Exploración del Teatro Español del Siglo XX: Desde Benavente a Lorca

Teatro Español en el Primer Tercio del Siglo XX: Un Panorama Completo

Introducción

El género teatral, por su naturaleza de espectáculo, está fuertemente condicionado por factores comerciales. Esto limita las posibilidades de un teatro con una ideología que desafíe la autocrítica del público burgués y genera resistencia ante las innovaciones estéticas. Sin embargo, estas tendencias también existen, lo que explica la coexistencia de dos corrientes principales en el teatro español del primer tercio del siglo XX: el teatro comercial, que triunfa y continúa la tradición del siglo XIX, y el teatro de renovación, que busca nuevas formas y enfoques ideológicos. A continuación, exploraremos ambas corrientes.

El Teatro Comercial: Éxito y Convencionalismo

Los últimos años del siglo XIX y los primeros del XX estuvieron dominados por Jacinto Benavente. Inicialmente, su teatro tenía una fuerte carga crítica, como en El nido ajeno, que abordaba la opresión de la mujer casada en la sociedad burguesa. Sin embargo, ante el fracaso de sus primeras obras, Benavente moderó su tono crítico, retratando a las clases acomodadas con menos dureza. Sus obras se enmarcaron en la comedia de salón, con ambientes burgueses y una crítica moderada, aceptable para el público teatral. Una excepción notable es Los intereses creados, una farsa que utilizaba personajes de la Commedia dell’arte italiana para ofrecer una visión cínica de los ideales burgueses. Benavente también cultivó el drama rural, destacando La Malquerida. Su teatro fue fundamental en la escena española del primer cuarto del siglo XX, y en 1922 recibió el Premio Nobel de Literatura.

El teatro en verso también tuvo cierta importancia, combinando elementos posrománticos con rasgos modernistas. En general, produjo obras de ideología tradicionalista, exaltando los ideales nobiliarios y los grandes hechos del pasado. Entre sus cultivadores destacan Francisco Villaespesa y Eduardo Marquina, así como los hermanos Antonio y Manuel Machado, aunque sus obras en colaboración, como La Lola se va a los puertos, tienen un enfoque diferente.

En cuanto al teatro cómico, se desarrollaron principalmente la comedia costumbrista y el sainete. Sus principales exponentes fueron los hermanos Álvarez Quintero y Carlos Arniches. Este último reflejó en sus obras las costumbres de las clases populares madrileñas y fue autor de La señorita de Trevélez, una tragicomedia grotesca que fusiona lo risible con lo conmovedor, con una profunda observación de costumbres y una crítica a la injusticia. También destaca La venganza de don Mendo, una parodia de los dramas históricos escrita por Pedro Muñoz Seca.

El Teatro de Renovación: Experimentación y Fracaso Inicial

En contraste con el teatro comercial, las experiencias dramáticas renovadoras de autores como Unamuno, Azorín o Jacinto Grau no tuvieron éxito. El drama de ideas de Unamuno, el simbolismo de Azorín y la originalidad dramática de Grau no atrajeron a un público acostumbrado a las comedias burguesas de Benavente o al humor costumbrista. Gómez de la Serna tampoco tuvo fortuna con sus obras “antiteatrales” y vanguardistas, que en su mayoría no se estrenaron. Ramón María del Valle-Inclán, inicialmente incomprendido, es hoy reconocido por su excepcional importancia en la historia del teatro español. Sus Comedias bárbaras, ambientadas en la Galicia mítica y rural, exploran personajes gobernados por instintos y pasiones violentas, culminando en Divinas palabras. Las farsas le sirvieron de transición al esperpento, un mundo basado en la deformación sistemática de personajes y valores para denunciar las lacras de la sociedad española, siendo Luces de bohemia su obra más representativa, junto con la trilogía Martes de carnaval.

La Generación del 27 y la Vanguardia Teatral

Algunos autores de la Generación del 27 y otros cercanos a ellos intentaron renovar el lenguaje dramático, depurando el teatro poético e incorporando las formas de la vanguardia. Destacan las obras de Rafael Alberti, que intentó incorporar el lenguaje surrealista en El hombre deshabitado y abordó el compromiso político en Fermín Galán. Después de la guerra civil, continuó con su teatro renovador y comprometido, con obras como El adefesio o Noche de guerra en El Museo del Prado. Miguel Hernández, Alejandro Casona o Max Aub también contribuyeron a la renovación teatral de la época, pero el autor más destacado fue, sin duda, Federico García Lorca.

Federico García Lorca: Culminación del Teatro Español

El teatro de Lorca alcanza una altura comparable a su obra poética, constituyendo una de las cumbres de la dramaturgia española. Sus obras teatrales giran en torno a la frustración, el deseo imposible y el conflicto entre los anhelos individuales y los límites impuestos por la realidad. Esto se observa en sus primeras obras, como El maleficio de la mariposa, que simboliza el amor imposible. Tras varias piezas breves basadas en técnicas de guiñol, logró su primer éxito con Mariana Pineda, un drama de amor trágico inspirado en la historia de una heroína ajusticiada en Granada. Luego vendrían La zapatera prodigiosa, Amor de don Perlimplín con Belisa en su jardín y El retablillo de don Cristóbal. La etapa surrealista de Lorca produjo obras como El público o Así que pasen cinco años, pero su plenitud como dramaturgo llegó en los años anteriores a la guerra, con obras como Bodas de sangre, Yerma, Doña Rosita la soltera y La casa de Bernarda Alba. En todas ellas, aparecen personajes marginales que representan la inocencia o la pasión pura. El carácter trágico de estas obras, la profundidad de los sentimientos y sus cualidades poéticas las convierten en una de las más altas manifestaciones del teatro español de todos los tiempos.