Bloque 3: Evolución política de Al-Ándalus
3.1.- Conquista, Emirato y Califato de Córdoba
La conquista musulmana de la Península Ibérica se debió a la rápida expansión del Islam y a la crisis interna de la monarquía visigoda. El gobernador árabe Musa-ibn-Nusair envió una expedición de bereberes liderada por Tariq en apoyo a los witizanos, quienes estaban en guerra contra Don Rodrigo. Tras la victoria en la batalla de Guadalete, Musa y Tariq conquistaron la mayor parte de la Península, siendo detenidos en Poitiers por los francos de Carlos Martel.
La rapidez de la conquista se explica por la debilidad visigoda y el deseo de botín y expansión religiosa de los musulmanes. La población local ofreció poca resistencia, y muchos se convirtieron al Islam (muladíes). Los musulmanes fueron tolerantes con judíos y cristianos (dimmis). Esta etapa se conoce como el Emirato Dependiente de Damasco, caracterizado por luchas entre árabes y bereberes.
Abderramán I, un omeya superviviente de la masacre de los abasidas en Damasco, se proclamó emir, estableciendo el Emirato Independiente de Córdoba. Este periodo vio revueltas mozárabes y tensiones con los reinos cristianos.
Con Abderramán II, el emirato alcanzó su máximo esplendor, con la creación de nuevas ciudades y un auge comercial. Sin embargo, tras su muerte, una crisis económica y la presión de los reinos cristianos del norte provocaron inestabilidad política.
Abderramán III se proclamó califa, rompiendo con Bagdad y estableciendo el Califato de Córdoba, logrando la independencia política y religiosa de Al-Ándalus. La economía se basaba en tributos, parias y el control de las rutas comerciales del norte de África. El ejército se componía de mercenarios bereberes y eslavos.
Abderramán III pacificó Al-Ándalus. Su hijo, Al-Hakam II, continuó su legado en un periodo de paz con los cristianos. Posteriormente, Almanzor, un hachib, usurpó el poder y lanzó campañas contra los reinos cristianos. Tras su muerte, el Califato se fragmentó en los Reinos de Taifas.
3.3.- Organización económica y social
A diferencia del ruralismo del norte cristiano, Al-Ándalus se caracterizó por una economía urbana y una agricultura orientada al mercado. La base económica se sustentaba en la agricultura, ganadería, artesanía y comercio.
En la agricultura, predominaban los latifundios con contratos de aparcería, cultivando la trilogía mediterránea (trigo, vid y olivo). En zonas fértiles, se desarrolló el regadío con acequias y norias.
La ganadería ovina era crucial para la producción de carne y leche, así como la cría caballar para transporte y guerra.
La artesanía destacó por productos de lujo (oro, plata, piedras preciosas) y la especialización. El comercio floreció gracias a una extensa red urbana y un eficiente sistema de comunicaciones. El comercio interior se realizaba en los zocos, y el internacional utilizaba el dírhem (plata) y el dinar (oro). Se exportaban productos de lujo y agrarios, importando materias primas, armas y esclavos.
La sociedad era heterogénea, con musulmanes (árabes, sirios, bereberes y muladíes), mozárabes (cristianos en territorio musulmán) y judíos. Los árabes formaban la aristocracia. Los bereberes ganaron protagonismo en el ejército. Los muladíes eran cristianos convertidos al Islam. También existían esclavos que se convertían para obtener la libertad.
Los mozárabes, influenciados por la cultura islámica, emigraron al norte debido a persecuciones de almorávides y almohades.
Los judíos, una minoría importante, destacaron en comercio, medicina y orfebrería, adoptando la cultura y lengua árabes.
3.4- Legado cultural
El siglo X, bajo el Califato de Córdoba, fue el apogeo cultural de Al-Ándalus, con avances en matemáticas, astronomía, botánica, medicina, historia y literatura, especialmente la poesía.
Los Reinos de Taifas representaron la edad de oro de la cultura andalusí. La corte de Sevilla fue un centro literario, destacando Ibn Hazam con su obra El collar de la paloma.
Las invasiones almorávides y almohades provocaron el exilio de intelectuales como Avempace, Averroes y Maimónides. Judíos y mozárabes jugaron un papel crucial en la transmisión de la cultura clásica y andalusí, traduciendo obras al árabe. Toledo se convirtió en un centro de traducción, recuperando obras clásicas desconocidas en Occidente y exportándolas a otros países.