Explorando las Joyas Literarias del Siglo de Oro Español: Fray Luis, San Juan, Lazarillo, Cervantes y Garcilaso

La “Oda a la vida retirada” de Fray Luis de León es un poema que exalta las ventajas de una vida apartada de la sociedad y del poder, en contraste con la vida agitada y ambiciosa de la corte. El poeta expresa su ideal basado en el contacto con la naturaleza. El tema central es la búsqueda de la paz y la felicidad en la vida retirada, lejos de las preocupaciones materiales, lo que se relaciona con el tópico literario del “Beatus Ille”, que exalta la vida sencilla en el campo como un refugio frente al bullicio del mundo: “¡Qué descansada vida, la del que huye el mundanal ruido!”. Se observa un fuerte contraste entre dos mundos: por un lado, el mundo urbano, donde las personas viven obsesionadas por la riqueza y el poder; por otro lado, el mundo rural y natural, símbolo de tranquilidad y armonía, donde se puede alcanzar la verdadera felicidad, siguiendo el ideal de la “Aurea Mediocritas”, que defiende un estilo de vida equilibrado y sin excesos: “A mí una pobrecilla mesa de amable paz bien abastada me basta, y la vajilla”.

El poema no presenta personajes, pero el poeta es quien expresa su ideal de vida y rechaza la agitación de la sociedad. Podemos ver al autor como una figura reflexiva que pretende compartir su visión con el lector: “Vivir quiero conmigo, gozar quiero del bien que debo al cielo”. La estructura sigue un orden progresivo. Primero se plantea la oposición entre la vida urbana y la vida en el campo; luego se describen las bondades del campo, “Despiértenme las aves con su cantar sabroso no aprendido;” el descanso que proporciona y su contraste con las preocupaciones de quienes buscan riquezas. Finalmente, se reafirma la idea de que la vida sencilla es más deseable, mientras que la ambición solo lleva a la insatisfacción, en consonancia con los tópicos mencionados, pues el deseo de riquezas y poder solo genera intranquilidad, mientras que la moderación y el retiro conducen a la paz interior, esto se puede observar en la estrofa 13.

El poema está escrito en lira, una estrofa de cinco versos con rima consonante, esto le proporciona un ritmo fluido y armonioso.

Entre las principales figuras retóricas, destaca el uso de la metáfora: “Roto casi el navío, a nuestro amparo vuelo”, el poeta se compara con un navío a punto de naufragar, que busca refugio en el campo; también se encuentra el hipérbaton, “y muestra en esperanza el fruto cierto”; otra figura importante es la personificación, como en los versos: “El aire del huerto ofrece mil olores al sentido”.

El poema también se relaciona con dos tópicos literarios fundamentales del pensamiento renacentista, como el “Beatus ille”, que hace referencia a la felicidad de quien se aparta del mundo y vive en la tranquilidad del campo. Este tópico aparece en el primer verso del poema, “¡Qué descansada vida, la del que huye el mundanal ruido!”, donde el poeta expresa su deseo de alejarse del bullicio y las preocupaciones de la sociedad para encontrar la paz. Otro tópico presente es el de “Aurea mediocritas”, que representa el ideal de una vida equilibrada sin excesos ni carencias. Fray Luis de León lo manifiesta en los versos: “Téngase su tesoro, los que de un falso leño se confían”, donde rechaza la riqueza y el poder, ya que considera que le dan angustia en lugar de felicidad.

En conclusión, “Oda a la vida retirada” es un poema que refleja la búsqueda de la verdadera felicidad en la naturaleza.


“Noche oscura del alma” de San Juan de la Cruz es un poema místico que narra el viaje espiritual del alma hacia la unión con Dios, a través de un proceso de purificación y transformación.

El poema presenta un yo lírico que describe su salida en la oscuridad de la noche, simbolizando el desapego del mundo material y el inicio de la búsqueda de la unión divina.

El tema central del poema es la experiencia mística, entendida como la búsqueda de Dios a través de la renuncia al mundo terrenal. Este camino se describe en tres etapas espirituales que corresponden a las vías de la mística cristiana.

Primero, la vía purgativa, en la que el alma se desprende de los placeres y preocupaciones mundanas para purificarse, como se observa en “salí sin ser notada / estando ya mi casa sosegada”, donde la casa simboliza el cuerpo y el mundo material que queda atrás.

En la segunda etapa, la vía iluminativa, el alma, guiada solo por la luz de la fe, avanza con seguridad hacia la presencia divina. Este proceso se refleja en los versos “sin otra luz y guía / sino la que en el corazón ardía”, donde la luz interior simboliza la fe y la sabiduría que orientan el camino.

