Obras de Aristóteles
Primer período (368-348 a.C.)
- Eudemo o Sobre el alma (teoría de las Ideas y la inmortalidad del alma)
- Protréptico (teoría de las Ideas)
Segundo período (348-335 a.C.)
- Sobre la filosofía (crítica a la teoría de las Ideas, a su interpretación matemática que las identifica con los números)
- Ética a Eudemo (concepción platónica de la virtud)
- Del cielo (Cosmología)
Tercer período (335-322 a.C.)
- Metafísicos: Componen el tratado del ser en cuanto ser, es decir, la ontología aristotélica. Se puede acceder a la Metafísica de Aristóteles
- Física (Tratado sobre la naturaleza. Análisis del cambio)
- Del movimiento de los animales
- De la generación de los animales
- Sobre el alma
- Parva naturalia
Ética y política
- Gran moral
- Ética a Nicómaco (ética)
- Política (la organización social y política)
- Constituciones
Estética
- Retórica
- Poética
Obras de Platón
Juventud (de los 28 a los 38 años) (399-389 a.C.)
- Apología de Sócrates
- Critón (Sócrates en la cárcel sobre problemas cívicos)
- Laques (El valor)
- Lisis (La amistad)
- Cármides (La templanza)
- Eutifrón (La Piedad)
- Ión (La poesía como don divino)
- Protágoras (¿Es enseñable la virtud?)
Diálogos de transición (de los 38 a los 41 años) (389-385 a.C.)
- Gorgias (Sobre retórica y política)
- Crátilo (Sobre la significación de las palabras)
- Hipias mayor y Menor (Sobre la belleza el primero, y sobre la verdad del segundo)
- Eutidemo (Sobre la erística sofista)
- Menón (¿Es enseñable la virtud?)
Diálogos de madurez (de los 41 a los 56 años) (386-370 a.C.)
- Fedón (Sobre la inmortalidad del alma)
- Banquete (Sobre el amor)
- República (Sobre política y otros asuntos: metafísicos, gnoseológicos, etc.)
- Fedro (Sobre el amor, la belleza y el destino del alma)
Diálogos críticos y de vejez (de los 56 a los 80 años) (370-347 a.C.)
(369-362 a.C., de los 56 a los 63 años)
- Parménides (Crítica de la teoría de las ideas)
- Teeteto (Sobre el conocimiento)
- Sofista (Lenguaje, retórica y conocimientos)
- Político (Sobre política y filosofía)
(361-347 a.C., de los 64 a los 78 años)
- Filebo (El placer y el bien)
- Timeo (Cosmología)
- Critias (Descripción de la antigua Atenas, mito Atlántida)
- Las Leyes (La ciudad ideal, revisión pesimista de la República)
- Carta VII (autobiografía)
Aristóteles: Realismo, Naturalismo y Empirismo
Aristóteles se orienta hacia el realismo y el naturalismo en la explicación de la realidad, y hacia el empirismo epistemológico.
La Ontología aristotélica
La concepción aristotélica de la realidad conforma la Metafísica y la Física. La Metafísica es la ciencia teórica que analiza qué es el ser y sus principios, cuyos conceptos son aplicados posteriormente para interpretar la Naturaleza, el Cosmos, de manera que la Física resulta ser la aplicación de las categorías metafísicas. La Metafísica aristotélica se plantea en discusión con el dualismo platónico y su teoría de las Ideas. Para Aristóteles, lo real lo constituye tanto los seres concretos como el cambio. El Ser no se presenta una única forma, sino de múltiples maneras. El ser se dice de muchas maneras (teoría de la analogía del ser), pero siempre en referencia a la sustancia, pues todo lo que es o es sustancia o es accidente de la sustancia, todo es algo en acto, pero también otra cosa en potencia. Hay, por tanto, cuatro formas fundamentales de ser: ser sustancia, ser accidente de la sustancia, ser en acto y ser en potencia.
