La Generación del 50: Poesía de la Experiencia y Compromiso Moral
Los miembros de este grupo poético (llamado también Generación de los 50 o Generación de Medio Siglo) nacen entre 1925 y 1935, viven la tragedia de la Guerra Civil en la infancia y empiezan a darse a conocer en los 50, aunque su momento de plenitud lo alcanzan en los 60. Sus componentes se suelen agrupar por afinidad geográfica, según el lugar en que nacieron o desarrollaron su actividad poética.
Agrupaciones Geográficas
- Los catalanes: Se aglutinan en torno al nombre simbólico Colliure, que recuerda el homenaje a Machado de 1959 y es el título de la colección poética en que comenzaron a publicar sus obras: C. Bral, J. Agustín Goytisolo, J. Gil de Biedma, etc.
- Los residentes en Madrid: Aunque proceden de distintos puntos de España: A. González, J. Ángel Valente, F. Brines, C. Rodríguez, C. Sahagún, etc.
- Los andaluces: J. Manuel Caballero Bonald, F. Grande, F. Quiñones, etc.
Los poetas de esta generación se apoyan también en la realidad y mantienen una actitud inconformista, pero en ellos el compromiso político se atenúa para dejar paso a una actitud moral ante la situación social y política. Aunque no rompen del todo con la generación anterior e incluso admiran a sus mejores poetas, como Blas de Otero y José Hierro, sus preferencias se orientan hacia la poesía que es testimonio de la experiencia personal (L. Cernuda) o de una actitud ética ante la vida (A. Machado). Poseen una formación universitaria, son cosmopolitas, cultos y buenos lectores, entre otros, de poetas como T.S. Eliot, C. Kavafis, Ezra Pound o F. Pessoa.
Poética de la Experiencia
Los poetas de esta generación reaccionan contra la concepción instrumental de la poesía anterior y entienden el poema como un medio de conocimiento y una forma de indagar en la experiencia personal: el poeta recrea sus emociones, lo que le ayuda a comprenderlas en profundidad. Hablan, por tanto, de la realidad para expresar sus propias vivencias, que dan lugar a un amplio abanico de temas: el recuerdo de la infancia perdida, la soledad o la sensación del paso del tiempo. El amor vuelve a ser tratado como experiencia personal y como expresión del erotismo. Pasa a segundo plano el compromiso político con la realidad española. Desde una actitud ética se critica o satiriza esa realidad mediante la ironía, el humor o la acritud. La ambientación urbana es el telón de fondo de muchos de sus poemas, y es frecuente la mirada crítica e irónica, como hemos mencionado.
En su poesía abundan los elementos culturistas, que se dispersan en medio de un tono narrativo y aparentemente prosaico, con referencias intertextuales, reflexiones sobre la creación poética, elementos simbólicos o irracionales, juegos de ironía y humor culto, que tienen como destinatario a lectores mínimamente cultos. Poseen un estilo muy elaborado. El lenguaje busca la naturalidad y combina la preocupación estilística y el enfoque narrativo con un tono conversacional. Entre los recursos estilísticos más utilizados predominan los de carácter intelectual, como el equívoco y la ironía, la antítesis y la paradoja; reiteraciones y paralelismos, referencias cultas o paráfrasis de otros textos.
Nómina de Poetas del 50
Podemos destacar a A. González, J. Agustín Goytisolo, F. Brines, J. Ángel Valente, J. Gil de Biedma y C. Rodríguez.
J. Ángel Valente
En sus primeros libros está muy presente el compromiso social y la voz de la experiencia sobre las vivencias e inquietudes cotidianas, con un tono irónico y crítico: Poemas a Lázaro, La memoria y los signos. Pero después su obra se hace más hermética, en un intento casi metafísico de encontrar lo esencial y lo absoluto tras la apariencia de las cosas, con una preocupación casi mística: Interior con figuras, El fulgor, El dios del lugar, etc.
J. Gil de Biedma
Conocedor de la literatura europea contemporánea, ha ejercido una influencia sobre los poetas de su generación y posteriores. En su poesía domina el tono confesional, con el que habla de sus recuerdos de la infancia y juventud, da una visión descarnada de la alta burguesía a la que él mismo pertenece o relata sus experiencias amorosas de carácter homosexual. Todo ello se expresa con un lenguaje aparentemente sencillo, narrativo, en el que predominaba la ironía, los equívocos intelectuales y las referencias cultas, combinados armoniosamente con los tonos coloquiales e incluso vulgares.
C. Rodríguez
Con apenas 20 años obtuvo el premio Adonais por Don de la ebriedad, obra en la que expresa el entusiasmo y el fervor ante la tierra y las gentes de Castilla, que se idealizan y se subliman, con lo que su poesía se convierte en una visión intemporal, casi mística, del paisaje y del fluir del tiempo. Otros libros suyos son Alianza y condena, El vuelo de la celebración y Casi una leyenda, en los que aparece el dolor y la preocupación por la muerte con un tono simbólico y mágico que trasciende la realidad cotidiana de la que parte.