Finalmente, en la vía unitiva, el alma alcanza la unión plena con Dios, representada en la imagen del Amado, como en los versos “¡Oh noche que juntaste / Amado con amada / amada en el Amado transformada”, donde la fusión del alma con Dios es completa. El poema está estructurado en estrofas de cinco versos, con un ritmo fluido que refuerza la sensación de progresión espiritual a medida que el alma avanza en su camino.

El poema está escrito en liras, una estrofa de cinco versos con un esquema métrico de 7a 11B 7a 7b 11B. Este patrón proporciona un ritmo armonioso y reflexivo que se alinea con el tono meditativo del poema y su carácter místico.

Entre las principales figuras retóricas, destaca la metáfora, donde la noche simboliza tanto el sufrimiento y la incertidumbre del alma como el estado de purificación que la lleva hacia Dios. Esto se refleja en los versos “A oscuras y segura / por la secreta escala, disfrazada”, donde la oscuridad representa la renuncia al conocimiento terrenal, mientras que la secreta escala simboliza el proceso interior de elevación hacia lo divino.

También se encuentra el hipérbaton, que contribuye al tono solemne, como en “Aquesta me guiaba / más cierto que la luz de mediodía”, donde el orden alterado refuerza la importancia de la luz interior.

Otro recurso importante es la anáfora, con la repetición de “Oh noche” en los versos “¡Oh noche que guiaste! / ¡Oh noche amable más que la alborada! / ¡Oh noche que juntaste”, que enfatiza la relevancia de la noche como símbolo del proceso místico.

Además, se presenta la alegoría del amor humano, que en realidad representa el amor divino, como se observa en “el rostro recliné sobre el Amado”, donde el Amado simboliza a Dios y el acto de reclinarse representa la entrega total del alma.

Otro elemento clave es la personificación, como en “el aire de la almena / cuando yo sus cabellos esparcía”, donde el aire parece actuar de forma consciente, en sintonía con la transformación espiritual de la protagonista.

El poema se relaciona con la tradición de la poesía mística y con la teología de la unión con Dios, especialmente con las tres vías espirituales: en la vía purgativa, el uso de la oscuridad y la salida de la casa simbolizan el proceso de purificación; en la vía iluminativa, la luz interior que guía el camino expresa el crecimiento de la fe; y en la vía unitiva, la imagen del Amado y la Amada fusionándose representa la culminación de la unión mística.

“Noche oscura del alma” es un poema que combina una estructura armónica con un lenguaje altamente simbólico para expresar el proceso de transformación espiritual del alma hasta alcanzar la unión con Dios.


El episodio de La vida de Lazarillo de Tormes muestra la lucha de Lázaro por sobrevivir en un mundo hostil a través de la astucia y el engaño. En este fragmento, el joven protagonista, movido por su inclinación hacia el vino y el hambre constante, encuentra una manera de burlar a su amo, un ciego avaro y cruel. Lázaro perfora el jarro con un pequeño agujero y lo sella con cera para que, al derretirse con el calor del fuego, el vino caiga directamente en su boca, como se describe en “haciendo una fuentecilla y agujero sutil”. Durante un tiempo, el plan funciona y Lázaro disfruta del licor sin que el ciego se percate, pero cuando este descubre el engaño, decide vengarse y le propina un fuerte golpe con el mismo jarro, lo que deja a Lázaro herido y sin algunos dientes, como se evidencia en “me quebró los dientes, sin los cuales hasta hoy día me quedé”. Este episodio presenta varios temas fundamentales de la novela picaresca, como la supervivencia mediante el engaño, la lucha entre la astucia y la experiencia, y la crueldad de la sociedad, ya que el ciego, lejos de enseñarle con paciencia, lo castiga brutalmente. También destaca la ironía del castigo, pues lo que Lázaro disfrutaba termina causándole un gran sufrimiento. La estructura sigue una secuencia narrativa clara: primero, el planteamiento del problema (el deseo de Lázaro por el vino), luego el desarrollo (su estrategia para conseguirlo), el clímax (la revelación del engaño) y la resolución (el golpe del ciego como castigo). Además, el episodio refleja el proceso de aprendizaje del pícaro, quien, a través de la experiencia, va comprendiendo cómo funciona el mundo. En este sentido, Lázaro no solo enfrenta una dura lección sobre el engaño, sino que también comienza a desarrollar un resentimiento hacia su amo, lo que se percibe en la frase “Desde aquella hora quise mal al mal ciego”. Este aprendizaje doloroso es una constante en la novela picaresca, donde el protagonista, en lugar de recibir educación moral, aprende mediante golpes y humillaciones que debe ser más astuto para sobrevivir en un mundo injusto y cruel.