La sustancia no es algo único: hay múltiples sustancias, los entes particulares, también llamadas sustancias primeras. Toda sustancia está compuesta por un elemento material (materia) y por un elemento formal (forma o esencia, sustancia segunda) que la hace pertenecer a un género o especie (esta es la teoría hilemórfica de la sustancia). Cada sustancia es particular, pero comparte con otras sustancias una forma o esencia universal. Por ejemplo, cada uno de los seres humanos somos seres individuales, pero todos compartimos una esencia universal: la racionalidad.
Las sustancias particulares cambian, sufren alguna transformación en sus accidentes (cambio accidental) o en su esencia (cambio esencial). El cambio consiste en el proceso de actualización de aquello que está en potencia (por eso se dice que es el paso de la potencia al acto): la semilla cambia a ser árbol porque en potencia lo es. Este cambio es explicado por la concurrencia de cuatro causas (teoría de las causas): la material, la formal (son dos causas intrínsecas a la sustancia), la eficiente o ejecutora del cambio (intrínseca en los cambios de los seres vivos, externa en el caso de los seres inertes) y la final o punto al cual se dirige el cambio (intrínseco a las sustancias). En la explicación causal del cambio de las sustancias, y en la interpretación del movimiento observable en el cosmos, Aristóteles introduce dos principios metafísicos en la cadena causal. Aristóteles considera que todo lo que sucede es debido a algo, a una causa, pero que en la cadena causal debe haber una causa primera:
- En el cambio sustancial de las sustancias del mundo sublunar (el que está por debajo de la luna), de los seres naturales, permanece como sujeto inalterable del cambio la materia primera, que es potencia pura.
- En el movimiento que observamos en las esferas celestes del mundo supralunar, debe haber un Primer Motor Inmóvil, eterno, y por ser inmóvil y eterno es acto puro, divino. Actúa como causa eficiente y causa final del movimiento, como una inteligencia introduciendo orden.
El ser humano y el conocimiento: Antropología y Epistemología aristotélicas
Las teorías ontológicas de Aristóteles tienen su repercusión en la interpretación del ser humano y del conocimiento. El hombre es un ser vivo, su estructura es hilemórfica: el cuerpo es la materia y el alma la forma (todos los seres vivos tienen esta estructura ontológica de cuerpo y alma). El alma es única, pero tiene tres funciones en el ser humano: vegetativas, sensitivas y racionales. La función racional es exclusiva del alma de los humanos. El alma humana está dotada de razón (capacidad de captar la evidencia de los primeros principios de las ciencias) y de entendimiento (realmente son dos: entendimiento agente o capacidad de elaborar conceptos, y entendimiento paciente o capacidad de juzgar) para conocer la verdad y conocer el bien que nos es propio. También está dotada de voluntad para orientar nuestra conducta de forma deliberada hacia nuestros objetivos. Para cumplir sus funciones racionales, el alma debe contar con los sentidos, pues son éstos los que nos ponen en contacto con la realidad.
Las sustancias tienen en sí mismas el principio de su inteligibilidad, que es su forma inmanente. Todo conocimiento empieza por los sentidos, y no hay nada en el entendimiento que no haya pasado antes por los sentidos (principio empirista). La ciencia resulta, pues, de la colaboración del conocimiento sensorial y del conocimiento intelectual. Los sentidos nos ponen en contacto con los objetos particulares. El entendimiento agente, a partir de la información transmitida por los sentidos, y con la colaboración de la imaginación y la memoria, abstrae o separa las características comunes de las imágenes almacenadas, separa de lo particular de cada imagen lo que contiene de general o universal (la forma, lo inteligible). Esta acción de abstracción culmina en la elaboración de un concepto. Por su parte, el entendimiento paciente conoce aquello que ha elaborado el entendimiento agente y procede a elaborar hipótesis y emitir juicios. El entendimiento actúa de forma discursiva.
