Contexto Histórico-Cultural de Ortega y Gasset
José Ortega y Gasset (1883-1955) vivió en una España convulsa. Fue testigo del paso de la Primera República a la Restauración borbónica, un sistema que marginaba políticamente al obrerismo, republicanismo y regionalismo. Estos movimientos encontraron voz durante la Segunda República, a la que Ortega inicialmente se unió, pero que culminó trágicamente en la Guerra Civil Española y el posterior régimen franquista. Ortega “toleró ideológicamente” la dictadura. Este periodo turbulento se vio agravado por el Desastre del 98 y el Desastre de Annual en 1921. Simultáneamente, la Primera Guerra Mundial sacudía Europa, frenando la idea ilustrada del progreso universal y generando repercusiones trascendentales en España. Surgieron los totalitarismos fascistas y marxistas, que desafiaron el sistema político liberal europeo, conduciendo a la Segunda Guerra Mundial. Culturalmente, España vivía su “Edad de Plata”, destacando en literatura y pintura, mientras que Alemania se erigía como el centro intelectual y cultural de Europa. Los regeneracionistas, con Ortega como figura estelar, buscaban conectar a España con la vanguardia europea, proponiendo su “europeización”. En el arte, los vanguardismos se sucedían con rápidos cambios de criterios estéticos.
Contexto Filosófico de Ortega y Gasset
El pensamiento de Ortega se enmarca en la crisis de la razón, influenciado por los “filósofos de la sospecha”. Cuestionó la capacidad de la razón pura para comprender la realidad, argumentando que la deforma. En el campo de la física, la teoría de la relatividad de Einstein influyó en su perspectiva. Ortega se vio influenciado por planteamientos vitalistas e historicistas, oponiéndose al racionalismo. Defendió los valores vitales y asumió el principio del valor esencial de los acontecimientos históricos. La historia, como sucesión de acontecimientos en el tiempo, es esencial en su filosofía, considerando su concepto de “razón vital” como una “razón histórica”. También recibió la influencia de la fenomenología de Husserl, que le ayudó a superar la filosofía idealista. Finalmente, la influencia de los filósofos existenciales introdujo en su obra la angustia por la vida.
Comparación de Ortega con la Tradición Racionalista
Ortega, al construir su filosofía, se opone al racionalismo y al relativismo. Para comprender su postura, es útil remontarse a los inicios de la filosofía. En autores como Sócrates y Platón, se observa la búsqueda de lo que Ortega llama un “yo puro”, idéntico e invariable: un ser racional desprendido de todo rasgo vital. Solo así, según Platón, se puede acceder a la verdad universal, expresada en su concepto de “Ideas”. El racionalismo ha buscado una estructura común a todos los sujetos, que los iguale en su capacidad de conocer la verdad. Platón lo llamaba “almas racionales”, que igualaban a todos los hombres en el espacio y el tiempo ante el conocimiento de la verdad. De este modo, la creencia en un sujeto cognoscente permitía acceder a una verdad universal, única y absoluta. Ortega critica esta visión, comparándola con un ser transparente, producto de un error interpretativo que amputa la vida biográfica del sujeto. Frente a este sujeto abstracto, Ortega propone una nueva visión: un individuo cuyas circunstancias le impiden acceder a la verdad absoluta, permitiéndole solo acceder a una parte de ella. Esta parte, sin embargo, no es una realidad deformada, sino la única verdad posible para ese individuo. El racionalismo, al olvidar la dimensión histórico-vital del hombre, al no considerar sus circunstancias ni su perspectiva, lo convierte en un ser abstracto, alejándolo de la auténtica realidad. Para Ortega, el único camino a la verdad parte de la existencia concreta de cada individuo y de cada época histórica, de sus circunstancias. En resumen, frente a una realidad y una verdad absolutas, Ortega propone una realidad y una verdad históricas y vitales.