome casi total debido a la revolución social.

La revolución política tuvo parte de su origen en la actitud tibia que las autoridades habían mostrado. Agosto fue extremadamente crítico para la República debido al constante avance militar de los rebeldes. Era preciso encontrar un jefe de gobierno capaz de cambiar el panorama.

Largo Caballero recompone el Estado

Francisco Largo Caballero, secretario general de la UGT, formó gobierno. Largo Caballero estaba apoyado por todas las fuerzas republicanas. Constituyó un nuevo gabinete el día 5 de septiembre de 1936 en el que estaban presentes republicanos, socialistas y comunistas. A comienzos de noviembre entraron en el gabinete cuatro ministros anarcosindicalistas. Ocurría esto en el momento mismo en que el gobierno de la República decidió trasladarse a Valencia ante el inminente ataque a Madrid por parte de los sublevados.

La etapa de gobierno de Largo Caballero tuvo gran importancia en el desarrollo de la guerra. Su proyecto era crear una “gran alianza antifascista” frente a los sublevados: recomponer el poder del Estado, eliminando juntas y comités y dirigir la guerra con nueva energía militarizando las milicias de los partidos y creando el Ejército Popular.

Pero el socialista Largo Caballero tuvo serios problemas con los comunistas. Su empeño en dirigir la guerra y la enemistad con los comunistas hicieron que se distanciara de los partidos. Por su parte, los anarcosindicalistas, pese a participar en un gobierno de unidad, no renunciaban a practicar su propia política.

Los problemas que fueron debilitando el gobierno de Largo Caballero estallaron con los sucesos ocurridos a principios de mayo en Barcelona. No todas las fuerzas que apoyaban la República querían que se produjese el tipo de guerra revolucionaria que proponían los anarcosindicalistas y ciertos grupos como el Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM) y su líder Andrés Nin. Ello llevó a intentar contener la revolución y normalizar el Estado republicano. Se trató de una disputa por el poder en Cataluña, donde la CNT y el POUM se oponían a los comunistas y los partidos republicanos que controlaban la Generalitat. Se produjeron algunos asesinatos de líderes sindicales y la lucha se desencadenó abiertamente cuando se intentó desalojar a los anarquistas que habían ocupado el edificio de Telefónica.

Los enfrentamientos sangrientos concluyeron con la derrota anarquista y llevaron a la disolución del POUM. A raíz de los conocidos “Fets de Maig” (Sucesos de Mayo), Largo Caballero quedó muy debilitado, sin el apoyo mayoritario de su propio partido y contando con el de UGT. Se abrió una lucha entre los seguidores de Largo Caballero y los comunistas. El propio partido socialista prefirió encontrar una solución en el acuerdo con los comunistas.

El gobierno de Negrín

A mediados del mes de mayo de 1937, se produjo la crisis del gobierno de Largo Caballero. Los comunistas insistieron en que no continuarían en el gobierno si Largo Caballero seguía dirigiendo la política militar. Los comunistas tenían ya una gran influencia, basada en la ayuda que la Unión Soviética prestaba a la República y en su control del ejército a través de los Comisarios Políticos. Largo Caballero dimitió y se constituyó un nuevo gobierno presidido por el socialista Juan Negrín.

En el gobierno de Negrín la dirección de la guerra se encomendó a Indalecio Prieto. En el gobierno no estarían ya los sindicatos, CNT y UGT, solo los partidos políticos. Negrín formó un nuevo gobierno con influencia de comunistas, lo que le acarreó graves problemas con algunos otros miembros como Prieto.

El gobierno de Negrín basó su política en la persistencia del esfuerzo militar y de la resistencia a ultranza, pero intentó buscar una salida negociada a la guerra; también quería que la República fuese reconocida como el único poder legítimo de España. Para ello propuso su célebre programa de los Trece Puntos, en los que se preveía la permanencia de la República, tras un proceso de elecciones democráticas, cuando cesara la lucha armada.

Franco no aceptó las propuestas del gobierno republicano, pero Negrín tenía la esperanza de que la situación internacional propiciara la guerra mundial y ello aligerara la presencia nazi y fascista en España. Sin embargo, sus esperanzas sufrieron un duro revés en septiembre de 1938. El día 29 se firmó el Pacto de Múnich, por el que Gran Bretaña y Francia reconocían la ocupación de los Sudetes por Hitler y se plegaban al expansionismo nazi.

En el año 1938, después de la derrota de Teruel, la vida empezó a ser difícil en el territorio republicano. Faltaban alimentos y abastecimientos, los reveses militares eran continuos y entre la población empezaba a extenderse el cansancio de la guerra. El gobierno de Negrín insistía en la necesidad de la resistencia militar con la esperanza de que la guerra en España durase hasta la declaración del conflicto general europeo. Por ello se acuñó el lema “¡Resistir es vencer!”.

El nuevo plan de paz de Negrín redujo a finales de 1938 sus propuestas a solo tres puntos: salida de las tropas extranjeras, ausencia de represalias de los vencedores sobre los vencidos y establecimiento de un régimen democrático. Vano intento ante un ejército como el de Franco que ya había hecho saber públicamente que “solo aceptaría una rendición sin condiciones”. Sin embargo, a pesar de los esfuerzos de Negrín por continuar la guerra, la República tenía los días contados.

A comienzos de marzo se produjo una sublevación contra el gobierno republicano dirigida por Segismundo Casado, jefe de la defensa de la capital. Casado venía preparando este golpe desde hacía meses. Casado creía que la influencia de los comunistas en la República era la causa de la prolongación de la guerra y que sería posible terminarla mediante una negociación con Franco. Casado, con el falso pretexto de que Negrín iba a nombrar altos mandos comunistas para el ejército, se sublevó el día 5 y controló Madrid tras una fuerte lucha con las unidades comunistas.

Junto con algunos socialistas como Julián Besteiro y el apoyo de parte de la UGT, se creó una Junta de Defensa, cuya presidencia se dio al general Miaja, con el objeto de negociar con Franco una “paz honrosa”. Besteiro pronunció por radio un llamamiento a la reconciliación. Franco no aceptó condición ninguna para la rendición y obligó a entregar las armas. El día 28 de marzo, las tropas de Franco entraron en Madrid sin ninguna resistencia.