Ética y Política: Felicidad y Vida en el Estado
La consideración del ser humano como ser racional se complementa en Aristóteles con la consideración del ser humano como animal político. Por naturaleza buscamos el saber y por naturaleza buscamos vivir bien, alcanzando la felicidad o autorrealización plena de nuestro ser, lo cual sólo puede conquistarse en una organización social que disponga de los medios para que esto se cumpla. Aristóteles dice que la primera organización social necesaria para la vida es la familia (unidad económica básica), pero esta es insuficiente para aportar todos los bienes que necesita el ser humano, que son bienes materiales pero también culturales y espirituales. Por eso, las familias se reunieron en aldeas y éstas en la ciudad o polis, que es la comunidad perfecta en cuanto reúne todo lo necesario para hacer posible la felicidad.
El ser humano, como cualquier ser vivo, tiende a su propia perfección, y en ella encuentra su realización plena, su felicidad. La capacidad racional del ser humano nos empuja a buscar la verdad y a actuar de acuerdo a aquello que es bueno para nosotros, que sintoniza con nuestra naturaleza racional y política. Existen diversos tipos de bienes, como los bienes materiales, pero que no son buscados por sí mismos, sino como medios para conseguir el fin o bien último: la felicidad. La felicidad no es una pasión o la sensación que resulta de una acción (como lo es el placer), sino la actualización de lo más propio del hombre. Y la virtud, el perfeccionamiento de las capacidades humanas, es el camino para alcanzarla.
El ser humano tiene capacidades para conocer la verdad. Su perfeccionamiento a través del aprendizaje nos lleva a las virtudes dianoéticas o del entendimiento. Entre ellas está la sabiduría (el conocimiento teórico perfeccionado de las últimas causas de la realidad) y la prudencia, muy útil para la acción, pues nos proporciona un conocimiento de qué es bueno para nosotros y qué medios pueden ser más adecuados para conseguirlo. La prudencia sería una especie de sabiduría práctica.
Mas conocer el bien no es suficiente para conseguirlo. Debemos perfeccionar nuestra manera de ser y actuar, forjarnos un buen carácter a través de las virtudes éticas o hábitos de acción que consisten en actuar siempre escogiendo el término medio entre el defecto y el exceso, atendiendo a las circunstancias, tal como lo haría un hombre prudente. No siempre, en todas las circunstancias, es valiente hacer lo mismo, pero la valentía siempre es el término medio entre la cobardía (defecto de valentía) y la temeridad (exceso de valentía). Para la adquisición de las virtudes éticas la prudencia resulta importante, pero es imprescindible la voluntad (por ello, Aristóteles se separa del intelectualismo de Sócrates y de Platón).
Si no fuéramos animales políticos, la conquista de las virtudes dianoéticas bastaría para ser felices. Pero vivimos entre humanos, y necesitamos virtudes éticas. De entre las más importantes está la justicia: el hábito de actuar siempre dando lo debido a cada uno (según el asunto, significa dar lo mismo o dar según méritos).
La convivencia dentro del Estado resulta de la combinación de distintos elementos. En primer lugar, resulta imprescindible que los gobernantes busquen el bien común, no el bien propio. Por ello, la monarquía, la aristocracia y la república o democracia resultan gobiernos justos (sus gobernantes buscan el bien común). Por el contrario, la tiranía, la oligarquía y la demagogia son gobiernos injustos, pues los gobernantes buscan el bien propio. En segundo lugar, son importantes las leyes y su aplicación para regular los asuntos civiles, económicos y penales. Debido a ello, Aristóteles considera recomendable una combinación de democracia y aristocracia: para el Consejo y las Magistraturas, una selección de hombres sabios, para la Asamblea, una mayoría de ciudadanos. También resultan importantes la autarquía dentro del Estado (es decir, la independencia soberana y la autosuficiencia económica) y la educación de los individuos para hacerlos mejores ciudadanos, aunque sin contar ni con la eliminación de bienes privados para ningún grupo social, de la familia, ni una educación controlada rígidamente por el Estado.
