Ética de Kant: El Deber y la Razón Práctica
Immanuel Kant, en su obra Crítica de la razón práctica y en la Fundamentación de la metafísica de las costumbres, propone una ética deontológica, es decir, centrada en el deber ser. Busca establecer una ética universal y válida para todos, fundamentada exclusivamente en la razón. Su enfoque es formalista, ya que considera que el valor moral de una acción reside en actuar por deber, sin buscar un interés personal o un fin externo.
El conocimiento moral, según Kant, no describe lo que es, sino lo que debe ser, el comportamiento que los seres racionales deberían seguir. Por ello, no puede verificarse empíricamente. Kant distingue entre el uso teórico y el uso práctico de la razón: el primero se ocupa de conocer los objetos de la experiencia (como se estudia en la Crítica de la razón pura), mientras que el segundo genera principios morales desde la propia razón.
Tipos de Éticas según Kant
Kant critica los sistemas éticos anteriores (platónico, aristotélico, cristiano, epicúreo, utilitarista) por ser éticas materiales. Estas éticas:
- Proponen normas concretas y definen un bien supremo (felicidad, placer, utilidad, voluntad divina).
- Son heterónomas: las normas morales provienen de una fuente externa a la propia razón del sujeto (la naturaleza, Dios, la sociedad).
- Son empíricas o a posteriori: se basan en la experiencia y, por tanto, no pueden ser universales ni necesarias.
- Formulan imperativos hipotéticos: sus mandatos están condicionados a la consecución de un fin (“Si quieres ser feliz, haz X”).
Frente a ellas, Kant defiende una ética formal:
- No prescribe acciones específicas ni define un bien supremo concreto, sino que indica cómo se debe actuar y con qué criterios (la forma de la ley moral).
- Es autónoma: la razón práctica se da a sí misma sus propias leyes morales, sin depender de factores externos.
- Es universal y a priori: sus principios son válidos para todo ser racional, independientemente de la experiencia.
- Formula imperativos categóricos: mandatos obligatorios sin condiciones (“Haz X”). Solo estos son verdaderamente morales.
La Buena Voluntad y el Deber
Para Kant, la única realidad absolutamente buena es la buena voluntad. Obrar moralmente no significa actuar conforme al deber (por interés, inclinación o miedo a las consecuencias), sino actuar por deber, es decir, por respeto a la ley moral que dicta la razón, independientemente de los resultados.
El Imperativo Categórico
La ley moral, al ser universal y necesaria, se expresa mediante un mandato incondicionado: el imperativo categórico. Kant ofrece varias formulaciones clave:
- Fórmula de la Universalidad: “Obra sólo según una máxima tal que puedas querer al mismo tiempo que se torne ley universal“.
- Fórmula de la Ley de la Naturaleza: “Obra como si la máxima de tu acción debiera tornarse, por tu voluntad, ley universal de la naturaleza“.
- Fórmula de la Humanidad o Dignidad Humana: “Obra de tal modo que trates a la humanidad, tanto en tu persona como en la persona de cualquier otro, siempre como un fin al mismo tiempo y nunca solamente como un medio“.
- Fórmula del Reino de los Fines: “Obra como si por medio de tus máximas fueras siempre un miembro legislador en un reino universal de fines“.
El imperativo categórico es formal: no contiene elementos empíricos ni normas concretas, garantizando así la autonomía y libertad de la voluntad.
Distinción entre Máximas e Imperativos
En su ética, Kant distingue entre:
- Máximas: Principios subjetivos de acción que no son necesariamente universalizables (ej.: “Si necesito dinero, mentiré”).
- Imperativos: Mandatos objetivos y universalizables. Se dividen en:
- Hipotéticos: Condicionados a un fin particular (ej.: “Si quieres aprobar, debes estudiar”). No son estrictamente morales.
- Categóricos: Obligatorios sin condiciones (ej.: “No debes mentir”). Estos son los únicos verdaderamente morales.
Postulados de la Razón Práctica
Aunque la Crítica de la razón pura estableció límites al conocimiento teórico (no podemos conocer los noúmenos o realidades en sí), la moralidad exige ciertas condiciones que la razón práctica debe postular como necesarias. Estos postulados son ideas metafísicas indemostrables teóricamente pero fundamentales para la ética:
- La libertad de la voluntad: El ser humano debe ser libre para poder elegir actuar por deber y ser moralmente responsable. Aunque como fenómeno está sujeto a la causalidad natural, como noúmeno debe ser libre.
- La inmortalidad del alma: Garantiza la posibilidad de un progreso infinito hacia la virtud o santidad (la perfecta adecuación de la voluntad a la ley moral), que no es alcanzable en esta vida finita.
- La existencia de Dios: Asegura que, en última instancia, la virtud y la felicidad coincidirán, garantizando así el sentido último del orden moral (el Sumo Bien).
En conclusión, Kant prioriza la razón práctica sobre la teórica en el ámbito de lo suprasensible, afirmando que, aunque no podamos conocer la libertad, la inmortalidad y Dios, debemos creer en ellos (tener una fe racional) para que la moralidad tenga sentido. Así, Kant “suprime el saber para dejar paso a la fe“.
