Generación del 27: Tradición y Vanguardia en la Poesía Española

A lo largo de la década de los 20, un grupo de poetas irá alcanzando su madurez produciendo un momento de esplendor en la poesía española. Sus nombres son: Pedro Salinas, Jorge Guillén, Rafael Alberti, Federico García Lorca, Luis Cernuda, Vicente Aleixandre, Gerardo Diego, Dámaso Alonso, Emilio Prados y Manuel Altolaguirre, y se conocen con el nombre de Generación del 27.

1. Razones para considerarlos un grupo

Aún dentro de sus acusadas características individuales, hay varias razones por las que pueden ser considerados un grupo:

  • Edad aproximada: todos nacen entre 1892 y 1902.
  • Talante liberal, progresista y laico.
  • La convivencia en la Residencia de Estudiantes madrileña y su activa participación en los actos culturales organizados por ella.
  • Actividades comunes en la labor docente y publicación de poemas en las mismas revistas: Occidente, La Gaceta, Litoral
  • Recopilación de su producción en antologías.

En 1927 se celebra en el Ateneo de Sevilla una reunión para conmemorar el tercer centenario de la muerte de Luis de Góngora. Este fue, sin duda, el acontecimiento que marcó la vida del grupo y que dio nombre a la generación. Admiraban su desbordante imaginación, su concepción de la poesía como un arte deshumanizado y minoritario, así como la audacia de sus imágenes. Tal fue la devoción hacia el poeta que casi todos ellos escribieron artículos, pronunciaron conferencias en su honor, o realizaron ediciones críticas de su obra.

2. Características: Mezcla entre tradición y vanguardia

No hubo ruptura con el pasado, sino integración de los elementos más novedosos con la herencia de la tradición literaria. Admiraron y conocieron en profundidad a los clásicos españoles: Manrique, Garcilaso, Góngora, Quevedo, Lope de Vega o Gustavo Adolfo Bécquer; así como autores de la generación inmediatamente anterior, Miguel de Unamuno, Antonio Machado o Rubén Darío.

Pero hubo tres personalidades que dejaron una profunda huella en el grupo: el vanguardista Ramón Gómez de la Serna, el filósofo José Ortega y Gasset y el poeta Juan Ramón Jiménez, el cual supuso el modelo de total dedicación: la poesía pura.

Con la alianza de estas dos vertientes (la tradicional y la renovadora) los poetas del 27 logran un admirable y difícil equilibrio.

3. Trayectoria literaria y principales obras

Primera etapa (1918-1929)

Tres tendencias se suceden en sus primeros años de andadura poética:

a) Poesía vanguardista. Tras unos comienzos de titubeos, en los que intentan alejarse de las características modernistas, los jóvenes poetas del 27 se sienten atraídos por los movimientos vanguardistas: el ultraísmo y el creacionismo. En sus composiciones muestran gran interés por la imagen y la técnica del caligrama, a la vez que tratan temas relacionados con los inventos del mundo moderno (el futurismo)

A la tendencia vanguardista pertenecen libros como Manual de espumas, de Gerardo Diego; Cal y canto, de Rafael Alberti; y algunos poemas de Pedro Salinas, como los dedicados a la máquina de escribir, el teléfono, el automóvil o la bombilla eléctrica.

b) Poesía pura. A partir de 1926 disminuye su entusiasmo por las vanguardias y encaminan su labor literaria hacia la poesía pura, hermética, desprovista de toda anécdota y desvinculada de lo sentimental y humano. Se sitúan en esta corriente: Cántico, de Jorge Guillén: Perfil del aire de Luis Cernuda; Razón de amor de Pedro Salinas; Nadador sin cielo, de Emilio Prados; y Las islas invitadas y otros poemas, de Manuel Altolaguirre.

c) Neopopularismo. Posteriormente, inician un proceso de rehumanización con el cultivo de la poesía popular, apreciable en obras como Marinero en tierra, Alberti; Romancero gitano, Lorca; o Poemillas de la ciudad, Dámaso Alonso. De todos modos, conviene subrayar que los poetas del 27 entienden la poesía como expresión del sentimiento más profundo y humano, que encuentra su cauce en la máxima condensación afectiva y conceptual. De forma paralela, estas dos últimas tendencias (poesía pura y neopopularismo) se ven impregnadas de un clasicismo formal perceptible en el esmero con que algunos integrantes del grupo cultivan las formas métricas consagradas en los Siglos de Oro.

