Jacinto Benavente
Comenzó su carrera denunciando los defectos y convenciones de la clase media y alta, atacando la hipocresía, lo que le acarreó la admiración de los jóvenes escritores del momento. Pero su primer trabajo, El nido ajeno (1894), historia de celos, rivalidad entre hermanos y honor conyugal, tuvo mala acogida entre el público, por lo que, en adelante, Benavente prefirió ir acomodando la temática de sus obras a los gustos y a las preocupaciones de la sociedad de su tiempo, demostrando para ello una gran intuición y habilidad. Se convirtió así en una especie de cronista de la buena sociedad. Tuvo su mayor éxito con La malquerida. Esta obra y Señora ama son dos dramas psicológicos que suceden en una atmósfera rural. Entre su copiosa producción, destacan también La noche del sábado y Rosas de otoño.
Pero su obra maestra es Los intereses creados (1907). La obra, ambientada en el siglo XVII, se abre con un magnífico prólogo donde el autor expone, con agudeza y humor, su visión del teatro. La historia, planteada con evidente dimensión irónica, supone una moderada sátira de las convenciones sociales.
En las obras de Benavente conviven los aspectos serios con los cómicos, los realistas con los fantásticos. Sus diálogos son ingeniosos y elegantes, con predominio del uso coloquial, lo que supone una ruptura con el estilo posromántico del teatro decimonónico.
Carlos Arniches
Carlos Arniches se ganó rápidamente el fervor de las clases populares y el elogio de entendidos como Pérez de Ayala, uno de los críticos más exigentes del momento. A partir de las piezas breves del género chico, llega a la comedia costumbrista, pero sus personajes no pertenecen a la clase acomodada, como los de Benavente, sino a los barrios humildes, que Arniches conocía bien. Las obras de su primera época, como El santo de la Isidra y El amigo Melquíades, se organizan sobre la sucesión de cuadros de costumbres, repitiendo casi siempre el mismo esquema dramático, pero con una conseguida teatralidad. Los personajes son tipos populares, tratados con gran fuerza expresiva y rasgos melodramáticos, que nos ofrecen su lado más humano invitando al espectador a compartir sus desdichas o ilusiones. La comicidad se logra con graciosos y chocantes diálogos, el chiste fácil y otros numerosos recursos idiomáticos (recrea el habla castiza madrileña aunque era alicantino).
Más adelante, hacia 1916, va superando el sainete para llegar a la «tragedia grotesca», que contiene lo más interesante de su producción. De esta época son Los caciques, Es mi hombre y, sobre todo, La señorita de Trevélez, ambientada en una ciudad de provincias. Bajo la máscara de la comicidad, las obras de esta etapa muestran el lado decepcionante y trágico de la existencia, sus problemas y frustraciones.
Miguel de Unamuno
En el teatro, como en los demás géneros que cultivó, Unamuno plantea los temas trascendentes que le preocupaban, presentando con apasionamiento personajes en lucha consigo mismos que confiesan abiertamente sus sentimientos, y en los que a menudo vemos rasgos autobiográficos de su autor. Confiere a sus personajes un carácter filosófico y simbólico. La acción es mínima, y sus frecuentes y extensos monólogos. Entre sus obras, merece destacar La venda, que plantea el conflicto entre la razón, que atormenta al hombre, y la fe, vinculada a la feliz ingenuidad de la infancia. El tema de la maternidad, concebida como una forma de inmortalidad, se desarrolla en Raquel encadenada. Otros títulos de su producción dramática son El otro, La esfinge y Fedra.
Azorín
La labor de Azorín en el género teatral no ha dado obras del gusto de la crítica ni del público. Al igual que Unamuno y diversos autores contemporáneos suyos, huye de los esquemas realistas que dominaban los escenarios de principios del siglo XX. Experimenta con fórmulas más imaginativas para representar los temas que le inquietan, como el paso del tiempo, pero le falta el dinamismo de la acción. Su obra más lograda es la trilogía de Lo invisible, sobre el tema de la muerte, compuesta por un prólogo y tres piezas breves: La arañita en el espejo, El segador y Doctor Death, de 3 a 5.
Rafael Alberti
Su primera obra, El hombre deshabitado, es un «auto sacramental sin sacramento», que, de forma alegórica, nos remonta a la creación del hombre y a la causa de su perdición. Al margen de esta primera obra, la crítica agrupa el teatro de Alberti en dos tendencias, el de contenido político y el poético:
Su teatro político muestra la actitud comprometida del autor con la ideología comunista. Incluye las obras Fermín Galán, De un momento a otro y Noche de guerra en el Museo del Prado. La última, sin duda, la mejor, nos relata cómo un grupo de milicianos trata de salvar las pinturas del Museo del Prado durante los bombardeos de la Guerra Civil. El desfile de famosos cuadros muestra, de paso, el conocimiento de Alberti en materia de pintura.
En su teatro poético, a veces escrito en verso, predominan los elementos simbólicos y la escasa acción. La obra más conocida de esta tendencia es El adefesio, una denuncia contra el autoritarismo y la represión, tratada con tintes esperpénticos.
Enrique Jardiel Poncela fue un autor que buscó renovar la comedia de su época, rompiendo con las formas tradicionales y proponiendo un teatro más moderno. Sus obras se caracterizan por un estilo inverosímil, absurdo y antisentimental, en contraste con el teatro realista y burgués de su tiempo. Sus comedias, aunque aborden temas amorosos, evitan caer en lo sentimental o lacrimógeno, adoptando una estructura compleja que recuerda al melodrama y las novelas folletinescas.
Una de sus obras más destacadas es Eloísa está debajo de un almendro, que combina una trama policíaca con una historia de relaciones amorosas y familias excéntricas. Entre sus otros títulos importantes se encuentran Usted tiene ojos de mujer fatal, Cuatro corazones con freno y marcha atrás, Los ladrones somos gente honrada y Blanca por fuera y Rosa por dentro, entre otros.
Alfonso Sastre comenzó su carrera con obras de contenido existencial y nihilista, como Uranio 235 y Cargamento de sueños, pero luego se orientó hacia el realismo y los temas sociales, revolucionarios y de denuncia. Veía el teatro como una herramienta para despertar la conciencia política y transformar la sociedad española. Sus ideas sobre la relación entre teatro, política y sociedad las plasmó en ensayos como Drama y sociedad y La revolución y la crítica de la cultura.
Su primera obra importante fue Escuadra hacia la muerte, un drama existencial sobre la culpabilidad de unos soldados. Otras obras destacadas incluyen Prólogo patético, El pan de todos y La mordaza, que tratan sobre el compromiso político y las injusticias sociales. También escribió dramas colectivos como Tierra roja y Muerte en el barrio, y obras como La cornada, que reflexionan sobre la explotación y la injusticia.
Francisco Nieva, dramaturgo y escenógrafo español. Su producción dramática se clasifica en tres categorías:
El teatro furioso: Obras que critican las instituciones tradicionales españolas y el autoritarismo, como El combate de Opalos y Tasia (1953), Nosferatu (1961), Pelo de tormenta (1971) y La carroza de plomo candente (1971).
El teatro de farsa y calamidad: Obras poéticas con contenido metafísico, como Malditas sean Coronada y sus hijas (1949-1968), El rayo colgado (1952), Tórtolas, crepúsculo y… telón (1953), Funeral y pasacalle (1971), y Catalina del demonio (1988).
El teatro de crónica y estampa: Obras de temática política, como Sombra y quimera de Larra (1976).
Nieva abordó una amplia variedad de temas a lo largo de su carrera, desde la crítica social y política hasta exploraciones poéticas y metafísicas.