Rousseau: Sociedad, Política y el Contrato Social
Jean-Jacques Rousseau fue una figura clave de la Ilustración en el siglo XVIII. Su pensamiento político, especialmente expuesto en El contrato social (1762) y el Discurso sobre el origen de la desigualdad entre los hombres (1754), tuvo una profunda influencia en la Revolución Francesa y el desarrollo de las ideas democráticas.
Comentario sobre El Contrato Social
Nos encontramos ante un texto filosófico extraído de la obra El contrato social, escrito por el filósofo J.J. Rousseau, perteneciente a la Edad Moderna, en concreto al siglo XVIII, al periodo de la Ilustración. En este libro, Rousseau expone su teoría política, teorizando acerca del mejor gobierno posible para una sociedad. Explica el origen legítimo de la sociedad a través de un contrato social, realizado por la libre y voluntaria participación de sus miembros, con el fin de preservar la libertad e igualdad originarias.
El problema fundamental que aborda es cómo encontrar una forma de asociación que defienda y proteja a cada asociado sin que este pierda su libertad natural. Rousseau está convencido de que el principal instrumento de conservación del hombre es su propia fuerza y libertad, por ello se plantea cómo puede conjugar ambas cosas en sociedad.
Origen de la Desigualdad y Estado de Naturaleza
En su Discurso sobre el origen de la desigualdad entre los hombres, Rousseau explora la condición humana antes de la sociedad organizada.
Estado de Naturaleza
Rousseau reconstruye hipotéticamente el estado de naturaleza del ser humano. En este estado:
- El hombre es un ser pre-racional, con los sentidos más desarrollados que la inteligencia.
- Se distingue de los animales por su libertad natural y su capacidad de perfectibilidad (superar lo instintivo).
- Es fundamentalmente bueno (el “buen salvaje”) y feliz, ya que sus necesidades y recursos están equilibrados.
- Posee dos pasiones naturales: el amor a sí mismo (instinto de autoconservación) y la piedad (repugnancia natural a ver sufrir a sus semejantes).
- No necesita de la sociedad; vive aislado o en pequeños grupos.
- No existe el sometimiento, la ley del más fuerte, ni la desigualdad moral o política.
Transición al Estado Social y Propiedad Privada
En la segunda parte del Discurso, Rousseau explica cómo se produjo la transición del estado natural al estado social, un proceso que considera degenerativo. El factor clave en esta transición es la aparición de la propiedad privada:
“El primero a quien, tras haber cercado un terreno, se le ocurrió decir ‘esto es mío’ y encontró gente lo bastante simple para creerle fue el verdadero fundador de la sociedad civil”.
La propiedad privada genera:
- Dependencia económica y social.
- Ambiciones, envidias y conflictos.
- El dominio de los ricos sobre los pobres.
- El establecimiento de un orden social y político ilegítimo, basado en la desigualdad, que no es natural sino la raíz de todos los males sociales.
La Propuesta del Contrato Social
Rousseau señala que la evolución histórica ha llevado al ser humano a un estado social corrupto y no conforme a su naturaleza original. Ante esto, en El contrato social, propone una nueva concepción de la sociedad política, basada en un pacto legítimo que garantice la libertad y la igualdad.
La solución es un contrato social mediante el cual cada individuo enajena todos sus derechos naturales, no a un soberano externo, sino a la comunidad en su conjunto. Al entregarse todos por igual, nadie se somete a un particular, y todos recuperan el equivalente a lo que cedieron, pero ahora como derechos civiles garantizados por la colectividad.
Legitimidad del Poder y Voluntad General
La legitimidad del poder político es una cuestión clave para Rousseau. Rechaza que esta pueda basarse en:
- La fuerza (el derecho del más fuerte no es derecho).
- La autoridad natural (como la paterna).
- Un contrato de sometimiento (la libertad es inalienable).
Propone una asociación en la que cada persona, uniéndose a todas, “no obedezca sino a sí mismo y quede tan libre como antes“. Esto se logra mediante la sumisión a la voluntad general (volonté générale).
- La voluntad general no es la simple suma de las voluntades individuales (voluntad de todos), sino la expresión del interés común.
- Representa lo que es objetivamente bueno para la comunidad en su conjunto.
- Al obedecer la ley, que es expresión de la voluntad general, el ciudadano se obedece a sí mismo como miembro del cuerpo soberano (el pueblo).
- Así, el poder del Estado es legítimo porque emana del pueblo soberano y su finalidad es garantizar la libertad y el bien común.
El Gobierno y la Religión Civil
Para la aplicación de las leyes (expresión de la voluntad general) a casos concretos, existe el Gobierno (poder ejecutivo). Este es un mero agente del soberano (el pueblo) y debe actuar con justicia mediante las instituciones.
Rousseau defiende un Estado republicano (donde el pueblo es soberano) y legítimo. Este Estado debe fomentar en los ciudadanos la virtud cívica, es decir, la inclinación a priorizar el interés general sobre el particular. Esto se promueve a través de la educación y de lo que Rousseau llama “religión civil“, un conjunto mínimo de creencias sociales (existencia de Dios providente, vida futura, santidad del contrato social y las leyes) necesarias para mantener la cohesión social y el respeto a las leyes.