El fragmento de La vida de Lazarillo de Tormes se enmarca dentro del género picaresco y presenta un estilo realista, humorístico y satírico, con una narración en primera persona, lo que permite que el lector se identifique con el protagonista y vea el mundo desde su perspectiva. Se utilizan diversas figuras retóricas, como la metáfora, evidente en “haciendo una fuentecilla y agujero sutil”, donde se embellece el acto de perforar el jarro al compararlo con una fuente. También encontramos hipérbole, en “me pareció que el cielo […] me había caído encima”, exageración que refuerza el tono humorístico y dramático del castigo. La ironía es otro recurso clave, especialmente en la frase del ciego “lo que te enfermó te sana y da salud”, donde se burla del sufrimiento de Lázaro, evidenciando su crueldad. Asimismo, el diálogo y la narración dinámica otorgan agilidad al relato, como se observa en la defensa de Lázaro: “No diréis, tío, que os lo bebo yo”, lo que contribuye al tono cómico al mostrar su intento desesperado por engañar al ciego. La estructura del fragmento sigue una lógica de causa y consecuencia: la necesidad impulsa a Lázaro a desarrollar su astucia, pero el descubrimiento del engaño provoca una reacción violenta por parte del ciego, lo que refuerza el carácter moralizante del relato. Este episodio también es un claro ejemplo del determinismo social característico de la novela picaresca, donde el protagonista, nacido en la pobreza, debe recurrir a la astucia para sobrevivir, aunque sus intentos a menudo terminan en castigo o humillación. La enseñanza de este episodio no es moral, sino pragmática, ya que Lázaro aprende que en un mundo cruel e injusto no basta con ser ingenioso, sino que debe ser más precavido y desconfiado. En conclusión, este episodio refleja la dureza de la vida del pícaro, quien debe enfrentarse a un sistema social despiadado donde solo la astucia le permitirá avanzar, aunque no siempre sin consecuencias.


Este fragmento de Don Quijote de la Mancha presenta una conversación entre Don Quijote y Sancho Panza sobre Dulcinea del Toboso, la dama a la que Don Quijote dedica sus hazañas. Don Quijote le pide a Sancho que firme una carta de amor con “Vuestro hasta la muerte, el Caballero de la Triste Figura”, lo que revela que su amor por Dulcinea es idealizado y platónico, ya que apenas la ha visto y probablemente ella nunca lo ha notado. Este amor imaginario contrasta con la visión más realista de Sancho, quien se sorprende al descubrir que Dulcinea es, en realidad, Aldonza Lorenzo, una campesina del pueblo. Sancho, al conocer la verdadera identidad de Dulcinea, la describe como una mujer rústica, capaz de realizar trabajos duros, lo que desmorona la visión idealizada de su amo.

El tema principal de este fragmento es la contraposición entre la realidad y la fantasía, ya que Don Quijote transforma a una campesina en una dama noble, mientras que Sancho representa una visión más pragmática. La obra también explora el poder de la imaginación, ya que Don Quijote insiste en que su percepción de la realidad es más importante que los hechos, como demuestra con su afirmación de que “yo imagino que todo lo que digo es así, sin que sobre ni falte nada”. Además, se aborda la construcción del amor platónico, pues Don Quijote idealiza a Dulcinea sin haber tenido una verdadera interacción con ella. Este amor idealizado parodia el concepto de las damas en los libros de caballerías, donde la amada del héroe es siempre noble, hermosa y virtuosa, algo que se contradice con la descripción realista que hace Sancho de Dulcinea.

La estructura del fragmento sigue un esquema de diálogo entre Don Quijote y Sancho, donde el caballero expresa su visión idealista y Sancho la cuestiona con argumentos más realistas. Esta dinámica permite contrastar los puntos de vista de ambos personajes, generando situaciones cómicas y filosóficas. Además, resalta la relación entre los dos protagonistas: Don Quijote como el soñador que transforma la realidad a su gusto y Sancho como el hombre común, lógico y escéptico, que ve el mundo de manera más pragmática.

Este fragmento de Don Quijote de la Mancha resalta por su estilo realista, humorístico y paródico, mostrando la fusión de la idealización caballeresca con una crítica satírica al mundo. A través del diálogo, se contrasta la visión idealista de Don Quijote con la más pragmática de Sancho Panza, creando un efecto cómico que surge de la oposición entre sus perspectivas.