Platón: Ontología y Cosmología
El planteamiento platónico es dualista, pues distingue en su concepción de la realidad dos mundos opuestos: el verdadero y auténtico es el Mundo Inteligible. El aparente es el Mundo Sensible. Estos dos mundos tienen características opuestas: el Mundo Inteligible es inmaterial, eterno, inmutable, perfecto; el sensible es material, perecedero, cambiante, imperfecto. El Mundo Inteligible está compuesto por aquello que no puede ser percibido por los sentidos, sólo por la razón; el sensible es percibido sensorialmente. El Mundo Inteligible es el principio de la realidad, sin el cual las cosas no tendrían ni esencia ni existencia. El Mundo Inteligible es el mundo del Ser. Es el modelo a partir del cual el Demiurgo (inteligencia moldeadora de la materia caótica) construye el mundo sensible, compuesto por objetos físicos y por sombras (el nivel más bajo de la realidad). El mundo sensible es el mundo del devenir.
El Mundo Inteligible está organizado jerárquicamente: en la base están las entidades matemáticas, después el Mundo de las Ideas. Las Ideas constituyen la esencia de las cosas, existen de manera separada a éstas, subsisten en sí mismas y por sí mismas. Son perfectas, únicas, y otorgan a la cosas su ser (esencia), su existencia, y la posibilidad de que las comprendamos, en cuanto las cosas participan de la Ideas, las copian o imitan. El Mundo de las Ideas cuenta con su propia organización. En primer lugar, están las Ideas Matemáticas, después las Ideas de Objetos, a continuación Ideas como Justicia, Belleza, Verdad (valores morales y estéticos). En la cúspide está la Idea de Bien, el principio último de la realidad (tanto Inteligible como sensible), y el fundamento del conocimiento (tanto del Mundo Inteligible como del mundo sensible) y de la acción justa individual (moral) y política. Observamos, por tanto, en la Ontología platónica, tanto un planteamiento dualista (Mundo Inteligible opuesto al Mundo Sensible) como la concepción de los grados o niveles de realidad, desde la realidad máxima, más perfecta (el Bien) hasta la realidad más imperfecta (las sombras), dependiendo de la mayor o menor participación del Bien. Esto lo encontramos tanto en el símil de la línea del Libro VI de la República como en el mito de la caverna del libro VII del mismo diálogo.
Platón: Epistemología y Antropología
Teniendo en cuenta la división entre Mundo Inteligible y Mundo Sensible, Platón distingue dos tipos de conocimiento de carácter opuesto (planteamiento dualista): la Ciencia, conocimiento racional de lo inteligible, es el auténtico conocimiento, claro, absoluto e indudable, pues comparte las características del objeto conocido (lo inteligible); y la Opinión, conocimiento sensorial de lo sensible, el falso conocimiento, confuso, pues al referirse al ámbito de lo cambiante y perecedero, es él mismo así, y su validez es, por tanto, variable y relativa. En el ámbito del conocimiento encontramos no sólo un dualismo en correspondencia con el dualismo ontológico, sino una correspondencia entre los grados de realidad de su concepción ontológica y los niveles o grados de conocimiento que podemos establecer (algo desarrollado en el símil de la línea y en el mito de la caverna). En la Opinión (conocimiento sensorial de lo sensible) encontramos conjeturas sobre las sombras (el nivel más confuso de conocimiento, menos verdadero) y creencias sobre los objetos (algo menos confuso que el anterior, pero confuso, pues la Opinión no es conocimiento cierto). En la Ciencia (conocimiento racional de lo inteligible) encontramos también dos niveles, de acuerdo a la organización jerárquica del Mundo Inteligible: en el nivel inferior está el pensamiento discursivo (dianoia) sobre los objetos matemáticos, que parte de hipótesis para deducir conclusiones, apoyándose en figuras e imágenes. Este pensamiento constituye el proceso de elaboración de las Matemáticas. El conocimiento de las Ideas sigue un proceso dialéctico (o dialéctica): la intuición o inteligencia (nóesis) que parte de las Ideas hasta la Idea de Bien como principio (dialéctica ascendente), y después comprende todo el Mundo Inteligible, y con ello, el sensible (dialéctica descendente). La ciencia de las Ideas