Segunda etapa (1929-1939)

La década de los años treinta constituye un periodo convulso en las sociedades occidentales: el hundimiento de la bolsa de Nueva York (1929), la irrupción en Europa de regímenes totalitarios, como el nazismo y el fascismo, o el enfrentamiento cívico que padece la España republicana, sacuden las conciencias de los escritores. Estos manifiestan a partir de ahora un renovado interés por los temas humanos y adoptan una actitud de compromiso con los problemas de su tiempo. De este modo, se intensifica el proceso de rehumanización tímidamente iniciado en las composiciones neopopularistas de la etapa precedente.

a) Poesía surrealista. Este nuevo interés por lo humano hace que los escritores vuelvan sus ojos al surrealismo. Movimiento de vanguardia que, al sumergirse en las profundidades del yo, escudriña los más íntimos sentimientos del hombre: la frustración por la imposibilidad de satisfacer los deseos, la desazón existencial, el amor. Esta tendencia, que tiene su origen en el dadaísmo, se nutre de dos corrientes de pensamiento: la teoría del psicoanálisis de Freud y la doctrina de Marx. Ambas pretenden la liberación del ser humano: la primera en el ámbito individual: mediante la exploración del subconsciente, donde se alojan los impulsos más primarios, sometidos a la dictadura de la razón; y la segunda, en el ámbito económico y social: el marxismo persigue redimir al hombre de la explotación de que es objeto por la sociedad capitalista. Los libros más representativos de esta tendencia poética son: Espadas como labios y La destrucción o el amor de Vicente Aleixandre; Sobre los ángeles, de Alberti; o Poeta en Nueva York, de Lorca.

b) Neorromanticismo. Por otro lado, pervive el interés por la tradición clásica, centrado ahora en la figura de Bécquer, poeta que alienta la poesía amorosa de Pedro Salinas y Luis Cernuda. Para Pedro Salinas, el amor es un acontecimiento gratificante y jubiloso que enriquece a los enamorados y los colma de plenitud. En sus libros La voz a ti debida y Razón de amor, concibe la pasión amorosa como una experiencia intelectual, distante del sentimentalismo romántico y desligada de lo circunstancial y anecdótico. La poesía amorosa de Luis Cernuda figura en tres libros: Un río, un amor (frustración por la imposibilidad de cumplir sus expectativas amorosas); Los placeres prohibidos (reivindica su derecho a gozar de un amor –el homosexual- que los convencionalismos de la época no aceptaban) y Donde habite el olvido (cómo el olvido de fracasadas experiencias, lejos de proporcionar la tranquilidad de espíritu, deja en el ánimo un poso de desesperación y amargura).

c) Poesía social y política. Durante la guerra civil, algunos de ellos adoptaron posturas muy activas a favor de la causa republicana, contribuyendo a la creación de un cancionero y romancero de guerra: El poeta en la calle y Entre El clavel y la espada, de Alberti; o Llanto en la sangre y Cancionero del pan y el pescado, Emilio Prados.

Tercera etapa (a partir de 1939)

Al declararse la guerra, todos los poetas se verán afectados (muerte o exilio). Tan solo G. Diego, D. Alonso y V. Aleixandre permanecerán en España. Los dos últimos tendrán un papel decisivo en el desarrollo de la poesía de posguerra.

Por último, mencionar a Miguel Hernández, por su proximidad a esta generación, aunque suele encuadrarse en la generación del 36. Dámaso Alonso lo nombra “genial epígono del 27”. Se trata de un poeta muy intenso, de formación autodidacta, que participa en la Guerra Civil y muere en la cárcel en 1942. Alterna versos de apurado estilo con otros que expresan la fuerza del grito y el desgarro. Así, de su etapa vanguardista o gongorina (Perito en lunas) pasa a una poesía humanizada y de corte clásico con El rayo que no cesa, donde se encuentran las obsesiones del poeta por el amor, la vida y la muerte. La producción de su última etapa, escrita durante la Guerra Civil, supone un antecedente extraordinario de la poesía social: un lenguaje desgarrado y emotivo impregna los libros Viento del pueblo y El hombre acecha. Cancionero y romancero de ausencias, publicado póstumamente, supone una evolución hacia la intimidad.