Se emplean diversas figuras retóricas como la metáfora, presente en el título de “el Caballero de la Triste Figura”, con el que Don Quijote refuerza su identidad de caballero errante. La hipérbole también es destacada en la afirmación de Don Quijote sobre su amor platónico por Dulcinea, al decir que en doce años la ha visto solo cuatro veces, exagerando la distancia emocional para subrayar lo idealizado de su relación. La ironía juega un papel central, especialmente cuando Sancho descubre que Dulcinea es en realidad Aldonza Lorenzo, lo que él expresa en términos burlescos, como “¡Oh hideputa, qué rejo que tiene, y qué voz!”, lo cual subraya la disparidad entre el ideal y la realidad.

También se utiliza la antítesis para mostrar el contraste entre los dos personajes: Don Quijote ve a Dulcinea como una dama noble y virtuosa, mientras que Sancho la describe como una campesina fuerte y rústica. La prosopopeya es otra figura clave, como cuando Don Quijote afirma “píntola en mi imaginación como la deseo”, dándole a su mente el poder de crear una versión idealizada de Dulcinea, lo que refleja el autoengaño del caballero. La parodia es igualmente significativa, ya que Cervantes ridiculiza el modelo de amor caballeresco al revelar que la dama ideal no es más que una mujer común y corriente.


La primera égloga se enfoca en el dolor del protagonista tras ser abandonado por su amada y la impotencia que siente al no poder recuperarla. En los Textos 1 y 2, se reflejan sus emociones intensas, como en “¡Oh más dura que mármol a mis quejas y al encendido fuego en que me quemo más helada que nieve, Galatea!”. Aquí se observa el tópico del descriptio puellae, ya que idealiza a Galatea resaltando su belleza con metáforas de elementos preciosos y fríos, como el mármol y la nieve. Esta descripción enfatiza tanto su hermosura como su indiferencia.

En el Texto 2, el lamento del protagonista se intensifica con preguntas retóricas como “¿Dó están agora aquellos claros ojos que llevaban tras sí, como colgada, mi alma?”, donde nuevamente aparece el descriptio puellae, al destacar la perfección de la amada en sus rasgos físicos: “los cabellos que vían con gran desprecio al oro” y “el blanco pecho”, exaltando su hermosura inalcanzable. Además, se relaciona con el collige, virgo, rosas, pues el poema lamenta la pérdida de la juventud y la belleza de la mujer, que ahora solo es un recuerdo. La idea de que la hermosura es efímera y que debe disfrutarse antes de que desaparezca también está presente en “Aquesto todo agora ya se encierra, por desventura mía, en la escura, desierta y dura tierra”, donde el protagonista expresa su dolor porque esa belleza ya no existe.

En la Égloga III, el tema central es la transformación de Dafne en laurel para huir de Apolo, representado en “A Dafne ya los brazos le crecían y en luengos ramos vueltos se mostraban”. Aquí aparece el carpe diem, aunque desde una perspectiva opuesta: Dafne renuncia al amor y a la juventud en lugar de aprovecharlos, convirtiéndose en un árbol para evitar ser poseída por Apolo. Esta idea también se aprecia en el lamento del dios, quien, en vez de disfrutar del amor, queda condenado a amar un laurel.

En el Texto 4, el paisaje del río Tajo simboliza la serenidad natural en contraste con el tormento amoroso del poeta, como se observa en “alegrando la vista y el oído”. Aquí aparece el locus amoenus, ya que el entorno es un espacio bucólico e idealizado, descrito con elementos como “Cerca del Tajo, en soledad amena de verdes sauces hay una espesura”. La ninfa del agua representa la armonía de la naturaleza, reforzando la idea de que este paisaje es un refugio para el alma atormentada.

El Texto 5 narra la metamorfosis de Dafne, ilustrando la evasión del amor mediante la transformación en árbol: “de áspera corteza se cubrían los tiernos miembros que aun bullendo estaban”. Su rechazo al amor de Apolo refuerza la idea del carpe diem, pues, en lugar de entregarse a la pasión y vivir su juventud, opta por la inmortalidad en la naturaleza, lo que Apolo lamenta en “¡Oh miserable estado, oh mal tamaño, que con llorarla crezca cada día la causa y la razón por que lloraba!”.

Estos fragmentos provienen de las Églogas I y III de Garcilaso de la Vega, y muestran la influencia de la poesía italiana. En estas obras, Garcilaso utiliza el género lírico, donde los pastores expresan sus sentimientos, sobre todo el amor, en un entorno natural idealizado y sereno. La manera en que organiza los versos, combinando endecasílabos con heptasílabos, da lugar a una estructura conocida como silva, típica de la poesía renacentista.