se denomina Dialéctica o Filosofía, y constituye la sabiduría, pues supone la contemplación del Bien. Como el verdadero conocimiento es el de las Ideas, y éstas no están en el mundo físico, Platón tiene que justificar cómo le es posible al ser humano acceder a lo inteligible. Para ello Platón propone su teoría de la reminiscencia o anámnesis, según la cual, conocer es recordar. La explicación de esta teoría está íntimamente ligada a la antropología platónica, también dualista. El hombre es la unión accidental de cuerpo mortal y material (perteneciente al mundo sensible) y alma inmortal e inmaterial (afín al Mundo de las Ideas, con el que aspira por naturaleza a estar en contacto). El alma tiene una estructura tripartita, en la que se muestra un conflicto entre razón y pasión: un alma racional (razón), fuente de conocimiento y de acción, alma irascible (voluntad) y alma apetitiva (pasiones, deseos). Cuando el alma cae al mundo sensible y se encarna en un cuerpo, arrastrada por sus propias pasiones, olvida la verdad contemplada (las Ideas). El cuerpo actúa como una cárcel para el alma, nos ata a la sensibilidad, afianza las pasiones del alma. Sensibilidad y pasiones actúan como cadenas que nos atan a la ignorancia. Como narra en el mito de la caverna, el alma que ha olvidado la verdad resulta ser como un prisionero encadenado desde niño en el fondo de una gruta, viendo sólo sombras de realidad.
Para recordar la verdad es necesario emprender un camino que asciende desde lo sensible hasta lo inteligible (proceso dialéctico o dialéctica), bien racionalmente, bien a través del Eros o impulso amoroso. En cualquiera de los dos casos, ya que las cosas imitan y participan de la Ideas, aquéllas sirven de ocasión para que el alma, obligada a utilizar su razón, olvidar lo sentidos, dominar sus pasiones y fortalecer su voluntad, vaya recordando lo inteligible y culmine en la contemplación del Bien. El recuerdo del Bien no sólo proporciona el máximo conocimiento (Ciencia), sino la sabiduría práctica para procurar el bien en el ámbito privado (moral) y en el público (el gobierno de la polis hacia el bien común): Por tanto, recordar el Bien es el largo proceso al que debe someterse quien, por la condición de su alma (predominio de parte racional), pueda gobernar en la polis, tras ser educado.
Platón: Ética y Política
El análisis de la conducta moral y el de la vida política se unen en Platón en la consideración de cómo construir un Estado justo, ya que la justicia (armonía) como virtud lo es tanto del individuo como del Estado. En el individuo, la justicia es el gobierno de la razón, con ayuda de la voluntad, sobre las pasiones. En el Estado, es el gobierno de los sabios (filósofos), con ayuda de los guardianes, sobre los productores. Igual que la justicia en el alma se logra cuando cada parte cumple la función que le corresponde y alcanza la virtud que le es propia (sabiduría la razón, valentía la voluntad, moderación las pasiones), así se consigue la justicia en la polis, cuando cada grupo social (gobernantes, guardianes, productores) desempeña la función que le corresponde, porque posee la virtud que le es propia al alma que predomina en ellos. Se trata de un Estado tripartito en el que los sabios gobiernan, los valientes guardianes defienden la polis, y los moderados producen. La única forma perfecta de Estado es la monarquía o la aristocracia de sabios. El resto de gobiernos (timocracia, oligarquía, democracia, tiranía) son sucesivas degeneraciones del Estado ideal (gobierno de los guardianes, gobierno de los más ricos entre los productores, gobierno de todos los productores, gobierno del más ignorante y depravado de los demócratas). Para que la justicia reine en la polis, aparte de la estructura tripartita del Estado, es necesaria una educación estricta de los gobernantes en el conocimiento del Bien (fase teórica de la educación) y la práctica del Bien en el gobierno (fase práctica de la educación), hasta que por turno les toque gobernar. Así nos lo explica en el mito de la caverna. Además, para guardianes y gobernantes, no existirá la propiedad privada ni la familia (comunismo platónico), para evitar luchas por el bien propio en lugar de la búsqueda del bien común.