En el Texto 3, se puede reconocer el locus amoenus, un lugar perfecto y armonioso que describe un paisaje idílico junto al río Tajo. En el Texto 4, Garcilaso hace referencia al mito de Apolo y Dafne, centrado en el amor no correspondido, un tema recurrente en su obra.

Entre las figuras literarias que emplea Garcilaso, resalta la metáfora, como en “los cabellos que vían con gran desprecio al oro”, donde compara la belleza de su amada con el oro, otorgándole un valor inalcanzable. También utiliza la personificación, como en “el agua baña el prado con sonido”, al dotar a la naturaleza de características humanas. El hipérbaton, como en “A Dafne ya los brazos le crecían”, también ayuda a conferir un tono solemne y elevado a sus poemas. Además, se observan varios epítetos como “áspera corteza”, “tiernos miembros” y “verdes hojas”.

El estilo de Garcilaso es armonioso y elegante, transmitiendo un tono melancólico que oscila entre el sufrimiento por un amor no correspondido y una reflexión serena sobre la naturaleza. Su obra fusiona las tradiciones clásicas con la sensibilidad del Renacimiento, asegurando así su lugar en la literatura española.


El Renacimiento es una época caracterizada por la idealización en el arte y la literatura, destacando temas como la belleza femenina, la naturaleza idílica y el amor imposible. Este período está marcado por un cambio radical en la forma de entender el mundo, impulsado por la invención de la imprenta y los descubrimientos geográficos. La burguesía crece y se vuelve una clase poderosa, formada por comerciantes adinerados, mientras que la nobleza y el clero siguen manteniendo sus privilegios. La expansión hacia América genera un interés por el género histórico y la épica.

La recuperación de los textos clásicos grecolatinos influye profundamente en la literatura y el arte, donde se busca imitar, pero no copiar, el equilibrio y la simetría de la antigüedad. Se impone el concepto del “gentil-hombre”, el modelo ideal del perfecto caballero era el cortesano. La ciencia y la razón ganan protagonismo sobre el dogmatismo medieval. La sociedad pasa de ser teocéntrica a antropocéntrica, colocando al hombre en el centro del universo.

El humanismo impulsa una formación integral del individuo, valorando disciplinas como la gramática, la filosofía, la historia y la retórica. Se rechaza el pesimismo medieval, adoptando una filosofía más optimista de la vida. Esta nueva mentalidad busca el disfrute de los placeres terrenales, promoviendo el “carpe diem” y la búsqueda de la felicidad en el presente, destacando la importancia de vivir el momento. Predomina el neoplatonismo, la creencia de que lo único perfecto es la naturaleza, el arte y la mujer.

Se divide en primer Renacimiento, con la poesía lírica de Garcilaso de la Vega y en segundo Renacimiento, con el cierre de influencias externas que hace que se desarrolle una literatura religiosa y la mística, junto a tres vías: el alma abandona el cuerpo para unirse con Dios (vía purgativa), el alma es guiada por la luz de su amor (vía iluminativa), los amantes se unen (vía unitiva). Esto es representado por fray Luis de León y San Juan de la Cruz.

La narrativa del Renacimiento no solo idealizó la realidad, sino que también adoptó un enfoque humanista y crítico. De este modo, surgió una prosa de no ficción con un carácter didáctico, destacando los diálogos de Juan y Alfonso de Valdés. Al mismo tiempo, emergió una narrativa realista que reflejaba una sociedad en crisis, con obras como La Celestina.

La mayor aportación a este realismo fue La vida de Lazarillo de Tormes, considerada la obra fundacional de la novela picaresca. Su protagonista, un antihéroe, narra su vida en primera persona, con un tono satírico y una visión pesimista de la sociedad. Esta obra, que fue prohibida por la Inquisición, refleja la decadencia económica y social de la época.

El Lazarillo combina elementos de la literatura popular con un realismo histórico, utilizando la autobiografía y la narración epistolar para dar credibilidad al relato. Con el tiempo, la picaresca evolucionó hacia una visión aún más desencantada y exagerada de la realidad.

Cervantes revolucionó la novela moderna al crear personajes que evolucionan, emplear múltiples narradores y mezclar realidad con ficción. Sus obras incluyen La Galatea (novela pastoril), Novelas ejemplares (idealistas y realistas) y, sobre todo, Don Quijote, donde perfecciona el perspectivismo y la profundidad psicológica. Sus relatos se caracterizan por el uso del diálogo, la verosimilitud y una perspectiva humanista.

Actualmente, las novelas se han clasificado en dos grupos: las novelas idealistas y las novelas realistas. Hay un subgrupo que tiene rasgos de ambos y son denominadas ideorrealistas, un ejemplo de ellas es: La Gitanilla.